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A FORTALECER LA BASE Y LOS
PRINCIPIOS RODRIGUISTAS CONSTRUYENDO EL INSTRUMENTO PATRIOTICO PARA LA
REVOLUCION. 1999. El proceso de
discusión interno es el camino por el cual la organización ha transitado en
este último tiempo, con el objetivo de enfrentar y superar mediante formas
nuevas los problemas que nos han puesto en la más grave crisis de nuestro
historia. Han transcurrido 17
años desde que el Frente irrumpió como la fuerza llamada a ocupar un papel
destacado en la lucha de nuestro pueblo. Prácticamente trece de ellos los ha
recorrido en forma autónoma. El camino no ha sido fácil. Hemos enfrentado la
pérdida de numerosos y valiosos cuadros; la detención de otros tantos, en
medio de una situación política compleja y adversa, marcada por un cambio cualitativo
en el orden mundial y por el tránsito de los gobiernos militares a pseudodemocracias en América Latina, que construyeron las
bases para imponer el más brutal sistema neoliberal de explotación de los
tiempos modernos y que en la actualidad arrastra a millones a la extrema
miseria. A lo largo de nuestro
desarrollo hemos enfrentado un conjunto de problemas propios de la lucha
revolucionaria, derivados en una primera etapa por la lucha antidictatorial y
luego en medio de una democracia burguesa en el contexto de un mundo
unipolar. A través del tiempo,
la insuficiente capacidad para resolver oportunamente los problemas de fondo
fue generando una acumulación de los mismos, que en medio de una situación
política interna y externa nos hizo entrar en una dinámica de crisis. Al
margen de sus formas de expresión, y más allá de sus interpretaciones, ésta
nos ha llevado a una debilidad que impide abrir paso a los objetivos
patrióticos y revolucionarios que dieron origen y constituyen la esencia del
ideario rodriguista. Enfrentados a esta
realidad, es nuestra obligación buscar las raíces que nos permitan la
transformación del Frente y ponerlo a la altura de las exigencias de la
situación presente y futura, para cumplir con el rol histórico que le
corresponde en la conquista de la plena y auténtica liberación de nuestra
patria. La situación por la
que atraviesa nuestra organización no es más que el resultado de la
aplicación de sus políticas, la cual conjuga éxitos y reveses, avances y
retrocesos. Pero sin lugar a dudas tiene un saldo positivo, que nos permite
ser una realidad, a pesar de errores, golpes y el asedio de un sistema
dispuesto a destruirnos en medio de una ofensiva de las fuerzas más
reaccionarias destinadas a cerrar el paso a la esperanza y la posibilidad de
que los pueblos sean dueños de sus destinos. Sin embargo, la sola
existencia no es suficiente. Para transformarse en una alternativa real es
necesario contar con un proyecto que represente fielmente los intereses de
los desposeídos tanto desde el punto de vista táctico como estratégico y que
les permita ser protagonistas de su propia historia. El FPMR, con una
historia de heroísmo, cuenta con el capital necesario para constituirse en
una de las fuerzas de vanguardia, pero ello será posible en la medida que sea
capaz de descubrir y superar todo aquello que ha impedido su desarrollo. Por
tanto, sólo al calor de nuestra historia podremos entender y reconocer las
verdaderas causas. I
PARTE SITUACION POLITICA Y SOCIAL
PREVIA AL NACIMIENTO DEL FPMR (1973-1983) El FPMR es el
producto de un conjunto de condiciones de carácter objetivo y subjetivo dadas
en un contexto histórico concreto. Es el resultado de un largo camino,
síntesis de las experiencias del movimiento popular y revolucionario chileno,
en particular, del Partido Comunista. Su surgimiento se dio
por el quiebre violento que sufrió el proyecto de construcción del
socialismo, mediante la "vía pacífica", y que significó la derrota
política y militar del 11 de septiembre de 1973. Este proyecto fue
abortado prácticamente en sus inicios, pero permitió a los sectores populares
transformarse en protagonistas de la conducción del país. Con un alto grado
de politización, las masas se incorporaron organizadamente a solucionar los
problemas que enfrentaba el gobierno. El apoyo del pueblo quedó demostrado en
las multitudinarias y permanentes movilizaciones en defensa del gobierno del
Presidente Allende, acosado desde el primer día por la reacción interna y el
imperialismo. Frente a la posibilidad
del derrocamiento, ya antes de 1970 y durante los tres años de la UP, militantes del PC y de las JJ.CC.,
junto a otros revolucionarios, se prepararon militarmente en los países
socialistas con el propósito de defender el proyecto popular. Esta preparación
respondió a la necesidad de desarrollar la capacidad combativa del pueblo con
el objetivo de apoyar a los sectores "constitucionalistas" de las FF.AA., sobre quienes recaería la principal
responsabilidad de la defensa. Por su parte, el MIR -que se había ganado un
significativo apoyo popular- asumía la lucha armada como vía para la toma del
poder. Pero la estrategia de
defensa del gobierno se basaba en el respeto de las FF.AA.
a la Constitución y la concepción de vía pacífica al socialismo, lo que influyó
en la derrota del proyecto y en el alto costo social, político y humano que
pagó el pueblo. La resistencia al golpe fue espontánea y desorganizada, guida por factores morales y de dignidad, a partir del
propio Presidente Allende. El golpe militar
-fraguado por el imperio con infinito grado de violencia y radicalidad- fue
aniquilador. Estuvo orientado a destruir todas las bases políticas,
institucionales, sociales, orgánicas y morales que los sectores populares
construyeron a lo largo de décadas y que se consolidaron en esa inédita
experiencia del gobierno de la UP. La tenacidad en
la consolidación de su proyecto y la violencia de sus aparatos represivos
fueron un duro trauma a las orgánicas partidistas. Afectaron seriamente la
capacidad de respuesta y reorganización de los sectores populares, así como
la reelaboración de sus políticas ante esta nueva situación. Los partidos de
la izquierda, y en general las organizaciones populares entraron en un
proceso de reflujo sumado a la desarticulación de sus orgánicas producto de
la persecución, que significó el asesinato, la cárcel, el exilio y la
desaparición de miles de militantes y dirigentes. Junto con aniquilar
al movimiento popular, la dictadura se dio a la tarea de construir un nuevo
proyecto de desarrollo que, en lo medular, hasta hoy rige la vida de nuestra
sociedad. En sus primeros
bandos, el régimen dejó establecidas sus intenciones al precisar que
"las FF.AA. y de orden no fijan plazos a su
gestión de gobierno porque la tarea de reconstruir, moral, institucional y
materialmente al país requiere de una acción profunda y prolongada. En
definitiva resulta imperioso cambiar la mentalidad de los chilenos". Estableció así los
pilares de su proyecto, regido por el liberalismo económico y la Doctrina de
Seguridad Nacional, con sus componentes de guerra interna y geopolítica. Sus
postulados expresaban que "el marxismo es una doctrina intrínsecamente
perversa lo que significa que todo lo que de ella brote, por sano que
represente en apariencia, está carcomido por el veneno que corroe su
raíz". Al fundamentar su concepción precisaba que "el comunismo
desarrolla una agresión permanente que da lugar a una guerra no convencional,
en que la invasión territorial es reemplazada por el intento de control del
Estado por dentro". Así justificaba la guerra emprendida contra el
pueblo. Pero después de los
golpes sufridos, a fines de la década del '70, desde la clandestinidad los
partidos de izquierda y revolucionarios comenzaron a rearticularse y a
resistir en forma más organizada. El carácter de la represión los obligó a
incorporar formas paramilitares en su proceso de reconstitución orgánica,
llevando a la práctica incipientes acciones en este terreno. Incluso se
constituyeron estructuras especiales con el fin de implementar acciones de
propaganda audaz y sabotaje menor. En medio de profundas
contradicciones entre la jerarquía y la base, la Iglesia Católica también
jugó un importante papel por mantener las organizaciones de vastos sectores
sociales, a través del trabajo de grupos de derechos humanos y comunidades
cristianas de base, particularmente la Vicaría de la Solidaridad. Capillas y
templos se convirtieron en importantes referentes de expresión, organización
y defensa de los intereses populares. A cuatro años del
golpe, la Junta Militar había hecho pública su propuesta de
institucionalización, la que se materializó en 1980 mediante la promulgación
de una nueva Constitución Política. Esta pasó a ser el sustento legal de todo
el proyecto de desarrollo de la dictadura, estableciendo que el gobierno
militar -con el dictador a la cabeza- permanecería en el poder hasta 1997 de
acuerdo a los resultados del plesbicito de
sucesión. La Constitución
consolidaba un proyecto global para el país y un gobierno dictatorial con la
fuerza necesaria para impulsarlo y defenderlo. Por un lado, los militares
estaban a cargo de crear orden y seguridad, mientras que por el otro, los
economistas brindaban "ideas nuevas, capaces de levantar al país de su prostración y de liberar las energías para emprender la
marcha veloz del desarrollo". Estos profesionales
-graduados en su mayoría en la Universidad de Chicago- ya antes del golpe de
Estado venían elaborando un plan alternativo para ponerlo en marcha una vez
obtenido el derrocamiento del gobierno popular. Tras el 11 de septiembre de
1973, este grupo empezó a incidir de manera decisiva en el gobierno y en
cortos plazos copó los principales centros de poder. Desde los inicios del
régimen militar, fueron creando condiciones "para impulsar la reforma
económica más profunda que ha tenido Chile en este siglo". La conducción del
país quedó en manos de estos tecnócratas, que construían una sociedad basada
en las leyes del mercado y bajo la consigna de que 'sin libertad económica no
hay libertad política'. Todos los derechos del hombre fueron supeditados a
las leyes de oferta y demanda, estableciéndose nuevas formas de convivencia y
trastocando los más elementales valores morales. Esto cambió la base
estructural de la sociedad chilena, en particular el papel de los distintos
actores sociales, lo que obligó a la clase obrera a buscar nuevas formas de
participación y expresión. El eje de la lucha se trasladó de los centros de
trabajo a las poblaciones. Se generaron nuevas formas de organización como
las ollas comunes, comités de cesantes, sin casa y comités de derechos
humanos, desde donde se organizaron importantes batallas contra la dictadura.
A partir del '76, con
la entrada de capitales y bienes de consumo a raudales el modelo satisfizo a sectores
medios, pero comenzó un proceso de endeudamiento ilimitado y no fueron pocos
los sectores populares que alimentaron esperanzas sin apreciar el costo
social que se acumulaba. Los fundamentos
económicos principales tuvieron como punto de partida la liberalización de
precios y del mercado. Un mercado abierto al comercio exterior y a las
operaciones financieras externas con una reducción drástica del rol del
Estado en la economía. Se eliminaron todos
los controles de precios a minoristas; se liberalizó el mercado de capitales
y se autorizó que operaran financieras además de los bancos. El 85 por ciento
de las acciones de la CORFO (Corporación de Fomento de la Producción) fueron
transferidas a manos privadas. El mercado de trabajo fue regulado a través
del Plan Laboral que restringe la negociación colectiva; impide la agrupación
de sindicatos por confederaciones y permite la libre contrata de operarios en
caso de mantenerse una huelga, dentro de otras aberraciones. Todas las
medidas respondían a las exigencias de la banca internacional y tenían el
objetivo de desarrollar al país en base a los productos que gozaran de
ventajas comparativas. La apertura al mercado internacional, con la drástica
reducción de los aranceles, fue desastrosa para la industria nacional. En general, toda la
concepción se orientaba a un desarrollo económico articulado hacia afuera en
detrimento de su desarrollo interno, estimulando la producción para la
exportación, en detrimento del consumo nacional. De esta forma, Chile era cada
vez más dependiente económica y políticamente. El equipo económico
impuso el "tratamiento de schock"
desechando el gradualismo para reducir la inflación y el desbalance
fiscal, con lo que provocó una profunda recesión. Pasado el año '80 se
desató la mayor crisis económica del régimen. Fue devaluado el peso dejándolo
libre al mercado de la oferta y demanda; se profundizó la crisis y quebró la
banca privada, la que fue intervenida por el Estado, que se hizo cargo de las
deudas con los recursos de todos los chilenos. En 1982 el país tuvo la cifra
récord de un 14 por ciento en la caída del PIB (Producto Interno Bruto); la
cesantía alcanzó a un tercio de la población activa lo que se traducía en más
de un millón de trabajadores desocupados; quebraron más de dos mil empresas y
más de mil estaban en trámite de quiebra. Desaparecieron también las cajas de
ahorro lo que perjudicó a más de cien mil ahorrantes.
