REPORTAJES – EL MERCUIRO
6 de Julio de 2003

MIGUEL KRASSNOFF MARTCHENKO. DECLARACIONES EXCLUSIVAS:

"Comparto el 'nunca más' de Cheyre"

MAURICIO CARVALLO

Cada vez que el brigadier (r) Miguel Krassnoff Martchenko es citado a los tribunales, va preparado para una sorpresa. Es que a la misma hora en que su abogado le comunica que un juez le concedió la libertad en una causa, otro lo procesa en una distinta.

En los últimos 25 años Krassnoff ha declarado - según sus propios cálculos- más de mil veces en causas sobre detenidos desaparecidos, a muchos de los cuales interrogó en Villa Grimadi, donde se les perdió la pista a más de 300 presos políticos. En diversos procesos, testigos lo acusan de ordenar torturas (ver recuadro).

Antes fue un teniente con futuro. El 11 de septiembre del 73 tomó posesión de la casa presidencial de Tomás Moro. Poco después estuvo encargado de los miembros del gabinete de Salvador Allende detenidos en la Escuela Militar, y más tarde organizó la seguridad de Augusto Pinochet.

Pero la Comandancia en Jefe le ordenó en 1974 incorporarse a la Dina y, a raíz de eso, hoy convive en calidad de detenido en el Comando de Telecomunicaciones del Ejército con su ex jefe, el general (r) Manuel Contreras. Aunque Krassnoff no lo dice, no se llevan bien: Contreras realizó declaraciones judiciales y de prensa que debilitaron su defensa.

Permaneció 27 meses en la Dina (1974-76) y allí ascendió a capitán. A pesar de que aseguró a la justicia que se limitó a trabajar como analista y que no torturó, se convirtió en una figura simbólica, tristemente célebre para el mundo vinculado a la defensa de los derechos humanos.

Sin embargo, siente el honor de haber sido el único militar condecorado por la Junta de Gobierno. Pinochet mismo le puso en 1974 en su guerrera la medalla al valor militar por encabezar el operativo que significó la muerte del líder del MIR, Miguel Enríquez.

En momentos en que el tema de los derechos humanos se ha reinstalado vigorosamente en la agenda, se decide a conceder su "primera y única" entrevista, después de guardar un hermético silencio de 25 años, a pesar de que sobre él se han escrito muchos artículos que lo culpan de apremios ilegítimos.

El 2001 mandó una nota al auditor general del Ejército pidiéndole querellarse contra medios de comunicación, pero no obtuvo respaldo. "Desde 1978 lo he solicitado, porque a través mío se mancillaba a la institución y todo lo que represento. Siempre se me planeó que no era conveniente, por el momento".

- ¿Se siente abandonado por el Ejército?

- En ningún caso. La institución tiene sus prioridades.

- ¿Por qué no habló antes?

- Porque ahora estamos discutiendo el tema a nivel nacional. Lo hago como un aporte para dar a conocer la situación que enfrento. Los vejámenes, humillaciones y sufrimientos a los cuales he sido sometido desde hace 25 años merecen también atención especial y reparación para mi familia y subalternos.

- ¿Qué opina de la declaración del general Cheyre sobre el "nunca más" a los atentados a los derechos humanos?

- Comparto plenamente el nunca más del general Cheyre, especialmente en su primera parte, ésa de los políticos ineptos y la existencia de terroristas.

El enemigo del MIR

El Krassnoff de hoy luce distinto al que conoció la opinión pública cuando, siempre vistiendo su uniforme institucional, se presentaba erguido a los tribunales de justicia. Se rasuró el bigote, viste camisa y corbata y fuma media cajetilla en dos horas. Además, está en semi-reposo por una operación a la columna. Su imagen actual también debe ser muy distinta a la que recuerdan quienes lo enfrentaron después del golpe militar.

- Numerosos testigos afirman que los interrogó en los cuarteles de la Dina de Villa Grimaldi, Londres 38 y José Domingo Cañas.

- Es totalmente cierto - asiente con voz gruesa- . Mi misión fue la de analista y recopilé en forma exclusiva los antecedentes de las comunicaciones del MIR. Dentro de esta labor había que realizar trabajos de inteligencia y esto significó comprobar los antecedentes obtenidos. Ir a los barrios y preguntar por movimientos extraños para determinar depósitos de armamentos y la existencia de casas de seguridad. Dependía directamente del director, y cuando se me ordenaba, iba a los sectores de tránsito de detenidos, como entiendo que eran. Entrevisté a unos 50 detenidos del MIR.

