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León Davidovitch Bronstein, conocido como Trotsky fue, junto con Vlaidimir Ilich Lenin, uno de los principales dirigentes del Partido Bolchevique, que encabeza la más grande revolución del siglo XX: La Revolución Rusa de Octubre de 1917, que dio a luz al primer gobierno de trabajadores triunfante que ha conocido la humanidad. Se trató de un gobierno basado en los Soviets, palabra rusa que designa a los Consejos de Obreros, Campesinos y Soldados, democráticamente electos en cada ciudad, aldea y centro de trabajo, que de modo coordinado asumen el poder luego del derrocamiento revolucionario del Zar Nicolás II y su régimen monárquico. Por esa razón, se llamó Unión Soviética (URSS) al estado que surgió tras la Revolución de Octubre, y que constituyó una federación entre Rusia y otras naciones anteriormente ligadas al imperio zarista. LA DEMOCRACIA OBRERA Desde 1917 a 1923 en la Unión Soviética existió un régimen revolucionario que se caracterizó por la democracia obrera. Todos los trabajadores tenían las más amplias libertades democráticas en los Soviets, los delegados ante estos organismos eran revocables por mandato de las bases en cualquier momento, todos los funcionarios públicos estaban sometidos a las decisiones democráticas de los soviets, y sin excepción alguna, no podían ganar un salario mayor al de un obrero calificado. Asimismo, se garantizaban la independencia de los sindicatos con respecto al Estado y la plena libertad de creación artística y científica. Bajo la consigna de "Paz, Pan y Tierra", los primeros decretos del Gobierno soviético fueron: la nacionalización de la tierra, que erradicó el latifundio y le otorgó tierra a los campesinos pobres, la nacionalización del comercio exterior, que acabó con el saqueo de las riqueza por parte de las grandes empresas transnacionales y el cese de la participación rusa en la terrible carnicería que fue la Primera Guerra Mundial. Se empezaron así a plantar los cimientos de una nueva sociedad, al servicio de los trabajadores. Posteriormente, la expropiación de la burguesía y la planificación de la economía, permitió grandes conquistas sociales, como estabilidad salarial, empleo asegurado, vivienda, educación y salud gratuitas. Es lo que Nahuel Moreno denominó "la democracia de los nervios y de los músculos". Se mostró completamente acertado el programa del Manifiesto Comunista de Marx y Engels: la socialización de los medios de producción permitió un enorme impulso de las fuerzas productivas, es decir, un gran salto en el desarrollo de la sociedad, al punto de que de la Rusia atrasada durante el zarismo, emerge luego la Unión Soviética a mediados del siglo como una potencia industrial y con un pueblo con alta calidad de vida. LOS PRIMEROS AÑOS DEL ESTADO OBRERO SOVIÉTICO Sin embargo, la intervención militar para destruir al naciente estado obrero que orquestaron las potencias imperialistas a través de 14 ejércitos desplegados en todos los flancos de la geografía soviética, provocó una cruenta y prolongada guerra civil, en la que sucumbió lo mejor de la vanguardia obrera y popular que estuvo al frente de la Revolución de 1917. A Trotsky le corresponde como Comisario de Guerra encabezar el Ejercito Rojo que a sangre y fuego defiende a la Unión Soviética, durante los duros años de la guerra civil. Cabe destacar que los bolcheviques creían firmemente que a la larga la única posibilidad de que sobreviviera la Unión Soviética, residía en la extensión de la revolución a los países avanzados de Europa. Solo si se conquistaban gobiernos de trabajadores en países con un alto desarrollo industrial, se podría garantizar una base económico-social suficiente para empezar a construir el socialismo. Siguiendo las enseñanzas del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, los bolcheviques concebían que la lucha de clases es internacional por su contenido, y nacional por su forma. En consecuencia, para derrotar al capitalismo imperialista, que es un sistema mundial, se hace necesario organizar la lucha mundial por el socialismo. Entendiendo que para construir verdaderamente el socialismo, y según la famosa fórmula de Marx y Engels, se pueda aplicar el principio de otorgar "a cada quién según sus necesidades" y pedir "a cada cuál según sus capacidades", se requiere de un alto desarrollo de las fuerzas productivas, de abundancia de bienes y servicios, que en la Rusia atrasada no existía. Por lo tanto, de no extenderse la revolución a los centros neurálgicos del sistema económico mundial, la base económica atrasada de Rusia y la enorme presión y agresión de las potencias imperialistas, de seguro harían retroceder a la revolución. Por ello los bolcheviques promovieron en 1919 la