REPORTAJES
– EL MERCUIRO
6 de Julio de 2003
MIGUEL KRASSNOFF MARTCHENKO. DECLARACIONES EXCLUSIVAS:
"Comparto
el 'nunca más' de Cheyre"
El
brigadier (r), procesado por desapariciones de 44 miristas y un homicidio,
defiende su misión como interrogador del MIR en los cuarteles de la Dina.
Tras 25 años de desfile por los tribunales ahora condena las torturas, pero
reconoce que "tal vez en algún momento fueron necesarias". Se
confiesa hijo de detenido desaparecido porque nunca fueron encontrados los
restos de su familia cosaca colgada en Moscú.
MAURICIO
CARVALLO
Cada
vez que el brigadier (r) Miguel Krassnoff Martchenko es citado a los tribunales,
va preparado para una sorpresa. Es que a la misma hora en que su abogado le
comunica que un juez le concedió la libertad en una causa, otro lo procesa en
una distinta.
En
los últimos 25 años Krassnoff ha declarado - según sus propios cálculos- más
de mil veces en causas sobre detenidos desaparecidos, a muchos de los cuales
interrogó en Villa Grimadi, donde se les perdió la pista a más de 300 presos
políticos. En diversos procesos, testigos lo acusan de ordenar torturas (ver
recuadro).
Antes
fue un teniente con futuro. El 11 de septiembre del 73 tomó posesión de la
casa presidencial de Tomás Moro. Poco después estuvo encargado de los miembros
del gabinete de Salvador Allende detenidos en la Escuela Militar, y más tarde
organizó la seguridad de Augusto Pinochet.
Pero
la Comandancia en Jefe le ordenó en 1974 incorporarse a la Dina y, a raíz de
eso, hoy convive en calidad de detenido en el Comando de Telecomunicaciones del
Ejército con su ex jefe, el general (r) Manuel Contreras. Aunque Krassnoff no
lo dice, no se llevan bien: Contreras realizó declaraciones judiciales y de
prensa que debilitaron su defensa.
Permaneció
27 meses en la Dina (1974-76) y allí ascendió a capitán. A pesar de que
aseguró a la justicia que se limitó a trabajar como analista y que no torturó,
se convirtió en una figura simbólica, tristemente célebre para el mundo
vinculado a la defensa de los derechos humanos.
Sin
embargo, siente el honor de haber sido el único militar condecorado por la
Junta de Gobierno. Pinochet mismo le puso en 1974 en su guerrera la medalla al
valor militar por encabezar el operativo que significó la muerte del líder del
MIR, Miguel Enríquez.
En
momentos en que el tema de los derechos humanos se ha reinstalado vigorosamente
en la agenda, se decide a conceder su "primera y única" entrevista,
después de guardar un hermético silencio de 25 años, a pesar de que sobre él
se han escrito muchos artículos que lo culpan de apremios ilegítimos.
El
2001 mandó una nota al auditor general del Ejército pidiéndole querellarse
contra medios de comunicación, pero no obtuvo respaldo. "Desde 1978 lo he
solicitado, porque a través mío se mancillaba a la institución y todo lo que
represento. Siempre se me planeó que no era conveniente, por el momento".
-
¿Se siente abandonado por el Ejército?
-
En ningún caso. La institución tiene sus prioridades.
-
¿Por qué no habló antes?
-
Porque ahora estamos discutiendo el tema a nivel nacional. Lo hago como un
aporte para dar a conocer la situación que enfrento. Los vejámenes,
humillaciones y sufrimientos a los cuales he sido sometido desde hace 25 años
merecen también atención especial y reparación para mi familia y subalternos.
-
¿Qué opina de la declaración del general Cheyre sobre el "nunca más"
a los atentados a los derechos humanos?
-
Comparto plenamente el nunca más del general Cheyre, especialmente en su
primera parte, ésa de los políticos ineptos y la existencia de terroristas.
