El 15 de abril de 2003, el diario El País publicaba, en su edición de Andalucía, un artículo del presunto historiador Ian Gibson en la que soltaba una mas de sus muchas estupideces con la figura del General Queipo de Llano como objetivo. A continuación reproduzco tanto el panfleto de Gibson como la respuesta que envié a El País y que fue publicada el 29 del mismo mes, algo recortada, en la misma edición de de Andalucía de El País.



Queipo y la propaganda.
IAN GIBSON.

El embustero profesional Ian Gibson

Para Gerald Brenan, que le escuchaba horrorizado desde Málaga, no cabía duda de que Gonzalo Queipo de Llano era un "sádico nato". Arthur Koestler estaba de acuerdo. El joven periodista del News Chronicle de Londres había llegado a Sevilla a finales de agosto de 1936 con una carta de presentación para Queipo firmada por Gil Robles, y asistió en Unión Radio a una de sus arengas. Después, el general le describió durante diez minutos, "en un torrente ininterrumpido", y con una plétora de detalles repugnantes, las atrocidades que, según él, se cometían en la zona republicana: mujeres preñadas desventradas, fetos destrozados, dos niñas de ocho años atadas a las rodillas de su padre, violadas y luego los tres rociados con gasolina e incendiados... Mientras hablaba, al general se le iba formando una extraña espumilla en las comisuras de los labios, y sus ojos volvían a adquirir el brillo que Koestler había notado mientras hablaba, exaltado, ante el micrófono. El periodista llegó a la conclusión de que se trataba de "una perfecta demostración clínica de psicopatología sexual".

Hace diecisiete años reuní en un libro las charlas radiofónicas emitidas por Queipo desde Sevilla durante los primeros dos meses de la guerra. Había tratado de localizar grabaciones de las mismas. En vano. Probablemente nunca hubo. Por lo cual tuve que contentarme con transcribir las versiones de las charlas publicadas, sobre todo, en la prensa sevillana, versiones que, pese a la censura de los propios rebeldes, contenían barbaridades inconcebibles, ajenas a cualquier noción de decencia humana.

Antonio Bahamonde y Sánchez de Castro fue delegado de Propaganda del general durante los primeros dieciocho meses de la guerra (luego logró escapar a la zona republicana). En Un año con Queipo. Memorias de un nacionalista (Barcelona, 1939), contó, con pelos y señales, cómo se fabricaban los bulos, difundidos noche tras noche por el general, acerca de las bestialidades cometidas por las "hordas rojas" en distintas zonas del país (casi siempre debidamente vagas y lejanas). El efecto de los mismos sobre las derechas y las fuerzas sublevadas fue fulminante, y dio lugar a incontables atrocidades de verdad- El libro de Bahamonde, que no niega la existencia de asesinatos en territorio republicano, está escrito con encomiable mesura y merece ser reeditado, entre otras razones porque muestra a Queipo como precursor no sólo de los propagandistas nazis, que aprendieron de él, y bien, sino de los que estos días nos desorientan, o pretenden hacerlo, con sus versiones interesadas de lo que está ocurriendo en Iraq.

Repasando las charlas del "virrey de Andalucía" me he sentido abrumado una vez más por la vileza a que fue capaz de llegar aquel ex republicano energúmeno que hoy reposa en la Macarena con todos los honores y, según nos asegura su lápida mortuoria, "en la paz del Señor". El hecho es que, con sus sanguinarias jactancias, incitaciones y tergiversaciones, Queipo de Llano traicionó sistemáticamente a la religión de Cristo. Qué dolor para Sevilla, la otra Sevilla.

 

 

 

Gonzalo Queipo de Llano y Sierra

 

Gibson y Queipo de Llano.
Gonzalo García Yangüela.

La verdad es que contestar al panfleto publicado por Ian Gibson en la edición de El País - Andalucía del 15 de Abril se me hace muy difícil, porque, para entendernos, no hay por donde agarrarlo.

El tradicional odio y rencor que Gibson ha mostrado siempre por la figura del General Queipo de Llano (él sabrá porqué) vuelve a reflejarse en unas líneas plagadas de mentiras, suposiciones e inconsistencias.

Para empezar, habla Gibson del supuesto brillo que al general se le encendía en los ojos cuando describía las atrocidades cometidas en zona roja (discúlpeme, Gibson, pero es que se llamaba así, roja, no republicana, al igual que los mandos lo eran del ejército "rojo", no republicano, no porque yo lo diga, sino porque ellos lo decían). Debe saber Gibson (y lo sabe, lo que pasa es que lo oculta por algún oscuro interés) que en las primeras semanas de la guerra, parte de la familia del general estaba en Málaga, en zona roja, y que su nieto mayor, de 16 meses, estaba buscado "vivo o muerto" (CON 16 MESES) por las autoridades "leales". Debe saber, y sabe, igualmente, que las autoridades "leales" de Málaga difundían por sus emisoras de radio la noticia de la captura y ejecución de la familia del general, incluido su nieto (insisto, de 16 meses). La misma propaganda republicana que se jactaba del fin que esperaba a "los facciosos". No fue hasta que su hija pudo huir de Málaga con su nieto cuando el general supo que su familia estaba a salvo. Invito a quien quiera a que intente ponerse en esa posición, suponiendo lo que le han hecho a la hija de uno y a su nieto, un bebé de 16 meses, día tras día, semana tras semana, sin saber qué ocurrirá con ellos. Y poniéndose en ese lugar, que venga Gibson ahora a contarnos que el brillo de los ojos del general eran la "perfecta demostración clínica de psicopatología sexual". Gibson sabe perfectamente que lo que cuento es cierto, pero lo calla, lo esconde y si es preciso, lo negará. Él es así.