Internacional Comunista, conocida como la Tercera Internacional, que procuró construir un partido mundial revolucionario que asumiera esa tarea de propagar la revolución socialista, bajo la consigna de Marx y Engels: Proletarios de todos los países: Uníos!! No obstante la inmadurez de los partidos revolucionarios en otros países y la traición de los partidos social-demócratas, hacen abortar la oleada revolucionaria en Europa y Oriente. La derrota de la revolución húngara en 1919, el fracaso del Ejército Rojo en Polonia en su ofensiva contra el régimen reaccionario de Pilsudsky, la derrota de la insurrección búlgara y el aplastamiento de la revolución alemana en 1923, el fracaso de la huelga general inglesa en 1926, y finalmente la derrota de la revolución china en 1927, son la causa fundamental de la crisis y posterior degeneración del estado soviético. LA DEGENERACIÓN BUROCRÁTICA DEL ESTADO SOVIÉTICO Es en esas condiciones de aislamiento y acoso de la Unión Soviética y de cansancio de las masas, que se incuba un cáncer que terminará degenerando al estado soviético: la burocratización. Luego de la muerte de Lenin en 1924, José Dugashvili Stalin, secretario general del aparato partidario, empieza a concentrar en sus manos un enorme poder, encabezando a la burocracia estatal y partidaria que, cómo parásita del naciente estado obrero y aplicando aquel refrán de que "quien parte y reparte, se deja la mejor parte", se asigna crecientes privilegios e impone un régimen totalitario que liquida la democracia obrera. A partir de ese proceso, se plasma una contradicción terrible al interior de la Unión Soviética: las conquistas sociales permanecen, fruto de la nacionalización y planificación de la economía, pero son permanentemente amenazadas y minadas cada vez más por la burocracia stalinista, que preserva el estado únicamente como fuente de sus privilegios, pero que para nada representa los intereses de los trabajadores. Para afianzar su poder, la burocracia stalinista debe liquidar las tradiciones de la Revolución de Octubre, aunque se sigan "persignando" a nombre del socialismo. En primer lugar, debe liquidar la democracia obrera, para que los bases trabajadoras no controlen a sus dirigentes, y así garantizar la perpetuidad de su poder absoluto. En lugar de la confrontación de ideas, la libertad de crítica y el debate colectivo en el seno del partido y del estado, que era el régimen que Lenin y los bolcheviques había mantenido históricamente, imponen la censura, el silencio o la mera obediencia a los líderes burocráticos. Por ello hoy falsamente se asocia el socialismo con la monstruosa dictadura totalitaria que mantuvo en la ex-URSS la impostora burocracia que, usurpando el nombre del socialismo, lo ha enlodado a los ojos de las masas del mundo entero. Pero el camino de la consolidación de la burocracia stalinista no fue un camino de rosas. Trotsky encabezó la Oposición de Izquierda que resistió tenazmente este curso degenerativo. La burocracia, empieza por perseguir, recluir y finalmente exterminar físicamente, a la gran mayoría de revolucionarios que estuvieron al frente del Partido Bolchevique en Octubre de 1917. En los macabros Juicios de Moscú realizados entre 1936 y 1938, se mandó al paredón de fusilamiento a los más destacados dirigentes de la Revolución Rusa, bajo acusaciones delirantes y confesiones sacadas a punta de extorsiones. La burocracia stalinista impone además un férreo control sobre la Tercera Internacional, y somete a purgas a los Partidos Comunistas del resto del mundo, imponiendo dirigentes dóciles y haciéndolos dependientes del aparato material soviético, a través de dádivas y privilegios. De partidos revolucionarios, los partidos comunistas se van convirtiendo en satélites de la "nomenklatura"de Moscú. "EL DIABLO SE LLAMA TROTSKY" EL título anterior corresponde a un libro del famoso caricaturista mexicano Rius, editado luego de la caída del Muro de Berlín. El autor trata de llamar la atención de manera jocosa sobre la satanización que durante años se ha hecho de la imagen de Trotsky, hecho nada casual. Trotsky destaca como el principal obstáculo para que la burocracia consolide su poder omnímodo. Elocuente orador, insigne escritor, teórico brillante y a la vez un decidido hombre de acción con una trayectoria ejemplar: Presidente del Soviet de Petrogrado durante la revolución, creador del Ejército Rojo, redactor junto /con Lenin de las tesis de los tres primeros congresos de la Internacional Comunista, Trotsky es el símbolo vivo del legado revolucionario, frente a los burócratas arribistas. Por eso Stalin primero lo desplaza de la Comisión Política, luego lo expulsa del Partido, lo confina en Alma Ata, posteriormente lo condena al exilio y finalmente organiza su