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VERSOS DE CATORCE
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A mi ciudad de patios cóncavos como cántaros
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y de calles que surcan las leguas como un vuelo,
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a mi ciudad de esquinas con aureola de ocaso
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y arrabales azules, hechos de firmamento,
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a mi ciudad que se abre clara como una pampa,
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yo volví de las tierras antiguas del naciente
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y recobré sus casas y la luz de sus casas
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y esa modesta luz que urgen los almacenes
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y supe en las orillas, del querer, que es de todos
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y a punta de poniente desangré el pecho en salmos
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y canté la aceptada costumbre de estar solo
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y el retazo de pampa colorada de un patio.
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Dije las calesitas, noria de los domingos,
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y el paredón que agrieta la sombra de un paraíso,
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y el destino que acecha tácito, en el cuchillo,
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y la noche olorosa como un mate curado.
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Yo presentí la entraña de la voz las orillas,
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palabra que en la tierra pone el azar del agua
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y que da a las afueras su ventura infinita
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y a los vagos campitos un sentido de playa.
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Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
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del caudal infinito que me pone en las manos.
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