- ¿Por qué lo llama "entrevistas"?

- Porque "interrogatorio" se presta para lucubraciones como las que me han colgado en los careos: torturas, golpes, atrocidades, violaciones. Los vi a todos en condiciones absolutamente normales, ni sangrando ni quebrados. Como muchas veces por medidas de seguridad tenían la vista vendada, hacía que les sacaran las vendas y me identificaba.

- ¿Qué hacía en esos casos?

- Tomarles las huellas y controlarlas. Las respuestas eran para mí secundarias, porque lo que más me interesaba para el análisis era la documentación encontrada en los allanamientos. Y ahí quedaban los tipos...

- En la medida que fui conociendo este tema las conversaciones fueron más largas. Y gracias a éstas, ¡sin tocarles un pelo y sin necesidad de ninguna presión física!, me entregaron mucha información. Tanto es así que según la documentación interna de la jefatura del MIR, yo era muy peligroso porque tenía la capacidad muy especial de obtener información sin ningún tipo de presión. Por lo tanto, pasé a ser el enemigo público número uno.

Desaparición de interrogados

- ¿Dice que no se torturaba en Villa Grimaldi y en Londres 38?

- No estoy diciendo eso. Digo que no me consta. Nunca vi, nunca traté con una persona que tuviera evidencias. Siempre los vi muy bien.

- No torturé yo ni mis subalternos, de los cuales asumo la responsabilidad de todo lo que hicieron, porque me consta.

- Declaró en tribunales que tuvo "un excelente informante": Osvaldo Romo, uno de los mayores torturadores de la Dina...

- A Romo siempre lo vi como informante. Nunca fue agente y, según mi particular punto de vista, no podría haber tenido acceso a situaciones como se ha dicho han ocurrido.

- Pero usted asume la responsabilidad por él y eso es grave, atendiendo a quién es.

- Al informante Romo jamás lo vi en ninguna actividad relacionada con torturas o atrocidades. No sé por qué, y lo dije en tribunales, aparece de pronto reconociendo que torturó. No podría haber tenido acceso a esas cosas. Si usted se remite a todas sus declaraciones, se encontrará con grandes contradicciones.

- Pero no puede desconocer las torturas...

- Mi desconocimiento dice relación con el compartimentaje tremendamente riguroso. Y, por formación, no podíamos estar introduciéndonos en áreas ajenas a nuestra competencia. Yo hacía mi trabajo y punto. Ahora, en careos con determinadas personas han tratado de insinuar que ordené torturar, lo cual es falso. Inmediatamente después caen en contradicciones.

- ¿Condena esos métodos a pesar de que se pensaba que se aplicaban a terroristas?

- Nada justifica nada, pero si una guerra regular es ya terrible, en un enfrentamiento interno esto se multiplica muchas veces. Y no se olvide de que nos vimos envueltos en una espiral de violencia que existía desde antes.

- ¿Esto justificó muertes y torturas?

- Insisto, nada justifica nada. Pero que pueden haber ocurrido, claro que sí.

- ¿Lo condena?

- Éticamente y sentados hoy día después de casi 30 años, evidentemente que lo condeno. Pero no descarto que, tal vez, en algún momento dado, fuera necesario hacerlo.

- ¿Qué? ¿Desapariciones? ¿Torturas?

- Me refiero a presiones físicas. He escuchado horrorosos conceptos de tortura que son inexistentes..., pero es posible. Acepto que pudo haber existido, aunque no me conste.

- ¿Trató de aclarar dónde llevaban a las personas que fallecían?

- A ver. Entiendo poco la pregunta. Porque no vi personas fallecidas.

- Pero supo de muertos...

- En enfrentamientos. Lo que a mí me consta. Seamos claros, evidentemente hoy se reconoce que hay personas hechas desaparecer. Frente a mí nunca falleció nadie, nunca se llevaron a nadie en forma extraña en calidad de cadáver.

- ¿No se le perdieron "entrevistados"?

- En más de una oportunidad debí aclarar aspectos sobre personas anteriormente entrevistadas por mí que ya no estaban en los diferentes centros de tránsito. Esa ausencia la asumía como que habrían sido trasladadas a centros permanentes, o puestos en libertad.

