POETAS DEL URUGUAY
GENEROSO MEDINA LUZARDO (1922-1974)
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BIOGRAFIAS PARA NIÑOS DE CELEBRIDADES NACIONALES Y EXTRANJERAS
Publicadas en:
Vidas amirables : biografías, semblanzas / Generoso Medina y otros. -- Montevideo: Consejo Nacional de Enseñanaza Primaria y Normal, 1968. -- (Publicaciones escolares y obras didácticas: v. 4)
ALFONSO ESPINOLA
Los vecinos de San José asistieron, profundamente conmovidos, a la muerte del Dr. Alfonso Espínola, sabio, médico, filósofo, filántropo que tuvo como lema de su vida un gran amor hacia sus semejantes. El dolor del pueblo era sincero.
Veían alejarse para siempre a un hombre que dio, en su pasaje por la tierra, una permanente lección de heroísmo.
De origen español (nació en Villa de Teguise, Canarias, en el año 1845), arraigó en nuestro país de tal manera, que toda su inteligencia y sensibilidad fueron dedicadas al servicio de los humildes y desamparados. Prueba de su caridad ilimitada nos la da el hecho de que llegó a asilar en su casa a los enfermos que no tenían lugar en el hospital, compartiendo con ellos su pobreza, junto a su señora esposa, que cosía para las tiendas para poder sortear los gastos del hogar.
Unía a su profundo conocimiento en ciencias y humanidades, calidad de orador brillante y muchas veces sus palabras se oyeron en la plaza pública de San José, encendidas en discursos históricos o políticos. Organizó conferencias culturales, iniciándolas personalmente el 6 de noviembre de 1884; dictó clasesen las escuelas urbanas para varones de Las Piedras y San José, renunciando a sus honorarios para que con ellos se enriqueciera la biblioteca del propio centro cultural.
En el año 1889, fundó en San José el primer "Instituto Microbiológico Antirrábico" que tuvo el Uruguay y tal vez América, porque se abrió sólo cuatro años después que el de París. Fue de tal importancia que el Ministro de Francia, que lo visitó, puso a su director, el doctor Alfonso Espínola, en comunicación directa con Pasteur.
Protagonista de grandes jornadas de heroísmo durante la epidemia de viruela que azotó a Las Piedras en los años 1881-82, como único médico de la población, no tuvo tiempo de acostarse en el transcurso de quince días consecutivos, instalándose por las noches bajo unas higueras, desde entonces históricas (están representadas en un lienzo que existe en el Museo Histórico Nacional, con una leyenda alusiva al acontecimiento), que había en un terreno de las zonas atacadas donde sus amigos se turnaban para acompañarlo.
Otra epidemia se desarrolló más tarde en San José de Mayo, y fue tan grande su esfuerzo, que recibió felicitaciones del Presidente de la República y condecoraciones de los gobiernos de Francia e Italia. "Hizo del bien una misión y de la pobreza un culto". Hacía sus visitas a pie y se cuenta que su casa quedaba abierta e iluminada toda la noche a fin de que quienes solicitaban sus servicios llamaran directamente a su habitación, para -según él decía- "evitar pérdidas de tiempo que podrían resultar fatales". Concibió siempre su profesión de médico como un verdadero apostolado y jamás el sórdido interés manchó sus manos. "Nuestros campos le vieron andar como un cruzado de fe y un apóstol encendido de sagrado idealismo." Para él la fama se limitaba a su conciencia satisfecha, en sus deberes científicos, en su vocación de médico que lo hacía permanecer noches enteras en humildes viviendas, junto a un enfermo, para salvar una vida.
Y para terminar, pequeños lectores, os contaré la última anécdota, ocurrida pocas horas antes de morir. Abandonó su lecho para atender a un enfermo, cuya esposa no encontró médico, lo que oyó desde su habitación. Inútiles fueron los ruegos de sus familiares, para que desistiera de sus propósitos. Pidió ropa para vestirse y acudir al llamado. Ya pronto, miró con asombro a su señora y a sus hijos y les dijo resueltamente: ¿"Pero ustedes me piden a mí, a mí, que yo deje morir a un hombre?" Y a pie, puesto que no tenía coche, marchó hacia los suburbios del pueblo para atender al enfermo. Al volver, ya sin fuerzas, no pudo subir al umbral del zaguán sin la ayuda de sus hijos. A la madrugada siguiente falleció. Era el 20 de julio de 1905 en San José de Mayo.
Así se apagó esta vida fecunda; pero desde aquel momento su nombre entró en la inmortalidad, conducido por la gratitud y admiración del pueblo a quien él tanto amara.
Su vida sirve de ejemplo a las futuras generaciones y es guía para todos los seres con ideales de amor y sabiduría, para todos los que sienten y comprenden que las grandes fuerzas de la humanidad residen en el corazón del hombre, y que esas fuerzas no las destruye el tiempo sino que las perfecciona.
Generoso Medina.
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