Esta situación dio
paso a un período de profunda crisis política. Para impedir la efervescencia
social, la dictadura recurrió a sistemáticas persecuciones y asesinó a
dirigentes populares. Pues la implantación de su modelo sólo era posible
sometiendo por la fuerza a la mayoría de la población. A pesar de lo cual,
aunque incipientes y menores, siempre hubo alguna movilización y ya en los
hechos, el receso político llegaba a su fin. Por distintas vías, los partidos
de centro y derecha se pronunciaban. En su constante juego táctico, el
régimen permitía que éstos hicieran política a pesar de que lo prohibían sus
propios decretos. El repunte de los
partidos populares y sectores sociales concidió con
los años de mayor desastre económico que dejaban ver los primeros efectos del
modelo neoliberal. A comienzos de los
'80, la economía internacional también estaba afectada por una profunda
recesión. Sólo en los países desarrollados la cesantía golpeaba a 30 millones
de trabajadores. América Latina tenía 27 millones de desocupados. La
inflación sostenida, junto al estancamiento productivo de los países
desarrollados, trajo funestas consecuancias para el
mundo subdesarrollado. Las materias primas perdieron valor y disminuyeron los
volúmenes de exportación. En el terreno
político mundial, Pinochet estaba casi aislado. En
el exterior se desarrollaba un amplio movimiento de solidaridad con el pueblo
chileno. EE.UU. mantenía el embargo para el
comercio de armas y una condena diplomática por el tratamiento a los derechos
humanos, pese a que jamás impuso sanciones económicas, desoyendo el clamor
internacional. Paralelamente, por noveno año consecutivo la ONU condenó a
Chile por la sistemática violación a los derechos humanos. Centroamérica abría
una nueva etapa de esperanzas con el reciente triunfo de los sandinistas en Nicaragua, rompiendo con el fatalismo de
la imposibilidad de una nueva revolución en el continente. Este hecho
estimuló a todo el movimiento revolucionario, demostrando una vez más la
posibilidad cierta de alcanzar el poder mediante la lucha armada. En América del Sur
comenzaba el término de las dictaduras militares que gobernaban en la región
y el inicio de los procesos de transición a la democracia o "democracias
de seguridad nacional". MARCO HISTORICO DEL
SURGIMIENTO Y DESARROLLO DEL FPMR
(1983-86) En lo interno, 1983 partió
con la exigencia de un grupo de dirigentes sindicales de convocar a un
plebiscito en torno a la continuidad del régimen. Demandaban también el
término de los estados de excepción y denunciaban la situación de miseria en
la cual vivían amplios sectores. Los partidos de
centro, un pequeño sector de derecha y grupos de socialistas renovados
-organizados en el Manifiesto Democrático- propusieron convocar a una
Asamblea Constituyente para sacar al país de la crisis. Pero aclararon que en
este manifiesto sólo participaban las fuerzas "no totalitarias"
retomando la vieja disputa con el Partido Comunista en un eterno forcejeo de
correlación de fuerzas que se inclinó a favor del centro por la capacidad de
conducción que adquirió más tarde. La agudización de las
contradicciones entre el pueblo y la dictadura generó las condiciones para el
desarrollo masivo de la movilización. Los partidos tradicionales, tanto de la
izquierda como del centro, contemplaron en sus políticas al pueblo como nuevo
actor e incorporaron la movilización como parte principal de sus estrategias.
Esto asumió una expresión concreta cuando el PC irrumpió con el esbozo de una
política insurreccional que en su desarrollo dio paso a la Política de
Rebelión Popular (PRP), reivindicando el derecho del pueblo al empleo de
todas las formas de lucha. Sus planteamientos fueron el eje conductor de
amplios sectores sociales del país, lo que se vió
reflejado en el enfrentamiento generado en las protestas populares. Comenzó un gran
movimiento social que se transformó en la principal forma de lucha
antidictatorial y en la cual su protagonista fue el pueblo. Ya en las
primeras jornadas la población desbordó la convocatoria en cuanto a darles un
carácter pacífico y centrarse en el toque de cacerolas y de bocinas. El
pueblo enfrentó la represión y dio comienzo a una inédita experiencia de
combate paramilitar, en que los pobladores levantaban barricadas y tomaban el
control de su territorio. Estas contiendas demostraban el gran potencial de
lucha de nuestro pueblo, así como su decisión, valentía y espíritu de
combate. Esto le permitió ir reconociendo sus fuerzas en la propia lucha. La respuesta de la
dictadura era el allanamiento de miles de hogares por parte del Ejército,
Carabineros y de la Central Nacional de Informaciones. Reapareció la
represión masiva que afectó a casi la totalidad de los sectores populares. La
dictadura además enfrentó las manifestaciones con todo su arsenal
""legal" aplicando decretos y leyes especiales, deteniendo y
relegando gente. Lejos de amedrentar a
la población, estas operaciones contrainsurgentes estimularon las
movilizaciones, principalmente de los jóvenes. Con el tiempo, la acción de
las masas fue sobrepasando la capacidad de conducción de los partidos. La
magnitud de las movilizaciones fue tal que la tendencia fue de una crisis
general. Se formó la Alianza
Democrática (AD) con la DC como fuerza hegemónica. El conglomerado propuso la
creación de una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución y exigió
la renuncia de Pinochet. Pero en lo sucesivo fue
matizando su planteamiento hasta cambiar la concepción de cómo enfrentar la
dictadura. El grado de violencia
y la masividad de los enfrentamientos entre el
pueblo y las fuerzas del régimen permitían vislumbrar una
salido democrático popular a través de una vía violenta. Ante ello, la AD
llamó a "impedir una tragedia como la de Nicaragua o Salvador".
Haciendo tiempo, el régimen proclamó su disposición al diálogo y anunció que
podría haber democracia antes del '89. La AD inició negociaciones cupulares de las que excluyó a los partidos de la
izquierda y los sectores sociales. La Iglesia medió en
este incipiente diálogo, donde el gobierno anunció la apertura y terminó el
receso político para los "sectores democráticos". Pero ahí no fue
resuelta la contradicción principal. El régimen no permitió el
desconocimiento a su legitimidad, ni aceptó que la AD pidiera la renuncia a Pinochet. Se mantuvo firme en el itinerario trazado y
ofreció el estudio y promulgación de diferentes leyes. El PC y los demás
sectores de la izquierda rechazaron el diálogo y lo calificaron como una
estrategia concilatoria. Ya la izquierda había
incorporado la violencia (defensa) a su forma de lucha política,
reivindicando el derecho del pueblo al empleo de todos los medios para
derribar a Pinochet. Este planteamiento había
tenido su expresión práctica al crear el Partido Comunista el Frente Cero, un
equipo especial que realizó un conjunto de acciones audaces en el terreno de
la propaganda y la autodefensa, para estimular la desobediencia civil y la
rebeldía. Ahora el pueblo
asumía nuevas jornadas de protestas que elevaron los niveles de confrontación
y violencia. Por primera vez, se produjeron ataques simultáneos a cuarteles
de la policía. Se atacó al transporte y las calles de los barrios periféricos
se mantuvieron bajo control en medio de intensos enfrentamientos. En este marco se
formó el Movimiento Democrático Popular (MDP), instancia de unidad de la
izquierda, que desarrolló un papel protagónico en la conducción de las luchas
populares a comienzos del '86. Este conglomerado estableció las bases mínimas
de un programa para un gobierno democrático provisional. Respaldó el derecho
a la movilización y a la defensa popular, reclamó la unidad urgente de los
opositores, interpelando especialmente a la AD. Indicó que "el pueblo
reprimido, sojuzgado y violentado tiene derecho a defenderse y a utilizar
todas las formas de lucha para terminar la opresión lo antes posible". La solidez de la
izquierda y la unidad de criterios en torno a la movilización social
posibilitaron que el centro se acercara a ésta, alcanzando ciertos grados de
concertación. En este tiempo, los
partidos desarrollaron intensas jornadas de preparación. Las escuelas
clandestinas llevaban adelante la instrucción política y militar de
dirigentes de base. Periódicamente se realizaban acciones de distinta índole:
el país casi se paralizaba y los llamados a la no violencia eran
sobrepasados. El enfrentamiento era constante y encarnizado. La crisis
general crecía. En este contexto nació el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Como resultado de la
crisis y viendo el probable fin de la dictadura, sectores de derecha
comenzaron a tomar distancia del régimen buscando un camino que les asegura su
participación en un futuro gobierno. Plantearon que un término abrupto sería
perjudicial para el futuro institucional del país, "porque el sistema
democrático precisa de FF.AA. respetadas y eso no
se logra pensando que a los militares hay que patearlos de vuelta a sus
cuarteles", decían. Estas ideas coincidían con las del Departamento de
Estado norteamericano que sugería "entrar en un congreso y desde dentro
presionar por los cambios". El régimen descartó
los llamados al diálogo de la Iglesia "mientras una de las partes
desconozca la legitimidad de la obra y establezca como condición previa la
disolución anticipada del gobierno". Advertía que "la obstinación
de sectores de oposición por desconocer la Constitución significaría
capitular"."empantanar todo por la exigencia gubernamental de
reconocer la Constitución". La DC respondió que Pinochet era el obstáculo para la salida pacífica y que
en los marcos de la Constitución de 1980 era imposible llegar a la
democracia, porque "esta institucionalidad obligaría a elegir a un
dictador cada ocho años". Agregó que "desde dentro no se puede
cambiar nada, salvo que se modifique antes la Constitución con un parlamento
sin senadores designados y con facultades para reformar la Carta Fundamental.
Incluso para destituir al Presidente". La AD manifestó la
necesidad de lograr un gran acuerdo nacional y a través de la Asamblea de la
Civilidad se conformó el arco opositor más amplio durante la dictadura. Esta
instancia incorporó a sus demandas la posibilidad de discutir la legitimidad
de la Constitución. En una editorial, El
Mercurio invitó a la AD a obtener un "arreglo desde dentro" para
lograr de a poco cuotas de poder "hasta pactar el fin honorable del
régimen sin consecuencias futuras para las FF.AA.".
