Página principal \ Estanislao del Campo\ Segunda parte del Fausto
 
 
PARTE SEGUNDA
 
 
—Como a eso de la oración,
aura cuatro o cinco noches,
vide una fila de coches
contra el tiatro de Colón.
 
La gente en el corredor,205
como hacienda amontonada,
pujaba desesperada
por llegar al mostrador.
 
Allí a juerza de sudar,
y a punta de hombro y de codo,210
hice, amigazo, de modo
que al fin me pude arrimar.
 
Cuando compré mi dentrada
y di güelta... ¡Cristo mío!
estaba pior el gentío215
que una mar alborotada.
 
Era a causa de una vieja
que le había dado el mal...
—Y si es chico ese corral
¿a qué encierran tanta oveja?220
 
—Ai verá: por fin, cuñao,
a juerza de arrempujón
salí como mancarrón
que lo sueltan trasijao.
 
Mis botas nuevas quedaron225
lo propio que picadillo,
y el fleco del calzoncillo
hilo a hilo me sacaron.
 
Y para colmo, cuñao,
de toda esta desventura,230
el puñal, de la cintura,
me lo habían refalao.
 
—Algún gringo como luz
para la uña ha de haber sido.
—¡Y no haberlo yo sentido!235
En fin, ya le hice la cruz.
 
Medio cansao y tristón
por la perdida, dentré
y una escalera trepé
con ciento y un escalón.240
 
Llegué a un alto, finalmente,
ande va la paisanada,
que era la última camada
en la estiba de la gente.
 
Ni bien me había sentao,245
rompió de golpe la banda,
que detrás de una baranda
la habían acomodao.
 
Y ya también se corrió
un lienzo grande, de modo,250
que a dentrar con flete y todo
me aventa, créamelo.
 
Atrás de aquel cortinao,
un Dotor apareció,
que asigún oi decir yo,255
era un tal Fausto mentao.
 
—¿Dotor dice? Coronel
de la otra banda, amigazo;
lo conozco a ese criollazo
porque he servido con él.260
 
—Yo también lo conocí,
pero el pobre murió.
¡Bastantes veces montó
un zaino que yo le di!
 
Dejeló al que está en el cielo,265
que es otro Fausto el que le digo,
pues bien puede haber, amigo,
dos burros del mesmo pelo.
 
—No he visto gaucho más quiebra
para retrucar, ¡ahijuna!...270
—Déjeme hacer, Don Laguna,
dos gárgaras de ginebra.
 
Pues como le iba diciendo,
el Dotor apareció,
y en público se quejó275
de que andaba padeciendo.
 
Dijo que nada podía
con la cencia que estudió;
que él a una rubia quería,
pero que a él la rubia no.280
 
Que al ñudo la pastoriaba
dende el nacer de la aurora,
pues de noche y a toda hora
siempre tras de ella lloraba.
 
Que de mañaba a ordeñar285
salía muy currutaca,
que él le maniaba la vaca,
pero pare de contar.
 
Que cansado de sufrir,
y cansado de llorar,290
al fin se iba a envenenar
porque eso no era vivir.
 
El hombre allí renegó,
tiró contra el suelo el gorro,
y por fin, en su socorro,295
al mesmo Diablo llamó.
 
¡Nunca lo hubiera llamao!
¡viera sustazo, por Cristo!
¡ai mesmo, jediendo a misto,
se apareció el condenao!300
 
Hace bien: persinesé
Que lo mesmito hice yo.
—¿Y cómo no disparó?
—Yo mesmo no sé porqué.
 
¡Viera al Diablo! Uñas de gato,305
flacón, un sable largote,
gorro con pluma, capote,
y una barba de chivato.
 
Medias hasta la verija,
con cada ojo como un charco;310
y cada ceja era un arco
para correr la sortija.
 
"Aquí estoy a su mandao,
cuente con un servidor."
Le dijo el Diablo al Dotor,315
que estaba medio asonsao.
 