Para seguir la fiesta, habla Gibson de que las versiones de lo que el general contaba por la radio eran barbaridades inconcebibles ajenas a la decencia humana. Es curioso. Lo ajeno a la decencia humana para Gibson era el contarlo, no el que ocurriera, en mayor o menor medida. Sabe Gibson muy bien, y vuelve a esconderlo, que en Málaga se llegó a exponer un bebé descuartizado ante la turba, que se jactaba de estar ante el desmembrado nieto de Queipo. Ignoro si eso, para Gibson, es ajeno a la decencia humana o no. Y sabe Gibson, muy bien, lo que se hacía en zona roja.

Sigue Gibson con sus espumarajos. Pretende denunciar la maquinaria de propaganda puesta en marcha por el general, sin hablar de lo que decía la radio "leal" desde Málaga, pero pretendiendo que sus fuentes sean tomadas por imparciales, y sin duda asegurará que un libro publicado en Barcelona en el 39 será un monumento a la objetividad. Claro. Como los suyos.
Tiene la desvergüenza Gibson de decir que la descripción de las atrocidades cometidas en zona roja (las cuales, sin llegar a negarlas, pretende suavizarlas diciendo que sus fuentes no niegan asesinatos en territorio republicano, como si alguien con medio dedo de frente pudiera negarlos, no en territorio, sino por las autoridades de la república) desencadenaron "atrocidades de verdad" (vamos, lo dicho, que las de la zona roja eran de broma). Ni un dato, ni una fecha, ni un lugar... Gibson en estado puro. Matar al mensajero. La culpa es de Queipo, pase lo que pase, aunque no tenga nada que ver. Dice Gibson que el libelo en el que se apoya -"escrito con encomiable mesura", dice- merece ser reeditado "porque presenta a Queipo como precursor no sólo de los propagandistas nazis (...) sino de los que estos días nos desorientan o pretenden hacerlo" con referencia a Irak. Es decir, que el libro es válido en función de su mesura y de lo que presente, no de su veracidad y objetividad... mas Gibson en estado puro. Sigue sabiendo Gibson, perfectamente, que el general conocía y detestaba el régimen nazi y sus métodos. Comparar una cosa con otra es una muestra mas del estilo Gibson. La utilización de la propaganda por el general Queipo de Llano tenía una función clara, que era la de mantener la moral de quien aguardaba en zona roja la llegada de los nacionales, y hacer creer a los republicanos que su resistencia era inútil, para debilitar sus líneas. Comparar esto con el presentar a la opinión pública informaciones falsas para justificar una agresión militar es comparar huevos con castañas.

Completa sus exabruptos Gibson sintiéndose "abrumado una vez mas por la vileza a que fue capaz de llegar aquel ex republicano energúmeno". En cambio otros no nos sentimos abrumados por la vileza de Gibson, dado que a su edad, y tras tantos años de mantenerla y no enmendarla, no vamos a pretender que a estas alturas Gibson busque la objetividad y la verdad. Por cierto, que también sabe Gibson que eso de "ex republicano" es falso, pero le queda bonito para su soflama.

Y frente a su traca final, habría que decir que reposa en la Basílica de la Macarena con los honores que le confieren el haber tenido la responsabilidad de salvar a Sevilla de la situación en la que estaba, salvando de la destrucción tanto a la imagen de la Virgen Macarena como a tantos vestigios de religiosidad popular perseguidos por la república. O por su cuota de responsabilidad por lo que hizo por la construcción de esa Basílica. Y entienda Gibson que la Paz del Señor será Dios quien la otorgue o la niegue, pero que espero que el Creador tenga menos reparos en otorgar esa Paz a quien supuestamente utilice "tergiversaciones" que a quien mutile niños por ser nietos de. Que la supuesta traición a la religión de Cristo, por la que tanto se preocupa Gibson, curiosamente, no debe referirse a la obra social impulsada por el general después de pacificada Sevilla, que no tiene igual en la historia moderna de la ciudad. Los patronatos, las casas, los centros benéficos que se crearon por impulso de Queipo de Llano, de eso no habla Gibson. O quizá eso es lo que quiere decir con el dolor para "la otra Sevilla". ¿Será esa otra Sevilla la que empezó, por vez primera en siglos, a salir de la miseria, de la marginación y de la exclusión gracias al empeño de ese "virrey" al que Gibson detesta?

Atentamente,

Gonzalo García Yangüela

 

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