¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación?

Arturo Wallace-Salinas
Facultad de Ciencias de la Comunicación
Universidad Centroamericana, UCA.

1. El concepto

La historia de la humanidad está indisolublemente ligada a eso que solemos llamar comunicación. En más de un sentido podemos afirmar que no existe ninguna actividad humana que no se relacione, de una forma u otra, con ese concepto. Desde sus mismos orígenes los seres humanos se han estado comunicando entre sí y con su entorno de innumerables maneras, haciendo uso para ello de todos sus sentidos: tacto, gusto, olfato y especialmente la vista y el oído. Como bien dice Postman (1885), es precisamente nuestra capacidad para comunicarnos "lo que nos hace humanos, nos mantiene humanos y, en última instancia, define lo que la palabra humano quiere decir".

En donde quiera que existen los seres humanos existe un lenguaje, el que representa la unidad básica de todo proceso comunicativo y el sustento mismo de toda forma de organización social. Nuestra sociedad se formó a si misma con la ayuda del lenguaje, ya que es tan sólo a partir de la acción de comunicar que los seres humanos podemos actuar conjuntamente en la persecución de objetivos comunes.

Los valores que compartimos y las explicaciones que le damos al mundo también están íntimamente relacionadas con nuestra capacidad para comunicar. No en balde la palabra comunicación proviene del latín communis, que quiere decir "común". Una etimología que también es compartida por el término "comunidad" y que viene a evidenciar la estrecha relación existente entre una sociedad determinada y los medios de comunicación que emplea para estructurarse. Así, cada transformación en materia de comunicación nos afecta a nivel individual y colectivo, condicionando en mayor o menor medida nuestra forma de pensar, nuestra concepción del mundo, nuestros sistemas de valores (McLuhan, 1996) y toda la estructura social (Bell, 1985). Como señala Thompson:

"...podremos comprender el impacto social del desarrollo de nuevas redes de comunicación y de flujo de información sólo si dejamos de lado la idea intuitivamente plausible de que los medios de comunicación sirven para transmitir información y contenido simbólico a individuos cuyas relaciones con otros se mantienen fundamentalmente inmóviles. Debemos ver, en lugar de ello, que el uso de medios de comunicación implica la creación de nuevas formas de acción e interacción en la sociedad, nuevos tipos de relaciones sociales y nuevas maneras de relacionarse con los otros y con uno mismo" (1998:17).

Pero entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de comunicación?. Si nos remitimos a su etimología, comunicación significa sencillamente "poner algo en común". Otra definición sencilla y comúnmente aceptada, tal y como aparece formulada en la Encyclopaedia Britannica, es "intercambio de significados entre individuos mediante un sistema de símbolos común". La misma Enciclopedia Británica también registra una definición algo más compleja, pero por ello mismo más completa: "Existe Comunicación cuando una mente actúa sobre su entorno de manera tal que otra mente resulta influenciada, produciéndose en esa otra mente una experiencia similar a la experiencia en la primera mente, causada en parte por esa experiencia".

La complejidad de esta definición está estrechamente ligada con la pluralidad de formas en las que puede tener lugar el acto de comunicar. Diversas investigaciones han permitido identificar por lo menos 40 variedades de aproximaciones disciplinarias a este tema, incluyendo interpretaciones arquitectónicas, antropológicas, psicológicas, políticas, etc. de la aparentemente simple interacción que describe el concepto comunicación. En total, si se toman en cuenta formas de comunicación informales como la atracción sexual o el comportamiento a la hora de jugar, existen por lo menos 50 modos de comunicación interpersonal analizados hasta la fecha por docenas de disciplinas intelectuales. Y la naturaleza del ser humano como criatura comunicante ha estimulado una serie de avances en la ciencia y la tecnología que han conducido a una complejidad y diversidad cada vez mayor en nuestros mecanismos de comunicación, extendiendo de esta manera el campo de lo que puede ser incluido en este concepto.