asesinato. Se teje así la leyenda negra en contra de Trotsky y el trotskismo. Montañas de libros y folletos con toda clase de calumnias se propalan contra Trotsky y su pensamiento por todo el mundo, con ayuda de la poderosa maquinaria publicitaria de la burocracia stalinista. Las fotografías de Trotsky son eliminadas de los museos y documentos, los escribas de Stalin falsifican sin pudor la historia del Partido Bolchevique para "demostrar" el papel "contrarrevolucionario" de Trotsky, al mismo tiempo que se llena el territorio soviético de estatuas y monumentos en honor a Stalin, idolatrado en esa época como "bienamado líder y padre de todos los pueblos" por los partidos comunistas oficiales. A tal punto llega Stalin que, por ejemplo, obliga al cineasta soviético Eisenstein a mutilar su célebre filme "Octubre", que trata sobre la Revolución Rusa, eliminando la figura de Trotsky del mismo, quién en la versión original constituía principal protagonista junto con Lenin. Trotsky, indoblegable en la defensa del marxismo, es con justa razón acosado también por el imperialismo y la burguesía. Durante años ningún país del mundo le quería otorgar visa, pues el viejo revolucionario ruso, despojado de sus cargos en la Unión Soviética, perseguido y aislado, seguía provocando el odio y el temor de los capitalistas. Luego de andar rodando desde la Isla de Prinkipo en Constantinopla, pasando luego por Francia y Noruega, termina instalándose en México, gracias al asilo otorgado por el gobierno de Lázaro Cárdenas, por gestión personal del famoso pintor muralista Diego Rivera, país donde es asesinado por un agente de la policía secreta stalinista (GPU). EL LEGADO DE TROTSKY Y LAS TRAICIONES DEL STALINISMO El odio de la burocracia contra Trotsky está más que merecido. En el terreno teórico, político, programático y metodólogico, el stalinismo llego a constituirse en lo opuesto al marxismo. Stalin establece la "teoría del socialismo en un solo país", según la cuál el socialismo podía construrise autárquicamente en la Unión Soviética, independientemente de la lucha de clases a nivel mundial y el curso de la economía mundial capitalista. Desde esa óptica, la principal tarea del movimiento comunista era supuestamente colaborar con la "construcción socialista" en la URSS, pasando a convertirse los partidos comunistas del mundo en sucursales secundarias de la poderosa burocracia del Kremlin. De esa manera Stalin prostituyó un principio esencial del marxismo: el internacionalismo proletario. A tal extremo llegó esa concepción que, a raíz de los acuerdos de Yalta y Postdam en el marco del fin de la Segunda Guerra Mundial y como gesto de buena voluntad ante las potencias imperialistas aliadas, Stalin se comprometió a disolver la Tercera Internacional que habían fundado los bolcheviques. La Internacional Comunista era un estorbo para la burocracia del Kremlin, quien la liquida sin pena ni gloria para desarrollar a fondo su política de "coexistencia pacífica" con el imperialismo. Trotsky representa una orientación diametralmente distinta a la del stalinismo. Armado de los principios del marxismo y la teoría de la Revolución Permanente, denuncia la utopía reaccionaria del "socialismo en un solo país", y pronostica que si bien puede mantenerse el estado soviético durante cierto tiempo por la vastedad de sus recursos, tarde o temprano será sojuzgado por la fuerzas del mercado internacional, mientras continúe dominando la economía mundial el capitalismo, como a la larga se demostró; por lo que sigue vigente la tarea fundamental de extender la revolución a nivel mundial para construir el socialismo. Trotsky plantea además el retorno al régimen de la democracia obrera, combatiendo y derrocando el régimen totalitario de la burocracia, así también plantea la necesidad de mantener una absoluta independencia frente a los burgueses de todo pelaje, combatiendo la política de "colaboración de clases" que promueve el stalinismo y que conduce a los comunistas al reformismo. Stalin, renegando de la experiencia de la propia Revolución Rusa, llama a los comunistas a hacer alianza con la burguesía nacional o "progresista", para supuestamente luchar por la democracia y contra la dominación imperialista en los países del llamado Tercer Mundo, porque presuntamente en esos países la revolución debía pasar primero por una etapa democrática y de liberación nacional antes que plantearse la revolución socialista. Stalin reedita así la concepción etapista de los mencheviques que justamente atacaron y se opusieron a Lenin y a los bolcheviques por proponerse derribar el sistema capitalista en un país atrasado como Rusia. Asimismo en el marco de la Segunda Guerra Mundial, el stalinismo promueve la adaptación al "imperialismo