El
enemigo del MIR
El
Krassnoff de hoy luce distinto al que conoció la opinión pública cuando,
siempre vistiendo su uniforme institucional, se presentaba erguido a los
tribunales de justicia. Se rasuró el bigote, viste camisa y corbata y fuma
media cajetilla en dos horas. Además, está en semi-reposo por una operación a
la columna. Su imagen actual también debe ser muy distinta a la que recuerdan
quienes lo enfrentaron después del golpe militar.
-
Numerosos testigos afirman que los interrogó en los cuarteles de la Dina de
Villa Grimaldi, Londres 38 y José Domingo Cañas.
-
Es totalmente cierto - asiente con voz gruesa- . Mi misión fue la de analista y
recopilé en forma exclusiva los antecedentes de las comunicaciones del MIR.
Dentro de esta labor había que realizar trabajos de inteligencia y esto
significó comprobar los antecedentes obtenidos. Ir a los barrios y preguntar
por movimientos extraños para determinar depósitos de armamentos y la
existencia de casas de seguridad. Dependía directamente del director, y cuando
se me ordenaba, iba a los sectores de tránsito de detenidos, como entiendo que
eran. Entrevisté a unos 50 detenidos del MIR.
-
¿Por qué lo llama "entrevistas"?
-
Porque "interrogatorio" se presta para lucubraciones como las que me
han colgado en los careos: torturas, golpes, atrocidades, violaciones. Los vi a
todos en condiciones absolutamente normales, ni sangrando ni quebrados. Como
muchas veces por medidas de seguridad tenían la vista vendada, hacía que les
sacaran las vendas y me identificaba.
-
¿Qué hacía en esos casos?
-
Tomarles las huellas y controlarlas. Las respuestas eran para mí secundarias,
porque lo que más me interesaba para el análisis era la documentación
encontrada en los allanamientos. Y ahí quedaban los tipos...
-
En la medida que fui conociendo este tema las conversaciones fueron más largas.
Y gracias a éstas, ¡sin tocarles un pelo y sin necesidad de ninguna presión física!,
me entregaron mucha información. Tanto es así que según la documentación
interna de la jefatura del MIR, yo era muy peligroso porque tenía la capacidad
muy especial de obtener información sin ningún tipo de presión. Por lo tanto,
pasé a ser el enemigo público número uno.
Desaparición
de interrogados
-
¿Dice que no se torturaba en Villa Grimaldi y en Londres 38?
-
No estoy diciendo eso. Digo que no me consta. Nunca vi, nunca traté con una
persona que tuviera evidencias. Siempre los vi muy bien.
-
No torturé yo ni mis subalternos, de los cuales asumo la responsabilidad de
todo lo que hicieron, porque me consta.
-
Declaró en tribunales que tuvo "un excelente informante": Osvaldo
Romo, uno de los mayores torturadores de la Dina...
-
A Romo siempre lo vi como informante. Nunca fue agente y, según mi particular
punto de vista, no podría haber tenido acceso a situaciones como se ha dicho
han ocurrido.
-
Pero usted asume la responsabilidad por él y eso es grave, atendiendo a quién
es.
-
Al informante Romo jamás lo vi en ninguna actividad relacionada con torturas o
atrocidades. No sé por qué, y lo dije en tribunales, aparece de pronto
reconociendo que torturó. No podría haber tenido acceso a esas cosas. Si usted
se remite a todas sus declaraciones, se encontrará con grandes contradicciones.
-
Pero no puede desconocer las torturas...
-
Mi desconocimiento dice relación con el compartimentaje tremendamente riguroso.
Y, por formación, no podíamos estar introduciéndonos en áreas ajenas a
nuestra competencia. Yo hacía mi trabajo y punto. Ahora, en careos con
determinadas personas han tratado de insinuar que ordené torturar, lo cual es
falso. Inmediatamente después caen en contradicciones.