- ¿Planteó estas dudas a Contreras?

- Un par de veces hice las consultas pertinentes a quien correspondía y se me respondió al tenor de lo anterior. Por lo tanto, ubicado en el tiempo (1974), no tenía ninguna razón real y objetiva para imaginar otra cosa. No olvide que ni yo, ni mis subalternos teníamos tuición alguna sobre los detenidos. Dudas sobre esas materias debería aclararlas con las autoridades de esos años y no conmigo.

"¡Cumplí órdenes!"

 - ¿Cómo se llevó con Contreras?

 - Relaciones normales; digamos de un subalterno con un superior.

 - ¿Le representó alguna de sus órdenes?

 - ... Eso lo dejaría para la historia.

 - La historia puede ser usted, ahora.

 - Es cierto, pero este punto preferiría resumirlo en que la historia lo aclarará.

 - ¿Compartió sus métodos?

 - Mire, ¡cumplí órdenes! Recibí las órdenes que correspondían a mi trabajo de análisis. Y dentro de ello traté de hacerlo lo mejor posible. Lo que yo cumplí encuadró exactamente en todo lo que dice nuestra reglamentación actual y los códigos militares. Yo no soy la Dina. Era un teniente que estaba en ese servicio de seguridad.

 - ¿Sus superiores asumieron la responsabilidad por usted?

 - Así debería haber sido.

 - La Dina quedó en la historia chilena como una organización criminal.

 - No. En absoluto.

 - La mayor cantidad de desaparecidos pasaron por sus recintos.

 - Es lo que se dice. Pero a mí no me consta absolutamente nada. Ni siquiera rumores.

 - ¿Es que se siente una víctima?

 - No... Sí una persona tratada en forma anormal dentro del concepto del Estado de Derecho. Los cargos en mi contra se basan en presunciones fundadas. No me ha podido comprobar ningún cargo específico de detenciones, torturas o desaparecimientos; he sido sometido a proceso por dichos de personas con las que me han careado. No ha habido ninguna prueba concreta. Respeto a los magistrados, pero no los entiendo. Es incomprensible e inaceptable que extremistas que cooperaron voluntariamente entregando información que servía para neutralizarlos, y que se transformaran en agentes que hicieron carrera, sean los testigos estrella para acusarnos de las barbaridades más grandes y los jueces les crean.

- Creo en la justicia como concepto integral, indivisible, igual para todos; pero hay una justicia para unos y otra para otros. Fueron rápidamente amnistiados todos aquellos que participaron en hechos violentos, que dispararon a matar. Es decir, los responsables directos de esta vorágine de violencia no tienen ningún problema. Quienes tuvimos que enfrentar, obligatoriamente y a petición de toda la sociedad chilena a los agresores de la nación, se nos ha clasificado en otro grupo. Si hubiese pasado lo que hubiese pasado y hubiese sido responsable de todas estas infamias y atrocidades, estaría amnistiado tal como se le aplicó la ley al otro bando. ¿Por qué nosotros no?

- Porque no lo reconocen...

- ¡Si no hay que reconocer nada! No debería haber ningún proceso, sino amnistía, prescripción y cosa juzgada.

- No si subsiste el secuestro permanente...

- Tampoco lo entiendo. Es absurdo. En 30 años no vamos a andar con los detenidos debajo de las camas. No sé dónde están. Si alguien lo sabe que lo diga.

- El código de silencio sólo es para usted...

- No existe ningún código de silencio. Solamente digo la verdad en lo que a mí respecta.

- No me diga que fue un Dina bueno.

- Fui un oficial de Ejército subalterno en comisión de servicio en un órgano de inteligencia. Mi experiencia debe transmitirse a las nuevas generaciones para que nunca más se expongan a vivir las circunstancias y momentos que me han correspondido a mí y a muchos soldados de nuestro Ejército. Esto ha sido devastador para nuestra familia, la que sabe que no cometí ningún tipo de delito en cumplimiento de las misiones que se me impusieron en un momento de extrema violencia.

"Lo haría de nuevo"

- ¿Qué sabe de las exhumaciones?

