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PARTE QUINTA
 
 
—Al rato el lienzo subió
y deshecha y lagrimiando,910
contra una máquina hilando
la rubia se apareció.
 
La pobre dentró a quejarse
tan amargamente allí,
que yo a mis ojos sentí915
dos lágrimas asomarse.
 
—¡Qué vergüenza!
                           —Puede ser:
pero, amigazo, confiese
que a usté también lo enternece
el llanto de una mujer.920
 
Cuando a usté un hombre lo ofiende,
ya, sin mirar para atrás,
pela el flamenco y ¡sas! ¡tras!
dos puñaladas le priende.
 
Y cuando la autoridá925
la partida le ha soltao,
usté en su overo rosao
bebiendo los vientos va.
 
Naides de usté se despega
porque se haiga desgraciao,930
y es muy bien agasajao
en cualquier rancho a que llega.
 
Si es hombre trabajador,
ande quiera gana el pan:
para eso con usté van935
bolas, lazo y maniador.
 
Pasa el tiempo, vuelve al pago,
y, cuando más larga ha sido
su ausencia, usté es recebido
con más gusto y más halago.940
 
Engaña usté a una infeliz,
y, para mayor vergüenza,
va y le cerdea la trenza
antes de hacerse perdiz.
 
La ata, si le da la gana,945
en la cola de su overo,
y le amuestra al mundo entero
la trenza de ña Julana.
 
Si ella tuviese hermano,
y en su rancho miserable950
hubiera colgao un sable,
juera otra cosa, paisano.
 
Pero sola y despreciada
en el mundo ¿qué ha de hacer?
¿a quién la cara volver?955
¿ande llevar la pisada?
 
Soltar al aire su queja
será su solo consuelo,
y empapar con llanto el pelo
del hijo que usté le deja.960
 
Pues ese dolor projundo
a la rubia la secaba,
y por eso se quejaba
delante de todo el mundo.
 
Aura, confiese, cuñao,965
que el corazón más calludo,
y el gaucho más entrañudo,
allí habría lagrimiao.
 
—¿Sabe que me ha sacudido
de lo lindo el corazón?970
vea sinó el lagrimón
que al oirlo se me ha salido...
 
—¡Oiganlé!...
                —Me ha redotao:
no guarde rencor, amigo...
—Si es en broma que le digo...975
—Siga su cuento, cuñao.
 
—La rubia se arrebozó
con un pañuelo ceniza,
diciendo que se iba a misa
y puerta ajuera salió.980
 
Y crea usté lo que guste
porque es cosa de dudar...
¡quién había de esperar
tan grande desbarajuste!
 
Todo el mundo estaba ajeno985
de lo que allí iba a pasar,
cuando el Diablo hizo sonar
como un pito de sereno.
 
Una iglesia apareció
en menos que canta un gallo...990
—¡Vea si dentra a caballo!
—Me larga, creameló.
 
Creo que estaban alzando
en una misma cantada,
cuando aquella desgraciada995
llegó a la puerta llorando.
 
Allí la pobre cayó
de rodillas sobre el suelo,
alzó los ojos al cielo,
y cuatro credos rezó.1000
 
Nunca he sentido más pena
que al mirar a esa mujer:
amigo, aquello era ver
a la mesma Madalena.
 
De aquella rubia rosada,1005
ni rastro había quedao:
era un clavel marchitao,
una rosa deshojada.
 
Su frente que antes brilló
tranquila como la luna,1010
era un cristal, Don Laguna,
que la desgracia enturbió.
 
Ya de sus ojos hundidos
las lágrimas se secaban,
y entretemblando rezaban1015
sus labios descoloridos.
 
Pero el Diablo la uña afila,
cuando está desocupao,
y allí estaba el condenao
a una vara de la pilla.1020
 
La rubia quiso dentrar
pero el Diablo la atajó,
y tales cosas le habló
que la obligó a disparar.
 
Cuasi le da el acidente1025
cuando a su casa llegaba:
la suerte que le quedaba
en la vedera de enfrente.
 
Al rato el Diablo dentró
con Don Fausto, muy del brazo,1030
y una guitarra, amigazo,
ai mesmo desenvainó.
 
—¿Qué me dice, amigo Pollo?
—Como lo oye, compañero:
el Diablo es tan guitarrero1035
como el paisano más criollo.
 
El sol ya se iba poniendo,
la claridá se ahuyenataba,
y la noche se acercaba
su negro poncho tendiendo.1040
 
Ya las estrellas brillantes
una por una salían,
y los montes parecían
batallones de gigantes.
 
Ya las ovejas balaban1045
en el corral prisioneras,
y ya las aves caseras
sobre el alero ganaban.
 
El toque de la oración
triste los aires rompía,1050
y entre sombras se movía
el crespo sauce llorón.
 
Ya sobre la agua estancada
de silenciosa laguna,
al asomarse, la luna,1055
se miraba retratada.
 
Y haciendo un extraño ruido,
en las hojas trompezaban
los pájaros que volaban
a guarecerse en su nido.1060
 
Ya del sereno brillando
la hoja de la higuera estaba,
y la lechuza pasaba
de trecho en trecho chillando.
 
La pobre rubia, sin duda,1065
en llanto se deshacía,
y rezando a Dios pedía
que le emprestase su ayuda.
 
Yo presumo que el Dotor,
hostigao por Satanás,1070
quería otras hojas más
de la desdichada flor.
 
A la ventana se arrima
y le dice al condenao:
"Déle no más sin cuidao1075
aunque reviente la prima."
 
El Diablo agatas tocó
las clavijas y al momento
como un arpa el istrumento,
de tan bien templao, sonó.1080
 
—Tal vez lo traiba templao
por echarla de baquiano...
—Todo puede ser, hermano,
pero ¡oyese al condenao!
 
Al principio se florió1085
con un lindo bordoneo,
y en ancas de aquel floreo,
una décima cantó.
 
No bien llegaba al final
de su canto el condenao,1090
cuando el Capitán, armao,
se apareció en el umbral.
 
—Pues yo en campaña lo hacía...
—Daba la casualidá
que llegaba a la ciudá1095
en comisión, ese día.
 
—Por supuesto hubo fandango...
—La lata ai no más peló,
y al infierno le aventó
de un cintarazo el changango.1100
 
—¡Lindo el mozo!
                        —¡Pobrecito!...
—¿Lo mataron?
                        —Ya verá:
peló un corbo el Dotorcito,
y el Diablo... ¡barbaridá!
 
Desenvainó una espadita1105
como un viento, lo embasó,
y allí no más ya cayó
el pobre...
              —¡Ánima bendita!
 
—A la trifulca y al ruido
en montón la gente vino...1110
—¿Y el Dotor y el asesino?
—Se habían escabullido.
 
La rubia también bajó
y viera aflición, paisano,
cuando el cuerpo de su hermano1115
bañao en sangre miró.
 
Agatas medio alcanzaron
a darse una despedida,
porque en el cielo, sin vida,
sus dos ojos se clavaron.1120
 
Bajaron el cortinao,
de lo que yo me alegré...
—Tome el frasco, priendalé.
—Sirvasé no más, cuñao.
 
 
Sexta parte
 
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