Regalos
y Deseos
por Garland Dark
-"...
por que yo peleo en el nombre de la Justicia y nunca le daré mi espalda a las
Injusticias. ¡Prepárate para encontrar tú fin!"- Y al decir eso apunto
con su dedo a su propia imagen en el espejo.
Tres años habían pasado desde la batalla contra la Estrella Oscura y también de la última visita de sus amigos. Lina y Goudy se habían quedado por una semana, pero Zelgadis había permanecido por un mes con ella. Sus recuerdos iban ahora a esos alegres días... a esos momentos de felicidad con Zelgadis. Su actitud y personalidad habían cambiado en forma notable durante su estadía, incluso su humor había mejorado, parecía que había recordado que tenía un corazón dentro de su dura piel, y que este era un corazón humano, no el de un demonio, pero al final todo había terminado y él nuevamente había decidido continua su búsqueda por una cura para su cuerpo, una cura que parecía eludirlo cada vez más.
Lentamente le dio la espalda al espejo y comenzó a caminar sin rumbo por su pieza, recordando aquella noche antes de su partida. Había una luna llena, grande y majestuosa que cubría con sus rayos todo el jardín real, en especial la fuente que se encontraba en el centro del jardín, la cual parecía jugar con el reflejo de la luna, mientras incontables luciérnagas danzaban a su alrededor. Ese había sido el sitio de reunió que habían fijado esa tranquila noche de primavera y en el cual ella había derramado un sin fin de lagrimas al enterarse de la triste noticia. Ya cuando se había dado cuenta que nada podría detenerlo, ella se decidió a darle un regalo de despedida: uno de sus amuletos que con tanto cariño ella llevaba, pues eran uno de los pocos recuerdos de su difunta madre. De esta forma el tendría algo para acordarse de ella, estuviera donde estuviera. A su vez él también le dio algo. Ese algo era una de las cosas más importantes que jamás alguien le había dado: su palabra de que volvería a Saillune.
-"Mañana será mi cumpleaños...¿vendrá?..."
Durante los últimos dos años había recibido sólo dos cartas de él y cada una de ellas había llegado el día de su cumpleaños. Estas se habían convertido en su tesoro más preciado y las guardaba en una pequeña cajita de ébano, que se encontraba sobre su velador. Cerró los ojos y con un pequeño suspiro, comenzó a recordar el contenido de la primera carta, la cual sólo consistía en unas cuatro líneas:
Querida Amelia:
Que tengas un feliz cumpleaños
Yo estoy bien
Adiós
Una pequeña sonrisa se formo es sus labios, mientras exclamaba: -"¡Oh! Zelgadis-chan, ¿cuanto te habrás demorado en escribir esa carta?"- lo cual termino con una dulce risa, ya que sabía perfectamente que Zelgadis no era de aquellas personas que expresaban fácilmente sus sentimientos, pues aún cuando el trataba de mostrar una imagen dura y fría, ella sabía que en el fondo era una persona sensible, dulce y cariñosa, pero que por los duros golpes que la vida le había dado, había optado por ese camino. Esto le había costado ver, en un principio, pues por su poca experiencia se había dejado llevar por la apariencia de Zelgadis, pero al pasar el tiempo se dio cuenta lentamente de su error y comenzó a ver a Zelgadis con ojos diferente -"...muy diferentes... es por eso que guardo tus cartas con tanto cariño y no puedo dejar de pensar en ti."
Sus pensamientos se dirigieron ahora a ese día y a la gran sorpresa que se llevó cuando el cartero le entrego la carta durante su fiesta de cumpleaños. Ese había sido su mejor regalo.
-"...Y después, el año pasado, recibí tu segunda carta"- dijo en un murmullo, mientras su vista se fijaba en una de las estrellas que más brillaba esa noche. Un segundo suspiro escapo de sus labios, uno muy profundo y largo, que parecía más bien provenir de su corazón, que de sus pulmones.