En los meses
siguientes, el pueblo insistió en la lucha pero las cúpulas de centro
comenzaron a ceder ante la dictadura, que empezó a enviar al Poder
Legislativo (la Junta de Gobierno) leyes políticas y electorales para su
estudio. Recrudeció la
represión y las protestas decayeron transitoriamente. Mientras los
dirigentes del MDP mantenían su apoyo a la movilización y todas las formas de
lucha bajo la consigna "Fuera Pinochet,
democracia ahora", la AD la utilizaba como instrumento de presión para
conducir a los militares al diálogo. Patricio Aylwin llamaba a reforzar "lo que nos une y
sacrificar lo que nos separa para salvar a Chile de males aún mayores" e
invitaba a "eludir deliberadamente el tema de la legitimidad de la
Constitución". Expresó que "si queremos avanzar hacia la
democracia, debemos explorar otros caminos a partir de la Constitución
vigente". Con el tiempo, esta política se impuso en detrimento de los
sectores populares que hasta el final fueron estimulados para la movilización
social en interés de los propósitos de los futuros gobernantes. Pasaron casi dos años
de duros y esperanzadores combates del movimiento social, de la militancia de
izquierda y de los combatientes revolucionarios. Fueron convocadas nuevas
jornadas de protesta, mientras la actividad de las cúpulas políticas estaba
estancada en idénticas posiciones. Frente a la crisis, el gobierno permanecía
inclaudicable en su proyecto. Ni siquiera lo
amilanaron las distancias cada vez mayores de sectores de derecha que
calificaban el cuadro de dramático y empezaron a participar en una instancia
de encuentro con la oposición, el Acuerdo Nacional, promovido por la Iglesia.
Las nuevas protestas
demostraron que el movimiento social y los partidos conductores eran capaces
de conquistar la democracia en un camino ascendente de movilización y
combate. Con mayor organización, el pueblo enfrentaba a las fuerzas
represivas. Los partidos de izquierda, principalmente el PC, planificaban al
detalle la actividad paramilitar de las masas. Se incorporaban a la lucha
nuevos sectores como los campesinos. En medio de
movilizaciones ascendentes, Pinochet endureció la
mano y puso fin a la apertura. Ante ello, el Departamento de Estado
norteamericano anunció "una revisión de las relaciones por la manera que
nuestros intereses podrían ser afectados por la intransigencia del
régimen". Ese momento marcó el inicio de una intervención más agresiva
en los asuntos chilenos. EE.UU. estaba consciente
de que por la vía del endurecimiento no estaba la solución de la crisis, pues
estimaba que la polarización que se producía sólo iba a favorecer una
probable salida popular. En 1985 se profundizó
el modelo neoliberal, con un nuevo ajuste tendiente a cumplir con el pago de
las amortizaciones de la deuda externa y que afectó otra vez a las grandes
mayorías. Se devaluó nuevamente el peso; se rebajaron los aranceles; se
disminuyó el gasto público y los salarios estaban congelados. Debutó el
"capitalismo popular" en que miles de chilenos fueron engañados con
la posibilidad de convertirse "en pequeños propietarios", a través
de insignificantes paquetes accionarios. Los bancos volvieron a manos
privadas después de ser saneados por el Estado; vino la consolidación del
Sistema de Fondos de Pensiones privado para administrar las imposiciones
mensuales de más de tres millones de trabajadores. Era indiscutible que el
modelo mostraba éxitos. Con un crecimiento del cuatro por ciento del Producto
Geográfico Bruto, Chile pasó a ser el ejemplo del modelo de desarrollo para
los otros países de Latinoamérica. Lo que no se exhibía era el costo de tener
a la mitad de la población bajo extrema pobreza. Con brutales
violaciones a los derechos humanos, el régimen pretendió erradicar la protesta
popular y desarticular al movimiento revolucionario y a los partidos de la
izquierda para frenar la crisis y cumplir en paz con el cronograma trazado.
Pero no fue la represión lo que finalmente desmovilizó al movimiento social
chileno, pues a pesar de ella mantuvo las protestas. El año '86 marcó los
momentos más altos de la lucha y la movilización combativa del pueblo. La
verdadera fuerza se hizo evidente e incontrolable en el paro del 2 y 3 de
julio por su amplio poder de convocatoria y el nivel de enfrentamiento. A
pesar que las direcciones de los partidos de centro no hicieron el mejor
esfuerzo y el propio Partido Comunista limitó las acciones para preservar la
amplia unidad que se generó en la Asamblea de la Civilidad. Pinochet vivió entonces su momento de mayor aislamiento
político, nacional e internacional. Maduraba con rapidez una situación
revolucionaria en que las direcciones políticas eran sobrepasadas por las
masas. Esta demostración de
fuerzas, sumado al descubrimiento de los arsenales en el norte, dimensionó de
forma elocuente el carácter de la lucha. Frente al empuje popular, las
direcciones políticas comenzaron a vacilar y EE.UU.
envió un representante del Departamento de Estado con un plan concreto que
ofrecer al gobierno, a los militares y a la "oposición
democrática". Este proceso de negociación estuvo marcado por el freno
del movimiento social y por la retoma de la iniciativa por parte de Pinochet, en especial después de la emboscada en su
contra. En ese mismo tiempo,
en el ámbito internacional se inició el desmoronamiento del sistema
socialista en Europa del Este. II Parte NACIMIENTO, DESARROLLO Y
CONSOLIDACION DEL FPMR (1983-1986) El nacimiento del
Frente fue resultado de la evolución y desarrollo de la política del Partido
Comunista de Chile que después de intentar distintos caminos para enfrentar
al régimen militar llegó a la conclusión de que "están cerradas las
opciones pacíficas para la derrota de la dictadura" y que "el
pueblo recurre y recurrirá a todas las formas de lucha, incluida la violencia
aguda, para derrotarla". Surgió un nuevo proyecto político, la rebelión
popular, que entró a cambiar cualitativamente el contenido de la
confrontación política. La política de la RP constituyó una estrategia para lograr
el término de la tiranía, interpretando el descontento popular e incorporando
a miles al combate, lo que quedó demostrado en múltiples y masivas
manifestaciones contra la dictadura. Para responder a las
exigencias de un enfrentamiento que asumía la violencia, el PC creó su brazo
armado, el FPMR. Salió a la luz pública el 14 de diciembre de 1983,
reivindicando un conjunto de acciones que sorprendieron por su magnitud,
coordinación, novedad, certeza y capacidad, respondiendo a los requerimientos
de un cuadro general de crisis y enfrentamientos. Los sectores
populares se sintieron identificados con estas acciones que significaron un
verdadero detonante y catalizador de las futuras jornadas de protestas. Nacíamos en absoluta
identidad con el estado de ánimo de las grandes mayorías. El FPMR irrumpió
para llenar el vacío producto de un desigual combate entre unas fuerzas
represivas adiestradas, pertrechadas y con todo el poder del Estado, y un
pueblo cuya principal arma era su decisión de combate. Durante la lucha en
contra de la dictadura, el trabajo militar - como un elemento más de la
política del PC - estuvo regido por el objetivo político de terminar con la
dictadura mediante el desmoronamiento político-moral de las FF.AA. Esto determinó que la construcción y desarrollo
del trabajo militar respondiera a leyes y principios surgidos de las
necesidades de un enfrentamiento destinado a desmoronar al enemigo mediante
golpes orientados a desestabilizarlo y no a derrotarlo. Es decir, asumiendo
lo militar sólo en sus aspectos operativos. Las bases del trabajo militar del partido lo
constituyeron el FPMR, el trabajo militar de masas (TMM) y el trabajo hacia
las Fuerzas Armadas y en su desarrollo jugó un rol de primera importancia la
ayuda internacional, en particular la cubana. Desde todo punto de vista, Cuba
brindó su apoyo irrestricto y permanente a la lucha de nuestro pueblo, y
sirvió de aval para el establecimiento de un amplio arco de relaciones
políticas con el movimiento revolucionario. En la medida que se
profundizaba la lucha, rápidamente el FPMR logró incidir con su accionar en
la situación política, por lo que encaró nuevas exigencias, derivadas del
enfrentamiento armado sometido a leyes y principios diferentes a los que
tradicionalmente rigen la lucha política. La necesidad de definir con mayor
precisión el camino más probable para el derrocamiento del tirano dio paso, a
finales del '84, al diseño de una estrategia político-militar. Esto se tradujo en el
plan de la Sublevación Nacional (SN) con un significativo aporte de las
estructuras del trabajo militar. Este plan se transformó en el elemento
rector de la actividad política y militar del PC. La SN abrió mayor espacio
en la implementación del trabajo militar. Se crearon las fuerzas operativas
territoriales y las Milicias Rodriguistas,
manteniendo el criterio del desarrollo en contribución a la lucha del pueblo.
En la esfera
internacional, comenzó un trabajo de una calidad y amplitud muy superior a la
realizada en los años '82 - '83 cuyo objetivo central era la logística. A
través de la estructura de trabajo exterior del Frente, estrechamente ligada
al Partido, se amplió la esfera político-diplomática. De a poco, se fueron
ocupando espacios a los cuales el PC no tenía acceso, viéndose obligado a
asumir responsabilidades que cada vez iban más allá de las de un simple
aparato. CONCEPCION POLITICO IDEOLOGICA DEL FPMR El surgimiento y el papel
jugado por el FPMR en la lucha junto al pueblo chileno sólo se puede
dimensionar analizando la expresión concreta de sus políticas internas, las
cuales han marcado su desarrollo. Desde el punto de
vista político-ideológico, el Frente nació asumiendo como estrategia la
Rebelión Popular (RP), la que fue definida como "un proceso de lucha en
todos los planos, que abarca las más diversas formas, desde la
desestabilización hasta la insurección, utilizando
las formas legales, semilegales, clandestinas,
secretas, armadas y no armadas en todos los frentes de la lucha popular, con
el objetivo de DERROTAR LA DICTADURA y abrir paso a la creación de un
GOBIERNO PROVISIONAL de unidad nacional." El contenido militar
de este proyecto tenía como propósito construir una correlación de fuerzas
favorable en ese terreno de acuerdo al grado de desarrollo de la lucha
popular. Consecuente con ello, el FPMR definió su estrategia en un primer
comunicado y manifiesto donde planteó que "el derrocamiento de la
dictadura no es posible sólo a través de los métodos tradicionales de lucha;
se hace necesario incorporar métodos armados de combate con el objetivo de
poner FIN AL REGIMEN, terminando con Pinochet y su
Junta, la derogación inmediata de la Constitución y la creación de un
GOBIERNO PATRIOTICO DE UNIDAD NACIONAL con carácter PROVISIONAL." El espectacular
secuestro de Sebastián Bertollone, subdirector del
oficialista diario La Nación, permitió irrumpir en los medios de comunicación
de masas y dar a conocer la primera bandera del FPMR y el Primer Manifiesto Rodriguista al pueblo de Chile. Ahí señalamos que
"el FPMR es el brazo armado del pueblo de Chile. Nos inspiramos en el
ejemplo del guerrillero del pueblo Manuel Rodríguez, en la gesta del
indomable pueblo mapuche, en las tradiciones del movimiento obrero y popular,
en el ejemplo de dignidad y consecuencia de Salvador Allende, en los cientos
de miles de patriotas que luchan contra la tiranía de Pinochet
y por una patria justa y soberana ..." Agregaba que "nuestra lucha
es la de aquellos que buscan una vida digna y solidaria, la de aquellos que
anhelan la paz, la libertad, la democracia ..." Más adelante decía que
"somos solidarios con los pueblos que luchan por su independencia del
dominio imperialista y con los procesos democratizadores de Argentina y
Uruguay, con la lucha de los pueblos de Nicaragua, El Salvador y Guatemala y
de todos los que anhelan la libertad y la independencia nacional". A las
FF.AA. y de orden se les planteaba: "... los
ejércitos más poderosos han mordido el polvo de la derrota ante los pueblos
decididos a conquistar su libertad. Un régimen como el de Pinochet
no merece defenderse, no merece la sangre de tantos compatriotas
... los militares deben comprender esto antes de que sea demasiado
tarde". Proclamó el derecho a
la rebelión diciendo que "el pueblo debe hacer uso de todas las formas
de lucha, recurriendo incluso a la legítima violencia en defensa de sus
derechos". En otro párrafo convocó al pueblo a integrarse a las Milicias
Rodriguistas y a luchar decididamente contra la
dictadura. En el primer boletín se fundamentaron las razones del origen de la
organización, señalando que se debía construir una fuerza militar del pueblo
y lograr la unidad de los distintos destacamentos armados, a fin de coordinar
las acciones y desarrollar una labor tendiente a hacer RECAPACITAR A LAS FF.AA. La estrategia del Frente se desarrolló
dialécticamente con la política partidaria, incorporando a su concepción los
elementos de la Sublevación Nacional cuyo objetivo principal fue el
"derrocamiento de la dictadura mediante el desmoronamiento
político-moral de las FF.AA.", golpeando a sus
fuerzas y logrando el control de objetivos territoriales y estratégicos. En
algunos aspectos contemplaba la lucha con un carácter insurreccional,
previendo que los combates decisivos estarían vinculados al levantamiento
popular en los grandes centros urbanos. El proyecto permitía contribuir
acertadamente en los objetivos de lograr la caída de la dictadura y una
salida popular, sin embargo ello no estaba inscrito en una estrategia de
poder. La sublevación nacional
no estaba concebida como un sistema militar de enfrentamiento al régimen. No
se trataba de una guerra. Podría tener una equivalencia con una forma de
insurrección parcial que no tenía como objetivo la derrota militar del
enemigo sino su derrota política. Estas limitaciones fueron fuentes de
contradicciones que después del '86 fueron determinantes en la conducta
política del PC, de sus cuadros y militantes. La construcción militar del
Partido respondió plenamente a los requerimientos de su política, siendo un
componente más de ella. Esto llevó a que la forma de organización del trabajo
militar fuera la de un aparato destinado a desarrollar un accionar operativo
capaz de sobrepasar la legalidad del régimen y que permitiera inducir a la
desobediencia civil y a la desestabilización para crear un cuadro de
ingobernabilidad. Ello nos demuestra que en dicha concepción el papel de la
violencia y el desarrollo del trabajo militar, como instrumento para su
implementación, tuvieron un carácter esencialmente tácticos.