"Mi Dotor no se me asuste
que yo lo vengo a servir:
pida lo que ha de pedir
y ordenemé lo que guste."320
 
El Dotor medio asustao
le contestó que se juese...
—Hizo bien: ¿no le parece?
—Dejuramente, cuñao.
 
Pero el Diablo comenzó325
a alegar gastos de viaje,
y a medio darle coraje
hasta que lo engatuzó.
 
—¿No era un Dotor muy projundo?
¿cómo se dejó engañar?330
—Mandinga es capaz de dar
diez güeltas a medio mundo.
 
El Diablo volvió a decir:
"Mi Dotor no se me asuste,
ordenemé en lo que guste,335
pida lo que ha de pedir".
 
"Si quiere plata tendrá:
mi bolsa siempre está llena
y más rico que Anchorena
con decir quiero, será."340
 
"No es por la plata que lloro,
—Don Fausto le contestó—,
otra cosa quiero yo,
mil veces mejor que el oro."
 
"Yo todo le puedo dar,345
retrucó el Ray del Infierno;
diga: ¿quiere ser Gobierno?
Pues no tiene más que hablar."
 
"No quiero ni plata ni mando,
—dijo Don Fausto—, yo quiero350
el corazón todo entero
de quien me tiene penando."
 
No bien esto el Diablo oyó,
soltó una risa tan fiera
que toda la noche entera355
en mis orejas sonó.
 
Dio en el suelo una patada,
una paré se partió,
y el Dotor, fulo, miró
a su prenda idolatrada.360
 
—¡Canejo!... ¿Será verdá?
¿Sabe que se me hace cuento?
—No crea que yo le miento:
lo ha visto media ciudá.
 
¡Ah Don Laguna! ¡si viera365
qué rubia!... Creameló:
crei que estaba viendo yo
alguna virgen de cera.
 
Vestido azul, medio alzao,
se apareció la muchacha:370
pelo de oro, como hilacha
de choclo recién cortao.
 
Blanca como una cuajada,
y celeste la pollera,
Don Laguna, si aquello era375
mirar a la Inmaculada.
 
Era cada ojo un lucero,
sus dientes, perlas del mar,
y un clavel a reventar
era su boca, aparcero.380
 
Ya enderezó como loco
el Dotor cuando la vio,
pero el Diablo lo atajó
diciendolé: "Poco a poco;
 
si quiere, hagamos un pato:385
usté su alma me ha de dar,
y en todo lo he de ayudar.
¿Le parece bien el trato?"
 
Como el Dotor consintió,
el Diablo sacó un papel390
y lo hizo firmar en él
cuanto la gana le dio.
 
—¡Dotor, y hacer ese trato!
—¡Qué quiere hacerle, cuñao,
si se topó ese abogao395
con la horma de su zapato?
 
Ha de saber que el Dotor
era dentrao en edá,
asina es que estaba ya
bichoco para el amor.400
 
Por eso al dir a entregar
la contrata consabida,
dijo: "¿Habrá alguna bebida
que me pueda remozar?"
 
Yo no sé qué brujería,405
misto, mágica o polvito,
le echó el Diablo y...¡Dios bendito!
¡quién demonios lo creería!
 
¿Nunca ha visto usté a un gusano
volverse una mariposa?410
pues allí la mesma cosa
le pasó al Dotor, paisano.
 
Canas, gorro y casacón
de pronto se vaporaron,
y en el Dotor ver dejaron415
a un donoso mocetón.
 
—¿Qué dice?... ¡barbaridá!...
¡Cristo padre!... ¿Será cierto?...
—Mire: que me caiga muerto
si no es la pura verdá.420
 
El Diablo entonces mandó
a la rubia que se juese,
y que la paré se uniese,
y la cortina cayó.
 
A juerza de tanto hablar425
se me ha secao el garguero:
Pase el frasco, compañero...
—¡Pues no se lo he de pasar!
 
 
Tercera parte
 
Copyright © Malevaje Editores, 2000. Todos los derechos reservados, depósito según Ley 11.723.
Página principal \ Estanislao del Campo\ Segunda parte del Fausto