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2000 - Nº 1639

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Incansables contra el 'Tireless'

Los alcaldes del Campo de Gibraltar llevan hasta las puertas de La Moncloa su rechazo a que el sumergible dañado sea reparado en el Peñón

JORGE A.RODRÍGUEZ, Madrid

Alcaldes del Campo de Gibraltar,
ayer ante La Moncloa exigiendo el
traslado del Tireless (R. Gutiérrez).
De la ceca a la meca, de Cádiz a La Moncloa, incansables contra el submarino "changado" en el Peñón, seis alcaldes del Campo de Gibraltar se patearon ayer Madrid en busca de respuestas a una pregunta que se hacen 250.000 vecinos de sus pueblos: ¿Por qué el Gobierno británico no se lleva de una vez el submarino Tireless de Gibraltar? Se fueron como vinieron, sin respuestas y sin que Tony Blair y José María Aznar les recibieran o viesen siquiera la pancarta verde contra el sumergible que habían desplegado ante la entrada principal del palacio de La Moncloa. Los dos jefes de Gobierno entraron a almorzar por la puerta trasera.

Los regidores de Algeciras, La Línea de La Concepción, Los Barrios, Jimena de la Frontera, Castellar de la Frontera y Tarifa y varios concejales de San Roque se encajaron ayer en Madrid sin agenda ni calendario. La avería del navío ha arreglado en una unidad de destino (Madrid) y de mensaje ("submarino nuclear, fuera del Campo de Gibraltar") las relaciones entre los ediles del PSOE, el Partido Andalucista y el GIL. "Había que hacer algo, aunque fuera improvisado, aprovechando la visita de Blair y lo hemos hecho", precisaba Miguel Manella, presidente de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar. Por eso se montaron en sus coches muy de mañana, subieron a Sevilla y montaron en el AVE. Destino: el palacio de Santa Cruz, sede en tránsito del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Madrid de los Austrias.

No encontraron ni comprensión, ni cariño, ni interlocutor que les gustara. Tampoco traían cita. Ni falta que les hacía, a tenor de sus palabras. "Habíamos pedido entrevistarnos con el ministro Josep Piqué y luego con el embajador británico, Peter James Torry, y aunque los dos hicieron mutis decidimos venir a Madrid", explicaba Alonso Rojas (PSOE), alcalde de Los Barrios. Llegaron, protestaron y se citaron: a las seis de la tarde, con el embajador, y a las siete, con un alto representante de Exteriores.

Como no querían desaprovechar la mañana y la mayoría tenía el billete de vuelta cerrado para antes de las siete, alcaldes y compañía (el diputado socialista Salvador de la Encina, dirigentes de Ecologistas en Acción, el citado Manella, miembros de la plataforma contra el submarino...) se llevaron su pancarta verde a La Moncloa. "Sólo estar aquí, en la puerta de La Moncloa, es un triunfo porque pensamos que no nos iban a dejar acercarnos a tres kilómetros, por lo de la seguridad", bromeaba el andalucista Patricio González, regidor de Algeciras.

Contra todo pronóstico, entraron en las instalaciones de la Presidencia del Gobierno. Y, ya que estaban dentro, decidieron entregar un manuscrito, dirigido a Aznar, bajo el supuesto compromiso de que sería incluido en la agenda de trabajo de la visita de Blair.

"Los abajo firmantes, ante la evidencia del riesgo que supone la permanencia del submarino nuclear averiado en el puerto de Gibraltar desde el pasado 18 de mayo, queremos trasladar el sentimiento de rechazo y gran preocupación de los habitantes del Campo de Gibraltar, por lo que exigimos su traslado al Reino Unido", expusieron en él.

Eso es lo único que quieren: olvidarse del submarino, de la clase Trafalgar, para más inri, nombre de la famosa derrota que sufrió la Armada española frente a la británica en 1805, precisamente en las aguas que bañan el Campo de Gibraltar.

Los que protestaban no quieren saber nada de revisiones técnicas, ni españolas ni británicas. "Venga ya, eso de que lo revisen especialistas españoles es un camelo", decía José Carlos Juárez (GIL), alcalde de La Línea. "Si la cosa no puede estar más clara", sentenciaba el diputado De la Encina; "que se lo lleven a la Gran [pausa]... Bretaña".

Malos tiempos para la maquinaria británica

Los fallos en el armamento y la red ferroviaria muestran el envejecimiento de las infraestructuras del Reino Unido

LOURDES GÓMEZ , Londres
La avería en el reactor del submarino Tireless, que obligó la semana pasada al Gobierno británico a retirar de la circulación su flota completa de doce submarinos nucleares de ataque, no es el único contratiempo que afecta a la Defensa británica. Informaciones recogidas por la prensa del Reino Unido enumeran una serie de fallos y problemas técnicos en piezas de armamento de tierra, mar y aire adquiridos por las anteriores administraciones conservadoras. La factura y métodos de reparación corren a cargo de su sucesor, el Gobierno laborista de Tony Blair.

La Infantería británica recibió este año una inyección extra de más de 2.000 millones de pesetas para modificar sus rifles SA80, que venían sufriendo fallos persistentes. También la RAF se vió obligada a suspender los vuelos de medio centenar de helicópteros Lynx mientras se arreglaban sus sistemas giratorios. Además, el pasado agosto, las maniobras de entrenamiento con 84 aparatos Tucano se interrumpieron debido a fallos en una pieza del timón.

Esta letanía de averías apenas afecta a la vida cotidiana de los británicos. Sufren en cambio a consecuencia del deterioro de la red ferroviaria, que ha llevado en las últimas semanas a la interrupción y retrasos de los servicios de cercanías y largas distancias. Además, al anticuado sistema de señalización se achacan dos accidentes en Southhall y Paddington, con al menos 38 muertos. Tras un tercer accidente mortal, hace menos de dos semanas, provocado por fracturas en la línea ferroviaria, se está revisando todo el trazado.

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