Los fundamentos
políticos del FPMR quedaron definidos en sus primeros estatutos donde se
establecía que: · Al
Frente le corresponde jugar el rol histórico, junto a las demás fuerzas
políticas patriotas, en el derrocamiento de la dictadura y en la perspectiva
de la liberación nacional. · En
la tarea de organizar y conducir a los patriotas chilenos en el
enfrentamiento político y militar con la tiranía. · En la tarea histórica
de construir la organización político-militar de las masas y de armarlas, como
principio fundamental de la construcción del referente político-militar del pueblo.ORGANICO La estructura orgánica del Frente, así
como su funcionamiento, dependió de la aplicación de los estatutos
partidarios, por parte de las instancias regulares. Al no existir en dichos
estatutos normas que contemplaran las particularidades de la actividad
militar y ante la necesidad de contar con normas claras para el desarrollo de
la vida interna, se comenzaron a aplicar mecánicamente al FPMR las normas de
vida partidaria. Estas quedaron
reflejadas en los propios estatutos, que fueron una adaptación de los del PC
a un tipo de organización que "no es un partido político, es una
organización político-militar, de composición amplia, unitaria y pluralista
que une e interpreta a los patriotas chilenos, por una opción de vida digna,
libre de opresión social, económica y política". La dirección y
conducción del Frente desde el punto de vista político militar fue
responsabilidad del PC, a través de su comisión militar y desde el punto de
vista operativo a través del principal órgano del FPMR, la Dirección
Nacional. Sobre estos
principios se establecieron las primeras formas orgánicas, constituyéndose un
mando central dependiente de la comisión militar del PC, con la responsabilidad
de organizar, dirigir, equipar, preparar y llevar adelante las acciones de
los nacientes grupos operativos. Las responsabilidades en los órganos y
estructuras de mando, aseguramiento y combativas se cubrían mediante
designaciones hechas por el Partido o bien directamente por los jefes del
Frente. Las nuevas formas
orgánicas surgieron como resultado de la aplicación de las normas leninistas
de funcionamiento partidario, por un lado, y las correspondientes a una
estructura militar, por otro. Estas quedaron plasmadas en los primeros
estatutos del FPMR, estableciendo como bases el centralismo democrático y la
disciplina y moral rodriguista. Pero el elemento
rector fue el mando único definido como "vertical, donde sólo existe el
vínculo del jefe con el jefe superior como eslabón de unión de la
estructura". Las formas, métodos y
estilos se desarrollaron tratando de conjugar los principios de la democracia
partidaria y el orden y mando de una estructura militar. Surgieron una serie
de contradicciones que significaron convivir eternamente tratando de
conciliarlas. Sin embargo por el carácter y las necesidades de la lucha
primaron aquellos destinados a fortalecer y asegurar el ejercicio del mando. La dirección del Frente
se organizó bajo un mando unipersonal, con una jefatura y grupos de apoyo. La
jefatura asumió directamente la tarea de desarrollar los aseguramientos
logísticos, médicos, la preparación y operaciones. Los equipos de apoyo se
crearon en función de la propaganda, el trabajo político-ideológico y la
infraestructura de funcionamiento. En la práctica, los jefes principales
llegaron a participar del órgano superior del Frente en una labor
esencialmente de coordinación. Las principales
acciones correspondieron a las líneas operativas trazadas por el Partido
según el desarrollo de la situación política. La decisión era tomada por la
dirección del PC a partir de las proposiciones del Frente, que las
planificaba y ejecutaba. El funcionamiento interno se realizó, por un lado,
como organización celular para los aspectos políticos y, por otro, como
unidad combativa para los efectos militares. Lo primero fue de
responsabilidad del Partido, mediante sus informes y documentos, y lo segundo
del Frente, a través de sus reglamentos, directivas y disposiciones, siendo
los jefes los responsables directos del funcionamiento. Al interior del FPMR,
la estructura partidaria no tuvo una vida independiente y se llegó a fundir
con la militar. A pesar de la dependencia política y orgánica del PC, la
orgánica del Frente no estuvo sujeta a esquemas rígidos y se modificó
permanentemente. Se crearon diversas y variadas estructuras a los distintos
niveles. Debido a que sus principales cuadros y estructuras vivían en la más
absoluta clandestinidad, la vida orgánica del FPMR se hizo cada vez más
intensa y permanente, con un funcionamiento diario. CUADROS Nuestra política
de cuadros se definió a partir de las necesidades del proyecto estratégico y
de los requerimientos de su táctica, contemplando al militante en medio de
una realidad que constantemente lo influye y condiciona. La estrategia de la
Sublevación Nacional determinó una política de cuadros coherente con ella.
Consideramos cuadro a todo rodriguista vinculado a
una responsabilidad principal (jefe) en los distintos niveles, el que era
designado a partir de criterios que se pueden resumir en dos planos. Uno
"objetivo",, vinculado al grado de
preparación y experiencia combativa y a la antiguedad
dentro del Frente; y otro, subjetivo, que tiene que ver con la visión
personal de los jefes respecto del militante, en cuanto a su disposición,
entrega y comprensión de la línea política del Frente. Es decir, la
ubicación, desarrollo y promoción estuvo determinada en última instancia por
la trayectoria del cuadro y por la intuición y conocimiento que de él tuviera
su jefe inmediato. Los cuadros del Frente provenían del PC, formados en el
interior y en el exterior, pero fundamentalmente en el trabajo militar de
masas del Partido y más tarde en las Milicias Rodriguistas.
El PC fue el elemento
de control que garantizaba una calidad ideológica y moral de quienes
ingresaban al FPMR, disminuyendo las posibilidades de infiltración enemiga.
La selección y ubicación de los cuadros dependió en primer lugar del grado de
preparación militar. De acuerdo a esto, se asumió que quienes recibieron
formación en el exterior contaban con un alto nivel de preparación y
experiencia. Por tanto, se decidió incorporarlos al interior asignándoles las
principales responsabilidades, sin tener en cuenta que la mayoría de ellos
llevaba largos años fuera de la patria, tenían una limitada experiencia
política y la nueva realidad a enfrentar requería de una necesaria etapa de
adaptación; de una transición que permitiera aplicar los conocimientos a un
escenario desconocido. Al no existir este
proceso, se cayó constantemente en una traslación mecánica de conocimientos y
experiencias adquiridas en el terreno regular, lo que limitó el aporte y, al
mismo tiempo, generó resentimientos y aprensiones en otros cuadros. Los
cuadros que tuvieron la responsabilidad de comenzar a construir el Frente
fueron designados por el Partido Comunista sobre la base de un contingente
llegado desde el exterior y de combatientes destacados en las acciones
audaces realizadas en el interior, primando el criterio de experiencia y
disposición individual. Sobre estas bases se
desarrolló nuestra política de cuadros, regida por aspectos técnico-militares
que hicieron primar el valor de la práctica combativa y subestimar la
preparación política. La instrucción teórica no estuvo orientada a lograr una
sólida formación marxista-leninista, base principal y herramienta fundamental
para el ejercicio de una práctica acertada. La exaltación de los criterios
técnicos repercutió en la formación, preparación e incorporación de cuadros
al Frente. En el Partido
Comunista esto derivó en una política destinada a pasar al FPMR a aquellos
compañeros que resultaban conflictivos, ya fuera por su carácter impulsivo o
por enfrentar problemas de seguridad, siendo la mayoría de ellos
relativamente nuevos en su militancia. Las estructuras partidarias
concibieron el paso de militantes al Frente sólo desde el punto de vista
cuantitativo y no cualitativo. Asumieron al FPMR únicamente como un problema
de fierros. El paso de militantes siempre encontró
la resistencia de las estructuras regulares del Partido y de las JJ.CC, obligando al Frente a realizar un trabajo
inorgánico de crecimiento al interior de la organización. La realidad indica
que el PC no destinó al Frente ninguno de sus cuadros dirigentes ni los más
experimentados en el terreno de la lucha política para que contribuyeran al
desarrollo integral del FPMR. Dentro del Frente, la formación se dió de acuerdo a los requerimientos del aparato,
constituyéndose lo técnico en elemento rector y estando la preparación
política-ideológica dirigida a estimular los aspectos subjetivos y morales
necesarios para la acción. En la práctica, se produjo una supuesta separación
de roles en que, por un lado, el Partido debía encargarse de la política y el
Frente, de lo militar. La formación estuvo supeditada al paso por una escuela
o a la realización de actividades puntuales para superar deficiencias
específicas. De este modo, la formación descansó en estructuras centralizadas
y no fue una labor permanente del conjunto de las líneas de trabajo ni formó
parte de la vida diaria del FPMR. El contenido de la
preparación de los cuadros estuvo orientado a enfrentar necesidades del
presente, reducido a la entrega de conocimientos de técnicas en función de la
acción. Esto llevó a una formación unilateral, marcada por un alto grado de
superficialidad. La existencia de una estructura militar con forma de aparato
desarrolla necesariamente formas de tratamiento a los cuadros que
corresponden a normas disciplinarias rígidas que se establecen entre jefes y
subordinados, y en las cuales las cualidades combativas pasaron a ser el
parámetro principal en la apreciación de la calidad de los militantes,
desarrollándose la tendencia a creer que los mejores cuadros eran aquellos
que habían participado directamente en un mayor número de acciones o en las
principales. Se produjeron
deformaciones individuales en que algunos compañeros se sintieron por sobre
la organización, sobredimensionando su rol y subestimando a otros, creyéndose
superiores o imprescindibles. El afán de sobresalir en algunos casos abrió
paso a una competencia poco fraternal. Se empezaron a hacer cosas para
lucirse, para descalificar y bajar el perfil de otros. En este contexto, se
hacían alardes de los resultados y se actuaba con arrogancia y altanería.