democrático" en contra del fascismo, y así sucesivamente, siempre utilizando su influencia en el movimiento obrero internacional para sujetarlo a las faldas de este o aquel sector burgués, según su conveniencia. Esta orientación la llevaron al colmo de la abyección los Partidos Comunistas en innumerables oportunidades, consumando traiciones y derrotas en todo el orbe. En América Latina un trágico ejemplo fue la experiencia del gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, donde los comunistas, junto a otros partidos de izquierda, ilusionaron a las masas con lo que denominaron la "vía pacífica al socialismo", confiaron ciegamente en la institucionalidad de la democracia burguesa, hasta que Pinochet impuso el golpe militar en setiembre de 1973 que dejó decenas de miles de muertos y torturado e instauró una de las más crueles dictaduras contra el pueblo. BAJO LA BANDERA DE LA CUARTA INTERNACIONAL Frente a la bancarrota de la Internacional Comunista corrompida por el stalinismo, Trotsky se propuso realizar la tarea que consideró la más importante de su vida: la fundación de la Cuarta Internacional. Ardua y difícil labor en medio de una situación profundamente adversa. A fines de la década de los treinta el mundo se dirigía a una vorágine de destrucción: la Segunda Guerra Mundial, el mapa de Europa se teñía de negro con el avance de las hordas nazi-facistas, y al interior de la Unión Soviética, Stalin había consumado una feroz persecución y liquidación de disidentes, que condujo al exterminio de todo vestigio de oposición trotskista. Trotsky es consciente de que la Cuarta Internacional nace "nadando contra la corriente", con muy escasos recursos, apenas conformada por pequeños grupos inexpertos, perseguidos implacablemente por el imperialismo y el stalinismo, que se atreven a levantar la bandera del marxismo revolucionario, contra viento y marea. Poco antes de la fundación de la Cuarta Internacional, el trotskista Erwin Wolf, quien fuera secretario de Trotsky durante su estadía en Noruega, muere en Barcelona mientras combatía a las tropas franquistas durante la guerra civil española, en Francia son asesinados por agentes stalinistas, Rudolf Klement, secretario de organización encargado de los preparativos del congreso de fundación y luego León Sedov, hijo mayor de Trotsky, quien se encargaba de los contactos clandestinos al interior de la Unión Soviética y de publicar en ruso el Boletín de la Oposición de Izquierda. Estos tres jóvenes camaradas muertos trágicamente en los albores de la constitución de la Cuarta Internacional, sintetizan el drama de la época y las severas condiciones en que ésta nace. Hace sesenta años, el 3 de setiembre de 1938 en la localidad de Périgny, en los suburbios de París, Francia, una reunión clandestina funda el Partido Mundial de la Revolución Socialista, mejor conocido como la Cuarta Internacional. Trotsky no estuvo presente, porque no le estaba permitido abandonar México y su vida estaba seriamente amenazada. Estuvieron presentes 21 delegados en representación de organizaciones revolucionarias de 11 países. La conferencia se desarrolló bajo la sombra de los recientes asesinatos y secuestros y eligió a los tres jóvenes mártires -Wolf, Klement y Sedov- como presidentes honorarios. Junto con Klement desaparecieron informes sobre la labor de los trotskistas en varios países, el proyecto de Estatutos y otros documentos. La conferencia fundacional celebró una sola sesión durante ese día por razones de seguridad y aprobó el Programa de Transición, redactado por Trotsky, que a nuestro criterio constituye el documento programático más preciado que tiene a su haber el marxismo revolucionario de nuestro tiempo, como continuidad y actualización del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. El Programa de Transición parte por ubicar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, por efecto de las traiciones del stalinismo y la social-democracia, como el principal factor de la situación mundial, y asume la resolución de esa crisis como la principal tarea de la nueva Internacional. "La economía, el estado, la política de la burguesía y sus relaciones internacionales, están completamente esterilizadas por una crisis social... El obstáculo principal en el camino de la transformación del estado prerrevolucionario en estado revolucionario es el carácter oportunista de la dirección proletaria: su cobardía pequeñoburguesa ante la gran burguesía y su traidora asociación con ella aún en su agonía"2 En ese marco, El Programa de Transición consiste en un sistema de reivindicaciones transitorias para tender un puente entre la actual situación y conciencia de las masas y las tareas de la revolución socialista. Con ese método se plantea la lucha por la