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Editorial 27/03/00 Crisis en las alturas Parece casi mágico que la llegada de Cavallo al poder haya terminado con la inestabilidad política, grave para el poder ejecutivo pero no para el régimen. A fin de cuentas podría decirse, se resolvieron las "turbulencias económicas" con sólo imponer un impuesto a los cheques. La magia no es tal. El secreto del por qué Cavallo pudo unificar a los sectores en disputa consiste en que es, por el momento, un arbitro confiable en las entrañas de la administración imperial. Un mayordomo entrenado en todos los secretos de palacio, que conoce a la perfección cuando servir a cada cortesano. Esta crisis se produce porque los conflictos de intereses entre los representantes de sectores del imperialismo, el yanqui y el europeo no encontraba en el gobierno claridad política. La debilidad del gobierno De la Rua consistió, desde su asunción, en sus indecisiones para saber a cuál de los patrones extranjeros debe hacerle caso en cada momento, Cavallo es para esto el hombre indicado. La disputa es por el poder, por cuál de los sectores maneja el aparato del estado en beneficio de sus empresas. El gobierno, miembro de la Internacional Socialista (socialdemócrata), subió avalando todas las privatizaciones y los contratos existentes que garantizan el nivel de saqueo a las empresas de capital europeo (REPSOL-YPF, Telefónica, Telecom y otras). Este sector europeo mantiene una ofensiva para que el sector financiero, ligado fundamentalmente a los yanquis, pague impuestos como ellos lo hacen por las empresas, conocido como impuesto Tobin. De su parte el sector más ligado a los yanquis ha desatado una ofensiva para ganarle empresas, como las telefónicas. El dúo Cavallo-Alvarez, representante de los yanquis, estuvo desestabilizando al gobierno desde que asumió. No han valido concesiones a ese sector, el imperialismo yanqui quiere tener a sus hombres al frente directamente, y por cierto que no han parado hasta conseguirlo. El conflicto de intereses se produce, entre otras razones, porque para robar los yanquis privilegian el cobro de la deuda y pelean por comprar ellos las empresas privatizadas; las ganancias de los europeos, que hoy están al frente del FMI, no dependen tanto de que se pague la deuda pero sí dependen de poder seguir extrayendo plusvalía del mercado interno a través de sus monopolios. Este enfrentamiento repercute en todos los terrenos, por ejemplo en la pertenencia de Argentina al Mercosur o al ALCA, en si se apoya al plan Colombia o no, en si se condena o no a Cuba, donde los europeos tienen muchas inversiones. Sin el peso de estos factores de poder también parecería inentendible que Cavallo, al filo de su asunción como ministro, en lugar de reunir a los patrones locales haya salido inmediatamente de viaje a Brasil y España. Hasta el momento "los mercados", los dueños de los medios sociales de producción, los que determinan la gran producción, no encontraban el interlocutor político confiable que, por ahora, ven en Cavallo. Tal es el secreto de esta tregua. Las coimas europeas llegan primero Menem y sus secuaces posibilitaron que la primera ronda del saqueo fuera para empresas españolas, italianas y francesas, más ágiles en las coimas y con menos trabas burocráticas que las norteamericanas. Los yanquis protestaron y comenzaron una lucha, por momentos sorda, por momentos escandalosa, como la del "virrey" Terence Todman que terminó comprando parte de Aerolíneas Argentinas. Al poco tiempo, como lo demostró el caso IBM, los yanquis ganaron en dinámica y entraron en una puja abierta por el saqueo de los restos del estado argentino. Uno de los casos que se ventilan públicamente para el lector atento es del rubro de las telecomunicaciones. Henoch Aguiar director de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones durante el gobierno de Menem consiguió desde ese puesto la legalidad del call-back (así se denomina al negocio de llamadas telefónicas internacionales que se cobran con la tarifa de otro país) que perjudicaba a las prestadoras europeas en el país, favoreciendo a las yanquis. Desde aquí se marca un número telefónico en Estados Unidos y automáticamente comunica con cualquier lugar del mundo, claro que ese servicio más económico es cobrado por la empresa yanqui. Aguiar representó a Movicom, la marca de telefonía móvil de la empresa C.R.M. que es parte de la estadounidense BellSouth y a Impsat. Estas pujas de intereses se repiten en diferentes rubros del comercio y la producción, como los productos transgénicos, mientras las firmas estadounidenses (Monsanto y Novertis) monopolizan la venta de semillas modificadas y presionan para que no se impongan regulaciones al negocio, los europeos exigen una mayor regulación. De manera similar se deben entender las discusiones sobre la "regulación" o "desregulación" en otros rubros como el petróleo o los medicamentos. Como se podrá observar las banderas de la "libertad" (de "mercado" de "competencia" de "elección") se levantan o se bajan según convenga a los intereses de las empresas. Henoch Aguiar sobrino de la mujer del