Por todo ello, resulta más que pertinente interrogarse acerca de la conveniencia de una única definición para referirse al fenómeno de la comunicación. Sin embargo, existen autores que se han interesado en estudiar los diferentes elementos comunes al acto de comunicar sin importar la forma que éste tome. Para Schramm (1997) tres son los elementos básicos de todo proceso comunicativo: la fuente, el mensaje y el destino. O lo que es igual: el emisor, el mensaje y el receptor. El emisor puede ser lo mismo un individuo, que una empresa o un grupo social. El mensaje puede presentarse de diferentes maneras (palabras, gestos, sonidos, olores o complejas combinaciones de uno o más de estos elementos). Y el receptor puede también identificarse a nivel individual como grupal o colectivo.

Sin embargo, a pesar de su utilidad para aproximarse al proceso comunicativo este simple modelo no da cuenta de todos los elementos que intervienen en el acto de comunicar. Su constante complejización a partir de la incorporación de categorías como código, subcódigo, codificador, decodificador, señal, canal, contexto, ruido, feed-back, etc, etc., ha sido una constante que también demuestra la dificultad de aislar en una formula a la comunicación.

2. La Disciplina

La omnipresencia de la comunicación en las actividades humanas, y en particular en los diferentes procesos sociales en los que hemos venido interactuando desde nuestros orígenes, no coincidió sin embargo con su pronto establecimiento como un área de estudio independiente. Y de hecho también ha contribuido de manera significativa a la indefinición del campo de estudio de las denominadas Ciencias de la Comunicación.

Como destaca la Enciclopedia Británica, si bien la comunicación ha sido un tema de interés de intelectuales y académicos desde la antigüedad, hasta hace muy poco su estudio se había mantenido sumergido en diferentes disciplinas, siendo asumido simplemente como un proceso natural, inherente a cada una de ellas. Varios psicólogos interesados en el estudio del comportamiento y la mente terminaron desarrollando conceptos de comunicación útiles para sus investigaciones y para determinadas formas de terapia. El trabajo de diferentes cientistas sociales remite a diversas formas de comunicación a través de las cuales mitos, estilos de vida, costumbres y tradiciones pasan tanto de generación en generación como de un segmento social al otro. Politólogos y economistas reconocen que varias formas de comunicación están en la base del orden social. Mientras, bajo el impulso de las nuevas tecnologías, matemáticos e ingenieros han tratado de cuantificar y medir los coeficientes de información transmitida y han tratado de desarrollar mecanismos para optimizarlos. Numerosas y variadas interrogantes también han impulsado a artistas, arquitectos, artesanos, escritores y demás, a preguntarse por la influencia de los diferentes tipos de comunicación existentes en nuestra sociedad.

Semejante multiplicidad de enfoques, intereses y perspectivas ha llevado a gente como Garnham (1979) a sostener que "la comunicación no es una ciencia, ni una disciplina, y ni siquiera un objeto de estudio coherente. Es una simple ilusión fomentada por la multiplicidad de significados que encierra la palabra comunicación".

A pesar de ello, es posible identificar una aproximación más o menos coherente al tema de la comunicación, y en particular de la comunicación masiva, que empezó a gestarse en los Estados Unidos a partir de la década de los 20. La razón: el rápido crecimiento y la evidente influencia de los medios de comunicación masiva sobre la sociedad. La investigación en comunicación de masas, sin embargo, tampoco ha logrado definir claramente su propio objeto de estudio y sigue marcada por profundas divisiones teóricas y epistemológicas. Y es que como todo consumidor de los medios sabe:

"las comunicaciones de masas son una realidad integrada por muchos aspectos distintos: reglamentaciones legislativas escurridizas, por lo que se refiere a la ordenación jurídica del aspecto televisivo; intrincadas operaciones financieras en torno a la propiedad de algunos medios; episodios clamorosos sobre la no realización de algún programa considerado 'incómodo'; crisis, fracasos y triunfos de las diversas estructuras productivas cinematográficas; recurrentes polémicas sobre los efectos nocivos que los medios ejercerían sobre los niños; entusiasmo y alarma ante las nuevas tecnologías y los escenarios prefigurados por las mismas. La lista podría ser más larga y serviría para confirmas que los medios constituyen al mismo tiempo un importantísimo sector industrial, un universo simbólico objeto de consumo masivo, una inversión tecnológica en continua expansión, una experiencia individual cotidiana, un terreno de enfrentamiento político, un sistema de mediación cultural y de agregación social, una manera de pasar el tiempo, etc.