Esta vez su mente se traslado al año pasado, específicamente al día antes de su cumpleaños y al gran nerviosismo que sentía, pues esperaba con ansías una nueva carta de Zelgadis, la cual no sabía si iba a llegar o no. No durmió en toda la noche por la duda. Amaneció, el día continuo normalmente y la tarde llegó, y con ella el comienzo de su fiesta, y ni rastro del cartero, lo cual la puso más nerviosa. Finalmente, el cartero llegó -"Y literalmente lo asalte"- recordó alegremente, mientras se formaban lentamente la imagen de ella, vestida con su mejor traje de gala, saltando sobre un muy sorprendido y asustado cartero -"Después de tanto tiempo viajando juntos, algo se me tenía que pegar de la señorita Rina".
La carta era más larga y decía:
Querida
Ameria:
Espero que tengas un muy Feliz Cumpleaños.
Yo me encuentro bien.
Lamento no enviar un regalo. Tal vez el próximo año.
Saludos
Ahora, ella se encontraba esperando eso.
-"¿Vendrás este año, Zelgadis-chan?"- miró el reloj que colgaba en su pared -"Ya son las doce de la noche... mi cumpleaños ha llegado..."- miró nuevamente a la tranquila noche. No sabía que esperar, pues después de todo se podría encontrar en cualquier parte del mundo. Las preguntas y dudas asaltaron su cabeza: "¿Se acordará de de mi cumpleaños?"... por supuesto, o sino no me hubiera mandado esas cartas... pero eso no significaba nada... ¿o me equivoco?... puede que el sienta algo por mí... tal vez sólo sea amistad... talvez amor... ¿amor?... bueno, yo tampoco sé si es amor lo que siento por él, aun cuando estoy segura que sí siento algo más que una simple amistad, pero ¿siente él algo por mí?... bueno, me mando esas cartas, ¿no?, así que algo debe sentir por mí... eso no quita que tal vez sólo sea amistad, pero tal vez... ¿cómo saberlo?... lo amo tanto... lo amo... pero no sé como decírselo, pues sé lo cerrado que es para expresar sus sentimientos, así que ¿cómo saber si soy correspondida o no?...".
Finalmente decidió dejar de pensar, pues su cabeza le comenzaba a doler y nada iba a ganar con esa actitud, así que miró por última vez a la luna llena y con todo su corazón rezó para que algún día ambos se volvieran a reunir y saber finalmente si él la amaba o no. Con un último pensamiento hacia Zelgadis, comenzó a dirigirse hacia su cama, con la intención de acostarse e intentar de dormir, cosa que sabía le iba a ser imposible esa noche. De repente, un ruido hizo que se detuviera. Parecía que algo había golpeado una ventana, pero no sabía que era, ni quien era el responsable. Pasaron un par de minutos y como no volvió a escuchar nada decidió que no debía ser nada importante y comenzó su marcha hacia la cama. Un nuevo ruido la hizo detenerse. Este había sido más fuerte y pudo localizar de donde provenía: la puerta que daba al balcón.
Lentamente se acerco hacia el balcón y observo que habían dos pequeñas piedras por fuera. Sorprendida, abrió la puerta y se dirigió a investigar las piedrecillas, lo cual fue recompensado con una tercera piedra que le dio de lleno en la cabeza.
-"¡Ay!"- dijo mientras se frotaba la cabeza -"¿Qué sucede?, ¿Están lloviendo piedras o qué?... si pilló al culpable le haré sentir todo el peso de la justicia..."- y entonces comprendió todo. Su corazón comenzó a latir rápidamente y con cierta incredulidad se acerco a la baranda del balcón. Mientras sus ojos se llenaban de lagrimas de felicidad, pudo observar una figura blanca encapuchada que la observaba desde el jardín.
-"Ze...ze...¡¡¡Zelgadis-chan!!!"- gritó con todas sus fuerzas, mientras la figura removía su capucha, dejando al descubierto sus azules rasgos.
-"Feliz Cumpleaños... Amelia-chan..."- fue su única respuesta.
Nota: Ok, esta es mi segunda historia corta y decidí que sería una excelente segunda parte para la otra, pero luego decidí ponerla como tercera parte (extraño, ¿no?). Esta es la segunda versión, pues encontré que la antigua era muy corta y realmente no aportaba mucho a la historia, por eso decidí volver a escribirla. Espero que sea de su agrado y recuerda que me interesa tu opinión, así que mándala a garlanddark@yahoo.com