También se generaron condiciones favorables para una incondicionalidad
de subordinados a jefes. El carácter de la estructura y las condiciones de
lucha clandestina crearon una mentalidad en que los intereses individuales
estaban absolutamente subordinados a los de la organización y donde los
sacrificios personales no entrañaban contradicciones. La preocupación por
la vida personal ocupó un rol secundario y por parte de la organización se
perdió sensibilidad respecto del militante, sus inquietudes, necesidades y
expectativas. De una u otra forma, el militante era valorado en función de su
utilidad. Y cuando era afectado por la acción del enemigo lo responsabilizábamos
de errores, desconociendo su disposición de entregar lo mejor de sí a la
lucha. Las caídas pasaron a ser riesgos naturales del enfrentamiento y así
las justificábamos para responder a las presiones del Partido. Al conformarse como
un aparato, que enfrentaba directa y permanentemente a un poderoso enemigo en
su terreno, el FPMR pasó a ser el principal objetivo de los servicios de
seguridad, lo que impidió mantener una estabilidad de estructuras y cuadros.
Los cambios y movimientos, parciales y totales, fueron frecuentes y entramos
en una dinámica de un continuo recomenzar, sin poder atesorar valiosas
experiencias. La vida interna del aparato obligó a desarrollar un conjunto de
valores nuevos, distintos a los existentes en la vida partidaria. Surgió una
nueva mística, una nueva moral, una actitud derivada de la férrea voluntad de
vencer y de la permanente exposición a la muerte. También se formó una
alta cohesión del colectivo, todo lo cual en la medida en que se fue enriqueciendo
marcó una línea divisoria, distintiva y contradictoria con el Partido.
CONSTRUCCION DE FUERZAS La construcción de fuerzas formó parte y dependió del
contenido de la estrategia de la rebelión popular. Los criterios para su
construcción, como la forma, tipo de fuerzas a construir, en qué plazos y
dónde, respondieron a las necesidades del proyecto partidario que definió el
carácter del enfrentamiento como: · a)sublevación
del pueblo · b)limitado en
tiempo y espacio · c)parcial en
cuanto al enemigo a enfrentar En correspondencia con ello, se inició la
organización del trabajo militar cuyo objetivo principal fue construir las
fuerzas necesarias para cumplir con las misiones derivadas de la RP. Esto
determinó una forma de organización conformada por: · Frente · Trabajo militar
de masas · Trabajo hacia
las Fuerzas Armadas Cada una de éstas fue concebida como un tipo de fuerza,
fundidas en un solo principio de empleo táctico, diferenciándose unas de
otras por la envergadura de su acción; por el carácter de las misiones y por
el entorno hacia el que dirigían su quehacer. Sin embargo, su carácter de
especial era único. En el período
1983-87, el FP se desarrolló como brazo armado del PC, surgiendo como una
organización con estructura de aparato y condicionado por la concepción
político-militar del Partido Comunista. En correspondencia con el carácter
insurreccional de la lucha definido a partir de la rebelión popular, la
construcción de fuerzas del FP cursó diversas etapas, iniciando la misma en
torno a los grandes centros urbanos, particularmente en la Región
Metropolitana. Se estructuraron pequeños grupos operativos independientes y
centralizados, conformados por combatientes permanentes y clandestinos. Con
el desarrollo se fueron creando grupos en diferentes lugares del país,
construyéndose orgánicas de carácter zonal totalmente dependientes del mando
superior. Los primeros grupos se construyeron en forma centralizada, donde su
preparación, dirección, aseguramientos y acciones fueron responsabilidad del
órgano de dirección superior. El aumento creciente
en los niveles de lucha del pueblo - producto de la agudización de las
contradicciones al interior de la sociedad chilena -, así como el éxito de
las acciones iniciales, significaron un rápido reconocimiento y admiración
por parte de amplios sectores antidictatoriales, con lo que se crearon
condiciones favorables en crecimiento y consolidación, lo que obligó a elevar
el nivel de la organización de esta naciente fuerza militar. En su
desarrollo, las fuerzas urbanas del FP se dividieron en dos tipos: las
especiales (tipo comandos) y las operativas. Las fuerzas especiales (FF.EE.), dotadas de una alta capacidad combativa, se
designaron para cumplir tareas sobre objetivos con un alto nivel de
protección. Tuvieron un carácter selectivo y de alto profesionalismo. Las fuerzas
operativas se definieron bajo el criterio de que el enfrentamiento sería en
esencia urbano con un gran componente de masas y en una perspectiva insureccional (sublevacional). De ahí su carácter
territorial y su desarrollo y asentamiento en las principales poblaciones. Se
conformaron fuerzas de carácter miliciano (MR) en estrecha vinculación con
las masas, principalmente en lo que respecta a la autodefensa de masas (ADM).
En este período se produjo un crecimiento vertiginoso y las fuerzas del FP se
organizaron en las principales ciudades del territorio nacional. El plan de
la sublevación nacional determinó con mayor precisión los tipos de fuerzas
que el FP necesitaba construir, dónde y qué cantidad. Todo en función de
enfrentar el año decisivo ('86). Definió que las formas fundamentales de
lucha eran la movilización combativa del pueblo en los centros principales de
poder y de mayor concentración popular. La misma se definió como un momento
en que las masas, mediante una acción rápida y fulminante, lograran controlar
objetivos estratégicos y se hicieran dueñas de la situación. El enemigo a
enfrentar serían aquellas fuerzas vinculadas directamente a la represión.
Sobre estos criterios, las misiones del FPMR se definieron en: · apoyo y protección al movimiento de
masas. · ocupación,
control y defensa de objetivos estratégicos. · neutralización de servicios estratégicos, comunicaciones,
energía y transporte. · neutralización
de las fuerzas vivas del enemigo en acción represiva. Para cumplir estas
misiones, las fuerzas se organizaron sobre la base de pequeñas unidades
especiales urbanas, centralizadas desde el punto de vista del mando y de su
empleo combativo. Por lo tanto, la estructura, organización, preparación y
equipamiento de las fuerzas del FPMR se determinó por el tipo de acciones
combativas a ejecutar, las que tenían un contenido esencialmente defensivo,
destinado a afectar las bases del sistema mediante golpes a objetivos
generalmente con bajo nivel de protección, tratando de evitar el
enfrentamiento directo con el enemigo. Las acciones debían
aprovechar al máximo la sorpresa y la maniobra. Por otro lado, aquellas
vinculadas a la autodefensa de masas tenían un carácter de respuesta a la acción
enemiga. Si consideramos además que los principios de la construcción militar
definen la existencia de una fuerza como órganos de mando, unidades de
aseguramiento y unidades de combate, y la propia estrategia definida, esto
llevó al FPMR a establecer los siguientes tipos de fuerzas: a) fuerzas especiales
· b) grupos operativos
permanentes · c) grupos operativos
territoriales · d) unidades
milicianas Su estructura
transitó por las más variadas formas, ya fueran escuadras, pelotones,
compañías o destacamentos. Sin embargo, todos los cambios estructurales
tendieron a lograr unidades mayores por la vía de agrupar pequeñas unidades,
lo que sin duda logró un volumen de fuego mayor, pero estaba lejos de elevar
la capacidad y disposición combativa. Una unidad de calidad superior no está
dada por la suma mecánica de fuerzas y medios, más allá de su calidad
individual. La construcción de unidades mayores requiere de un espacio físico
que les permita prepararse y cohesionarse como unidad y difícilmente esto se
logra dentro de las ciudades. Las primeras fuerzas comenzaron a desarrollarse
en función de la acción en los grandes centros urbanos, con pequeños grupos
operativos centrales y conformados por combatientes permanentes. En su
desarrollo, las fuerzas se dislocaron territorialmente, surgiendo instancias
intermedias a nivel de región o zona para su dirección, las que respondían a
un mando nacional central, el que era responsable de su accionar. En este
contexto y bajo la dirección del Frente se organizó una fuerza operativa
mapuche, que surgió como una nueva organización: Leftraru.
Su base la componían cuadros rodriguistas mapuches
y otros combatientes del FPMR. Si bien es cierto estas fuerzas operaron,
estuvieron lejos de transformarse en la organización que permitiera la
incorporación de este pueblo a la lucha. En una primera etapa, los distintos
tipos de fuerzas se diferenciaron sólo por el nivel y la envergadura de las
acciones. A través de su desarrollo hubo esfuerzos por construir fuerzas en
la periferia de los grandes centros urbanos y en el terreno rural. Este tipo
de fuerzas fue definido como independiente y su construcción se enfrentó con
criterios similares a las otras, aplicando y trasladando mecánicamente
formas, métodos y experiencias del desarrollo urbano. La fuerza
independiente, concebida como tipo de unidades guerrilleras, no pudo
desarrollarse porque el tipo de acción y el carácter del enfrentamiento
planteado por la estrategia de la sublevación no contemplaba ni requería de
fuerzas de una calidad superior. Esfuerzos en esa dirección se diluyeron al
no contar con fundamentos e intentar ajustar su desarrollo a los marcos de la
SN, dejando inconsistentes resultados. El plan de sublevación nacional
dimensionó mejor las necesidades en cuanto al papel y desarrollo de las
fuerzas, manteniendo inalterable la esencia de su concepción. A partir de estas
nuevas precisiones se decidió concentrar los esfuerzos principales del
desarrollo en el plano territorial (poblacional), estimulando la formación de
milicias y creando las fuerzas operativas territoriales en estrecha
vinculación con el trabajo del Partido en el plano de la autodefensa de
masas. En las principales ciudades del país, se crearon condiciones para un
crecimiento independiente del Frente. En muchos casos este potencial no fue
aprovechado pues el aparato no tenía capacidad orgánica para ello. Los
primeros aseguramientos correspondieron a escaso armamento corto y explosivo,
el que debió ser centralizado y entregado a las unidades en función de la acción.
