Ciudadano Gay |
"Ya me lo habían dicho. La apariencia es lo que importa. Todo lo
demás son ideales de adolescente que nada o poco tienen que ver con el mundo real.
Hace tiempo que me di cuenta de que era homosexual. Fue ciertamente duro: Yo
no quería serlo. Quería ser "normal", quería que me gustaran las chicas.
Intenté salir con ellas, pero nada. Es más, cuando estaba cerca de alguna notaba que
algo no iba bien. Notaba cierta "repulsión", y eso con los chicos no me pasaba.
Con gran pesar, y a medida que pasaba el tiempo (y con algún libro de autoayuda) logré
aceptarme a mí mismo. Era homosexual (nunca me gustó "marica", ni
"maricón", ni "invertido", ni todas esas cosas). Ahora está de moda
"gay", algo más coloquial, y aparentemente no insultante.
Pensé que en las postrimerías del siglo XX eso ya no era problema (pobre de
mí). Al menos eso es lo que me vendían por periódicos, radio y televisión todos los
días. Allí en cada programa habido y por haber, algún maricón como la copa de un pino
(siempre, eso sí, dentro del estereotipo de la 'loca culta'), alguna mariquita chismosa,
graciosa y puestísima en lo más chic y lás últimas tendencias de la moda soltaba sus
gracias por la tele. Y es que hay quien no concibe la homosexualidad sin 'plumas', sin
desparpajos ni amaneramientos. Si eres maricón, más te vale que salgas 'arrastrada' y
'humillada' desde el principio. No se concibe que un gay o una lesbiana esté a la altura
de cualquier otro miembro de la sociedad. De ser así, podría "serlo
cualquiera", y eso da mucho miedo. ¿Qué pasa si Juan el vecino lo es? ¿Y... si lo
soy yo? Además, siempre es mejor compadecer a esos "pobres desgraciados",
porque siendo ellos desgraciados, mis propias desgracias son más tolerables.
Afortunadamente ya no es ilegal (al menos no explícitamente). La iglesia
(tema que, por cierto, apasiona a muchos maricones reprimidos y otros que no tanto) tolera
la homosexualidad, según parece (hay que estar a la última, faltaría más), pero no las
relaciones homosexuales. Menos mal que la iglesia ya no se mete en política (risas),
salvo quizá en el tema de los nacionalismos (más risas). Otras muchas instituciones,
ciertamente incluso empiezan a tomar consciencia de que realmente los gays existen:
'¿Pero de donde sale tanto maricón?'. En realidad siempre estuvieron ahí, sólo que
ahora ya pueden dar la cara, porque ya no les quemarán vivos por ello.
Nunca pensé que a los demás les importara tanto lo que yo hiciera con mi
polla (ni con la polla de algún otro, la verdad). Pero parece que así es. Por ejemplo,
cuando era chico, fui con la pandilla a cascármela en nuestro escondrijo secreto. Mi
error fue contárselo al cura en confesión. Extasiado con tal relato, me hizo contárselo
repetidas veces (ignoro por qué), y siempre que volvía a confersarme, me preguntaba si
lo había vuelto a hacer con inusitado interés. Parecía gustarle mis relatos (algunos de
ficción), y una vez, incluso, que estábamos a solas en la iglesia, me hizo pasar al
confesionario, y me confesó sentado yo encima de él mientras me acariciaba la rodilla.
Al parecer algún tiempo más tarde lo pillaron faenando con uno de los monaguillos.
Otro caso es el de Carlos, un colega de la pandilla. El típico machote
guaperas. Tiene a todas las tías que quiere, y ciertamente odia a los maricones. La
verdad, nunca me fijé en él ni nada por el estilo (a mí sólo me atraían los gays; es
un sexto sentido que siempre he tenido). Pero parece que él en mí sí: cuando se enteró
que era gay, me acorraló un día en la calle con otros dos colegas y me dió un
puñetazo. Quedaba "expulsado" de la pandilla.
Sin embargo, resultó que Carlos también era maricón (había conseguido incluso engañar a mi intuición). Una tarde me siguió a los baños de la universidad, y allí me metió mano. Me lo confesó, y me hizo una mamada. Luego se fue. Me quedé estupefacto. Al cabo de un tiempo, fui readmitido en la pandilla, que había convencido a Carlos que hay que ser más tolerantes con los gays, los pobres (algo así como tenerles lástima, compadecerlos; quizás mientras sean unos desgraciados nosotros nos sintamos afortunados no teniendo esa desgracia). Y así fue como le he estado dando por culo al más macho de la pandilla durante unos cuantos años. Yo siempre quise dejarlo, pero Carlos me pedía que no. Parecía que lo necesitara.
Ahora que está casado, la cosa no ha cambiado, pero procuro no verlo tan a menudo. Nunca me gustó estar en medio de ninguna pareja, sea cual fuere. Sé lo que quiero. Quiero rehacer mi vida. Quiero tener una pareja, un tío como yo. Alguien que sea más o menos atractivo, que no tenga complejos sobre su sexualidad, que se acepte a sí mismo, que no se esconda, pero que tampoco sea una "loca" que lleve lo de ser maricón por bandera. Quiero que nadie nos mire, que nadie nos señale, en fin...
