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Situación mundial Reagrupar las fuerzas dispersas La realidad demuestra día a día que el sistema imperialista produce, guerras y revoluciones y que la humanidad no puede librarse de estos flagelos sin destruir el dominio del capital. Esta época de signo revolucionario, como toda lucha, tiene flujos y reflujos: períodos en que las fuerzas de la revolución avanzan o retroceden ante las fuerzas contrarrevolucionarias. La actual situación mundial de la lucha de clases es reaccionaria porque el imperialismo con su ofensiva logra avances, y el movimiento obrero y de masas con su resistencia sólo demora la ofensiva, pero no la revierte. Ofensiva imperialista A partir del triunfo político que el imperialismo obtuvo con la caída de la URSS comenzó a revertir su crisis económica. La guerra contra Irak en 1991 fue la primera muestra de estos cambios en la relación de fuerzas mundial. El imperialismo yanqui exhibía así un salto cualitativo en su hegemonía militar. Desde esta nueva base de su poder militar, fue logrando nuevos éxitos políticos que transformaban a su vez en recuperación económica. En la última década logró: a) aumentar la explotación arrebatando a las masas parte fundamental de las conquistas económico-sociales conseguidas a lo largo de más de un siglo de heroicas luchas, como las 8 horas, y derechos básicos en salud, educación y vivienda. b) una profundización cualitativa en la dependencia de las semicolonias, junto a la sumisión de socios menores. Estos dos factores permitieron la recuperación de la última crisis económica. Estados Unidos lleva casi una década de crecimiento pero también se sentaron las bases para la recuperación en curso de Europa. El imperialismo japonés fue el socio menor al que obligaron a perder en el terreno político, mediante las imposiciones de Clinton, la "guerra" de las automotrices. Resistencia obrera y de masas La crisis económica y la ofensiva imperialista para sobreexplotar a los trabajadores genera estallidos de resistencia de los que luchan por su supervivencia, y en los últimos años ha dado procesos como los de Albania e Indonesia que se frenaron en poco tiempo. A otros no los lograron estabilizar y se vuelven repetitivos como en Ecuador. En menor grado en casi todos los países también se dieron luchas de menor envergadura contra los planes de saqueo imperial, pero en general no superan el plano de las revindicaciones económicas, en su mayoría son defensivas, no logran generalizarse, en el plano nacional ni en el internacional, y no dejan nuevas vanguardias. Estos luchas atomizadas y los estallidos de resistencia, tienen un programa radicalmente opuesto al del capitalismo imperialista: acabar con la miseria. Excepcionalmente aún lograron un cambio de régimen, o lo plantearon como en Ecuador. Cuando estas luchas y estallidos se desarrollen y generalicen estará planteado el triunfo de la revolución y nuevamente la expropiación a los capitalistas y al imperialismo. Por lo anterior, en este marco presente de reflujo es preciso reconocer las desigualdades que pueden convertirse en rupturas de la situación general: la clase obrera de Europa occidental no fue derrotada, salvo la inglesa, lograron resistir impidiendo cambios cualitativos a su nivel de empleo y bienestar social. Las importantes luchas que se dieron con epicentro en Francia les permitió aumentar su nivel de vida al conseguir la reducción de la jornada laboral de 39 a 35 horas sin disminuir los sueldos. El actual pleno empleo en EE.UU. también sienta bases importantes para que ese movimiento obrero, en el mediano plazo, se recupere de la derrota de los años de Reagan. La situación en Rusia lejos de estabilizarse preanuncia graves enfrentamientos. La llamada "alianza estratégica para disputar la hegemonía de Estados Unidos" que firmaron China y Rusia, sobre los festejos del año 2000, puede convertirse en un nuevo factor de desestabilización del régimen imperial. En Latinoamérica existen enfrentamientos de clase que no logran estabilizar, nos referimos en especial a Brasil y al norte de América del Sur: Colombia, Ecuador y Venezuela. La contrapartida a la situación reaccionaria mundial fue China, única derrota contrarrevolucionaria de la última década. El cambio en las direcciones Las direcciones efectivas del movimiento obrero y de masas también sufrieron cambios en este proceso: hubo un cambio en su carácter de clase. En Argentina federaciones sindicales se convierten en patronales. En Colombia se da un proceso de cambio de carácter de clase de la CUT otrora reflejo del sindicalismo independiente. En Honduras la "moda" parece ser que los sindicatos