26 de febrero de 2006

Sr. Director:

Hace unos días se hicieron públicos los datos sobre los abortos realizados en España en el año 2004. Ante el disparatado crecimiento de los mismos -que ya son 85.000 anuales constituyendo la primera causa de muerte en España- la Ministra de Sanidad, como conclusión, expresó que "ninguna mujer desea abortar". Más de 230 niños mueren al día en España y a la ministra sólo se le ocurre eso. Triste panorama.

Mientras tanto, distintas organizaciones de defensa de la vida humana y de apoyo a las mujeres, se cansan de solicitar a las instituciones reuniones y acuerdos de trabajo. ¿El resultado? El de siempre: abandono total y absoluto de las mujeres que por distintas causas se ven empujadas normalmente por otras personas al drama del aborto.

¿Qué institución asesora a estas mujeres y les pone en situación real? ¿Cuántos practicantes de abortos les ofrecieron asistencia psicológica para superar la situación tan difícil que viven cuando llegan a ese extremo? ¿Qué organización con ingresos de dinero público le ofreció ayuda para sacar adelante a su hijo? ¿Cuantos negocios abortistas situaron a las madres en apuros ante una máquina para ver la ecografía de su hijo? ¿Por qué los únicos que brindan apoyo a las madres y soluciones reales -piso, trabajo, alimentos para el bebée;- tienen que ser organizaciones no institucionales, sostenidas por el esfuerzo de unos pocos socios sin ningún sustento oficial? ¿Por qué a las mismas Ministras, Consejeras, Delegadas, etc, se les cae la boca hablando de derechos de la mujer y no se les cae la cara de vergüenza ante la ausencia absoluta de ayudas a la mujer que lo necesita?

El resultado, 85.000 niños que no merecieron que se hiciera el mínimo esfuerzo por salvar su vida. 85.000 madres que en la mayoría de los casos son forzadas a llegar a ese extremo, no son informadas de lo que significa, no se les ofrece ni una alternativa y luego se les abandona para que vivan con las silenciadas y trágicas secuelas del aborto. 85.000 personas, como usted y como yo, cuya muerte se enmascaró tras un tenebroso disfraz de progreso y a cuyo exterminio se le ha dado carta de legalidad.

Ninguna mujer desea abortar, dice la ministra. Entonces ¿a qué espera ella para ofrecer una mínima alternativa, una mínima solución, una mínima esperanza?

Atentamente,

Gonzalo García Yangüela.

 

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