Es decir, las primeras unidades no contaron con armamento propio y adecuado,
dificultando su preparación. El empleo combativo de las nacientes fuerzas se
hizo sobre la base de pequeñas acciones propagandísticas que permitieran el
fogueo de los grupos y dar a conocer al FP como organización de nuevo tipo en
la lucha antidictatorial. Con el tiempo, se crearon distintos aseguramientos
y la mayoría de los grupos llegaron a ser autosuficientes en cuanto a
armamento. El abastecimiento con explosivos y medios de explosión se resolvió
centralmente. Por otro lado, el tipo de medios a emplear por las unidades no
respondió a los requerimientos de las acciones y se incorporaron al combate
independientemente de la designación de su empleo combativo. Preparación combativa:
Las formas principales de preparación combativa se efectuaron en el interior
y exterior, a través de escuelas a distintos niveles, así como manuales y
diversa documentación. La preparación básica
se realizó directamente en la vida de los grupos. La preparación exterior
constituyó la forma más completa de la preparación combativa. Ella se
desarrolló en un plano militar regular y en otro irregular. En el primero, se
abarcó casi la totalidad de las especialidades y tipos de armas propias de
unas fuerzas armadas regulares, mediante la formación de oficiales. En el
segundo, se formaron tanto los jefes como los combatientes en función de la
lucha urbana y, en menor escala, rural. Tiempo después la preparación de
combatientes se realizó en el interior, dejando al exterior para
especialistas y jefes. Fueron entregados profundos conocimientos
teórico-prácticos propios de la preparación de las tropas, inaplicables a una
concepción irregular que no contemplaba la guerra. El contenido de la
preparación combativa fue a partir de los principios y normas metodológicas
adquiridas por los cuadros en el exterior. Esta respondía a las necesidades
de la defensa de un Estado y a las exigencias de un ejército regular, en
función de la guerra. El tratamiento de los temas se trasladó en forma
mecánica de una realidad a otra incorporando a la preparación irregular
contenidos y formas propias de otro tipo de fuerzas como: infantería,
cortesía militar, preparación física, preparación táctica y de tiro. Fueron
entregados profundos conocimientos teórico-prácticos propios de la
preparación de las tropas, inaplicables a una concepción irregular que no
contemplaba la guerra. Por otro lado, la
preparación combativa respondió a los requerimientos de la lucha entregando
un conjunto de materias generales tratadas técnica y superficialmente, para
responder a las necesidades que garantizaran el cumplimiento de un accionar.
El proceso de instrucción descansó en la actividad especial de escuelas y en
la propia práctica de los grupos. La limitación de los objetivos de la misma
determinó la entrega esquemática de conocimientos, generándose una mentalidad
que llevó a ver lo militar desde el punto de vista técnico, desvirtuando su
esencia política. Así, quedaron sin espacio las iniciativas creadoras y la
superación, transformando en eternos y absolutos los conocimientos recibidos
en la preparación, lo que indujo a aplicarlos formal y mecánicamente. Los
contenidos políticos de la preparación combativa se limitaron a generalidades
de la estrategia para exacerbar los aspectos subjetivos, y estimular así las
motivaciones y asegurar el éxito de la acción. Pero no fueron abordados al
calor de la ciencia y el arte militar. La preparación táctica,
labor principal en la formación de los combatientes, consistió en entregar
enunciados metodológicos para organizar el trabajo consecutivo de los jefes,
relativo a las acciones armadas. No se desarrolló una táctica militar
irregular, acorde al posible enfrentamiento. Y el combate popular se fue
desarrollando en medio de la improvisación y desorganización, desaprovechando
y diluyendo la efectividad en el empleo de las fuerzas y medios. En síntesis,
la preparación estuvo sometida a rígidos esquemas, propios de las escuelas
militares regulares, transformándose en verdaderos recetarios para cumplir al
pie de la letra. Las herramientas y
principios entregados en su aplicación incidieron decisivamente en todos los
aspectos de la vida del FPMR, lo que se reflejó en un quehacer rutinario,
recurriendo a formas tradicionales que se establecieron como únicas verdades,
aplicables a las más diversas situaciones. La capacidad combativa alcanzada
por el Frente correspondió al papel y misiones asignadas y permitió cumplir
exitosamente las acciones planificadas en el marco de la sublevación
nacional. Bajo esta concepción, el incremento de la capacidad combativa
estaría siempre limitada por el desarrollo cuantitativo de fuerzas y medios,
y no por la incorporación de nuevas tácticas, estructuras y técnicas. Es
decir, ella pasaba por tener más y no grupos de nuevo tipo, ya que el
contenido de las misiones era el mismo. De igual forma, la disposición
combativa correspondió a los objetivos planteados. Es decir, cumplir en tiempo
y forma una acción. Sin embargo, llegaron a establecerse erróneamente niveles
de la misma, en una copia fiel de los ejércitos regulares, definidas según el
grado de amenaza. En circunstancias que, en nuestro caso, la amenaza es una
sola y permanente. La disposición combativa no estuvo orientada a desarrollar
la capacidad ofensiva de responder oportuna y contundentemente los ataques
enemigos. ASEGURAMIENTOSA.) Logístico: La logística constituye uno de los
principales aseguramientos combativos, el que se define con el objetivo de todar a las unidades de armamento y municiones. Como
también de explosivos y medios de explosión para asegurar el cumplimiento de
las acciones. La logística se
organizó centralmente, con grandes unidades permanentes (almacenes, talleres
y transporte). Casi todos los tipos de fuerzas contaron con un mismo tipo de
armamento, desde las fuerzas especiales hasta las unidades de milicia. La
incorporación de medios industriales de calidad superior se realizó
independientemente del grado de desarrollo de la lucha y sin contemplar la
posibilidad real de legitimar el empleo de ellos por las masas. La mayor
parte nunca fue usado y terminó por caer en manos del enemigo. Incluso cierto
tipo de armamento casero no llegó a ser el medio fundamental del combate
popular. En correspondencia con el carácter de las misiones a cumplir por el
trabajo militar y el FMPR, la logística se estructuró en dos direcciones
centralizadas. Una estratégica, a nivel de la comisión militar, y otra
operativa, a nivel de las direcciones de trabajo, el FPMR y el TMM. Para el
cumplimiento de las misiones, la logística se estructuró con equipos
permanentes en el interior y exterior. El exterior fue
definido como fuente principal de compra y ayuda internacional, organizado en
bases operativas con una infraestructura para el almacenamiento, y
transportación. Los medios empleados en las primeras acciones correspondían a
los resultados de este trabajo. Por su parte, en el interior se organizaron
estructuras para la recepción y distribución, quedando como fuente de
fabricación y construcción, vía talleres de armamentos y explosivos caseros.
De este modo, se abrió una línea de investigación de mecanismos técnicos. Con
el tiempo quedaron en evidencia los bajos niveles de compartimentación
existentes y el empleo de los recursos logísticos en actividades ajenas a su
designación, comprometiendo la seguridad de los mismos. A partir de la
definición del carácter del enfrentamiento, se establecieron las necesidades
en cuanto a tipos, cantidad y calidad de los medios, constituyendo el
armamento corto, de defensa personal y el explosivo las líneas prioritarias.
Independientemente de que se hubiese logrado en algunas acciones, la
recuperación de armas del enemigo no constituyó una línea principal de
abastecimiento de medios. La organización de los aseguramientos tuvo un
objetivo táctico-coyuntural, en la perspectiva de acumular y asegurar con
anterioridad la entrega equitativa de medios materiales en correspondencia
con la definición del carácter de la jornada a realizar. La distribución
equitativa de recursos contribuyó a descentralizar y masificar las acciones,
impidiendo la concentración de esfuerzos en direcciones principales. El
desarrollo de los aseguramientos del Frente transitó por los mismos caminos,
independientemente de los niveles, ya fueran éstos tácticos, operativos o
estratégicos. Los cambios sólo pudieron apreciarse en cuanto a las
dimensiones de la estructura, pero en sus contenidos respondían a criterior tácticos. Las exigencias cada vez más
crecientes de la situación obligaron a iniciar una ofensiva en el terreno de
la preparación combativa y política, organizando un proceso de instrucción en
todos los niveles, en el plano interno y externo. Se abrieron nuevas vías de
abastecimiento y se prepararon las condiciones para el almacenamiento y
distribución de medios industriales llegados a Carrizal. Para este fin se
organizó una estructura especial con un conjunto de compañeros salidos tanto
del Frente como del Partido. La dirección de dicho plan estaba bajo la
responsabilidad de la comisión militar del PC. B.) Médico: De igual manera,
al comienzo el aseguramiento médico dependió de las posibilidades de
contactos y colaboración puntual de profesionales del PC o su periferia, los
que haciendo uso de su infraestructura legal de trabajo sólo podían dar una
atención de carácter primario. Con estas mismas limitantes algunas
estructuras urbanas contaban con colaboradores médicos sanitarios. El no
tener estructuras médicas propias, capaces de realizar una atención de mayor
complejidad, obligó en más de una oportunidad al traslado constante de
heridos o bien recurrir a las instalaciones del sistema, comprometiendo con
ello la seguridad y el estado de salud de los combatientes. En función de
ello, se implementó el aseguramiento médico sanitario centralizado (1984) con
funcionamiento escalonado mediante el sistema de: autoayuda, ayuda mutua,
primera asistencia, clínica, y atención especializada en el exterior.
Aprovechando el personal especializado con experiencia internacionalista
preparado en el exterior se organizaron clínicas clandestinas de carácter
permanente. Su desarrollo permitió fortalecer la moral de combate. C.)
Infraestructura: En la etapa previa y en el surgimiento del F., la infraestructura
del Frente dependía del PC. Posteriormente y fruto de los requerimientos de
la lucha se fueron creando condiciones que permitieran alcanzar un alto grado
de autonomía. Con el tiempo, el Frente desarrolló mecanismos propios que le
permitieron garantizar con altos grados de seguridad su funcionamiento, tanto
desde el punto de vista orgánico, como personal. De igual forma, se
desarrollaron líneas especiales en el terreno documental, financiero y de las
comunicaciones. La base de la infraestructura la constituyó el propio pueblo,
por la vía de colaboradores, militantes o simpatizantes, quienes a pesar de
las presiones, amenazas y persecusiones, siempre
estuvieron dispuestos a ayudar. Las comunicaciones se establecían mediante
vínculos personales e impersonales, aprovechando los recursos del sistema.
Las formas de las comunicaciones se realizaban mediante un lenguaje
codificado. La calidad y cantidad de la infraestructura se desarrolló en
relación directa a los requerimientos de la lucha, alcanzando sus grados más
altos durante el año '86. Fue capaz de resolver las condiciones materiales
para cinco conferencias de prensa, la evacuación del contingente con
problemas de seguridad producto del "año decisivo" y las
actividades regulares y acrecentadas de la organización. ACCIONAR El accionar
del Frente ha constituido la forma principal mediante la cual se ha llevado
adelante nuestra política y la misma se ha caracterizado por su carácter
armado. La esencia del aparato determinó la existencia de una estructura
esencialmente combativa, es decir, su razón de ser es la acción armada. Las
misiones planteadas al Frente por la RP determinaron un carácter urbano,
táctico y especial de sus acciones. Se conjugaron los criterios de
espectacularidad y masividad para mantener un
hostigamiento permanente al régimen mediante golpes simultáneos a objetivos
diversos, bajo los principios tácticos de la sorpresa, la rapidez y la alta
movilidad. En correspondencia con ello se definieron los siguientes tipos de
acciones: · secuestros · ajusticiamientos · sabotajes · propaganda · autodefensa · recuperación
· atentados/hostigamientos
Super Pollo (Video 1.8
MB) El centro de la actividad del Frente lo constituyeron sus acciones, las
cuales en sus inicios fueron hechos aislados con gran repercusión en la
coyuntura e independientes de la movilización popular. Con el tiempo fueron
correspondiendo con el nivel de lucha de las masas. Llegaron a insertarse
plenamente en los planes de las protestas y cumplieron acciones en su interés
antes, durante y después de las movilizaciones. A lo largo de nuestro
desarrollo, la mayoría de las acciones estuvieron destinadas a incidir
inmediatamente en una situación política concreta. Los planes de las acciones
se definieron a partir de las posibilidades de la organización y de las
necesidades determinadas por su proyecto.