se convierten en ONG's ("Organizaciones No Gubernamentales", no clasistas, humanitaristas, asistencialistas y apoyadas por agencias extranjeras). Las direcciones guerrilleras y nacionalistas, también sufrieron cambios en este proceso: antes querían tomar el poder pero no llegar a la expropiación; hoy ni siquiera plantean tomar el poder y desvían todo al régimen burgués. Son como los zapatistas: pelearon tres días y negocian hace seis años, para ver como encuentran un lugarcito en el régimen democraticoburgués. Hoy aquellos partidos centralizados borraron de su programa la toma del poder por vía revolucionaria y el correlato en lo organizativo fue que abandonaron los partidos centralistas burocráticos o los partidos ejército para convertirse en partidos electorales: prefieren 5 minutos en televisión antes que 5.000 militantes. Sobre la política del Imperialismo La reacción democrática tiene mecanismos específicos para imponer la sobreexplotación de los trabajadores y las masas: la ofensiva en lo nacional tiene forma de urna y de sus "derechos humanos". La política es que los trabajadores acepten la miseria más absoluta a cambio de tener libertades democráticas formales. No tener que comer, pero poder votar. Los agentes de la reacción democrática son las direcciones burócratas que implementan conscientemente esta política para impedir que se unifiquen las luchas. Las burguesías nativas, "nacionales", y sectores de la pequeñoburguesía son la base social de esta política reaccionaria. La burguesía nacional ha perdido muchos de sus rasgos independientes por la extensión de los vínculos financieros y de propiedad que la comprometen con el imperialismo. La política del frente contrarrevolucionario presiona para desorganizar al movimiento obrero vaciando de contenido clasista sus organizaciones, por ejemplo promoviendo que cooperativas y asociaciones de profesionales integren las organizaciones obreras o convirtiendo sindicatos en "empresas cooperativas". La maniobra típica es oponer las libertades individuales, como la mal llamada de derecho al trabajo cuando se declara una huelga, a las libertades como clase, como el legítimo derecho de formar piquetes para garantizarla. Sirviéndose de sus agentes en el movimiento obrero organizado buscan desviar las luchas hacia la legalidad burguesa: conciliación obligatoria del estado, tribunales laborales, elecciones, reclamos formales como juntar firmas para presentar ante el parlamento o los tribunales y evitar la movilización, acciones pacíficas simbólicas como instalar carpas, organizaciones no gubernamentales que se contentan con "dar testimonio". Su política es impulsar cualquier medida que desvíe de la acción directa, colectiva y organizada y que, a fin de cuentas como en las películas yanquis, fomente la confianza en que el sistema burgués funciona. Sólo en el caso de que estos mecanismos "democráticos" fallen los gobiernos implementan la represión, por el momento selectiva. El imperialismo busca imponer sus intereses estratégicos sobre las semicolonias, en primer término mediante pactos y acuerdos con las direcciones traidoras, mecanismo que es parte de la política que definimos como reacción democrática, como en el caso de Sudáfrica, América Central o Palestina. Cuando no lo consigue utiliza métodos militares, como las invasiones contra Granada, Panamá, Haití, Somalia y Yugoslavia o los bombardeos contra Libia e Irak. Para aumentar el sometimiento de las semicolonias y sus socios menores utilizan una serie de políticas sistemáticas, como el debilitamiento de los ejércitos nacionales, la amenaza de invasión o el envío de cientos de "asesores" militares cuando juzgan que están en peligro sus "intereses estratégicos". A caballo de esta presión militar, mediante sus virreyes-embajadores, con mayor o menor dificultad, manipulan a los gobiernos nacionales e imponen sus intereses para el saqueo mediante la privatización de empresas básicas de servicios, la concentración de capitales ahogando cualquier tipo de industria nacional rentable y la descomposición de las fronteras como en el caso de los acuerdos económicos regionales. Por ejemplo en Argentina se dieron el lujo de nombrar directamente al recaudador de impuestos de la corona para garantizar el pago de la deuda externa. El imperialismo actúa a través de organismos internacionales, como el FMI que fiscaliza el saqueo vía deuda externa y planes de ajuste o el Banco Mundial que financia despidos para "lograr estados más eficientes". Cuenta además con otros organismos que fomentan la reacción por vía de las "libertades democráticas", como la ONU y la OEA con sus comités o sus fundaciones "humanitarias". El