![]() Lunes 27 noviembre 2000 - Nº 1669 |
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S. F. FUERTES I. CEMBRERO,
Sevilla / Madrid
Todos los demás percances relacionados con la estancia del Tireless han dado pie, en cambio, a especulaciones desorbitadas y a numerosas meteduras de pata por parte de autoridades locales, nacionales, partidos políticos y ecologistas. La escasa información ofrecida por los Gobiernos británicos y español junto con la lentitud de reflejos de la Junta de Andalucía en los primeros meses ha dejado este tema de gran impacto social en manos de los rumores.
Aunque no los dio por muertos, un grupo ecologista anunció este mes que dos miembros de la tripulación del submarino habían sido trasladados urgentemente al Reino Unido para ser sometidos a revisión médica. Un diario madrileño aseguró a continuación con grandes titulares que cuatro marineros estaban irradiados.
El Ministerio de Defensa británico lo ha desmentido hasta la saciedad e hizo llegar el 18 de noviembre al Ministerio del Portavoz español un informe en el que achaca el rumor al mal estado de un dosímetro (aparato que mide la radiactividad) que resultó irradiado durante un viaje.
El departamento que dirige Pío Cabanillas metió el documento en un cajón. Nunca ha tenido prisa por difundir la información. El ministro anunció el 27 de octubre que esa misma tarde sería publicado un informe del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) sobre el submarino con información fresca recibida de Londres. Tardó tres días en salir a la luz.
En una ocasión, sin embargo, Cabanillas se anticipó a los hechos a la hora de informar. El 12 de julio aseguró que los británicos "estaban reparando el sumergible con toda normalidad". Hoy en día la reparación no se ha iniciado.
Pese a que el Portavoz monopoliza toda la información sobre el Tireless, y ha prohibido al CSN, teóricamente independiente, hablar con voz propia, la coordinación en el seno del Gobierno deja mucho que desear.
Prueba de ello fue la coincidencia, el 25 de octubre, entre la carta enviada por el ministro Josep Piqué a su homólogo británico, Robin Cook, y una declaración del presidente José María Aznar. El titular de Exteriores se quejaba de la escasa información recibida sobre la avería mientras que el jefe del Gobierno se daba, en cambio, por satisfecho e insistía en que no había ningún motivo para la intranquilidad.
La oposición socialista tampoco se ha coordinado a la perfección. El 4 de noviembre, justo después de que dos técnicos del CSN subiesen, por fin, a bordo del submarino, sus principales dirigentes calificaban la visita de "protocolaria" y de "mera cortesía". Hubo una excepción. La que es prácticamente la número dos del PSOE, Trinidad Jiménez, aseguró que lo sucedido era "muy positivo".
El propio Consejo de Seguridad Nuclear tampoco ha estado exento de contradicciones. Cuando, por fin, rompió su silencio, el presidente de este organismo independiente, Juan Manuel Kindelán, confesó que ignoraban todo sobre submarinos nucleares y sólo sabían de centrales. Días después, la Junta de personal manifestó su disgusto. Recalcó que los técnicos del CSN eran muy cualificados.
Acaso por culpa de la "paranoia" que le provoca España, lo cierto es que el Ejecutivo gibraltareño de Peter Caruana también se ha enredado en la maraña de sus comunicados. En uno de ellos se lamentaba, citando a la prensa española, de que los expertos que había contratado para disponer de su propia evaluación sobre la situación del submarino sólo habían podido acceder a una parte del buque y no al reactor.
Los laboristas y liberales que se oponen a Caruana le replicaron recordándole que no necesitaba referirse a la prensa española. En el primer informe que hicieron los expertos a sueldo de Gibraltar ya indicaban que su recorrido por el submarino había sido limitado. "Caruana no se lee los papeles que le entregan los expertos a los que paga", ironizó un diputado.
Los británicos se han guarecido bajo el secreto militar para contar poco y justificar sus cabriolas dialécticas. Prometieron primero que el buque estaría sólo unos días en la colonia antes de trasladarlo a una base en el Reino Unido. Cambiaron después de idea sin suscitar reproche alguno por parte del Ejecutivo español. En pleno verano, el comandante de sus fuerzas en el Peñón, el comodoro Andrew Wilmett, se jactaba de tapar "con el dedo pulgar" la fuga del sumergible.
Tres meses después están a punto de cortar un trozo de la tubería del sistema de refrigeración y no porque la grieta exceda el tamaño del dedo de Wilmett, sino porque la fisura tiene un alcance estructural del que aparecen indicios en media docena de submarinos de las clases Trafalgar y Swiftsure.
Mientras la Royal Navy averigua qué falla en la secreta aleación de la refrigeración, el alcalde de Los Barrios, un pueblo del Campo de Gibraltar, anunciaba el miércoles a bombo y platillo que un grupo de expertos le había comunicado que el "acero" de las tuberías padecía "degradación granular". Rojas se apuntó al secretismo y, por ahora, no revela los nombres de los "sabios" que le asesoran.
"Si se hubiese informado desde un primer momento, no estaríamos ante tanta especulación descabellada", recalca Kindelán. La falta de transparencia por parte de las autoridades ha llevado a que un tema tan sensible embarranque en un mar de rumores.
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