-
¿Condena esos métodos a pesar de que se pensaba que se aplicaban a
terroristas?
-
Nada justifica nada, pero si una guerra regular es ya terrible, en un
enfrentamiento interno esto se multiplica muchas veces. Y no se olvide de que
nos vimos envueltos en una espiral de violencia que existía desde antes.
-
¿Esto justificó muertes y torturas?
-
Insisto, nada justifica nada. Pero que pueden haber ocurrido, claro que sí.
-
¿Lo condena?
-
Éticamente y sentados hoy día después de casi 30 años, evidentemente que lo
condeno. Pero no descarto que, tal vez, en algún momento dado, fuera necesario
hacerlo.
-
¿Qué? ¿Desapariciones? ¿Torturas?
-
Me refiero a presiones físicas. He escuchado horrorosos conceptos de tortura
que son inexistentes..., pero es posible. Acepto que pudo haber existido, aunque
no me conste.
-
¿Trató de aclarar dónde llevaban a las personas que fallecían?
-
A ver. Entiendo poco la pregunta. Porque no vi personas fallecidas.
-
Pero supo de muertos...
-
En enfrentamientos. Lo que a mí me consta. Seamos claros, evidentemente hoy se
reconoce que hay personas hechas desaparecer. Frente a mí nunca falleció
nadie, nunca se llevaron a nadie en forma extraña en calidad de cadáver.
-
¿No se le perdieron "entrevistados"?
-
En más de una oportunidad debí aclarar aspectos sobre personas anteriormente
entrevistadas por mí que ya no estaban en los diferentes centros de tránsito.
Esa ausencia la asumía como que habrían sido trasladadas a centros
permanentes, o puestos en libertad.
-
¿Planteó estas dudas a Contreras?
-
Un par de veces hice las consultas pertinentes a quien correspondía y se me
respondió al tenor de lo anterior. Por lo tanto, ubicado en el tiempo (1974),
no tenía ninguna razón real y objetiva para imaginar otra cosa. No olvide que
ni yo, ni mis subalternos teníamos tuición alguna sobre los detenidos. Dudas
sobre esas materias debería aclararlas con las autoridades de esos años y no
conmigo.
"¡Cumplí
órdenes!"
-
¿Cómo se llevó con Contreras?
-
Relaciones normales; digamos de un subalterno con un superior.
-
¿Le representó alguna de sus órdenes?
-
... Eso lo dejaría para la historia.
-
La historia puede ser usted, ahora.
-
Es cierto, pero este punto preferiría resumirlo en que la historia lo aclarará.
-
¿Compartió sus métodos?
-
Mire, ¡cumplí órdenes! Recibí las órdenes que correspondían a mi trabajo
de análisis. Y dentro de ello traté de hacerlo lo mejor posible. Lo que yo
cumplí encuadró exactamente en todo lo que dice nuestra reglamentación actual
y los códigos militares. Yo no soy la Dina. Era un teniente que estaba en ese
servicio de seguridad.
-
¿Sus superiores asumieron la responsabilidad por usted?
-
Así debería haber sido.
-
La Dina quedó en la historia chilena como una organización criminal.
-
No. En absoluto.
-
La mayor cantidad de desaparecidos pasaron por sus recintos.
-
Es lo que se dice. Pero a mí no me consta absolutamente nada. Ni siquiera
rumores.
-
¿Es que se siente una víctima?
-
No... Sí una persona tratada en forma anormal dentro del concepto del Estado de
Derecho. Los cargos en mi contra se basan en presunciones fundadas. No me ha
podido comprobar ningún cargo específico de detenciones, torturas o
desaparecimientos; he sido sometido a proceso por dichos de personas con las que
me han careado. No ha habido ninguna prueba concreta. Respeto a los magistrados,
pero no los entiendo. Es incomprensible e inaceptable que extremistas que
cooperaron voluntariamente entregando información que servía para
neutralizarlos, y que se transformaran en agentes que hicieron carrera, sean los
testigos estrella para acusarnos de las barbaridades más grandes y los jueces
les crean.