Accionar Ascendente
del FPMR durante 1985 y 1986 1985 El FP realizó 350 acciones exitosas y
cincuenta fallidas. 1986 Las fallidas fueron 150 y 554 las
exitosas. 70 de ellas fueron
derribamientos de torres;30 fueron cortes de vías
férreas;18 fueron ataques a instalaciones de las fuerzas represivas;8
acciones de hostigamiento;338 sabotajes menores;fueron
distribuidos cinco camiones con alimentos y se realizaron ocho acciones
especiales, entre las que están la emboscada a Pinochet
y el ataque al cuartel de Carabineros de calle Polobanda. Emboscada a Pinochet (Video 2.4 MB) Durante
la lucha antidictatorial, con su accionar el Frente se convirtió en la
principal organización armada, contribuyendo a elevar el grado de
combatividad y lucha del pueblo. Cualquier acción violenta contra la tiranía
se validaba por sí misma debido al odio anidado en el pueblo hacia las FF.AA., y los organismos de seguridad. Es decir, existían
un conjunto de condiciones objetivas y subjetivas favorables para el
desarrollo de un quehacer en el plano armado. Por otro lado, las coyunturas
eran mucho más amplias y la situación política se mantuvo inalterable por
largos períodos. La acción armada era un elemento más dentro de la lucha
política y su desarrollo condicionado por los intereses puntuales de la
lucha. Las acciones y operaciones más grandes transitaban por estos mismos
caminos. El desarrollo del trabajo militar en lugar de regirse por las leyes
de la ciencia y el arte militar, se comenzó a regir por principios de la
acción perdiendo con ello la posibilidad de su expresión estratégica. Las
operaciones estratégicas del Frente, destinadas a cambiar el curso de los
acontecimientos, como la emboscada al tirano y el desembarco de armas, se
realizaron como una acción más. No descubrimos su sentido y trascendencia. Su
planificación, preparación y estructura así lo demuestran. Más allá de sus
éxitos o fracasos, por su dimensión estas operaciones sobrepasaban las
posibilidades creadas por una concepción táctica. Incluso ante la
eventualidad de haber logrado su pleno éxito militar, en lo político habían
imprevistos que sólo el desarrollo de los acontecimientos iba a determinar.
Los reveses en este plano se debieron a trasladar mecánicamente criterios
tácticos a situaciones estratégicas. En resumen, junto con organizar
operaciones como éstas no se crearon condiciones de una calidad distinta.
Sólo se enfrentaron cuantitativamente. Su organización, preparación,
almacenamiento y defensa se realizó como cualquier acción más. A modo de
ejemplo del accionar ascendente, podemos decir que en 1985 el FP realizó 350
acciones exitosas y cincuenta fallidas. En 1986 las fallidas fueron 150 y 554
las exitosas, donde 70 de ellas fueron derribamiento de torres; treinta
fueron cortes de vías férreas; 18 fueron ataques a instalaciones de las
fuerzas represivas; hubo ocho acciones de hostigamiento; 337 sabotajes
menores; fueron distribuidos cinco camiones con alimentos y se realizaron
ocho acciones especiales, entre las que están la emboscada a Pinochet y el ataque al cuartel de Carabineros de calle Polobanda. Hubo otras dos acciones de este tipo en 1986
pero que entonces fueron evaluadas negativamente desde el punto de vista
político y militar. Se trató del asalto a la Panadería Lautaro,
en abril de ese año, de donde se desencadenaron importantes problemas de
seguridad y del ataque al regimiento Libertadores. Otro elemento preocupante
era el alto índice de acciones fallidas atribuido a deficiencias en la
planificación, en la preparación de las unidades y en los aseguramientos.
También vivimos graves problemas en cuanto a la distribución de explosivos,
pero lo que más afectó la moral combativa fue nuestra incapacidad para
garantizar la seguridad post operacional. SEGURIDAD La seguridad es una de
las principales actividades de la organización con el objetivo de proteger
estructuras y cuadros de la actividad enemiga. Inicialmente, la seguridad de
la organización no fue más que la aplicación de criterios y medidas que
normaban el trabajo clandestino del Partido, definidas a partir de las
características de la actividad enemiga, que centralizaba su labor en
distintos organismos de seguridad, policiales y los órganos de inteligencia
de las distintas ramas de las FF.AA. El objetivo
principal de estos servicios era descubrir, neutralizar y aniquilar los
posibles y potenciales focos de subversión. La lucha emprendida por los
órganos de seguridad en contra del movimiento popular y revolucionario tuvo
como base la represión física directa, destinada a aniquilar a los
revolucionarios y a golpear ejemplarmente su base de apoyo social. Para ello
recurrió sistemáticamente a la tortura como principal fuente de información y
a los allanamientos masivos en contra de la población, como una forma de amedrentamiento. Desarrolló una amplia red de
colaboradores e informantes (sapos), en los distintos ámbitos de la vida
nacional. Estableció un sistema permanente de patrullajes, control, chequeos
y detenciones masivas, que le permitió en poco tiempo control total de un
territorio (alerta roja). Su respaldo legal lo constituyeron los diferentes
estados de excepción, es decir actuaban en la más absoluta impunidad. La
seguridad de la organización está íntimamente vinculada a su estructura, es
decir, a la compartimentación entre los diferentes niveles e instancias.
Pero, las necesidades de contar con una estructura ágil y dinámica van
generando cierto tipo de relaciones entre militantes de distintas
estructuras, produciéndose constantes cruces, permitiendo que los golpes
generalmente tengan un efecto multiplicador, lo que hace a la organización
cada vez más vulnerable. El plano de la seguridad individual se enfrentó
mediante la aplicación de medidas generales, las cuales se incrementaban día
a día. Ellas surgían de los principios que regular el trabajo conspirativo y
llegaron a ser independientes de la actividad enemiga. Cada caída fue
enfrentada con nuevas y rigurosas medidas, partiendo de la premisa que los
golpes recibidos sólo estaban determinados por la ausencia o violación de tal
o cual norma, asumiéndola como errores nuestros y nunca como éxitos del
enemigo. Por otro lado, no existió un permanente seguimiento del desarrollo
de las actividades enemigas y nuestras medidas no tenían correspondencia con
su accionar. Es más, la aplicación de las mismas alcanzó altos grados de
mecanicismo y formalidad. En 1986 hubo un aumento de nuestras bajas que,
además de nuestros errores, se debió precisamente a las medidas tomadas por
el enemigo para intentar destruir al FP, objetivo que se trazó al ver el
incremento de la cantidad y calidad de nuestras acciones. Ese año invirtió
una gran cantidad de recursos humanos y materiales y comenzó a usar
sofisticadas técnicas, como nuevos métodos de tortura. Pero su principal
inversión estuvo en una gigantesca campaña de guerra sicológica contra el
Frente. Por ejemplo, utilizó hábilmente y desde el punto de vista político,
los golpes que nos dio en 1986. Ese año tuvimos 72 bajas, de las cuales 63
fueron detenciones y nueve corresponden a compañeros muertos (ocho de ellos
en enfrentamientos y uno por accidente); 25 de los prisioneros cayeron por
delación; doce por indisciplina y 21 por trabajo de las fuerzas represivas.
TRABAJO POLITICO IDEOLOGICOA.) Propaganda: En sus inicios el Frente no contó
con un quehacer propagandístico propio, y esta actividad descansó en los
aportes de la estructura de propaganda partidaria. Tanto su elaboración, como
impresión y distribución la realizaron las instancias orgánicas del Partido a
través de su trabajo militar. De igual forma, otras iniciativas destinadas a
difundir el quehacer del Frente, como lienzos o rayados, eran realizadas por
estas estructuras y llevaban la firma del FPMR. La propaganda giró en torno a
determinadas efemérides, en particular, alrededor de nuestros aniversarios y
otras fechas importantes en la lucha popular e históricamente levantadas por
el PC. Al igual que lo que ocurría con el resto del quehacer del Frente,
existía un calendario de antemano y que podía marchar perfectamente ajeno a
la coyuntura política. Esto imposibilitó que elaboráramos consignas e ideas
oportunas y ajustadas a los diversos vaivenes del quehacer nacional.
Significó que tampoco estábamos invirtiendo con una visión estratégica en
este terreno pues, por su propia definición, para nosotros el enfrentamiento
tenía un carácter definido y limitado en tiempo y espacio. Sin embargo, bajo
esa concepción de aparato destinado a derribar a la dictadura - que asumió un
enfrentamiento radical - la actividad que se hizo en el campo de la
propaganda fue importante para entregar mística a nuestros combatientes y
moralizar a las masas. En particular, la edición de nuestro órgano oficial,
"El Rodriguista", y Barricada del TMM,
así como la elaboración de libros (Manuel cabalga de nuevo y Nacer en
primavera), folletos y canciones relativas a la vida del Frente. Para lograr
estos objetivos, nuestro quehacer - vía estructura del PC - se centró en la
realización de afiches, volantes, instructivos, cassettes,
manifiestos y libros. Hacia 1985 se formó un pequeño equipo de propaganda
"propio" dirigido por la sección política de la Dirección Nacional
del Frente, pero que siguió siendo asesorado y apoyado por la estructura
respectiva del PC y la JJ.CC., que contaba con el
aporte de profesionales de la materia. Por esto y por el auge mismo de la
lucha, a partir de entonces se lograron avances significativos en esta área.
Por ejemplo, en 1986 se imprimieron 900 mil volantes; 25 mil afiches;
cincuenta mil cartillas de instrucción; veinte mil manifiestos y otros
impresos menores. En este período también se reprodujeron distintos
materiales y documentos, tanto del PC como de otras experiencias
revolucionarias. Existió además una experiencia de emisiones radiales, desde
puestos móviles, que consistió en interferir el audio de la televisión en
diversos barrios de Santiago. Esta experiencia funcionó coordinada con el
Partido. Por un lado, Radio Manuel Rodríguez y por otro, Radio Rebelión. A
pesar de las limitaciones técnicas en cuanto a su radio de acción, estas
transmisiones de radio-televisión constituyeron un impacto en la población y
un aliciente para la organización y la protesta. Podríamos decir que en 1986
ya teníamos consolidada una estructura y equipo estable de radio, con
alrededor de veinte puntos de transmisión, lo que permitió tener un récord de
trescientas transmisiones mensuales y un promedio de 150 a doscientas al mes.
