POETAS DEL URUGUAY
GENEROSO MEDINA LUZARDO (1922-1974)
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BIOGRAFIAS PARA NIÑOS DE CELEBRIDADES NACIONALES Y EXTRANJERAS
Publicadas en:
Vidas amirables : biografías, semblanzas / Generoso Medina y otros. -- Montevideo: Consejo Nacional de Enseñanaza Primaria y Normal, 1968. -- (Publicaciones escolares y obras didácticas: v. 4)
MIGUEL ANGEL BUONARROTI
Creo en la bella afirmación de Hermann Grimm, cuando dice que hay nombres que dijérase encierran una fórmula mágica. No bien uno los pronuncia, se siente elevado de la tierra hacia las nubes, como aquel príncipe de las Mil y Una Noches que montado en el caballo prodigioso, pronunciaba las palabras mágicas.
Es lo que sucede cuando nombramos a otro genial y múltiple artista del Renacimiento, que diciéndose escultor, era también pintor, arquitecto, ingeniero, poeta, magnífico en todo, con el señorío del genio que hace "encrespar el mármol en figuras titánicas y el color en oleadas sublimes": Miguel Angel Buonarroti. Este solitario de la gloria, fuerte y grave, de avasalladora energía, nació en Caprese, Toscana, el 6 de marzo de 1475. Desde muy niño reveló su vocación por la pintura y la escultura, haciendo frente a la cerrada oposición de sus padres y parientes, que no querían verle convertido en un "picapedrero".
Pero el fervor artístico que alentaba su espíritu, no se doblega fácilmente; triunfa su voluntad, y a los catorce años, el taller de Ghirlandajo se abre para él. Y entonces le sucede lo mismo que a Leonardo de Vinci: aventaja a su maestro que, por otra parte, reconoce el maravilloso talento de su discípulo.
Lorenzo el Magnífico le, acoge más tarde en su palacio, distinguiéndole por sus precoces virtudes y tratándole como a su propio hijo.
Miguel Angel que debía pintar el Juicio Final, esculpir la tumba de los Médicis, edificar San Pedro y "rimar los más bellos sonetos que la lengua italiana poseyera, después de Petrarca", nos da a los veinticuatro años su primera obra maestra: Piedad, que decora la iglesia de San Pedro (Roma). Sin firma al principio, ante una aparente usurpación de la paternidad de la misma, se introduce una noche en la iglesia y graba en ella su nombre.
El artista interroga a la forma sin cesar y responde a su inspiración con el deseo de reproducirla, colocándola más alta que su fría representación; y, al llegar a la madurez, dirá que el mármol tiembla ante él.
Julio II, sucesor del Pontífice Alejandro VI, le encarga en vida la construcción de su tumba, que debía ser gigantesca. Se cuenta que durante largos meses estuvo Miguel Angel registrando canteras, viviendo de los más groseros alimentos y sin pensar más que en la obra grandiosa que los inmensos bloques de mármol sugerían, y en los que su imaginación tallaba de antemano. Una vez escogida la preciosa materia, quedó depositada en la plaza de San Pedro; pero la envidia y algunos contratiempos, impidieron que la obra se realizase tal como había sido planeada. En esa época terminó El cautivo agonizante, El cautivo heroico, y su célebre Moisés, de imponente majestuosidad, una de las más asombrosas obras escultóricas de todos los tiempos, que permaneciera por espacio de cuarenta años en su taller.
Miguel Angel vive día y noche la dramática obsesión del ideal de perfección en el arte, persiguiéndolo sin desmayar en su empeño. Cree verlo en cada trozo de mármol que se presenta a su vista. Se pone a trabajar con ahínco; y a cada pedazo de piedra que salta, se imagina que la obra celeste va a aparecer ante el cincel como por arte de encantamiento. Cuando agobiado por el traba)o, contempla su labor, sintiéndose conmovido hasta el llanto, exclama: "¡Oh, todavía no es eso!" He ahí el secreto del gran número de estatuas que abandonó apenas comenzadas, sintiéndose defraudado y sin ánimo para continuarlas.
Sus obras expresan poder y sus figuras revelan proporciones más que humanas y, a veces, músculos singularmente robustos. Bajo el pontificado de Paulo III terminó Miguel Angel su Juicio Final, fresco del altar de la Capilla Sixtina (Roma), pareja incomparable de La Creación. También datan de esa época las hermosas estatuas tituladas El Crepúsculo, La Noche y La Aurora. Como arquitecto realizó los planos de la monumental cúpula de San Pedro, de 42 metros de diámetro por 123 de altura; por este trabajo no quiso aceptar remuneración alguna.
Muchos temas y personajes bíblicos, fueron motivos de su inspiración pictórica y de sus esculturas, como lo revela el David, cuya reproducción embellece nuestra ciudad. El David está en pie "en una actitud sencilla, con mirada penetrante; parece tener fijos los ojos en determinado blanco. El brazo derecho, cuya mano empuña la honda, cae naturalmente a lo largo del cuerpo, en tanto que la mano izquierda está alzada hasta la altura del pecho, como si se dispusiese a poner la piedra en la honda".
Llegamos así al 14 de febrero de 1564. Miguel Angel enferma, después de andar caminando bajo la lluvia. Y el 18, a la hora de vísperas, muere, a los noventa años de edad, después del transcurrir de su obra y de su espíritu siempre asediado por las llamas del fuego creador, vehemente y sin reposo terrestre, como nos lo dice en uno de sus admirables poemas:
Llegado al final de mi trayectoria,
Me percato, oh mundo, de tus placeres;
De la paz que prometes, pero no tienes,
Y del reposo que muere aún antes de nacer.
Generoso Medina.
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