"DESCRIPCION DE LA PROVINCIA DE SONORA" DE IGNAZ PFEFFERKORN
(Traducido y presentado por Armando Hopkins Durazo en la reunión de la S.S.H. del 7 de Septiembre de 1982 )

Ignaz Pfefferkorn nació en Mannheim, Cologne, el 31 de Julio de 1725. Cuando tenía 17 años ingresó a la Compañía de Jesús y en el año de 1756 llegó a la Nueva España siendo destinado a la Provincia de Sonora donde sirvió como misionero en Atil y en Cucurpe, En el año de 1767 integró el grupo de 51 misioneros que por Orden Real fueron expulsados de Sonora y Sinaloa. Después de un cautiverio de mas de 10 años fue liberado, regresando a su Alemania natal donde en 1795 publicó su "DESCRIPCION DE LA PROVINCIA DE SONORA".


Esta interesante obra fue escrita en alemán y traducida al idioma inglés hasta el año de 1949 y hasta la fecha no ha sido publicada ninguna traducción al español. Por este motivo y porque considero la DESCRIPCION de este misionero alemán sumamente prolija, interesante y realista es que me dí a la tarea de traducir la obra partiendo de la traducción al inglés. Espero poder publicar esta traducción próximamente por lo que me interesa conocer su opinión sobre la misma. He escogido para leerles a ustedes uno de los capítulos finales del Libro Segundo de Pfefferkorn dedicado a los Españoles que habitaban Sonora en aquel entonces.

Capítulo XVI.- RESPECTO A LOS ESPAÑOLES DE SONORA.
Con excepción del gobernador de Sonora, de los oficiales de las guarniciones españolas y de unos pocos mercaderes que generalmente hacen negocio en las minas de oro y plata, prácticamente no hay un verdadero Español en Sonora. Es decir, escasamente puede encontrarse a uno que pueda trazar su origen a una familia de sangre pura. Prácticamente todos aquellos que desean ser considerados como Españoles son gente de sangre mezclada. La mezcla de razas ha dado por resultado la existencia de cuatro clases de gentes, cada una de ellas con un nombre en particular. Estas cuatro clases se encuentran en todas partes de América aunque no siempre se usan para ellas los mismos nombres.


En Sonora las cuatro clases se llaman: COYOTES, MULATOS, LOBOS Y CASTIZOS, Los Coyotes (a quienes también se les dice mestizos), son los que forman el grupo mas numeroso y son los hijos de un Europeo y de una India. Los Coyotes no son tan oscuros como los Indios de Sonora, son mas inteligentes. Los Mulatos son los hijos de padre Español y madre negra. El color de su piel es de un desagradable color amarillo oscuro. En general, los mulatos no son de confiar y en sus otras características se parecen a los Coyotes. Lobos son los hijos de Mulatos por una parte y de Negro por la otra, en Perú se les llama ZAMBOS. Son los más feos debido a su color café oscuro manchado en cierta forma con amarillo. Generalmente muestran una actitud feroz, solapada y malévola. Igual que a los Mulatos, las otras clases los tratan con desdén y desprecio. Ellos mismos se avergüenzan de su origen y consideran un insulto ser llamados Lobos. En el primer lugar entre los cuatro grupos nombrados están los Castizos a quienes también se les llama TERCERONES y son los hijos que resultan de Españoles y Coyotes. Hay pocos en Sonora, en color y en sus costumbres se parecen tanto a los Españoles que es difícil diferenciarlos. Los hijos de Españoles y de Castizos son considerados como Españoles y pueden ingresar a órdenes monásticas y conventos lo cual es un privilegio que se niega a las otras cuatro clases mencionadas. Por lo demás, el Castizo-Español igual que todos aquellos que descienden de sangre europea pero que nacieron en América son los agrupados bajo el nombre de CRIOLLOS. A los verdaderos Europeos se les llama GACHUPINES en el reino mexicano y CHAPETONES en el Perú. Los llamados Españoles que habitan Sonora vienen de varios de tales grupos. La mayoría de ellos nacieron en Sonora pero muchos, sin embargo, son gentuza que ha venido de otras partes de México atraídos a Sonora por el descubrimiento de una nueva mina de oro o de un placer, donde ellos esperan obtener un tesoro pero que generalmente se ven defraudados y tienen que regresarse tan pobres como llegaron.