- No tengo ningún tipo de información. Conforme a antecedentes de prensa, al parecer éstas habrían comenzado a ejecutarse a partir de 1978, época en que estaba en la Academia de Guerra, preocupado de las misiones propias ante la eventual guerra con Argentina.

- Fue el único oficial en servicio activo que respondió a la Comisión Rettig.

- Efectivamente, le mandé una nota diciendo que no tenía nada que aportar; que me parecía incongruente que tuviera que ir a explicar supuestas actividades a una comisión extraña para mí. Y que, conforme a lo que hice, si mañana me correspondiera cumplir misiones en ese sentido, lo haría de nuevo. Por supuesto, fui pésimamente interpretado.

- Pero, ¿lo haría de nuevo?

- Lo mantengo... Pero he perdido todos mis trabajos y posibilidades. Sólo vivo de mi modesta pensión. Toda vez que he sido sometido a proceso se me obliga a la vejatoria situación de ser prontuariado, razón por la cual mi hoja de antecedentes personales dista mucho de servirme para optar a un trabajo de cualquier tipo. ¿Qué se pretende hoy con este oficial del Ejército de Chile, que hace 30 años cooperó, como toda la institución militar y de Orden, a evitar una guerra civil? Fuera de contexto en cuanto al momento de los hechos, con la tranquilidad que da la democracia y el imperio del Estado de Derecho, me juzgan personas que son lo que son gracias al sacrificio titánico de estos anónimos soldados que juramos rendir la vida cuando la nación y su sociedad lo demandaran. Y así lo hicimos.•

KRASSNOFF VS. INFORME RETTIG

¿Cómo murió Miguel Enríquez?

Con su versión - nunca antes publicada- sobre cómo murió el secretario general del MIR, Miguel Enríquez Espinosa, Krassnoff contradice las informaciones entregadas por agrupaciones de izquierda y por la Comisión Rettig. Se respalda en la investigación que el Ejército realizó durante dos meses antes de decidir entregarle - en la persona del general Pinochet- la medalla al valor militar, con lo cual se convirtió en el único en recibirla desde la Guerra del Pacífico.

El hecho ocurrió el 5 de octubre de 1974 en una vivienda ubicada en la comuna de San Miguel. En el lugar estaban, además de Enríquez, su pareja Carmen Castillo y otros individuos que consiguieron huir.

Éste es el relato de Krassnoff:

"Ese sábado, cerca de las 14 horas, recorremos en dos vehículos varias veces las calles. Van conmigo dos agentes, más una ayudante de 19 años que operaba como mi secretaria. No obtenemos nada, pero cuando nos retirábamos vecinos nos dicen que en una casa entran y salen vehículos, escriben a máquina toda la noche y hay un señor que parece inválido porque entra sin bajarse".

"La información había que comprobarla tocando el timbre y si salía una señora diciendo que no pasa nada, nos íbamos, así de simple. Pongo a la mujer a cargo de los vehículos, a un segundo en una esquina y voy con el otro integrante hacia la puerta de la casa. Cuando cruzábamos frente a la ventana, quien iba a mi lado me dice '¡Cuidado Miguel!' y me empuja y me tira al suelo. Había escuchado el movimiento del cierre de un fusil cargándose. Entonces pasa sobre nosotros una andana de tiros impresionante".

"No disponíamos de ningún tipo de comunicación y la única manera de llamar a la central era por teléfono. Mandé a ubicar uno y mientras disparé mi fusil Aka parapetado en un poste frente a la casa. Escuché tiroteo en otro lado, pero no vi a ningún adversario. De repente apareció un fulano en la azotea con un lanzacohetes soviético antiblindaje y me dispara. Afortunadamente, por la poca distancia, el proyectil no alcanza a desarrollar su máxima explosión y vuela una moto y parte de la casa que tenía detrás, pero a mí no me pasó nada. En eso se me acaba la munición y me tengo que retirar".

"Cuando vuelvo, un equipo de Investigaciones se introducía en la casa. Lo detuve porque podría haber cazabobos y explosivos, y entro. Me encuentro con una mujer embarazada desangrándose, tendida en el piso con su fusil. Creí que estaba muerta, pero vivía. Con su ropa traté de parar la abundante sangre de su hombro y antebrazo. Y cuando me avisaron que llegaron ambulancias la tomé bajo mi protección, la puse en una de ellas con un ayudante mío y la llevaron urgente al Hospital Militar. Sobrevivió gracias a la oportuna atención médica. Era Carmen Castillo Echeverría, conviviente de Miguel Enríquez, sobrina de Jaime Castillo Velasco, actual presidente de la Comisión de Derechos Humanos e hija del actual alcalde de La Reina".