Presidente de la Nación y hombre de confianza de su hijo Aíto, es el actual Secretario de Comunicaciones. Aguiar no es sin embargo un caso asilado, es parte del surgimiento de una nueva "especie" dentro de la fauna autóctona: los administradores imperiales. Son bichos de diferente pelaje, similares al camaleón, con la característica común de mantenerse de gobierno en gobierno sin importar si es peronista, de la UCR o el Frepaso. Otro caso notorio de esta "especie" es Daniel Marx (nada que ver con Carlitos): luego de haber participado del equipo económico de Menem y negociar la entrada de la Argentina al Plan Brady (por el que se traslado el riesgo de los acreedores de la deuda externa emitiendo bonos públicos), fue a trabajar al fondo de inversiones del inventor de ese plan (el ex secretario del tesoro norteamericano de igual apellido), luego volvió como Secretario de Financiamiento Externo de José Luis Machinea y es el actual viceministro de economía de Domingo Felipe Cavallo. ¿Hacia un cambio de régimen? A partir del Pacto de Olivos entre los fuerzas políticas burguesas y el imperialismo se produce un salto cualitativo en la estructura socioeconómica del país. La soberanía nacional es hoy una formalidad. Por ejemplo, las fuerzas armadas han sido reducidas en la práctica a menos que una policía interna, la capacidad atómica de argentina fue desmantelada. Las pequeñas y medianas empresas sólo producen una pequeña parte pues la gran producción está manejada por las transnacionales de origen extranjero, con una pequeñísima minoría de capitales "nacionales", y la burocracia del estado. Esto significa que los medios sociales de producción no están en manos de una burguesía nativa sino ya directamente en manos del imperialismo. La burguesía nativa que sobrevive es la que se transnacionalizó, y dejó de depender de la defensa de un mercado interno cautivo, como es el caso de la burguesía nativa brasileña. El otro sector directamente desapareció entregando sus empresas centenarias a inversores extranjeros. Se confirma así en este proceso una caracterización histórica del socialismo revolucionario argentino: la burguesía nativa prefiere suicidarse a enfrentarse al imperialismo. De ser un país dependiente pasamos a ser una especie de colonia, no política pero sí comercial y financiera, de extracción de los imperialismos. En consecuencia las instituciones del régimen han dejado de ser la representación orgánica, en el poder de una burguesía nativa y sólo son los administradores imperiales. Esta es la explicación del menemismo. Desde el siglo XIX hasta la década de los '70 del siglo XX la burguesía nativa tenía un proyecto nacional. Por ejemplo cada familia de la oligarquía propiciaba que entre sus hijos alguno fuera abogado, otro cura y otro militar como un recurso para estar representados en los círculos de poder y así cuidar sus intereses "nacionales". Lanusse por ejemplo fue uno de los últimos representantes de este modelo "nacional" en el ejército. Cuando a mediados de los '80, la ciudad de Buenos Aires amaneció empapelada por afiches de un riojano con patillas postulandose a suceder a Raúl Alfonsín la incredulidad fue la reacción dominante. Reacción que cambió por estupor cuando el senador de los Estados Unidos Edward Kennedy anunciaba desde La Rioja que estaba seguro que Carlos Saúl Menem sería el próximo presidente. El menemismo no es el representante de los intereses de ninguna burguesía nativa, su "reinado lumpen" así lo confirma, robaron para saquear sin invertir en actividades productivas al interior del país. Su virtud para implementar la "globalización", subordinarse económica y políticamente a los yanquis, fue que no representaba a algún sector social ni económico ligado a la suerte del mercado interno. Desde la óptica del imperio era el candidato ideal para implementar la "globalización" que como gusta decir Henry Kissinger "es otra palabra para la dominación mundial de los Estados Unidos". ¿Vamos a un cambio importante de régimen político? Creemos que no. Es posible que reduzcan el aparato de la burocracia política en el ámbito provincial, por ejemplo sustituyendo los miles de diputados, senadores y otros bichos por 3 o 4 parlamentos regionales, o incluso un cierre provisional del congreso estilo fujimorazo, pero no creemos que cambie el régimen hacia una dictadura represiva, al menos en el corto plazo. Nos basamos para esto en que la crisis en las alturas es por el momento entre sectores del imperialismo sin que ninguno se apoye en el movimiento de masas y en que éste no tiene dinámica ni organización para cuestionar seriamente el poder a los sectores en disputa, causa que permite además que puedan pelear como lo hacen. El desarrollo de esta puja, luego de la "tregua" conseguida por Cavallo se juega en el terreno latinoamericano e internacional más que localmente, pero nunca tendrá una salida favorable para los trabajadores sin su lucha y organización. Es imprescindible ir construyendo una herramienta, partido, bloque o como se llame para encarar una lucha mortal contra la fuente de todos los males: la tiranía del gran capital y su estado. |