Antes que los horribles saqueos de los Apaches y de los Seris llenaran la región de miedo y terror, muchos Españoles vivían en sus haciendas a corta distancia de los pueblos, cultivaban sus campos o se dedicaban a la cría de ganado en gran escala; ocupaciones ambas que les producían pingües ganancias. Sin embargo, las constantes incursiones de los salvajes acabaron con la seguridad en Sonora y los propietarios abandonaron sus haciendas buscando otros lugares donde pudieran vivir en paz. La mayoría de ellos se asentó en las guarniciones españolas donde se vieron forzados a mantenerse miserablemente en una pequeña milpa y del pequeño hato de ganado que pudieron salvar, o vivir de las ganancias de las minas de plata y oro, o de la actividad comercial. Otros más que dejaron sus propiedades vinieron a las misiones en busca del alimento evitando llegar a los pueblos de los Pimas Altos de quienes desconfiaban. Unicamente entre los Opatas, Eudebes y Pimas Bajos fueron bien recibidos. Los misioneros les ayudaron en todo lo que pudieron, tanto física como moralmente, con la única condición de que los fugitivos se condujeran apropiadamente con los Indios. Su conducta fue tan buena que raramente había una queja justificada de un Indio acerca de su comportamiento. En Cucurpe, el pueblo principal de mi misión, había quince de esas familias en cuya alabanza debo decir que no solamente se llevaron bien con los Indios, sino que siempre dieron un buen ejemplo de conducta cristiana. El resto de los Españoles vivían en los reales de minas, o sean los asentamientos en lugares cercanos a las minas de oro y plata donde podía encontrarse agua y suelo fértil, así como praderas para los caballos y mulas. Los reales de minas estaban habitados por los mineros, peones de minas, unos pocos comerciantes y alguna que otra gente. Algunos de ellos eran Españoles nacidos en Sonora y otros venían de cualquier parte. Había un buen número, especialmente entre los del último grupo, quienes vivían sin miedo a Dios, casi sin religión y debido a su ejemplo ateista con frecuencia hacían que los Indios recientemente convertidos y aún débiles en su cristianismo, fueran atraídos a sus propias y malsanas formas de vida.


Con excepción de algunos ricos, la mayoría de los Españoles en Sonora se visten muy pobremente y el estilo del vestido es casi el mismo para todas las clases. Los hombres generalmente usan sacos de tela escarlata tan cortos, que generalmente no bajan mas de un cuarto de ana de las caderas. Al frente los sacos llevan pequeños botones de cobre o de plata que solo sirven como adorno porque el saco siempre lo llevan abierto. Las mangas van cosidas únicamente en la parte superior de la espalda empezando con los hombros. Están abiertas al frente así que cuelgan libremente. Bajo el saco se usa una chaqueta o jubón de tela azúl con mangas largas. Los pantalones son azules o rojos de tela afelpada. Se prefiere este material debido a su durabilidad, la cual es muy necesaria pues rara vez pasa un día sin que se lo desgarren. Aquellos que pueden hacer el gasto y obtenerlo fiado, arreglan sus trajes con bordados de plata. Forman parte de este atuendo, un pequeño y tieso sombrero redondo con plata en el filo de sus alas, y una capa azúl de aproximadamente un metro de larga decorada al frente con un fino material de color rojo. Ningún Español de Sonora aparece en la iglesia sin su capa, aún cuando el calor sea inaguantable. Fuera de la iglesia la capa solo se usa en los viajes, donde sirve para guarecerse de la lluvia y como una cubierta nocturna cuando no hay nada mas de que echar mano. El calzado de los Españoles, en lugar de ser de una sola pieza, tiene en la parte superior varias cintas como de una pulgada de anchas con pequeñas separaciones entre ellas y como las medias en Sonora no tienen el pié completo sino que solo llegan al talón, el resto del pié queda desnudo, por lo que lo envuelven con una tela roja que aparece entre las separaciones de las cintas, lo cual, según los Españoles, es una bella forma de decorar los pies. Las medias son de algodón y sobre ellas, en lugar de botas, usan polainas de piel de venado.


Los Españoles se sujetan el pelo junto a la cabeza o se lo entretejen en una larga trenza. Los comerciantes, los gachupines y todos aquellos que se consideran Españoles puros y quieren aparecer superiores al populacho, se razuran totalmente la cabeza y se la cubren con una gorra o casquete de fino percal o muselina. Un ancho pliegue de la gorra se usa rígido y se adornan sus bordes con fino encaje.