-
Creo en la justicia como concepto integral, indivisible, igual para todos; pero
hay una justicia para unos y otra para otros. Fueron rápidamente amnistiados
todos aquellos que participaron en hechos violentos, que dispararon a matar. Es
decir, los responsables directos de esta vorágine de violencia no tienen ningún
problema. Quienes tuvimos que enfrentar, obligatoriamente y a petición de toda
la sociedad chilena a los agresores de la nación, se nos ha clasificado en otro
grupo. Si hubiese pasado lo que hubiese pasado y hubiese sido responsable de
todas estas infamias y atrocidades, estaría amnistiado tal como se le aplicó
la ley al otro bando. ¿Por qué nosotros no?
-
Porque no lo reconocen...
-
¡Si no hay que reconocer nada! No debería haber ningún proceso, sino amnistía,
prescripción y cosa juzgada.
-
No si subsiste el secuestro permanente...
-
Tampoco lo entiendo. Es absurdo. En 30 años no vamos a andar con los detenidos
debajo de las camas. No sé dónde están. Si alguien lo sabe que lo diga.
-
El código de silencio sólo es para usted...
-
No existe ningún código de silencio. Solamente digo la verdad en lo que a mí
respecta.
-
No me diga que fue un Dina bueno.
-
Fui un oficial de Ejército subalterno en comisión de servicio en un órgano de
inteligencia. Mi experiencia debe transmitirse a las nuevas generaciones para
que nunca más se expongan a vivir las circunstancias y momentos que me han
correspondido a mí y a muchos soldados de nuestro Ejército. Esto ha sido
devastador para nuestra familia, la que sabe que no cometí ningún tipo de
delito en cumplimiento de las misiones que se me impusieron en un momento de
extrema violencia.
"Lo
haría de nuevo"
-
¿Qué sabe de las exhumaciones?
-
No tengo ningún tipo de información. Conforme a antecedentes de prensa, al
parecer éstas habrían comenzado a ejecutarse a partir de 1978, época en que
estaba en la Academia de Guerra, preocupado de las misiones propias ante la
eventual guerra con Argentina.
-
Fue el único oficial en servicio activo que respondió a la Comisión Rettig.
-
Efectivamente, le mandé una nota diciendo que no tenía nada que aportar; que
me parecía incongruente que tuviera que ir a explicar supuestas actividades a
una comisión extraña para mí. Y que, conforme a lo que hice, si mañana me
correspondiera cumplir misiones en ese sentido, lo haría de nuevo. Por
supuesto, fui pésimamente interpretado.
-
Pero, ¿lo haría de nuevo?
-
Lo mantengo... Pero he perdido todos mis trabajos y posibilidades. Sólo vivo de
mi modesta pensión. Toda vez que he sido sometido a proceso se me obliga a la
vejatoria situación de ser prontuariado, razón por la cual mi hoja de
antecedentes personales dista mucho de servirme para optar a un trabajo de
cualquier tipo. ¿Qué se pretende hoy con este oficial del Ejército de Chile,
que hace 30 años cooperó, como toda la institución militar y de Orden, a
evitar una guerra civil? Fuera de contexto en cuanto al momento de los hechos,
con la tranquilidad que da la democracia y el imperio del Estado de Derecho, me
juzgan personas que son lo que son gracias al sacrificio titánico de estos anónimos
soldados que juramos rendir la vida cuando la nación y su sociedad lo
demandaran. Y así lo hicimos.•
KRASSNOFF
VS. INFORME RETTIG
¿Cómo
murió Miguel Enríquez?