"En eso, el hombre que dejé a un costado de la casa se enfrentó con Enríquez. Estaba herido, trató de subir por una pared y, al asomarse, fue conminado a levantar las manos y a no moverse. Pero siguió, se le volvió a insistir y sacó un revólver calibre 38. El agente reaccionó en defensa propia y Enríquez cayó muerto".

"A las cuatro o cinco de la tarde (más de dos horas después) llegaron fuerzas de Carabineros y militares para cercar el perímetro. Yo estaba en el hospital verificando el estado de Carmen Castillo. Cuando comenzó a recuperarse tuvimos conversaciones muy largas hasta que se fue a Inglaterra (yo mismo la fui a dejar al aeropuerto) y nunca más supe de ella. En 1992 me llamó por teléfono, pero no la atendí. Me mandó un mensaje a través de un personaje político importante en el gobierno militar. A éste le impresionó cómo se refería a un adversario. Quería tomar contacto para agradecerme. No acepté porque cumplí con mi deber y no tenía que aceptarle agradecimientos a quien me quiso asesinar".

Una extraña relación

La historia hasta ahora conocida contradice la versión de Krassnoff.

Según el Informe Rettig, "la casa donde se ocultaba Miguel Enríquez fue rodeada por un nutrido contingente de agentes de seguridad, el que incluía una tanqueta y un helicóptero, quienes comenzaron a disparar (...) Enríquez cayó en el enfrentamiento recibiendo, según el protocolo de autopsia, 10 impactos de bala".

En el libro "El rebelde de la burguesía", de los periodistas Daniel Avendaño y Mauricio Palma, se asegura que "eran cerca de 50 hombres que se aprestaban a atacar al líder del MIR (...) Sintiéndose desesperado, abrió fuego, siendo inmediatamente replicado por las fuerzas militares (...) Agentes de la Dina arrojaron una granada al interior del hogar. Enríquez fue herido".

En su libro "Un día de octubre en Santiago", Carmen Castillo protagonista del enfrentamiento, describe: "De pie sobre el muro de adobe, a cien metros de la casa celeste de Santa Fe, Miguel gritó: "Detengan el fuego... ¡Hay una mujer embarazada, herida!" Los hombres al acecho se irguieron y avanzaron sobre la humilde casa. Miguel saltó el muro y empujó el arma: una ráfaga de metralleta desgarró el aire. De todas partes resonaron balazos. La mujer que lava la ropa lo vio a través de la rendija de los tablones. Miguel disparó una ráfaga. Miguel se desplomó sobre la artesa, el lavadero".

Según ella, ignoraban que una esquirla de granada lo alcanzó a los 15 minutos de iniciarse el enfrentamiento, "y no sabrán que peleó solo, durante más de dos horas".

Sin embargo, algo sorprendente ocurre en Castillo, quien escribe en tercera persona. Ella se impresiona con Krassnoff. Reconoce en la publicación haber creído que "fue el bueno de la historia".

Fueron muchas las visitas que recibió de Krassnoff en el Hospital Militar, donde se restablecía de sus heridas. "¿Cómo hablar del capitán Miguel Marchensko (sic)? Aún hoy esto es lo que más difícil me parece". Y Carmen Castillo hace una confesión por lo menos ambigua: "Desea su llegada, sus preguntas. Ella lo espera".

El último consejo de Krassnoff, cuando, con Manuel Contreras, la fue a dejar al aeropuerto: "Jamás lo olvides: tú no fuiste torturada".

HISTORIA FAMILIAR
Hijo de desaparecido

La vida de Krassnoff es una trágica paradoja. Su abuelo combatió contra la revolución bolchevique como comandante en jefe de los cosacos, y en la Segunda Guerra Mundial luchó (con el padre del oficial chileno y un tío) contra los comunistas con el apoyo del Ejército alemán en la operación Barbarroja. Cuando el Ejército cosaco se estableció en Austria, donde su padre conoció a su madre, Dhyna (curioso nombre, que se relacionará con el destino del oficial) y se casaron, los ingleses, que controlaban el país, apresaron en 1945 a los cosacos y los enviaron a Moscú.