Por lo general, los Españoles de Sonora son extremadamente ambiciosos de ostentar una posición social. Un gran número se adjudica arbitrariamente el tratamiento de Don, queriendo significar con ello un origen noble aunque provengan de un abuelo campesino o artesano. Muchos se endeudan hasta la coronilla solamente para satisfacer su orgullo apareciendo muy elegantes. En realidad, no importa que tan elegante luzca un Español sonorense, siempre sufre una secreta escasez de la necesaria ropa de lienzo o de lino. Muy pocos son aquellos que tienen mas de dos camisas; una de ellas debe estar siempre levándose si su dueño quiere aparecer el domingo con ropa limpia.


Los vestidos de las mujeres españolas de Sonora son plegados desde la cintura. Usan tres hileras de pliegues que cubre un tercio del vestido. En la parte superior del cuerpo usan en la mayoría de los casos, una blusa ajustada que por su pulcritud cierra en un cuello alto. Cuando las mujeres se visten elegantemente usan una blusa cuyas mangas, el cuello y toda la parte, superior van bordados hasta el ancho de dos manos, con seda a veces intercalada con oro y plata. Las chaquetillas las usan aquellas damas muy deseosas de sobresalir. En los días de fiesta las chaquetillas que lucen son generalmente de seda y algunas veces de oro y plata. Los vestidos que usan con estas chaquetillas deben ser siempre del mismo material, por lo que es fácil imaginar que en un país donde todos los artículos europeos son extremadamente caros, tales elegancias deben costar mas de lo que muchos pueden pagar. Pero eso no es obstáculo; el deseo de aparecer bella y elegante es tan fuerte en la mujer de Sonora como en la de Alemania. Su posición debe mantenerse a toda costa; el resultado es que, o prescinden de sus empeños exhibicionistas para languidecer secretamente, o menoscaban los bienes familiares.


Las mujeres Españolas sin excepción se trenzan el cabello igual que los hombres, las de la aristocracia añaden un adorno en la forma de un listón de seda bordado con oro y plata y atado al final de la trenza. Cuando la mujer sale de su casa se cubre la cabeza con un rebozo, que es una tela que se usa en la misma forma que nuestras mujeres usan el velo. Los rebozos los usan todas las mujeres Españolas en Sonora y generalmente en Nueva España. Sirve para dos propósitos, como adorno y para cubrirse. Contienen trabajos muy elaborados, con toda clase de figuras muy bonitas y de varios colores. Algunos rebozos están hechos de puro algodón, otros de mezcla de algodón y seda y aún otros más finos, de pura seda. Los más costosos están hechos de la seda más fina con hermosas flores y otros adornos tejidos de oro y plata. Las puntas de los rebozos terminan en flecos de algodón, seda o plata y oro, de acuerdo a la calidad del propio rebozo. Los rebozos de algodón son usados por la gente del pueblo, los de seda por la de cierta categoría y por la más rica.


La diferencia en el alimento del Indio y del Español común en Sonora es muy pequeña. Ciertamente los Españoles no comen ratas, víboras y otros manjares indios, pero les gusta el pozole, el pinole, el atole y las tortillas y quedan completamente satisfechos si con estos platillos tienen un pedazo de carne seca o cocida. La carne de carnero, el pollo y otros exquisitos platillos están destinados únicamente a la mesa de los ricos.


Las casas de los Españoles se construyen con ladrillo cocido o con adobe y generalmente son de dos, o cuando mucho, de tres pequeñas habitaciones que son más que suficientes para acomodar sus muebles; raramente tienen más de un ropero, una cama y un par de troncos pequeños como asientos; algunas ollas de barro, platos y otros trastes y utensilios que también se encuentran en las cabañas de los Indios. La cama del Español es por lo general un cuero crudo de res sobre el cual se tiende una cubierta de lana, algunas veces la propia capa del dueño. Su almohada es el bulto que hacen sus ropas enrolladas. El cuero que se usa como cama en la noche, sirve como mesa durante el día y sobre ella se sirven las comidas. Las casas de los comerciantes y de los Españoles mas ricos no solamente son mas grandes sino mejor amuebladas y mejor equipadas con los respectivos utensilios, que las que he descrito.


