Espacio Cultural
amarás hasta morir
Episodio 1 - "Arráncame la vida..."
Textos:
Cleopatra - de Abel Galdeano
El cantar de los cantares - Antiguo Testamento
Actores:
Fabiana Petraglia
Jose Luis Venturini
Episodio 2 - "Solamente una vez, y nada más..."
Textos:
Romeo y Julieta - de William Shakespeare
Poemas - de Alejandra Pizarnik
Actriz:
Cecilia Perrone
Episodio 3 - "Yo estoy obsesionado contigo..."
Texto:
Afrodita - de Pierre Louys
Actriz:
Analia Adrover
Episodio 4 - "Tan separados vivir..."
Texto:
Los siete locos - de Roberto Arlt
Actores:
Silvia Arce
Horacio Jáuregui
Episodio 5 - "Sigamos pecando..."
Textos:
Una sombra donde sueña Camila O´Gorman - de Enrique Molina
La memoria de los sentidos - de Miriam Luterotti
Actriz:
Virgina Entesano
Dirección:
Carlos Lagos
Iluminación:
Abel Galdeano
Sonido:
Oscar Acosta
Proyecciones:
Mariela Diaz
Fotos:
María Candelaria Lagos
Estrenada el 11 de noviembre de 2000 en el Teatro La Fábrica.
Participante de la Semana del Teatro Regional año 2001 (región I) de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, en la que recibió menciones por actuación (Fabiana Petraglia), propuesta escénica y compaginación musical.
Obra seleccionada en la II Muestra Selectiva de Teatro Regional año 2001 (Chacabuco) organizada por ATENOB y la Secretaría de Cultura.
Representaciones:
11, 12, 18, 19, 25 y 26 de noviembre de 2000 - Teatro La Fábrica
2, 3, 9, 10, 16, 17, 23 y 30 de diciembre de 2000 - Teatro La Fábrica
17, 18, 25 y 31 de marzo de 2001 - Teatro La Fábrica
23 de marzo de 2001 - Complejo Cultural "Florencio Constantino" (Bragado)
1º de abril de 2001 - Teatro La Ranchería (Junín)
16 de junio de 2001 - Escuela de actividades Culturales (Chacabuco)
Rebelión y fragmentos
Según los teóricos actuales, la condición posmoderna conlleva consecuecias decisivas para la existencia y los sueños del hombre. Afirman que todos los modelos sobre los cuales construíamos, hasta hace poco el futuro, han explotado en pedazos y todo se ha vuelto fragmentos desconectados entre sí. De modo que ahora, el vivir es una libre combinación de partes sueltas que cada uno de nosotros realiza para darle algún sentido a su propio vivir. El hombre debe adaptarse a una sociedad que ha renunciado al cambio - por imposible- y aceptar las reglas de juego de un mundo -caidos todos los socialismos- que ha dejado definitivamente de ser bipolar y que, de ahora y por milenios, será una aldea global neoconservadora donde solo habrán de sobrevivir los más aptos.
Este neofascismo informa que ha ocurrido el Fin de la Historia, nos avisa de la inutilidad de los grandes relatos (por ej. el psicoanálisis o el cambio social) que en el arte, cualquier idea de vanguardia u originalidad es una nueva ilusión, un espejismo, porque todo está hecho y solo queda el reciclaje incesante de lo ocurrido: basuras, restos, detritus, pedazos de un rompecabezas que cada uno puede armar como desee; total, nada cambiará. Ningún salto hacia adelante. Todo gesto pasional, una mueca inutil.
Bien, así dicen. Como artistas formados en la modernidad, algunos sentimos la necesidad de decir "no". Ignorando estas supuestas certezas; negando habernos quedado fuera de la historia, son nuestras obras las que deben hablar si aun quedan oidos y ojos para ellas. Hasta el final dar batallas por la construcción de futuros, creer en avances posibles del pensamiento, así sea un milímetro y afirmar tercamente la posibilidad de cualquier clase de utopías.
Sobre esos parámetros los docentes enseñamos y, por lo tanto estaríamos enviando a nuestros alumnos a un camino cerrado, si la posmodernidad tiene razón. Sobre esos ideales perimidos hacemos nuestras obras los artistas del "pasado". Pertenecemos a la raza de los dinosaurios que todavía dicen "no". La gran figura del momento es el éxito. Y ya ni siquiera hay un sueño que tenga que ver con todos los hombres. Voy a citar a Augusto Fernandez, uno de los grandes directores que tenemos: "Asisto a lo que está pasando con mucha angustia, pero también con mucho placer, porque creo que vivo más felíz en un mundo decadente. Me costaría vivir en un mundo con un órden recién nacido, prefiero la decadencia, ya que como espectador me parece mucho más entretenido y me permite decidir si me salvo o no". Suscribo absolutamente estas palabras.
Con el espectáculo "Amor mío", desde una mirada antropológica, he tratado de usar las armas estéticas posmodernas para afirmar la modernidad a la que pertenezco. Es que, para mí, en el centro de esa Idea que ha movido la Historia, sigue estando el hombre. El hombre y sus pasiones como motor de su progreso. Nuestro espectáculo, por lo tanto, está hecho de fragmentos, de pedazos de textos, de gestos, de historias, insertado de lleno en lo utópico para afirmar el amor como una pasión esencial; al deseo como fuente incontenible para liberar y realizar todos los cambios. Y ello pese al castigo que la posmodernidad reserva a quienes se quedan -o ponen- fuera del sistema: desocupación, ignorancia o exclusión.
Podemos afirmar que "la escena de vocación antropológica es moderna" -dice Magaly Muguercia- "en tanto conserva un principio de radicalidad y de polémica, el teatro antropológico mantiene el reclamo de la trascendencia, la fuerte presencia de un horizonte utópico".
La mirada antropológica, para mí, es la respuesta escénica de este tiempo, a partir de reconocer que un viejo modo de hacer teatro -el realismo crítico y la mirada didáctica- está en una crisis terminal, por más que aún se siga haciendo como si nada ocurriera. Una nueva visión estética que dé otra clase de testimonio de lo real -otro realismo, si se quiere- es la única respuesta. A partir de la venida a Latinoamérica de Barba y el Odin Teatret, nada fue igual para los grupos teatrales aislados y solitarios, librados a sus propias fuerzas, obligados a darse su propia metodología de trabajo, a inventarse un modo de hacer teatro, excluídos de la escena oficial o comercial, tuvieron un nombre para reconocerse: "tercer teatro" y una metáfora para darse una identidad: "islas flotantes", además de un común denominador: en lugar de desaparecer por tanta carencia, resistir. Usar "el oro de nuestras debilidades", como nos enseñó el santafecino Jorge Ricci.
"Amor mío" es el resultado del intento de tratar de ser un teatro: el nuestro. Sin seguidismo ni imitación de otros modelos. Moviéndonos como ciegos para tratar de inventarnos un lenguaje, a partir de la afirmación de lo que somos.
Esta obra quiere hablar del amor como un ejercicio esencial y central de la vida, capaz de hacernos revisar, a cada momento, lo que somos y tenemos cuando nos arrastra en su torrente; recordándonos que en el extremo de todo deseo acecha la muerte o, dicho de otro modo, que es el único sentimiento que nos hace dar la vida por otro ser, por los hijos o por la creencia en un mundo mejor. Tozudamente. Contra toda teoría.
Carlos Lagos
Octubre 2000