Durante los últimos años, sobre todo a partir de la década de los años 80, se inició un cambio casi imperceptible en las relaciones políticas entre nuestro país y Estados Unidos.

Funcionarios de nuestro gobierno y los de nuestro vecino del norte, públicamente señalan cada vez que tienen oportunidad, que nuestras relaciones son inmejorables, que cada día es más cercana y eficiente la colaboración entre ambos gobiernos para enfrentar conjuntamente problemas comunes y que cada vez más México responde a lo que ellos consideran una nación democrática.

Sin embargo, nuestra relación no siempre fue así ni siempre lo será. Cada vez que la oportunidad lo permite, los sectores más reaccionarios de Estados Unidos alzan su voz en contra de nuestro país, con argumentos o sin ellos, con razones o sin ellas, y esgrimen contra México la voz y las armas del imperio.