Conferencia prensa '85 (Video 2 MB) Sin embargo,
nuestra principal actividad de propaganda en este tiempo fueron las
conferencias de prensa que tenían amplia divulgación y acogida, tanto
nacional como internacional. Esta fue nuestra vía más constante y elaborada
para entregar masivamente nuestro pensamiento, pero principalmente nuestra
voz era esperada a la hora de reivindicar alguna acción espectacular que se
produjera en el país. Sólo en 1986 realizamos cinco conferencias de prensa,
las que fueron organizadas por el equipo de infraestructura que apoyaba el
trabajo de la DN. Hubo algunos intentos aislados en el terreno de operaciones
psicológicas pero no tuvieron grandes repercusiones ni derivaron en un
esfuerzo o constancia mayor. B.) Defensa de los presos políticos: La defensa
de los presos políticos recayó sobre los hombros de los abogados del Partido
Comunista y algunos aliados, y por medio de éstos, logramos involucrar
inicialmente a organismos más amplios como la Vicaría de la Solidaridad, el Codepu y la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Este
trabajo no estuvo orientado a reivindicar la actividad revolucionaria, es
decir, a hacer una defensa ideológica de la misma. Por la imposibilidad de
defensa, debido a la inexistencia de un Estado de derecho, éstas sólo
sirvieron como denuncia de la forma cómo se violaban los derechos humanos a
través de los operativos realizados por los organismos de seguridad y los
métodos aplicados (torturas, vejámenes, amedrentamientos,
terrorismo estatal). Sólo excepcional y tímidamente se hizo una
reivindicación del derecho a la rebelión, basándose en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, lo que en más de una oportunidad vino de parte de
los propios detenidos. En la medida que se agudizó el enfrentamiento y que
los partidos de centro fueron separando aguas de la política rupturista del PC, la Vicaría de la Solidaridad empezó a
condicionar el trabajo con los prisioneros rodriguistas
y otros que hubiesen usado las armas. Puntualizaban que no defendían a
personas involucradas en "actos de terrorismo", lo que se vió agudizado con los problemas que la afectaron fruto
del asalto a la Panadería Lautaro. Esta situación concidió con el aumento de los golpes enemigos
(Carrizal), lo que derivó en la creación de la comisión nacional de
solidaridad del PC, destinada a atender a los prisioneros y fundamentalmente
conocer el origen de sus detenciones. Estas dejaron en claro que muchas veces
la militancia en el FPMR o en el PC no era tan fácil de distinguir, lo que
también sirvió al enemigo y a los aliados de entonces para precisar el origen
de algunas operaciones que el Partido públicamente desconocía. Pues muchas
veces por el apellido o por la trayectoria del prisionero éstos pudieron
establecer la vinculación del PC con algún accionar con el cual éste negaba
tener relación. C.) Relaciones Políticas: Las relaciones políticas del Frente
tuvieron como objetivo establecer ciertos grados de coordinación, apoyo y
colaboración con otras fuerzas políticas que luchaban en contra de la
dictadura, fundamentalmente en los períodos previos a las jornadas de
protesta y en función esencialmente de la actividad combativa.
Esporádicamente se mantenía un intercambio de opiniones con distintas
personalidades del ámbito político, religioso, cultural y social, pero esto
no respondía a un proyecto definido. Contábamos con vínculos regulares con una
serie de periodistas, ligados a agencias de prensa nacional y extranjeras,
revistas opositoras, radios y periódicos. MASAS El objetivo principal del
trabajo de masas de una organización revolucionaria es llevar y hacer parte
de su pensamiento a los más amplios sectores del pueblo, en la perspectiva de
generar una correlación de fuerzas sociales favorables para la revolución. El
trabajo de masas realizado por el Frente en esta etapa, sólo se puede
analizar partiendo de la base que éste no contó con una política
"propia", y solo se limitaba a aprovechar pequeños espacios dentro
de la política de masas del Partido Comunista, dándose excepcionalmente,
algunas particulares experiencias. El prestigio alcanzado por el Frente, a
través de un accionar exitoso, generó una atracción de distintos sectores, en
particular de los jóvenes. Junto a ello las distintas orgánicas existentes
estaban marcadas y desprestigiadas por un partidismo sectario y excluyente.
Creándose condiciones favorables para levantar un referente de masas amplio y
unitario, alternativo a los existentes, en ese contexto surgió la Juventud
Patriótica, con una expresión vinculada al movimiento estudiantil. Esto
constituyó la primera experiencia del trabajo de masas del Frente, como un
intento por construir un movimiento social independiente y en el cual los
intereses del sector social estuvieran por sobre las conveniencias tácticas
partidistas. El papel del Frente como fuerza de apoyo al movimiento social,
hacía que este trabajo se orientara al desarrollo de una base de
incorporación de nuevos combatientes en función de los requerimientos
tácticos de la lucha llevaron a que a corto plazo la JP, tendiera a
transformarse en una organización política con un carácter paramilitar,
alejando la posibilidad de constituirse en un referente social juvenil. En
otro plano, y bajo la misma concepción, se comenzó a desarrollar un
movimiento social a nivel poblacional, por la vía de las Milicias Rodriguistas, constituyéndose en una de las tareas
fundamentales del trabajo militar de masas del PC y que permitió la
incorporación organizada de amplias fuerzas que se manifestaban en medio de
las protestas y la lucha poblacional. Las milicias llegaron a tener una
expresión nacional y se transformaron en la base de la actividad combativa
del pueblo en el terreno paramilitar. En el camino y debido al carácter
especial de sus misiones y acciones se convirtieron en grupos operativos de
un nivel básico, cuyo empleo combativo cada vez respondió más a intereses
globales, alejándose del medio territorial y desvinculándose de su entorno
social. La actividad de masas realizada por el Frente estuvo dirigida a
organizar y conducir militarmente a los sectores en lucha, concentrando los
esfuerzos en función de la preparación técnica con el objetivo de elevar la
capacidad combativa del pueblo, estimulando y potenciando su movilización,
actuando en la periferia del mismo y privilegiando las acciones desde afuera
y en apoyo a sus intereses. Esfuerzos similares y particulares se realizaron
en el terreno mapuche, llegando a un significativo desarrollo a partir del
trabajo militar del Partido en la zona, y coordinado con una de sus
principales organizaciones, Ad-mapu. Este trabajo
se orientaba a la construcción de milicias mapuches. FINANZAS Desde sus inicios,
el Frente se financió por la vía del Partido, cuyos recursos estaban
orientados a mantener la estructura y funcionamiento clandestino. También a
garantizar la salida de personal a preparación en el exterior y el desarrollo
de actividades logísticas centrales. La lucha elevó significativamente las
demandas en el terreno financiero, las cuales eran imposibles de resolver por
los canales tradicionales, en función se realizaron actividades de
recuperación económica. Pero este camino, por los riesgos que implica no
constituyó la base de nuestro quehacer en este terreno. La política
presupuestaria del Frente se definió a partir de las necesidades políticas
del proyecto, es decir, al mantenimiento de la organización, y a resolver
problemas de la coyuntura. Los proyectos o inversiones de orden financiero
realizados en una perspectiva de más largo plazo, se limitaron a resolver
problemas de orden operativo y no en actividades de índole comercial. De esa
forma, todo golpe a la organización llevaba consigo la pérdida de
significativos recursos financieros. El criterio principal sobre el cual se
desarrolló la política financiera correspondió a las necesidades derivadas
del mantenimiento de la estructura clandestina, existiendo una diversidad en
cuanto a la distribución de recursos, los que en última instancia se
asignaban por criterios aplicados directamente por los jefes. De aquí la
inexistencia de un criterio único en la distribución de las ayudas y de los
presupuestos. TRABAJO INTERNACIONAL El trabajo internacional es parte
indisoluble de la política de la organización, por lo tanto en sus
resultados, independientemente a las particularidades, se manifestaron las
mismas deformaciones que afectaban al conjunto de la organización. El
contenido del trabajo exterior respondió a los objetivos de la rebelión
popular, marcados por una etapa de crecimiento y de consolidación exitosa. En
este trabajo se aplicaron los mismos mecanismos, formas, métodos y estilos de
funcionamiento que en el interior. Imponiéndose una dinámica correspondiente
con el carácter de la lucha, en la que predominaba el mando único. Los éxitos
y avances logrados en este terreno, estuvieron determinados por la identidad
existente entre el quehacer revolucionrio y el
estado de ánimo de las masas, ya que la existencia de la dictadura, su
esencia antidemocrática - que no permitía la expresión de las organizaciones
sociales y políticas - en medio de las más brutales violaciones de los
derechos humanos, permitió que la actividad del Frente se legitimara ante las
grandes mayorías, incluso por sectores que por doctrina no comparten el
empleo de la violencia. Esto contribuyó a generar una conciencia nacional e
internacional, de la necesidad y la posibilidad de terminar con la dictadura,
más allá de las diferencias de cómo enfrentarla y qué construir
posteriormente. En el exterior, esto se transformó en un gran movimiento de
solidaridad que identificaba a la dictadura como la causa única de los males
de Chile, la cual era necesario aislar. Además, se vivía bajo el estímulo de
la experiencia triunfante de la revolución nicaraguense.
Salvadoreños y guatemaltecos tenían un ritmo de lucha ascendente. Todo
contribuía a mantener en alto un estado de ánimo favorable en el plano
internacional. No se manifestaba aún la crisis del mundo socialista de Europa
del Este, que daba un apoyo concreto al movimiento revolucionario y en
particular, al chileno, contribuyendo positivamente en nuestro trabajo
exterior. La tendencia del pensamiento progresista predominaba en amplios
círculos internacionales. Gobiernos y parlamentos con marcadas tendencias
socialdemócratas abrieron sus puertas al movimiento revolucionario en Europa
y en países de América Latina. En definitiva, había en Chile una dictadura
oprobiosa que todo el mundo repudiaba. Aún no se imponía en el mundo la
política de soluciones negociadas a los conflictos internacionales, y por
ende no existían tantas presiones acerca de cómo solucionar los conflictos
locales. En este entorno ideológico, la política de enfrentamiento que mantenía
el FPMR era aceptada debido a la existencia de una situación internacional
favorable. Asimismo, éramos parte de un viejo partido que influía en las
relaciones diplomáticas, abría puertas, o cuando menos, no cerraba espacios a
nuestro trabajo exterior. En muchos lugares la militancia era común o se fue
diferenciando de a poco y sin perder ese contacto con las orgánicas
históricas de los comunistas exiliados. En resumen, la identidad de la
organización con las mayorías en el país se trasladaba al exterior con igual
carácter, y el Frente contaba con un grupo de dirección y militancia que
hábilmente supo aprovechar esas circunstancias históricas concretas. En el
terreno operativo, los resultados del trabajo del exterior fueron casi de
leyenda. Se prepararon operaciones de gran envergadura que reflejan las
especiales y óptimas condiciones de aquella etapa. Los hechos de Carrizal son
una clara manifestación de ello, de igual forma miles de hombres se
prepararon en distintos países, abriendo la posibilidad a participar en
experiencias combativas de otros pueblos. En este marco se montó un sólido y
amplio trabajo internacional con representantes en México, Venezuela,
Uruguay, Brasil, Cuba, Nicaragua, EE.UU., Bélgica,
Suecia, España, Inglaterra, Francia, Italia, y Argentina, estableciendo
además relaciones de apoyo e intercambio con amplios sectores del movimiento
revolucionario de América, Asia y Africa, así como
con partidos, movimientos y gobiernos progresistas. A modo de ejemplo,
podemos señalar que sólo en el último semestre de 1986 sostuvimos 35
conversaciones con Jefes de Estado, parlamentarios, dirigentes de partidos
políticos y personalidades de diez diferentes países de América Latina y
Europa. En el exterior, se desplegó un intenso trabajo de propaganda
vinculado a distintos medios de comunicación, así como publicaciones propias.
Sólo entre julio y noviembre de 1986 se realizaron 57 entrevistas de prensa a
representantes del FPMR en América Latina, Europa y Norteamérica. Se levantó
y legitimó el trabajo de voceros en el exterior. Se crearon bases operativas
en siete países. En las más difíciles condiciones, se realizaron numerosas
operaciones logísticas hacia el interior. Se garantizó el movimiento de miles
de combatientes en función de la preparación, de la seguridad o por
situaciones de salud. Se invirtieron cuantiosos recursos en esta gran
empresa. |
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