Vaticano hace parte de este frente contrarrevolucionario aprovechando su éxito político en Polonia y su inserción mundial. Perspectivas Las luchas de resistencia cuestionan en ocasiones las democracias imperiales que sobreexplotan a los trabajadores, pero su debilidad consiste en que cuando llegan a cuestionar el poder político no encuentran partidos centralizados que sirvan de punto de apoyo para estabilizar sus triunfos y avanzar, y aún no generan una vanguardia clasista ni una dirección revolucionaria. El caso de Cuba demuestra que tampoco se podrá contar con el apoyo de los ex Estados Obreros burocráticos en el caso del triunfo de alguna revolución como en la anterior etapa mundial. Sin embargo como muestra el proceso de Ecuador, a pesar de la enorme debilidad en la organización, cuando se mantienen las luchas avanzan en la conciencia y esto se manifiesta en un avance en el plano organizativo y su capacidad de cuestionar al régimen imperial. En momentos en que habían derrotado las revoluciones en Alemania, Hungría, China y España, con la URSS burocratizada y aplastada, y el fascismo triunfante en países centrales de Europa, Trotsky explicaba que: "Es indudable que hoy la reacción mundial asume proporciones monstruosas. Pero por eso mismo abona el terreno para la mayor de las crisis revolucionarias (...). Es absurdo, anticientífico y antihistórico suponer que la reacción continuará avanzando gradualmente como lo viene haciendo hasta ahora. Reacción significa la supresión mecánica de las contradicciones sociales. En un momento determinado la explosión es inevitable. La reacción mundial será derrocada por la mayor catástrofe de la historia, o más correctamente por una serie de catástrofes revolucionarias." La historia confirmó su confianza y pocos años después un nuevo flujo de luchas produjo todas las revoluciones de posguerra, las anticoloniales y las socialistas, y el mundo se tiño de rojo, a pesar de que no se pudo avanzar hasta destruir el imperialismo. A pesar de la situación presente, un nuevo flujo de luchas sin duda llegará pues el capitalismo demuestra, día a día, que lejos de resolver los problemas de la humanidad la condena a una miseria creciente, generando lucha de clases y condiciones para el resurgimiento de las organizaciones del movimiento obrero y de masas, incluyendo a las revolucionarias. A pesar de la desfavorable situación presente, con la misma certeza científica de Trotsky no dudamos en que estas son las perspectivas históricas y que en ese sentido debemos prepararnos. Por otra parte así como veía con confianza científica la situación definió como sus tareas centrales la elaboración de un programa, el Programa de Transición, y la fundación de la IV Internacional para reagrupar a los revolucionarios para llevarlo adelante. Esas son hoy las tareas de todo revolucionario: confluir en un programa y un partido mundial que lo levante como bandera ante la barbarie capitalista. Los cambios en el programa La tarea central que se le presenta a los revolucionarios es la de reorganizar políticamente las fuerzas revolucionarias dispersas alrededor de un programa, para intervenir en los procesos de resistencia y defender lo posible hasta el momento de retomar la ofensiva. Las 8 horas, el reparto de las horas de trabajo sin disminuir salarios como forma de combatir la desocupación, un salario mínimo que siga a la inflación, el no pago de las deudas externas o la oposición frontal a todos los planes de ajustes imperiales son revindicaciones que deben formularse como punto de partida de cualquier programa para tender un puente hacia los objetivos de revolución social. Desde este marco proponemos jerarquizar y reformular un programa con relación a la actual relación de fuerzas y sus perspectivas con los siguientes puntos: Unidad de la clase Ante la brutal ofensiva imperialista la unidad de la clase para la lucha es imprescindible. En este sentido los sindicatos continúan siendo los organizadores objetivos de las luchas obreras, a pesar de la tarea constante de los burócratas para boicotear las luchas obreras y de la desconfianza y repudio que generan. Por ser el lugar objetivo de organización de la clase nuestra política es por militar en los sindicatos de masas. Son objetivamente el único punto de apoyo posible para que las luchas se unifiquen, a pesar de sus direcciones. Nuestra lucha contra la burocracia no puede tener igual sentido en una situación de ofensiva o de retroceso, como la actual. En una situación de ofensiva, con procesos de recambios sindicales, independientes o clasistas, nuestra política central es por la dirección. En el retroceso la unidad de la clase pasa