Todo esto, evidentemente, se refleja en la forma de estudiar un objeto tan proteiforme: la larga tradición de análisis (sistemáticamente indicada con el término mass communication research) ha seguido los distintos problemas surgidos a lo largo del tiempo atravesando perspectivas y disciplinas, multiplicando hipótesis y enfoques. De ello ha surgido un conjunto de conocimientos, métodos y puntos de vista tan heterogéneo y disforme, que hace no sólo difícil sino tal vez insensato cualquier intento de ofrecer una síntesis satisfactoria y exclusiva (Wolf, 1987).

Así, los esfuerzos por delimitar con claridad los límites del objeto de estudio, alcances, y principios metodológicos, han sido una constante de las denominadas Ciencias de la Comunicación sin haberlo alcanzado de manera satisfactoria hasta la fecha.

En la actualidad, los principales puntos de interés de esta disciplina incluyen, entre otros: (1) los medios de comunicación masiva, la gente que las dirige, las técnicas que emplean y los efectos que ejerce sobre su audiencia; (2) la comunicación persuasiva y los usos de la tecnología para influir en las disposiciones; (3) los procesos de comunicación interpersonal, grupal y organizacional, y (4) el uso de las nuevas tecnologías de comunicación para propósitos sociales y artísticos, incluyendo la educación fuera y dentro de la escuela.

3. La Carrera

Y entonces, ¿de qué vamos a hablar cuando hablemos de comunicación? La institucionalización de este campo académico en Nicaragua es todavía un proyecto en vías de consolidarse, que no ha sido ajeno a las profundas dicotomías que han caracterizado a procesos similares en otras partes del mundo. Y, definitivamente, se trata de un proceso con interesantes implicaciones. Porque ¿qué pasa cuando una disciplina -o mejor dicho, un campo de estudio- ubicado perennemente "en una encrucijada" (Schramm, 1963) se topa con una sociedad que atraviesa un período de profundos cambios y transformaciones, como es el caso de Nicaragua? ¿Qué pasa cuando su objeto privilegiado de estudio -es decir los medios- resulta ser un actor privilegiado de ese proceso de cambio? En ese contexto, ¿cuál debería ser el propósito de la actividad académica vinculada a la comunicación? ¿Cuáles sus objetivos? ¿Cuáles sus métodos?

En el caso nicaragüense (y a pesar de lo que pudiera sugerir el nombre de la Facultad) las denominadas Ciencias de la Comunicación han ido definiendo poco a poco su identidad fundamentalmente a partir de su relación con un conjunto de actividades profesionales vinculadas, de una forma u otra, con el concepto "comunicación", y en particular con los medios masivos. En otras palabras, el campo académico se ha organizado, en nuestro caso, alrededor de la provisión de las herramientas y habilidades orientadas principalmente hacia la practica del periodismo, la producción televisiva y/o radiofónica, la comunicación organizacional, las relaciones públicas, la publicidad, etc.

Esta aproximación cuasi-vocacional, que no es de ninguna manera exclusiva de la experiencia nicaragüense, tiene definitivamente su razón de ser. En nuestro país resulta más que evidente la necesidad de continuar contribuyendo al desarrollo de un periodismo responsable y de calidad que pueda actuar como una herramienta en la consolidación de nuestro incipiente proceso democrático. También resulta obvia la necesidad de formar profesionales capaces en otras áreas de la comunicación, para que puedan acompañar a diferentes sectores de la economía nicaragüense en su tránsito hacia la llamada "sociedad de la información". Es por ello que esta actividad formativa se ha visto acompañada por constantes esfuerzos por impulsar un debate y una reflexión constante que influya positivamente en la forma de hacer comunicación en Nicaragua. Porque después de todo, como sostiene Masterman (1994):

"la formación vinculada a la comunicación es específica a la cultura en la que tiene lugar. Al estar ubicada en la interfaz entre los sistemas socio-económicos, políticos, mediáticos y educativos de un determinado país, la formación en comunicación inevitablemente sigue los contornos de la cultura que la hospeda. Aunque "seguir" tal vez sea demasiado pasivo: la actividad académica vinculada a la comunicación también busca ser una fuerza activa dentro se su propia cultura".

