Zeus, Io y... la vaca

Zeus era un personaje realmente extraordinario, le gustaban mucho las fiestas, el néctar y las muchachas, ya sean diosas, semi-diosas o simples mortales. Y todo esto a pesar de su muy recta y celosa esposa Hera.

En sus ratos de ocio, Zeus a veces mataba el tiempo mirando hacia la tierra desde el Olimpo para ver si encontraba algo interesante. Uno de esos días descubrió a una joven muy bella llamada Io, quien por cierto era una sacerdotisa de uno de los templos de Hera.

Zeus se presentó en la casa de Io para enamorarla, y como buen galán, sin mucho esfuerzo lo logró. Así estuvo varios días pasándola bien con la hermosa mortal, hasta que un día, se dio cuenta de que Hera estaba por entrar en la casa con cara de pocos amigos, Zeus en su desespero lo único que se le ocurrió fue convertir a Io en una vaca blanca.

Hera abrió la puerta de la casa intempestivamente: pluff!, esperando encontrar a su esposo en brazos de la doncella, "con quién estás aquí" preguntó Hera con fuerte voz autoritaria, "con nadie mi amor, solo estoy aquí con esta linda vaquita".Pero Hera, celosa y perspicaz, intuyendo que había algo extraño con el cuadrúpedo, se la pidió como regalo. "No, pide cualquier cosa menos a la vaca, es de un amigo mío y no puedo hacer lo que me pides", fue la respuesta de Zeus, pero Hera dijo "No me importa, de todas maneras me la llevo, arréglatelas con tu amigote y mucho cuidado si te atreves a quitármela". Hera se llevó a la vaca hasta un establo de su propiedad en el país de Nemea y le pidió a su buen amigo Argos Panoptes que le cuidara la vaquita y que no dejara que nadie se le acercara, mucho menos Zeus. Este Argos Panoptes era un personaje que tenía cien ojos, con los cuales veía todo (de allí lo de Pan -todo- y optes -vista) y no sólo eso, sino que mientras cincuenta ojos dormían, los otros cincuenta seguían despiertos, es decir, era el vigilante perfecto.

Zeus, muy preocupado no sabía que hacer, cómo rescatar a su amada Io. Regresó al Olimpo, bebió néctar, llamó a las ninfas bailarinas, los bufones, nada, la preocupación continuaba. Hermes, el dios de los bromistas al ver a su padre en esa situación, le pidió que le contara su congoja. Después de escuchar al supremo dios olímpico, le dijo: "Papá, tranquilo que yo arreglo eso". Fue hasta Nemea, se encontró con Argos Panoptes y la vaca, lo saludó y comenzó a echarle cuentos y cuentos y cuentos… hasta que durmió a los cien ojos!. Una vez entregado a los brazos de Morfeo, lo mató y se llevó a la vaca.

Días después Hera va a ver cómo están las cosas en Nemea encontrándose sin la vaca y su fiel amigo muerto. Muy triste, Hera toma los ojos de Argos y los coloca en la cola de su animal favorito, el pavo real, para inmortalizarlo. Y antes de que Zeus reconvirtiera a Io en mujer, tuvo tiempo de atormentarla con una plaga de mosquitos que la perseguían a todas partes. Io corrió y corrió desesperada hasta llegar a Dodona, de allí al mar que hoy lleva su nombre (el Mar Jónico), siguió hasta el delta del río Danubio, recorrió las costas del Mar Negro, llegó a los montes Caucasos donde aún estaba Prometeo amarrado a la roca. Siguió a Colquis, Tracia, Tarsos, Joppa Media, Tracia, la India, Arabia hasta que finalmente llegó a Etiopía, donde Zeus la pudo convertir nuevamente en mujer. Allí se casó con Telégono y tuvo a Epafo, quien en realidad era hijo de Zeus.

 

 

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Io y Zeus
Hoppner 1785

 

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Argos y Hermes
(Aunque se supone que Argos debería tener 100 ojos)

 

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Hera colocando los 100 ojos de Argos Panoptes en la cola del pavo real.

  Germán Montero Alcalá
Septiembre 2000
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Argos y Hermes
(Aunque se supone que Argos debería tener 100 ojos)

 
 


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Hera colocando los 100 ojos de Argos Panoptes en la cola del pavo real.