Al principio pensé que era muy difícil cambiar a la sociedad (si no
imposible), pero que por lo menos encontrar pareja sería más fácil. Luego me he ido
dando cuenta de que es casi más fácil lo primero que lo segundo, y de gran parte de esa
sociedad está formada por maricones que, curiosamente, odian a los maricones. ¿Una
contradicción? Creo que no. Me recuerda a la novela de "1984", donde todos
mostraban abiertamente su odio a los criminales del pensamiento, a los que querían pensar
libremente, a los enemigos de El Partido; pero muchos de los miembros de la resistencia
estaban entre aquella enfervorecida multitud. Me han dicho que su autor, George Orwell,
era homosexual. De ser así, el ambiente claustrofóbico y paranoide que se respira a lo
largo de la novela bien podría ser un reflejo de su vida sexual, con un Gran Hermano (la
sociedad, su padre) que todo lo vigilaba. Al igual que el protagonista
de la novela, quizá al final yo también sucumba. Quizá al final ame al Gran Hermano.
Adiós a mis sueños, adiós al amor, adiós a todo. Mi 'YO' no existe. Queda anulado por
uno más global, un estereotipo. El del macho ibérico, el 'hombre' de una sociedad
"avanzada" y occidental como es la sociedad española del siglo XXI: Podría
pegarle a mi mujer dos hostias por no dejarme ver el partido de fútbol, luego bajo al
bar, a tomare un par de cervezas con los colegas y comentar las jugadas (de paso le veo
los brazos cachas a Paco, que es camionero, o el paquete a Juan, con esos baqueros
apretados, que me hacen fantasear a solas en la ducha), mientras ella se queda planchando
y fregando. ¡Coño! Si hasta me están dando ganas de soltar un "¡Arriba
España!"
Me apuntaré a algún club 'sólo para hombres'. Precisamente donde más se
folla con otros tíos es allí, según me han contado mis 'contactos'. De hecho muchos
tíos casados y con dos o tres hijos (con lo que ya tienen su hombría sobradamente
demostrada y a salvo) se lo montan así. También hay quien se va con su 'amigo de toda la
vida' de vacaciones y deja a su familia tirada. O quien llega tarde del trabajo muy a
menudo. Al principio su esposa está un poco inquieta: "¿Me la estará pegando con
la secretaria?". Pero más adelante comprueba que no la engaña (al menos no con
otra), y se relaja un poco. En realidad, concluye, su marido es un adicto al trabajo y
luego sale a 'relajarse' con alguno de sus compañeros. Llega tan cansado a casa que ni le
apetece el sexo. Lo que ella no sabe, es que él ya lo tuvo esa noche.
O quizá ni me atreva con eso, porque me da miedo. Me da miedo sólo de
pensar que yo pueda ser aquello que más puede temer un hombre. Aquello que me han
enseñado a odiar aún sin saber muy bien por qué. En realidad nunca los odié.
Simplemente les seguía la corriente a los demás porque, si no mostraba abiertamente mi
rechazo a la homosexualidad, mostraba implícitamente que yo era uno de ellos: No podría
dejar un resquicio de duda. Aquí no hay termino medio: O lo eres, o los odias. Siempre
puedo elegir este otro camino. Con un poco de suerte, ni se darán cuenta.
Podría también mostrarme más 'hombre'. Partirle la cara alguien más
débil que yo, o por lo menos gritarle un par de berridos. Hacer más el idiota (viendo
más fútbol), y nada de arte ni cultura. Eso sí, nada de amaneramientos, nada de
'plumas'. Una corbata y una chaqueta sobria podrían ayudar. Bueno, quizás no. Si tengo
carrera universitaria (que no sea de letras, eso sí), por lo menos no tendría que tener
la cabeza hueca.
Por último siempre podría mandar una queja a la revista Omnia, sobre ese
GIE, el del respaldo a los derechos de los homosexuales. ¡Qué osadía! Me quejaré para
que lo quiten, porque si no, Mensa podría parecer un "club de maricones", y no
me quiero arriesgar lo más mínimo. Atacaré implícita y explícitamente a los miembros
de ese GIE, y quedaré más macho que cualquiera.
Leeré miles de artículos sobre culos femeninos (los masculinos ya me los
follo yo) simulando gran interés, e incluso escribiré el mío sobre un tema similar en
Omnia o en algún otro boletín. También algún otro sobre la iglesia, los valores
morales católicos, apostólicos, románicos, jurásicos y de cualquier otra índole (esos
que amordazaron a Galileo o chamuscaron a Servet). Así quedo como un macho cien por cien.
Y es que, ¿qué se podría esperar si no, del 2% más inteligente de la
sociedad española?
Bueno, y ahora que ya soy un hombre... ¿Qué podría hacer? Ya me siento
bien conmigo mismo. Pero me aburro.
(Suena el teléfono). Es Carlos, el guaperas. Quiere que nos veamos. Su mujer
se ha ido de viaje el fin de semana. Vamos a divertirnos."