Un mundo feliz
Nadie podía imaginar que todo aquello que nos contaba Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz (publicado en 1932) y que él situaba como una realidad probable seiscientos años después de escribirlo, fuera algo que en verdad pudiera ocurrir, algo que, sobre todo, pudiera llegar a pasar tan pronto. Pero la realidad tiende a superar a la ficción y, lo queramos o no, nos hemos situado en el camino que directamente nos llevará al mundo feliz de Huxley: "bebés embotellados" -niños probeta-, el "soma" -drogas de diseño-, la "hipnopedia" -televisión a la carta-, "el sistema científico de castas" -jerarquía social y económica- y así hasta llegar al "método Bokanovsky", donde la clonación genética del ser humano es llevada hasta sus últimas consecuencias.

Dejamos atrás un siglo en el que se han asentado firmemente las bases de lo que nos encontraremos en el futuro. Un futuro incierto, más desconocido que inimaginable. Por eso la imaginación se ha convertido en una necesidad, en una herramienta imprescindible para soportar el ritmo de vida que llevamos. Nos facilita el trabajo, el ocio y hasta puede proporcionarnos algo de dinero que nos alegre la vida si sabemos vender una buena idea; pero sobre todo, y esto es lo más importante, nos garantiza la salud mental. Es el mejor seguro médico que podríamos hacernos en un mundo que te proporciona con una mano todo lo que puedes desear mientras que con la otra te lo quita al menor descuido, dejándote vacío, solo e inutilizado.

Así nace este proyecto, como un producto de la imaginación basado en la inventiva de una novela y llevado al terreno de arenas movedizas del lenguaje fotográfico, donde mejor se cuestionan los conceptos de realidad o ficción. El primer paso fue averiguar si esos personajes de la novela pudieran existir ya entre nosotros. Después habría que fotografiarlos para poder identificarlos y clasificarlos, como si de un casting cinematográfico se tratara, y así obtener finalmente el retrato deseado. Para mi sorpresa no tardé en encontrar lo que buscaba. Fue en la calle mientras paseaba cuando descubrí a uno de ellos, y luego, como un relámpago, apareció otro y otro más. No tuve que sacarlos de la nada o transformar rostros en un ordenador; los personajes existían y por lo tanto eran fotografiables. Estaban por todas partes, mezclados entre nosotros, y sin embargo, nunca antes había sido consciente de su existencia. No nos resultan extraños porque estamos acostumbrados a su presencia, pero rara vez les hemos sostenido esa mirada que tienen, tan silenciosa y humana… Ellos nos han visto crecer y con el tiempo han ido enseñándonos sutilmente cómo teníamos que vestirnos, a cada edad y en cada acontecimiento específico. Nos conocen muy bien. Son personajes tranquilos que nos acechan de modo inquietante; atractivos, de equilibrada personalidad aderezada en la mayoría de ellos con una exuberante sensualidad. Perfectos físicamente, eternamente jóvenes, son en definitiva los más ejemplares, los que por méritos propios entran a formar parte de lo que se podría llamar Un mundo feliz.

José Luis Santalla.
Agosto de 1999 LA BELLEZA QUE EXISTE

 


diseño web: latidomedia.com