escala móvil de salarios y la escala móvil de horas de trabajo, orienta el trabajo revolucionario al interior de los sindicatos tradicionales, plantea el problema de las iniciativas y nuevas formas de organización de la clase trabajadora, la lucha por abolir el secreto comercial y establecer el control obrero de la industria, la política revolucionaria alrededor de las expropiaciones, la consigna de estatización del sistema de créditos, la formulación de la alianza obrero campesina, la lucha contra el imperialismo y la guerra inminente, el poder dual y el gobierno obrero y campesino, el programa para los países capitalistas atrasados y la lucha contra el fascismo, el combate contra la burocracia stalinista y por la revolución política en la URSS, finalmente, se delimita de los métodos sectarios así como de los oportunistas, y plantea priorizar el trabajo sobre la juventud y la mujer trabajadora. El eje rector del Programa de Transición es promover la movilización independiente de la clase trabajadora y la construcción del partido revolucionario que la dirija. "En una sociedad basada en la explotación, la moral suprema es la de la revolución social. Son válidos todos los métodos que elevan la conciencia de clase de los obreros, su confianza en sus propias fuerzas, su disposición a la abnegación en la lucha. Son inadmisibles los métodos que inculcan a los oprimidos el miedo y la sumisión frente a sus opresores, que ahogan el espíritu de protesta y la indignación o sustituyen la voluntad de las masas por la voluntad de los dirigentes, la convicción por la coacción, el análisis de la realidad por la demagogia y la falsificación" 3 EL ASESINATO DE TROTSKY El 20 de agosto de 1940, aproximadamente a las cinco de la tarde, en su casa de habitación en Coyoacán, México, Trotsky, a la edad de sesenta años, es herido de muerte por Ramón Mercader, un esbirro de la policía secreta stalinista (GPU), reclutado para la exterminación de trotskistas durante la guerra civil española. Con el nombre falso de Jacson Mornard, haciéndose pasar por hijo de un diplomático belga, Mercader desde el verano de 1938 se convirtió en amante de Sylvia Agelof, norteamericana que fungía como secretaria de Trotsky en México. Poco a poco se fue acercando al círculo familiar de Trotsky y con el ardid de que Trotsky revisara un artículo que supuestamente él había elaborado, el asesino destrozó el cráneo del revolucionario ruso con una piqueta de alpinista. La muerte se produjo un día después: el 21 de agosto a las 7:25 de la noche. Con ocasión de este asesinato, el célebre pintor André Bretón, el más destacado exponente de la corriente cultural surrealista, amigo personal y político de Trotsky y co-redactor junto con Diego Rivera y Trotsky del "Manifiesto por un Arte Independiente y Revolucionario" expresó de la siguiente forma el impacto que representó este crimen:
LA LUCHA CONTINUA El asesinato de Trotsky no puede reducirse a una simple venganza personal de Stalin, es una acto político fríamente calculado. La muerte de Trotsky privó a la Cuarta Internacional del único dirigente que resumía la tradición revolucionaria más valiosa del siglo, desde la lucha contra el zarismo y la emigración en los círculos marxistas de Europa, pasando por la Revolución Rusa y la Tercera Internacional hasta el combate contra el stalinismo y el fascismo. Trotsky sintetizaba esa experiencia histórica como nadie, y su asesianto en medio de los turbulentos años de la Segunda Guerra Mundial, contribuyó decisivamente a la dispersión y a la extrema debilidad de la Cuarta Internacional, a la cual prácticamente le toca dar sus primeros pasos a tientas, sin su fundador y principal animador. Pero poco más de medio siglo después, el otrora poderoso aparato stalinista que trató de borrar la memoria y sepultar el nombre de Trotsky, cae estrepitosamente, mientras la figura de Trotski adquiere una estatura profética, ante el veredicto de la propia Historia. A partir de 1989, y luego de un breve período de apertura económica y política conocido como la perestroika en la antigua URSS, los regímenes mal llamados socialistas caen uno a uno, ante la movilización de las masas y las creciente presión del imperialismo. No obstante, al no existir una dirección revolucionaria que canalizara el descontento de las masas en esos países, la burocracia ex-"comunista" hoy reciclada en asocio con el imperialismo, viene abriendo las puertas de la ex-Unión Soviética y el Este de Europa a la restauración capitalista. El resultado es que en esas latitudes prevalece una profunda crisis económica, un deterioro brutal de las condiciones de vida del pueblo, al mismo tiempo que se crea una mafia de nuevos ricos en base al despojo y el saqueo de la antigua industria estatal.
