Editorial

Unificar las luchas

Con el gobierno radical de de la Rúa la consolidación en un bloque político de todos los explotadores, que comenzó con el gobierno de Menem, sigue intacto y cada vez más a la ofensiva. El "Pacto de Olivos" fue el acuerdo con en el cual se garantizó al imperialismo el fortalecimiento del régimen, mediante el bipartidismo, y la sumisión a sus planes para el pago de la deuda externa.

Durante el gobierno peronista de Menem se creó un enorme ejército de desocupados a través de las privatizaciones de las empresas estatales y despidos que financió el Banco Mundial, cumpliendo con el mandato del FMI. Llevarse las riquezas nacionales y dejar gente en la calle era todo parte de un mismo plan.

Con el tiempo esta situación de enorme desempleo, llevó a la desunión y competencia entre los trabajadores, ya que los que tienen trabajo se aferran a él aunque se vean obligados a resignar salarios, tiempo personal, beneficios y dignidad (léase fin de las 8 horas, multiplicidad de tareas, "horas voluntarias" sin pago, vacaciones cuando la patronal lo disponga, etc.). En las fábricas se profundizó la dictadura de las patronales.

A diez años del comienzo del plan las cifras que dan los organismos oficiales son: de cada 100 personas que están en el mercado laboral, 13 están totalmente desocupadas, 12 trabajan en forma intermitente, 20 tienen un empleo regular informal y 12 son trabajadores autónomos sin seguridad social. Sólo un 40% de la población económicamente activa tiene un empleo estable en blanco, pero uno de cada tres trabaja más horas que lo normal sin ser recompensadas.

Esto fue posible por la división de la CGT y por su quiebre político durante las privatizaciones ("Menem lo hizo posible"), de las que sacaron tajada los diferentes burócratas. La desocupación, que es el problema más importante para la clase, no es un fenómeno natural, sino que es producto de acciones humanas premeditadas y planificadas.

Ante esta situación tan desfavorable, la clase obrera se encuentra en una etapa de resistencia, cuando surge algún conflicto es defensivo, se lucha, no para lograr una conquista, sino para no perder lo poco que le queda. Si bien el movimiento obrero no está derrotado sus luchas no avanzan porque sus direcciones les impiden unificar las luchas en el ámbito nacional y llevar adelante un plan de lucha sistemático. Por eso las luchas que se dan son atomizadas, provocando que no exista continuidad en las direcciones independientes que surgen. No se pueden apoyar en la izquierda, ya que hoy por hoy, no existen direcciones clasistas ampliamente reconocidas que permitan salir a dar batalla al plan. Como vimos en el paro del 24, la CGT de "los gordos", traicionó y negoció asquerosamente su sillón con los radicales, dejando una debilísima CTA, "pegada" al gobierno, y una MTA fortalecida coyunturalmente como oposición.

La pequeña burguesía comenzó a sufrir las consecuencias económicas de este plan y empezó a manifestar su descontento, como el paro de los dueños de los colectivos, los camioneros por las obleas o los chacareros por el aumento del gasoil.

La Iglesia sigue jugando el papel de contenedora social de los pobres y marginados, dándoles comida, ropas y adoctrinándolos para sus filas. A la CGT la mandó "a pasear", cuando esta le pidió que sea mediadora entre ellos y el gobierno. Recordemos que durante el gobierno peronista Daer no aceptó ninguna crítica de la iglesia a la conducción menemista.

En este contexto el régimen democrático burgués está sólido y emplea la reacción democrática para controlar todo conflicto que surge: recurre a las direcciones traidoras del movimiento obrero para evitar que se produzca un vacío que permita la salida anárquica de la bronca de la gente, como pasó en Corrientes o anteriormente en el santiagueñazo.

Si bien en este momento no existe una dirección revolucionaria de la clase o mínimamente un sindicato o grupo que dirija las luchas, no podemos decir que la clase obrera se quedará sentada esperando soluciones.

