Quizás debería titular a mis recuerdos "aquellas canciones". Hay cosas en la vida que no decides y una de ellas es nacer en un determinada familia. "Aquellas canciones", no son ni más ni menos que las que oía cantar a mis padres y yo misma, ya a los dos años , cantaba , o más bien, balbuceaba en un magnetofón. Papá Ciro ponía el record y cada uno de mis hermanos nos divertíamos grabando e interpretando la canción del momento. Esto, que era un simple juego, hizo que la música se convirtiera en mi primera afición y posteriormente, en mi profesión.

El ambiente familiar había sacado mi vena artística y luego el colegio me dio un campo abierto para desarrollarla. Por supuesto, formé parte del coro en el que hacía la voz alta, y Belén, ya entonces hacía la baja. Para mí era vital asistir a los ensayos, hacer voces o cantar en solitario. Hubo un objeto que empezó a darnos juego y éste fue una guitarra que nos regalaron. Os aseguro que a nivel musical empezó otro mundo; ahora podía acompañarme con unas cuantas notas. Me apasionaba aprender lo que otros ya sabían y ponerlo en práctica con canciones que me gustaban.

Como en casi todos los colegios, dos o tres veces al año había festivales y concursos, y yo pasé a ser la encargada de elegir y preparar las canciones de mi curso. Esta clase de concursos te motivaban, supongo que lo habrán hecho muchos de los artistas ahora conocidos. Tan solo contaba con ocho años. Estaba además el aliciente de competir y llevarte un trofeo, así que siempre te rompías el coco para hacer una canción ganadora.

Como mi interés principal en esta vida era la música supuse que pasar por el conservatorio tendría que ser lo máximo. En la solicitud de ingreso una de las preguntas era razones por la que te gustaría matricularte y yo simplemente escribí: "...para mi tocar la guitarra y cantar es toda mi vida, no podría hacer otra cosa". A la semana llamaron a mi casa para decirle a mi madre que estaba admitida. Tenía nueve años.

No puedo decir que todo mi paso por el conservatorio fuera negativo. Recuerdo las prácticas de solfeo, canto y coral como un divertimento, pero sin embargo la teoría como el tiempo más tedioso de mi vida. No sé ahora, pero cuando yo asistí, desde luego, la metodología era la menos adecuada del mundo. Lo mismo pasó cuando más adelante decidí tomar clases de guitarra; todo era cuadriculado y no había jamás forma de dar tu propia interpretación de un tema. Siento tener que decir que lo dejé por aburrimiento. Ojalá que allí me hubiera tropezado con ese profesor ideal que te motiva... pero... así es la vida.

Como veis todo esto de la música nos llegó a nosotras como ciencia infusa. Recuerdo a los catorce años cuando un amigo me comentó que había un concurso en el que el primer premio eran 25.000 ptas. Por supuesto, la canción tenía que ser inédita, convencí a Beatriz y nos inscribimos dos horas antes de que empezara. Nos inventamos un nombre de grupo en dos segundos y salimos con el primer premio debajo del brazo (ese fue uno de nuestros primeros sueldos). Más adelante participé en concursos internacionales (Holanda y Portugal) en donde también, afortunadamente, gané el premio a la mejor solista. Pero este es otro capítulo de mi vida que quizás en una segunda toma os contaré.

Siempre hemos sido unas personas bastante independientes y con ganas de conocer mundo. Cuando terminé C.O.U. y antes de comenzar Empresariales, tenía un dinero ahorrado y compré un billete para Londres, en donde pasé un tiempo. Trabajé, viví, observé y disfruté en esta ciudad; es un lugar que regala continuamente un montón de sensaciones. Contacté con músicos de todo el mundo, toqué en la calle, en pubs, a veces en solitario y otras con bandas locales. Esta fue la época rockera de mi vida. Londres me marcó musicalmente, de la misma forma que más adelante lo harían otras ciudades como Nueva York. Son lugares que te abren la mente en todos los aspectos y son ciudades en las que la música y la cultura en general, están presentes siempre.

Mucho antes de este viaje, cuando tenía quince años, empecé a hacer maquetas de música que por entonces me interesaba: música soul, country-rock americano. No sé cuantas maquetas hice, pero os puedo asegurar que fueron un montón. Beatriz y Belén, andaban cada una por su lado con sus músicas, sus maquetas y sus historias. Grabamos con diferentes bandas o en solitario algunos programas de televisión locales (cada semana cambiábamos de nombre para salir de nuevo en televisión, hasta que se dieron cuenta, pero ya era demasiado tarde. Éramos como de la casa y a partir de entonces siempre contaban con nosotras juntas o por separado cuando necesitaban un grupo).

Durante años estuvimos enviando maquetas y las grabaciones de televisión a todas las discográficas y durante los años nada, absolutamente nada, se movía. Hasta que un día, instigadas por el resto de la familia, decidimos unirnos y plasmar en una nueva maqueta la música que desde siempre oíamos y cantábamos en casa: música negra - esta ya es una historia que conocéis -.

Ahora sí que creo en lo de que "el que la sigue la consigue" porque nuestra carrera musical no ha sido más que un ejercicio de paciencia, tesón, ilusión, desilusión y de hacer lo que más te gusta en este mundo. Después de cinco discos, afortunadamente disfruto trabando, preparando las giras, componiendo, cantando, supervisando cada detalle de nuestra carrera. Sigo viendo a los amigos de antes y también he conocido gente nueva fascinante. Me gusta viajar y compartir experiencias y sigo siendo, sobre todo, la misma persona que balbuceaba "aquellas canciones".

ESCRITA POR SARA (1998)