Desgraciadamente, en la postguerra la Cuarta Internacional estuvo lejos de resolver la crisis de dirección de la clase trabajadora, y esa es la razón principal por cuál la burocracia stalinista terminó de arruinar el estado obrero, que de degenerado burocráticamente hoy está en proceso descomposición hacia la semicolonización y restauración capitalista. El stalinismo y las direcciones nacionalistas pequeño-burguesas y sociáldemócratas que dominaron la escena llevaron al movimiento obrero de derrota en derrota, hasta la actual situación reaccionaria, en la que los ideólogos burgueses proclaman a toda voz la supremacía del capitalismo. Pero la realidad día a día nos indica que el capitalismo continúa incubando y multiplicando las contradicciones irreconciliables que describieran magistralmente Marx y Engels desde el Manifiesto Comunista. Las profundas conmociones que ha generado la crisis asiática son el ejemplo más reciente de lo que decimos. Al mismo tiempo, a pesar del retroceso de sus organizaciones, los trabajadores siguen resistiendo día a día la ofensiva llamada neo-liberal, que no es más que un nuevo ciclo de sobre-explotación que impone el capitalismo imperialista en todo el mundo. Desde el levantamiento palestino, hasta la huelgas de los servicios de transportes en Estados Unidos y en Francia, encontramos múltiples luchas defensivas, parciales por lo general, derrotadas en la mayoría de los casos, pero que son parte de ese proceso desigual y atomizado de resistencia, en la que los trotskistas intervenimos para sentar las bases del necesario reagrupamiento de la clase obrera y de los revolucionarios. Mientras la clase trabajadora viva y luche contra la esclavitud a la que la somete el capital, habrá esperanza. En una de sus última obras: "En Defensa del Marxismo", Trotsky escribe las siguientes palabras, que son perfectamente aplicables a nuestro tiempo:
En los últimos años de su vida a Trotsky le toca observar como muchos intelectuales de izquierda caen en el escepticismo y reniegan del marxismo. Los golpes del fascismo y la amarga decepción que representó el stalinismo, fueron el caldo de cultivo de ese estado de ánimo, que en definitiva llevó a muchos de ellos a embellecer y reconciliarse con la democracia burguesa en las metrópolis imperialistas. A propósito de este fenómeno nos señala: De todos modos, ningún revolucionario serio pensaría en utilizar como vara para medir la marcha de la historia a los intelectuales confundidos, a los stalinistas desilusionados y a los escépticos defraudados" 8 . Frente a la desbandada de los burócratas y oportunistas que hoy como en aquellos tiempos, abjuran del marxismo, los revolucionarios estamos firmemente convencidos de que la disyuntiva que planteó Rosa Luxemburgo "Socialismo o Barbarie", sigue plenamente vigente y se hace cada día más descarnada. No pertenecemos a ninguna religión que nos asegure que el destino nos conducirá inevitablemente a algo así como el paraíso socialista. El camino es muy escabroso. Todo depende de la dialéctica de la lucha de clases y sus resultados y de si la vanguardia obrera y popular puede o no dotarse del instrumento necesario para su emancipación: el partido revolucionario, nacional e internacional, que encabece la lucha por derrotar al capitalismo en cada país y en todo el mundo. De lo que si estamos seguros es que empeñamos nuestra vida en esa lucha, honrando la memoria de nuestros maestros en el marxismo, especialmente, continuando sin desmayo la larga marcha de Trotsky. Ese es nuestro mejor homenaje a su obra y ejemplo singular. |