por buscar la unidad de los organismos básicos, como los comités de fábrica, para exigir a las direcciones reales de los gremios y las confederaciones, que unifiquen y garanticen las luchas, y denunciar cuando no lo hacen, para consolidar una alternativa antiburocrática. Tampoco podemos ignorar la ofensiva imperialista para la desorganización sindical. Nuestra política pasa por el trabajo en los sindicatos de masas y, a pesar de las direcciones burocráticas, por su defensa incondicional ante los ataques patronales imperialistas. Nuestra política es la caída de los burócratas a manos de las bases, pero si la patronal quiere voltear a esa misma burocracia la defendemos. Así como el imperialismo se guía por la defensa de las libertades formales para desorganizarnos, nuestro accionar debe guiarse por una permanente revalorización de los principios seculares del movimiento obrero: independencia de clase, democracia obrera, politización de lo sindical, solidaridad de clase, internacionalismo proletario, acción directa colectiva y organizada, odio de clase en oposición a todas las libertades formales e individualistas de la democracia burguesa. Defensa de las libertades como clase En la época imperialista lo democrático abarca tres aspectos: las libertades democrático burguesas, la soberanía nacional frente al imperialismo y la cuestión agraria. La hegemonía económica, política y militar del imperialismo yanqui, luego de la caída de los EEOO, y los logros de su política de reacción democrática han producido un cambio en la jerarquía que debemos dar a las consignas democráticas. En momentos en que los yanquis fomentaban dictaduras las libertades democráticos-burguesas eran centrales para lograr la movilización y construir nuestro partido. Hoy el imperialismo fomenta las democracias imperiales y se apoya en el contenido formal de las libertades burguesas para oponerlas a las libertades como clase. Por ejemplo con relación a la autodeterminación nacional, por un lado invade Yugoslavia y por otro entrega al gobierno turco al líder kurdo. Juzgar estos hechos desde la óptica de la autodeterminación nacional es ser partícipes de la política imperialista. Contra las presiones "humanitaristas" debemos oponer las libertades como clase. Las consignas democráticas son "incidentales y episódicas" en el camino independiente del proletariado. El principal enemigo es el imperialismo La caída de la URSS confirmó por la negativa la teoría de la Revolución Permanente, contra la caricatura stalinista del "socialismo en un sólo país", fundamentalmente en el sentido de que la revolución socialista sólo puede ser mundial, para llegar al socialismo y no retroceder. Con la injerencia en aumento del imperialismo en las semicolonias cada vez es más claro que el proceso revolucionario que necesita la humanidad para superar su crisis sólo puede triunfar definitivamente derrotando al imperialismo. Las guerras representativas de la actual relación de fuerzas son las que lleva a cabo el imperialismo contra cualquier rasgo de independencia. Yugoslavia e Irak fueron las guerras para asentar el poder imperial y el programa debe jerarquizar una política contra ellas. Los pactos y acuerdos, como política privilegiada también debe encontrar una política firme desde las fuerzas revolucionarias. Los cambios en el programa también deben reflejar los cambios ocurridos en la ex-URSS y, al no estar ya planteada la revolución política, el programa para esos países deja de ser negativo y pasa a ser positivo, por una nueva revolución social que rescate los primeros años de la revolución bolchevique y la federación de los EEOO existentes como primer arma de defensa. El internacionalismo y la necesidad del partido leninista Sigue siendo válida la afirmación de Trotsky: la crisis de la humanidad se reduce a su crisis de dirección revolucionaria. La máxima expresión de las libertades como clase es la de responder a la necesidad de la construcción del partido revolucionario, que no es centralmente la organización para la lucha, sino la herramienta para la toma del poder y garantía para el desarrollo de la revolución socialista mundial. El centralismo democrático es imprescindible no sólo para la ofensiva, sino para la resistencia y la defensa. La experiencia secular del movimiento obrero y de masas, como en Italia y Alemania, a principios de siglo, frente al surgimiento del fascismo, no ha dado ninguna otra forma superior de organización para el partido revolucionario. Nuestro desafío es en este proceso es construirnos como parte de la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, más conocido como IV Internacional. Harry Hermosilla Flores |