Por Víctor Hugo Islas

La derrota de nuestro partido, el pasado 2 de julio, merece diversas lecturas porque se deben extraer importantes lecciones que permitan su reconstrucción para convertirlo, de nueva cuenta, en el instrumento de las clases y sectores progresistas de nuestro país. Cierto que ese resultado adverso se deriva de actitudes complacientes, de inercias que se arrastraron por largos años, de posturas arrogantes, de soberbia, del alejamiento de las bases, de la falta de sensibilidad y de la poca conciencia de la necesidad de renovarse de quienes tuvieron la responsabilidad de tomar las decisiones para encauzar la vida del partido. Se deriva también, del pago de facturas que hizo el partido respecto de escándalos políticos y de malas decisiones gubernamentales.