SEMBLANZA DE TROTSKY Víctor Serge9 , escribió en 1947 una biografía de Trotsky, que culmina con la siguiente semblanza: "Toda su larga y laboriosa existencia de luchas, de pensamiento, de oposición inflexible a lo inhumano, León Davidovitch la había consagrado a la causa de los trabajadores. Cuantos se le han aproximado conocen la medida de su desinterés, saben que no concebía su propia vida sino en función de una gran tarea histórica, no vinculada a su particular destino, sino al movimiento de las masas socialistas conscientes de los peligros y posibilidades de nuestra época. ‘Vivimos tiempos amargos -escribía- pero no nos queda otra patria que elegir’. Era íntegro de carácter en el más amplio sentido del término: no concebía discontinuidades entre la conducta y las convicciones, entre la idea y el acto; jamás admitió que a lo transitorio, a lo personal, al pequeño egoísmo sin trascendencia, pudieran sacrificarse los intereses superiores que dan sentido a la vida. Su rectitud moral se vinculaba con una inteligencia objetiva pero apasionada, siempre tensa hacia lo profundo y amplio, hacia el esfuerzo creador y el combate justo... Y era a la vez sencillo. Le ocurrió escribir al margen de un libro cuyo autor aludía a sus ‘ansias de poder’: ‘(Otros) habrán querido el poder por el poder. Yo he ignorado siempre ese sentimiento... He buscado el poder sobre las inteligencias y las voluntades...’ En lugar de ser un autoritario, aunque apreciaba la utilidad práctica de la autoridad, se sentía un animador, un educador de hombres, no porque halagase sus bajos instintos, sino porque apelaba al idealismo, a la claridad mental, a la grandeza de ser hombres cabales, de nuevo tipo, llamados a transformar la sociedad. Quienes lo han hostigado y muerto, como han muerto a la revolución rusa y martirizado al pueblo soviético, conocerán el castigo. Ya han atraído sobre la URSS, debilitada por las masacres denominadas ‘depuraciones stalinianas’, la invasión más desastrosa. continuaran marchando hacia el abismo... Pocos días después de su muerte, yo escribía -y nada cambiaré de esas líneas- lo siguiente: ‘A lo largo de su heroica vida, León Davidovitch creyó en el porvenir, en la liberación de los hombres. Lejos de debilitarla, los años últimos y sombríos, maduraron su convicción, que el infortunio afianzó. La humanidad futura, libre de toda opresión, eliminará de su vida la violencia. Como a tantos otros, el me ha enseñado a creer en ello" 10
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1 Trotsky, León. "El Programa de Transición", Cuadernos de El Socialista, Managua, 1985, p. 232 Ibíd, p.33 Ibíd, p.235 Panorama Internacional No. 3, agosto 1995, p.496 Trotsky, León. Op. cit., p.207 Citado por Deutsher, Isaac. Op. cit. p. 4228 Trotsky, León. "Los intelectuales que ya no son radicales y la reacción mundial". En: Escritos, Tomo X, Volumen 1, Editorial Pluma, Bogotá, Colombia, 1976, p. 281 – 2829 Víctor Serge, escritor y revolucionario belga de padres rusos, nació en 1889 en Bruselas. Anarcosindicalista en su juventud, al estallar la Revolución de Octubre de 1917 viaja a Rusia y adhiere al bolchevismo. Más tarde se convierte en dirigente de la Tercera Internacional. Cuando se desata el proceso de burocratización se suma a la Oposición de Izquierda encabezada por Tortsky. Estuvo preso varios años en las cárceles stalinistas acusado de ser un trotskista inquebrantable. La protesta de los intelectuales europeos obligó a Stalin a dejarle en libertad en 1935, limitándose a expulsarlo de Rusia. Murió en México en 1947.10 Serge, Víctor. "Vida y Muerte de León Trotsky", Editora El Yunque, Buenos aires, Argentina, 1974, p. 279
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