Cuando llegué
a Italia decidí ir a visitar a visitar a mis
parientes que viven en Mandelo-lario, un pueblo en la
Lombardia, a orillas del lago Di Cuomo y con los
Alpes de fondo.
En las afueras
de ese pueblo se encuentra su cementerio y justo al
pasar por delante de él mi auto se detuvo; por
suerte era de día y mis familiares vivían del otro
lado del cementerio, por lo que preferí atravesarlo,
ya que era el camino más corto.
En el trayecto,
que eran unas dos cuadras y media observé una
lápida que decía " Antonino Malagamba, vivió
5 años, 8 meses y 3 semanas", en ese momento
sentí pena por ese niño que estaba enterrado ahí;
al cambiar mi vista hacia otro lado, me dí cuenta
que en otra lápida decía "Jovanni Pietrafusca,
vivió 7 años, 3 meses, 2 semanas y un
día...", y a su lado otra y otra y otra más,
todos niños de corta edad. Era tal mi conmoción y
angustia, que se acercó un cuidador para preguntarme
si me pasaba algo, - imagínese, le dije, son todos
menores de 11 años, el anciano me miró, sonrió y
me dijo: - quédese tranquilo que le voy a contar,
resulta que cuando un niño cumple 15 años, su padre
le regala una libreta , como esta que tengo aquí,
colgando de mi cuello, es nuestra tradición que en
ella anotemos cada vez que uno disfruta intensamente
algo, como cuando conoció a su novia, y se enamoró
de ella, su primer beso, su casamiento, ¿cuanto
duró esa alegría?, en definitiva, cuanto duró cada
acto lindo de nuestra vida.
Cuando alguien
muere, lo que hacemos es sumar el tiempo disfrutado
para escribirlo sobre su tumba ya que ese es para
nosotros el único y verdadero tiempo vivido.
Mi reflexión
es "cuantas veces malgastamos nuestro tiempo,
cuantas veces nos perdemos de disfrutar con nuestros
seres queridos momentos únicos que no se repetirán
jamás, no será tiempo de mirar al costado y darnos
cuenta que NO estamos solos."
(Enviado por Luis Zucchi
- Bs.As. - Argentina)
|