Por eso creemos que el paso principal de nuestra tarea es insertarnos en los sectores obreros y populares para poder acompañar los procesos de lucha que se producen.

La única posibilidad para frenar este plan económico es a través de una lucha de clase contra clase, una lucha nacional contra el gobierno y el plan económico del FMI, quebrando el frente burgués, para que vuelva a desequilibrarse la relación de fuerza a favor de los trabajadores y cambiar así la etapa. La siguiente es nuestra propuesta para el movimiento obrero y de masas, que esperamos sea la base para unirnos en la acción con otros sectores conscientes.

Por las 8 horas y el Salario mínimo, vital y móvil

El gobierno y el FMI nos empujan a la suma pobreza y condiciones de vida salvajes. Las soluciones, en las que invierten dinero, son las nuevas cárceles y entrenar más policías para reprimir. Nosotros ya sabemos a quiénes terminan reprimiendo cuando logramos organizarnos para cambiar sus planes de miseria. "La ley es como tela de araña, queda pegado el bicho chico pero el grande la rompe". La solución que nos dan es más represión como en Corrientes.

Nuestra propuesta es totalmente diferente. En las duras condiciones actuales tenemos que organizarnos para defender las conquistas que se salvaron del naufragio y hacer pie para prepararnos a reconquistar las que se perdieron. Cuando se perdían unos pocos puntos del salario por la inflación, bastaba con la huelga sindical para recuperarlos, aunque fuera por un corto período. Para defender las conquistas aún no perdidas es preciso dar la batalla en los organismos sindicales que reconoce la mayoría de la clase obrera y por eso estamos a favor de luchar, por ejemplo, contra la muerte cotidiana en el gremio de la construcción. Pero con esto no alcanza para recuperar lo perdido.

Hoy, que hemos perdido conquistas centenarias como las 8 horas, es preciso un triunfo político, como un Argentinazo, para empezar a recuperarlas. Este triunfo político debe ser preparado, sin prisa pero sin pausa, reagrupando las fuerzas dispersas, en la consciencia de que sólo un triunfo político contra el gobierno puede conseguirlas.

¿Por dónde empezar?

Para los trabajadores, hoy existe una calamidad económica, que muestra la irracionalidad creciente de este modelo pero que es la de todo el sistema capitalista: el desempleo.

Pero el desempleo no es sólo un problema de los que no tienen trabajo, porque quienes lo tienen se ven condenados a rebajar cada vez más sus miserables condiciones de trabajo actuales ante la amenaza de ser ellos otro desempleado.

El desempleo es el principal mecanismo que tienen las patronales y el gobierno para enfrentar pobres contra pobres, trabajadores contra desempleados, contratados contra efectivos, jóvenes contra viejos o argentinos contra extranjeros. El desempleo afecta tanto a quienes trabajan como a quienes no tienen trabajo. La única forma de reconquistar las condiciones mínimas de dignidad que perdimos pasa por reducir el desempleo que nos enfrenta entre trabajadores y les permite a los patrones presionarnos.

Por eso es que, de todos los justos reclamos que tienen los trabajadores empleados o desempleados, proponemos comenzar por una lucha sistemática contra el desempleo desde los intereses de los trabajadores.

Tenemos que organizarnos para exigir empleo y condiciones decentes de vida para todos. Los socialistas tenemos soluciones inmediatas contra la desocupación y la sobrexplotación y las proponemos a todos los trabajadores y sus organizaciones.

La lucha contra el desempleo exige consignas y métodos de lucha nacionales y generalizados. El movimiento obrero organizado no puede permitir los desempleados crónicos, con pobres viviendo de la basura del sistema capitalista que se desmorona. El derecho al empleo es el único derecho serio dejado a los obreros en una sociedad basada en la explotación. Es hora de levantar contra el desempleo, tanto "estructural" como "coyuntural", junto con la consigna de trabajos pú-blicos, la de reparto de las horas de trabajo comenzando por el cumplimiento efectivo de las 8 horas. Tenemos que exigir que los sindi-catos y organizaciones populares organicen a los que trabajan con los desempleados para que todo el trabajo disponible se divida entre todos los obreros disponibles con la dignidad que nos merecemos. Esto se podría lograr comenzando por organismos de desempleados ligados a los sindicatos que se encarguen, por medio de la acción directa, de hacer respetar el máximo de 8 horas, sin disminuir los salarios actuales.