Con
su versión - nunca antes publicada- sobre cómo murió el secretario general
del MIR, Miguel Enríquez Espinosa, Krassnoff contradice las informaciones
entregadas por agrupaciones de izquierda y por la Comisión Rettig. Se respalda
en la investigación que el Ejército realizó durante dos meses antes de
decidir entregarle - en la persona del general Pinochet- la medalla al valor
militar, con lo cual se convirtió en el único en recibirla desde la Guerra del
Pacífico.
El
hecho ocurrió el 5 de octubre de 1974 en una vivienda ubicada en la comuna de
San Miguel. En el lugar estaban, además de Enríquez, su pareja Carmen Castillo
y otros individuos que consiguieron huir.
Éste
es el relato de Krassnoff:
"Ese
sábado, cerca de las 14 horas, recorremos en dos vehículos varias veces las
calles. Van conmigo dos agentes, más una ayudante de 19 años que operaba como
mi secretaria. No obtenemos nada, pero cuando nos retirábamos vecinos nos dicen
que en una casa entran y salen vehículos, escriben a máquina toda la noche y
hay un señor que parece inválido porque entra sin bajarse".
"La
información había que comprobarla tocando el timbre y si salía una señora
diciendo que no pasa nada, nos íbamos, así de simple. Pongo a la mujer a cargo
de los vehículos, a un segundo en una esquina y voy con el otro integrante
hacia la puerta de la casa. Cuando cruzábamos frente a la ventana, quien iba a
mi lado me dice '¡Cuidado Miguel!' y me empuja y me tira al suelo. Había
escuchado el movimiento del cierre de un fusil cargándose. Entonces pasa sobre
nosotros una andana de tiros impresionante".
"No
disponíamos de ningún tipo de comunicación y la única manera de llamar a la
central era por teléfono. Mandé a ubicar uno y mientras disparé mi fusil Aka
parapetado en un poste frente a la casa. Escuché tiroteo en otro lado, pero no
vi a ningún adversario. De repente apareció un fulano en la azotea con un
lanzacohetes soviético antiblindaje y me dispara. Afortunadamente, por la poca
distancia, el proyectil no alcanza a desarrollar su máxima explosión y vuela
una moto y parte de la casa que tenía detrás, pero a mí no me pasó nada. En
eso se me acaba la munición y me tengo que retirar".
"Cuando
vuelvo, un equipo de Investigaciones se introducía en la casa. Lo detuve porque
podría haber cazabobos y explosivos, y entro. Me encuentro con una mujer
embarazada desangrándose, tendida en el piso con su fusil. Creí que estaba
muerta, pero vivía. Con su ropa traté de parar la abundante sangre de su
hombro y antebrazo. Y cuando me avisaron que llegaron ambulancias la tomé bajo
mi protección, la puse en una de ellas con un ayudante mío y la llevaron
urgente al Hospital Militar. Sobrevivió gracias a la oportuna atención médica.
Era Carmen Castillo Echeverría, conviviente de Miguel Enríquez, sobrina de
Jaime Castillo Velasco, actual presidente de la Comisión de Derechos Humanos e
hija del actual alcalde de La Reina".
"En
eso, el hombre que dejé a un costado de la casa se enfrentó con Enríquez.
Estaba herido, trató de subir por una pared y, al asomarse, fue conminado a
levantar las manos y a no moverse. Pero siguió, se le volvió a insistir y sacó
un revólver calibre 38. El agente reaccionó en defensa propia y Enríquez cayó
muerto".
"A
las cuatro o cinco de la tarde (más de dos horas después) llegaron fuerzas de
Carabineros y militares para cercar el perímetro. Yo estaba en el hospital
verificando el estado de Carmen Castillo. Cuando comenzó a recuperarse tuvimos
conversaciones muy largas hasta que se fue a Inglaterra (yo mismo la fui a dejar
al aeropuerto) y nunca más supe de ella. En 1992 me llamó por teléfono, pero
no la atendí. Me mandó un mensaje a través de un personaje político
importante en el gobierno militar. A éste le impresionó cómo se refería a un
adversario. Quería tomar contacto para agradecerme. No acepté porque cumplí
con mi deber y no tenía que aceptarle agradecimientos a quien me quiso
asesinar".