Los criollos de Sonora, igual que en toda América Española, son mucho más gentiles, bondadosos, buenos y caritativos que los Españoles europeos o gachupines. Su superioridad se muestra particularmente en la conducta de sus mujeres que saludan al extraño, especialmente al extranjero, con una afabilidad poco usual, tal como saludarían a un buen amigo, extendiéndole la hospitalidad que las circunstancias permiten. Es fácil encontrar a muchas de estas mujeres que toman como un deber cuidar de los enfermos, aún a aquellos que no son de su propia raza, con el mayor de los cuidados y con amor.
Los Españoles de Sonora son tan afectos al aguardiente, tabaco, chocolate, juegos y otras diversiones, como lo son los Indios. Celebran las bodas, los bautizos y los funerales de niños ceremoniosamente. Los amigos y conocidos de ambos sexos se reúnen en tales ocasiones y se les sirve chocolate y tortillas en lugar del acostumbrado pan de trigo. Después de la fiesta se baila y los bailes son recatados, moderados y modestos pero al mismo tiempo son animados y alegres. El baile lo empieza un hombre o una mujer que bailan solos haciendo toda clase de intrincados movimientos con los pies llevando el ritmo de la música; cuando el primer danzante termina, él mismo llama a otro para que lo siga y éste a un tercero hasta que toman parte todos los que lo deseen. A veces el baile se interrumpe por un alegre canto y un grupo de gentes pueden bailar, cantar y aún poner entretenidas actuaciones para diversión de los espectadores. A intervalos durante el baile se sirve a los huéspedes aguardiente y al terminarse la fiesta, chocolate.


Los Españoles de Sonora son verdaderamente geniales para descansar. En esto son mejores todavía que los Españoles europeos, quienes realmente no pueden ser alabados coma industriosos. Ningún Español de Sonora, ni siquiera el mas humilde, es de esperarse que emprenda un viaje a pié, no importa que tan corto sea. Aún una caminata de media hora es demasiado ardua para ellos. Fuera del pueblo no dan un paso y en el propio pueblo los ve uno vagando de casa en casa solo para platicar, pero van sobre el lomo de su caballo.


La mayoría de los Españoles de Sonora trabajan con tal desgano sus tierras que cualquier extranjero no tiene menos que indignarse al observarlos. El hecho de que deriven su subsistencia de la agricultura no se debe ciertamente a su trabajo, sino a la extraordinaria fertilidad del suelo. Las mismas utilidades que obtienen de las minas de oro y plata podrían ser mucho mayores si trabajaran las minas con mayor diligencia y empeño. Pero son muy flojos para eso y no ambicionan mayor prosperidad que la que pueden obtener prácticamente sin esfuerzo alguno.


La única ocupación que les gusta es la cría de ganado. En este trabajo son verdaderamente incansables; no parece fatigarlos nunca andar en sus caballos por montes y bosques corriendo los animales del hato. Algunas veces tienen que realizar este pesado trabajo por varios días seguidos y soportar tareas muy duras en sus correrías. A través de estas frecuentes corridas de ganado, el Español de Sonora crece insensible a la fatiga mas severa y se convierte en un hombre de caballo tan experto, que el mas fiero y brioso de los caballos no puede tirarlo. Esta resistencia a la fatiga y su maestría para cabalgar son las cualidades más apreciadas por el servicio militar, por lo que los Españoles nacidos y criados en Sonora son los únicos aceptados como soldados.


Para hacer de un joven un soldado, solo se necesita que el Capitán registre su nombre y le provea con el equipo acostumbrado. No se le instruye militarmente ni se le ejercita con las armas, ni se le enseña como comportarse en un combate con los salvajes, en suma, no se le entrena para nada, pero si sabe cabalgar y sentarse firmemente en la silla de montar, (algo que todos los sonorenses saben hacer), se le considera un verdadero soldado. En Sonora no es necesario reclutar o inducir a la gente al servicio militar con el pago de un anticipo. Hay mas voluntarios de los que se necesitan con tal de recibir ropa y asistencia sin hacer ningún trabajo. Por lo mismo a nadie se le toma en el ejército por un período definitivo, cada soldado puede serlo por el tiempo que quiera y recibe su baja cuando así lo desea. Estos soldados no tienen un uniforme específico ya que realmente no existe uno, cada quien escoge su vestido de acuerdo a su preferencia y por lo tanto se viste como todo el resto de los Españoles sonorenses. El equipo de guerra del soldado consiste en una larga lanza, un mosquete, una ancha y larga espada, una adarga y un chaleco grueso de piel. Este equipo seria formidable si se mantuviera en buenas condiciones y si los soldados tuvieran el debido conocimiento de como usarlo. Pero la mayoría de ellos no tienen ninguna experiencia en su manejo, no saben ni cargar un fusil. A mí me tocó ver a uno que primero le metió la bala al cañón y después le retacó un puñado de pólvora. Las espadas están siempre tan enmohecidas que nadie puede sacarlas de su funda, o con un filo tan pobre y abollado que difícilmente cortan un queso. La lanza es el arma que manejan con mayor maestría pues han aprendido a usarla en sus cacerías de reses broncas. En verdad, cuando sorprenden a los salvajes a campo abierto y pueden librar la batalla ahí mismo, manejan la lanza con gran potencia y efectividad, pero esas condiciones raramente se dan.