Los tres fueron colgados en 1947 en la Plaza Roja y sus restos hechos desaparecer.

Miguel Krassnoff nació en 1946 en Austria y, por arreglos del embajador chileno, fue trasladado con su madre a Chile. Sin conocer esta experiencia (ella le ocultó los hechos para alejarlo de la carrera de las armas), se enroló en la Escuela Militar, donde destacó, quedando atrapado en su destino criollo. De los Krassnoff, que surgieron en Rusia en el siglo IX, sólo queda su pequeño entorno familiar y su caso es famoso en Rusia, ya que ha sido ampliamente descrito en "Izveztia" y las revistas cosacas rusas.

- Como soy nieto, hijo y sobrino de detenidos desaparecidos - plantea con fuerza- entiendo perfectamente este sufrimiento.

- Sin embargo, se ha dicho que ello alimentó su odio a los comunistas...

- ¡Jamás! Es inaceptable. Las mentes desquiciadas de los que profesan filosofías relacionadas con el marxismo pueden tergiversar este sentimiento de ser hijo de detenido desaparecido como una suerte de revancha, de venganza. Pero no siento odio por ninguna persona que me haya causado tanto daño.

- Pero se le acusa de desaparecer personas.

- Por formación familiar y profesional, rechazo categóricamente todo lo que diga relación con las desapariciones forzadas de personas. Como lo sufrí en carne propia, no me iba a prestar para hacer lo mismo.

CARRERA MILITAR
"Tuve mis legítimas aspiraciones"

- ¿Frustrado por no llegar a general?

- Tuve y tengo mis legítimas aspiraciones y, según mis calificaciones de una carrera normal, éstas eran acceder al alto mando. Sin embargo, fue frustrada por haber pertenecido a un servicio de inteligencia y por todas estas mentiras. Esto me fue comunicado personalmente por el Comandante en Jefe de la época, mi general Izurieta. Le di las gracias por su deferencia, porque nunca se dan explicaciones, pero le dije que hubiera preferido otra razón, como decirme que no reunía las condiciones.

- ¿Por qué declaró con uniforme?

- Porque jamás he tenido nada que ocultar. Así planteé: aquí estoy como coronel del Ejército de Chile; luzco mi uniforme con mucho honor, porque no he hecho nada que pudiera mancharlo, y mucho menos a mí, mis subalternos y mi querida y respetada familia. No sé por qué me han transformado en emblemático y han querido estigmatizarme.

PROCESOS EN CONTRA
Su situación judicial

Miguel Krassnoff está siendo procesado por 44 casos de miristas desaparecidos que pasaron por Villa Grimaldi. La Justicia Militar lo ha sobreseído en varios de ellos, los que han sido retomados en lo criminal civil. A la vez, la Corte de Apelaciones de Santiago debe resolver sobre la condena a 10 años y un día por homicidio calificado del mirista Humberto Menanteau.

La primera declaración judicial la realizó hace 25 años, en pleno período militar frente al ministro Servando Jordán. Ha permanecido sin libertad dos años en forma interrumpida. Tiene 14 procesos por secuestro calificado, que conducen cinco jueces, que investigan causas similares.

En los tribunales figuran las declaraciones de Patricio Negrón, ex encargado de organización nacional del MIR, quien permaneció en Villa Grimaldi entre febrero y mayo de 1975.

Negrón, quien ha sido careado con Krassnoff, dijo a Reportajes que "cuando caigo detenido y llego a Villa Grimaldi, Krassnoff se me presentó y me dio su nombre y su grado: capitán de Ejército. Yo estaba vendado. Me ofreció que colaborara y como no respondí me comienzan a golpear delante suyo y después ordena que me lleven a la parrilla".

El ex agente de la Dina, Nibaldo Jiménez Santibáñez, relató al ministro de fuero Juan Guzmán Tapia, según consta en el proceso, que "se mandaba a los individuos al mar en una reunión que se hacía con los jefes del grupo en ese tiempo, los capitanes Miguel Krassnoff Martchenko, Maximiliano Ferrer Lima, otro de apellido Barrieta, que representaban a los diferentes cuarteles (...) (Contreras) era quien revisaba las listas y, en definitiva, era quien decidía la suerte de los detenidos".