Por ello, si bien la necesidad de formar profesionales de gran capacidad, que al mismo tiempo sean seres humanos integrales con un conocimiento cabal de su realidad, ha sido y sigue la principal misión de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, al lado de esa dimensión "profesionalizante" que concentra la mayor parte de los esfuerzos y capacidades de la Facultad (y la inmensa mayoría de las expectativas de los estudiantes que ingresan a la carrera), hay otra serie de preocupaciones que nunca han dejado de considerarse. Estas preocupaciones no tienen que ver tanto con "el como comunicar" y sí con las implicaciones y consecuencias de las diferentes prácticas comunicativas. La materia de Introducción a la Comunicación lidia con esa dimensión.

Una distinción útil para comprender la diferencia entre estas dos dimensiones (y los dos grandes tipos de materias que existen en el pénsum) es la distinción entre "teorías para la práctica" y "teorías sobre la práctica" que hace Corner (1998).

Las "teorías para la práctica", repartidas en las clases de redacción, prensa, radio, televisión, relaciones públicas (y en una forma u otra en las clases de investigación), son aquellas teorías que tienen una aplicación inmediata y evidente; las que indican o sugieren como hacer algo. Como su nombre lo indica, pueden realizarse, pueden ponerse en práctica y el programa de la carrera de Comunicación Social contempla múltiples posibilidades para hacerlo en los talleres y laboratorios de la Facultad.

Las "teorías sobre la práctica", por su parte, son aquellas que refieren al análisis de las razones, características y consecuencias de una práctica determinada. No tienen por lo general una aplicación práctica evidente pero refieren a una dimensión fundamental del trabajo académico y de investigación. Y su importancia en una sociedad como la nicaragüense no es nada pequeña: las "teorías sobre la práctica" son herramientas que permiten reflexionar y comprender mejor los fenómenos en los que nos vemos inmersos, la realidad que nos rodea. Y esta comprensión, y nuestra posterior capacidad para actuar con cierta autonomía a partir de nuestra propia visión del mundo, es lo único que nos diferencia de las máquinas, las plantas y algunos animales.

Así, en la clase de Introducción a la Comunicación vamos a empezar a hablar de la comunicación como un espacio estratégico para analizar los profundos procesos de cambio por los que atraviesa nuestra sociedad, nuestra comunidad, nosotros mismos. Vamos a hablar de la comunicación y de los medios como actores que tienen una influencia directa sobre los temas de identidad y representación, de comunidad y participación. Vamos a aprender que todo cambio en materia de comunicación condiciona, en mayor o menor medida, la forma en la que nos relacionamos con nuestro mundo, la forma en la que nos concebimos a nosotros mismos, la forma en la que nos explicamos la realidad.

Y que, precisamente por eso, es necesario estudiarla.

Referencias

Bell, Daniel (1985). "La comunicación y el cambio social".
  En De Moragas, Miquel, Sociología de la Comunicación de Masas. Vol IV.
  Gustavo Gili, Barcelona.

Corner, J (1998). Studying Media: Problems of Theory and Method.
  Edinburgh University Press, Edimburgo.

Garnham, Nicholas (1979). Citado en Corner, John. "Three Introductions to Communications Studies".
  En Communication Studies Bulletin, 5, 28-33.

Masterman, L (1994). "Media Education and Its Future".
  En Hamelink, C. and Linné, O (eds). Mass Communications Research: On Problems and Policies.
  The art of asking the right questions.
Ablex Publishing Corporation, Norwood.

McLuhan, Marshall (1996). Comprendiendo los Medios de Comunicación.
   Paidós, Barcelona.

Postman, Neil (1985). Amusing ourselves to death.
  Penguin, Nueva York.

Schramm, Wilbur (1997). "Cómo funciona la Comunicación".
   En: Fernández Collado, Carlos y Dahnke, Gordon. La Comunicación Humana: Ciencia Social.
  McGraw-Hill, México.

Schramm, W (1963). The Science of Human Communication.
  New York: Basic Books.

Thompson, John B (1998). Los media y la modernidad
   Paidós, Barcelona.

Wolf, Mauro (1987). La Investigación de la Comunicación de Masas.
  Paidós, México.