La adarga de los soldados es de forma oval y está hecha con tres o cuatro capas de cuero crudo de res que se mantienen pegados por gruesos remaches. Es suficientemente grande para cubrir la cabeza y la mitad del cuerpo de un hombre. La adarga es un poco convexa para que ayude a desviar las flechas de los Indios, aunque éstas no siempre se desvían. En el interior de la adarga hay dos pequeños lazos de piel en los que el soldado introduce su brazo izquierdo, lo que le permite manejar la darga a voluntad. Además la adarga del soldado sonorense se protege de las flechas con el justillo (o chaleco) de piel que ya he descrito anteriormente.


El soldado debe pagar de su salario su alimento, su ropa y su equipo de guerra. Incluso debe pagar por los seis caballos que está obligado a mantener y que usa en el servicio. Los seis caballos no sería un número excesivo si su salario fuera usado de acuerdo a las órdenes reales. Cuando sale en campaña, el soldado lleva los caballos que el Capitán ordene y deja el resto en la guarnición para que a su regreso puedan ser usados en lugar de los que se fatigaron en la expedición. El capitán de cada compañía procura los caballos que necesitan sus soldados, calculándolos a un precio de doce pesos duros cada uno de acuerdo al tipo de cambio en Sonora. Compra estos caballos fuera de Sonora en lugares donde hay muchos potreros y donde los caballos no cuestan mas de un marco de plata. Así, el capitán realiza una utilidad de 2430 pesos en los 352 caballos que consigue para toda su compañía.


Durante mi estancia en Sonora, el Rey mantenía una fuerza de 265 soldados para defender esas tierras de los salvajes. Esta fuerza se dividía en 5 compañías, con un capitán, un teniente, un sargento y 50 soldados. La fuerza estaba bajo las órdenes del Gobernador de la Provincia y cada compañía debería de estar lista a acudir en auxilio de las otras en caso de emergencia y en una expedición general actuaban como una sola unidad. Los pueblos en los que estas compañías están estacionadas, están en la frontera de la Sonora Cristiana y diseminados entre las misiones. Sus nombres son Fronteras, Terrenate, Tubac, Altar y San Miguel (de Horcasitas). Las primeras tres constituyen una barricada contra los Apaches y las últimas son una defensa contra los bárbaros Seris, para prevenir sus destructivas incursiones.


El capitán recibe un salario de 600 pesos duros reconocidos no al valor de cambio de Sonora sino al de México. El del teniente es de 450 pesos duros y el del sargento de 420. El soldado raso gana 400 pesos, consecuentemente la nómina de una compañía llega a 21,470 pesos y por lo tanto mantener las cinco compañías le cuesta al Rey 107,350 pesos anuales. Este dinero lo paga el Tesorero Real en la ciudad de México a los comerciantes que han sido autorizados por los oficiales sonorenses. Cada capitán debe proveer las necesidades de su compañía y para este propósito prepara anualmente una lista de todas las provisiones necesarias para satisfacer las necesidades de ropa y avío de sus hombres y se le envía al agente de la ciudad de México quien recibe la cantidad de dinero asignada a ese Capitán. Las mercancías las obtienen en la ciudad de México a los precios actuales de mercado y son enviadas al Capitán, éste a su vez se las entrega a los soldados al precio fijado por el Rey. Este precio está calculado en tal forma, que por ejemplo, una ana de tela que en México cuesta normalmente un peso duro, se la vende a los soldados en uno y medio peso, pero no a más. Así, todos los artículos tienen un precio de venta fijo, en mas o menos esa proporción.


En esta forma los capitanes tienen generalmente un margen de utilidad bruta de un cincuenta por ciento. De esta utilidad se pagan los fletes de la mercancía y otros pequeños gastos, sin embargo, al Capitán le queda una buena utilidad aún después de todas las deducciones. El Rey permite esta utilidad a sus oficiales para que todos sus soldados puedan ser abastecidos a un precio constante e igual para todos, lo que le permite calcular exactamente el costo de mantenimiento de la tropa. El Capitán no puede en ningún caso cargar a sus soldados un centavo más del precio fijado, aún cuando los abastecimientos le hayan costado mas de lo normal en la ciudad de México. En tiempos de guerra o cuando los navíos retrasan su arribo, los artículos europeos escasean y como consecuencia, los precios se elevan. En estos casos el Capitán tiene que sufrir la pérdida que le ocasiona el alza de los precios de la mercancía ya que no puede alterar el precio fijado para la tropa de Sonora. Sin embargo, por más pérdidas que sufra debido a estas alzas, se recupera ampliamente con las ganancias en los años de precios bajos.