Una
extraña relación
La
historia hasta ahora conocida contradice la versión de Krassnoff.
Según
el Informe Rettig, "la casa donde se ocultaba Miguel Enríquez fue rodeada
por un nutrido contingente de agentes de seguridad, el que incluía una tanqueta
y un helicóptero, quienes comenzaron a disparar (...) Enríquez cayó en el
enfrentamiento recibiendo, según el protocolo de autopsia, 10 impactos de
bala".
En
el libro "El rebelde de la burguesía", de los periodistas Daniel
Avendaño y Mauricio Palma, se asegura que "eran cerca de 50 hombres que se
aprestaban a atacar al líder del MIR (...) Sintiéndose desesperado, abrió
fuego, siendo inmediatamente replicado por las fuerzas militares (...) Agentes
de la Dina arrojaron una granada al interior del hogar. Enríquez fue
herido".
En
su libro "Un día de octubre en Santiago", Carmen Castillo
protagonista del enfrentamiento, describe: "De pie sobre el muro de adobe,
a cien metros de la casa celeste de Santa Fe, Miguel gritó: "Detengan el
fuego... ¡Hay una mujer embarazada, herida!" Los hombres al acecho se
irguieron y avanzaron sobre la humilde casa. Miguel saltó el muro y empujó el
arma: una ráfaga de metralleta desgarró el aire. De todas partes resonaron
balazos. La mujer que lava la ropa lo vio a través de la rendija de los
tablones. Miguel disparó una ráfaga. Miguel se desplomó sobre la artesa, el
lavadero".
Según
ella, ignoraban que una esquirla de granada lo alcanzó a los 15 minutos de
iniciarse el enfrentamiento, "y no sabrán que peleó solo, durante más de
dos horas".
Sin
embargo, algo sorprendente ocurre en Castillo, quien escribe en tercera persona.
Ella se impresiona con Krassnoff. Reconoce en la publicación haber creído que
"fue el bueno de la historia".
Fueron
muchas las visitas que recibió de Krassnoff en el Hospital Militar, donde se
restablecía de sus heridas. "¿Cómo hablar del capitán Miguel Marchensko
(sic)? Aún hoy esto es lo que más difícil me parece". Y Carmen Castillo
hace una confesión por lo menos ambigua: "Desea su llegada, sus preguntas.
Ella lo espera".
El
último consejo de Krassnoff, cuando, con Manuel Contreras, la fue a dejar al
aeropuerto: "Jamás lo olvides: tú no fuiste torturada".
HISTORIA
FAMILIAR
Hijo de desaparecido
La
vida de Krassnoff es una trágica paradoja. Su abuelo combatió contra la
revolución bolchevique como comandante en jefe de los cosacos, y en la Segunda
Guerra Mundial luchó (con el padre del oficial chileno y un tío) contra los
comunistas con el apoyo del Ejército alemán en la operación Barbarroja.
Cuando el Ejército cosaco se estableció en Austria, donde su padre conoció a
su madre, Dhyna (curioso nombre, que se relacionará con el destino del oficial)
y se casaron, los ingleses, que controlaban el país, apresaron en 1945 a los
cosacos y los enviaron a Moscú.
Los
tres fueron colgados en 1947 en la Plaza Roja y sus restos hechos desaparecer.
Miguel
Krassnoff nació en 1946 en Austria y, por arreglos del embajador chileno, fue
trasladado con su madre a Chile. Sin conocer esta experiencia (ella le ocultó
los hechos para alejarlo de la carrera de las armas), se enroló en la Escuela
Militar, donde destacó, quedando atrapado en su destino criollo. De los
Krassnoff, que surgieron en Rusia en el siglo IX, sólo queda su pequeño
entorno familiar y su caso es famoso en Rusia, ya que ha sido ampliamente
descrito en "Izveztia" y las revistas cosacas rusas.