Ante la elevación de los precios tenemos que exigir que se restablezca nacionalmente y bajo control de los trabajadores, el salario mínimo, vital y móvil, partiendo de una canasta familiar mínima de 1.000$ para todo los trabajadores.

No se puede aceptar menos que esto para el catastrófico período actual, aunque en el desarrollo de la lucha tengamos que llegar a un Argentinazo para imponerlo.

El gobierno, la patronal y sus abogados tratarán de demostrar el carácter irrealizable de estas revindicaciones. Los patrones más pequeños, los especialmente ahorcados por las grandes empresas, invocaran sus libros de contabilidad. Estas sólo son maniobras que buscan cuidar sus intereses sobre la miseria de los trabajadores.

Para los trabajadores y el pueblo la cuestión está en preservarnos del de-terioro, la desmoralización y la ruina. Este es el único punto de vista que nos interesa: el de los trabajadores. Se trata de una cues-tión de vida o muerte para la única clase creadora y progre-siva, la que garantiza el futuro de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las necesidades mínimas hay que barrerlo.

¿Cómo conseguirlo?

Muchos compañeros se preguntarán si estas medidas son posibles. Les decimos que "lo posible" es una cuestión de relación de fuerzas que sólo la lucha organizada puede resolver. Al calor de esta lucha, y al margen de cuáles sean los resultados prácticos inmediatos, la gran masa de trabajadores comprenderá mejor la necesidad de liquidar la esclavitud capitalista que sufrimos, y más temprano que tarde lograremos una relación de fuerzas que nos permita imponer las soluciones que precisamos los trabajadores.

Para llevar adelante esta lucha debemos combatir el enfrentamiento de pobres contra pobres que fomentan desde el gobierno, y esto sólo lo podemos lograr desde la unidad y la organización, cada vez más amplia de todos los explotados. La unidad es cuestión de vida o muerte para nosotros como demuestran los hechos de Corrientes, si nos encuentra enfrentados y desorganizados les damos cabida para reprimir.

Pero esta no es una tarea que se pueda resolver desde la lucha en una sola fábrica o un sólo lugar de trabajo o estudio. Existen tareas que exceden el marco de cada lugar de trabajo, como recuperar las 8 horas con un salario digno, combatir el pago de la deuda externa, los planes de hambre y saqueo del imperialismo, la recuperación de los servicios de salud, educación y vivienda. Estas tareas sólo pueden llevarse adelante en el ámbito nacional y requieren la unidad cada vez más amplia de todos los explotados para convertir las luchas aisladas en nacionales. Si las centrales sindicales hubieran servido para unificar la gran cantidad de luchas que se dieron otra sería nuestra situación actual. El mecanismo que han utilizado hasta ahora, tanto desde el gobierno como desde las direcciones sindicales de la burocracia, es la de aislar las luchas para quebrarlas de a una.

En este sentido nuestra política debe ser por exigir, desde los organismos de base y las fuerzas clasistas, la unidad de las tres centrales sindicales para llevar adelante un plan de lucha por estas necesidades de la clase obrera y las clases populares. Esto no significa que estamos por "el acuerdo" por arriba, de los dirigentes sindicales para ver como se reparten "monedas y favores". La unidad de la clase trabajadora en un sólo organismo para unificar las luchas es lo que debemos reclamar, y pelear por esto desde los organismos de base de los trabajadores. Es la unidad necesaria para que todos los trabajadores, sin importar a que gremio pertenecen puedan participar organizadamente de la lucha.

20 de abril de 2000