Además de estas utilidades el Capitán de Sonora también se beneficia en buena medida con las provisiones que procura para el sustento de sus soldados. También a estos artículos el Rey le ha fijado precios que son muy favorables para el Capitán. Por ejemplo, los soldados le pagan a su Capitán seis pesos por un "malter" de maíz molido, cuando a él le ha costado como la mitad si lo paga en pesos o aún menos si lo obtienen por trueque. Una res que le cuesta al Capitán cuatro o cinco pesos, la vende por diez. Las mismas utilidades le quedan en otros artículos que vende a sus soldados.


Cada año el Capitán recibe tal cantidad de mercancías que puede quedarse con un buen inventario después de surtir a su tropa y realizar entonces un comercio extra con los Españoles que viven fuera de la guarnición. Las utilidades provenientes de este comercio son considerables y sin posibilidad de pérdida alguna, ya que no existen en este caso los precios fijos para las mercancías.


Es fácil concluir lo lucrativas que son las posiciones de Capitán en Sonora. Este hecho se conoce muy bien en la ciudad de México por lo que el nombramiento de Capitán solo lo reciben aquellos que pueden probar su valía militar, mediante el pago en efectivo de doce a catorce mil pesos. Pueden tener o no tener ninguna experiencia militar, en realidad estos héroes son mas expertos en pesas y medidas que con la espada y conocen mejor el manejo de una contabilidad que el mando de una expedición militar. Esta es la razón por la que los salvajes son los que mandan en Sonora.


Esto es prácticamente todo lo que puedo decir acerca de los soldados sonorenses. Nada puedo informar acerca de hechos heroicos. De cuando en cuando persiguen a los salvajes que llevan a sus madrigueras los caballos o ganado robado, pero generalmente regresan con las manos vacías porque los Indios son demasiado veloces para ellos. De acuerdo a las órdenes reales especiales y repetidamente hechas, se supone que los soldados deben recorrer continuamente el territorio, para ahuyentar a los Indios y poder mantener los poblados en calma y seguros. También deberían proceder repetidamente, en combinación con otras fuerzas, en contra de los Apaches y de los Seris, buscándolos hasta en sus propios asentamientos para que por fin el espíritu de estos bárbaros pueda ser humillado y sus actos de rapiña reprimidos vigorosamente. Pero el Rey ordena en Madrid y en Sonora se hace lo que cada quien quiere. Durante los once años que yo pase a11á, solamente una expedición se emprendió en contra de los Seris. Ya describí la imprudente estrategia y el lamentable fin de esta expedición. Los oficiales de las tropas de Sonora gustan mas de la paz que de la guerra y se dedican con mayor asiduidad a hacerse ricos merced a las artes del comercio que a someter a los salvajes a su yugo. La gran distancia que les separa de las Cortes, les permite desobedecer sus órdenes sin ningún temor. Es fácil imaginar que tan poco puede esperar obtener de sus hombres un oficial en estas condiciones.


Debido a la mala conducta de la fuerza militar de Sonora la arrogancia de los salvajes crece y el miedo a las armas españolas es cada vez menor hasta llegar a un desdén insultante. De esto deriva la indomable audacia con la que estos salvajes continuamente invaden estas tierras saqueando, robando y asesinando.


Esta era la triste situación imperante en Sonora durante mi estancia y hasta el año de 1768. Algunos informes desde el año de 1786 que ya he mencionado en otra parte del libro, describen condiciones aún más sombrías. De acuerdo a estos informes los Indios Sonoras se han aliado no solo con los Seris y los Apaches sino hasta con los Tarahumaras con el propósito de aniquilar la fuerza Española. Se dice también que todas las guarniciones juntas de Sonora han sido insuficientes para detener a los numerosos y valientes Indios. Consecuentemente, en este momento esa hermosa, fértil y rica Sonora puede estar abominablemente devastada. Y aún más, la doctrina Cristiana que hizo tan feliz entrada y que prometía aún mas gloriosos frutos para el futuro, ha sido ahora completamente erradicada.fuente

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