-
Como soy nieto, hijo y sobrino de detenidos desaparecidos - plantea con fuerza-
entiendo perfectamente este sufrimiento.
-
Sin embargo, se ha dicho que ello alimentó su odio a los comunistas...
-
¡Jamás! Es inaceptable. Las mentes desquiciadas de los que profesan filosofías
relacionadas con el marxismo pueden tergiversar este sentimiento de ser hijo de
detenido desaparecido como una suerte de revancha, de venganza. Pero no siento
odio por ninguna persona que me haya causado tanto daño.
-
Pero se le acusa de desaparecer personas.
-
Por formación familiar y profesional, rechazo categóricamente todo lo que diga
relación con las desapariciones forzadas de personas. Como lo sufrí en carne
propia, no me iba a prestar para hacer lo mismo.
CARRERA
MILITAR
"Tuve mis legítimas aspiraciones"
-
¿Frustrado por no llegar a general?
-
Tuve y tengo mis legítimas aspiraciones y, según mis calificaciones de una
carrera normal, éstas eran acceder al alto mando. Sin embargo, fue frustrada
por haber pertenecido a un servicio de inteligencia y por todas estas mentiras.
Esto me fue comunicado personalmente por el Comandante en Jefe de la época, mi
general Izurieta. Le di las gracias por su deferencia, porque nunca se dan
explicaciones, pero le dije que hubiera preferido otra razón, como decirme que
no reunía las condiciones.
-
¿Por qué declaró con uniforme?
-
Porque jamás he tenido nada que ocultar. Así planteé: aquí estoy como
coronel del Ejército de Chile; luzco mi uniforme con mucho honor, porque no he
hecho nada que pudiera mancharlo, y mucho menos a mí, mis subalternos y mi
querida y respetada familia. No sé por qué me han transformado en emblemático
y han querido estigmatizarme.
PROCESOS
EN CONTRA
Su situación judicial
Miguel
Krassnoff está siendo procesado por 44 casos de miristas desaparecidos que
pasaron por Villa Grimaldi. La Justicia Militar lo ha sobreseído en varios de
ellos, los que han sido retomados en lo criminal civil. A la vez, la Corte de
Apelaciones de Santiago debe resolver sobre la condena a 10 años y un día por
homicidio calificado del mirista Humberto Menanteau.
La
primera declaración judicial la realizó hace 25 años, en pleno período
militar frente al ministro Servando Jordán. Ha permanecido sin libertad dos años
en forma interrumpida. Tiene 14 procesos por secuestro calificado, que conducen
cinco jueces, que investigan causas similares.
En
los tribunales figuran las declaraciones de Patricio Negrón, ex encargado de
organización nacional del MIR, quien permaneció en Villa Grimaldi entre
febrero y mayo de 1975.
Negrón,
quien ha sido careado con Krassnoff, dijo a Reportajes que "cuando caigo
detenido y llego a Villa Grimaldi, Krassnoff se me presentó y me dio su nombre
y su grado: capitán de Ejército. Yo estaba vendado. Me ofreció que colaborara
y como no respondí me comienzan a golpear delante suyo y después ordena que me
lleven a la parrilla".
El
ex agente de la Dina, Nibaldo Jiménez Santibáñez, relató al ministro de
fuero Juan Guzmán Tapia, según consta en el proceso, que "se mandaba a
los individuos al mar en una reunión que se hacía con los jefes del grupo en
ese tiempo, los capitanes Miguel Krassnoff Martchenko, Maximiliano Ferrer Lima,
otro de apellido Barrieta, que representaban a los diferentes cuarteles (...)
(Contreras) era quien revisaba las listas y, en definitiva, era quien decidía
la suerte de los detenidos".