-Hoy os toca a vosotros hacer la transición
-dijo la voz del teniente de guardia en mi oído.
Abrí los ojos inmediatamente. Toda la habitación estaba a oscuras.
Se había activado una alarma temporal y en esos momentos todo el edificio
debería estar completamente sellado: nadie podía entrar ni
salir. Diez segundos más tarde se encendieron las luces. Los nanosistemas
de nuestros cuerpos comenzaron a activarse, controlando cientos de procesos
biológicos. Ahora podía ver con mayor claridad.
La transición es un clásico. Al menos una vez por semana hay
que hacerla, y en ocasiones hasta dos o tres veces en un mismo día.
¿Por qué todos los terroristas, de uno u otro bando, tienen semejante
fijación con ese período? ¿Por qué no intervienen
más a menudo en la guerra civil o en el asunto de la armada invencible?
Supongo que, simplemente, la transición está tan llena de
posibilidades, hay tantos caminos abiertos simultáneamente que todo
bando político o grupo económico se cree capaz de ajustar el
proceso de forma que triunfe su particular posición.
Parece tratarse también de una fijación particularmente
española. Otros países sufren también ataques terroristas
que pretenden cambiar la historia a su gusto, pero esos casos se producen
una o dos veces al año. Sin embargo nosotros tenemos que lidiar hasta
con treinta casos a la semana y más de la mitad pueden situarse en
la transición. Parece que los españoles estamos tan insatisfechos
de nuestra historia y somos tan incapaces de aceptar que otros hayan triunfado
en el pasado que realizamos grandes esfuerzos por cambiarla. En cualquier
caso, no importa: el trabajo del Cuerpo de Intervención Temporal de
la GEI es evitar que esas situaciones se den, y en particular cuidamos mucho
de la transición.
En realidad hemos llegado a ser unos expertos en ella. Aprender de los
terroristas nos ha dado una excelente visión de ese período.
Hemos profundizado tanto en todos sus vericuetos, que somos capaces de
aventurarnos en esos años sin ninguna preparación ni estudio
concreto.
Rudy es experto en flujo temporal, yo diría que muy bueno. Es capaz
de discernir que acción dará el mejor resultado. Marisa y yo
somos expertos en historia española comparada. No sólo la nuestra,
sino también de las principales ramas que subyacen desde el 2012.
Isabel es experta en ambas cosas a la vez, es muy buena
relacionándolas.
Nos levantamos inmediatamente de los camastros. Yo fui el primero, Isabel
la siguiente, luego Marisa y finalmente Rudy. Isabel y Marisa tenían
mucha experiencia, pero Rudy era la primera vez que hacía la
transición desde su último reclutamiento. Yo por mi parte he
hecho la transición diez veces seguidas; mi mejor récord.
Los que estamos de guardia normalmente dormimos vestidos, para estar listos
en el caso de tener que realizar una operación. Pronto estuvimos
preparados. Isabel se acercó a mí y me miró fijamente.
Era una reafirmación de nuestro acuerdo; hemos sido amantes la
mayoría de las ocasiones, sólo amigos en otras, pero siempre
hemos estado juntos y nos hemos apoyado el uno al otro. Nuestra última
relación había sido un poco desigual, ella no estaba muy segura,
pero parece que yo seguía intentándolo.
-Vamos -me dijo apartando finalmente la mirada.
-Sí -fue mi lacónica respuesta.
Siempre me levanto de mal humor y con pocas ganas de hablar.
Rudy y Marisa ya habían salido con esa extraña velocidad que
les caracteriza; nunca acabo de acostumbrarme a su hiperactividad. Tienen
una relación extraña esos dos, tan pronto se ignoran como tan
pronto no pueden separarse. Cada alistamiento lo cambia todo. Aunque en realidad,
eso es algo con lo que todo agente del CIT tiene que vivir; las parejas como
Isabel y yo somos más bien la excepción.
Corrimos por los pasillos hacia la sala de documentación. En las
películas holográficas, en cualquier línea temporal,
el policía de turno o el agente secreto, se lanza inmediatamente a
la acción, reparte golpes a diestro y siniestro y asunto resuelto.
La realidad no es en absoluto así. Por desgracia, hay un componente
de acción en nuestro trabajo, pero primero es necesario establecer
con precisión cual es el cambio en el tiempo que se ha producido y
evaluar la mejor forma de resolverlo. Sólo después intervenimos
intentado realizar una operación lo más limpia y rápida
posible. Y aún así todavía queda escribir el informe.
Y dios te guarde de tener que informar de un desaparecido porque en ese caso
el papeleo se hace interminable y hay que realizar otra operación.
Llegamos a los tubos. Marisa apretó el botón que nos llevaría
al sótano. La sala de documentación se encuentra en uno de
los pisos más profundos del Cuartel General del CIT, es un lugar amplio
y está casi por completo ocupada por seis terminales de ordenador,
por debajo sólo queda la bóveda acorazada que contiene el portal,
el lugar más vigilado y seguro del CIT.
La puerta de tubo se abre directamente a la sala de documentación.
Durante una emergencia sólo los agentes de guardia, nosotros en este
caso, pueden acceder a la sala. El sistema electrónico de los tubos
lee el estado de nuestros implantes para evaluar si tenemos permiso para
estar allí. En caso de que uno de nosotros no estuviese autorizado
el tubo ni siquiera se movería.
Allí ya estaba el equipo de apoyo evaluando los cambios producidos.
José Luis, Sara, Didac y Sandra. Si algo saliera mal en la operación
ellos serían nuestros sustitutos.
-Os juro que me estoy hartando de tanta Transición -dijo bostezando
Sara al vernos llegar.
Isabel se sentó frente a una de las consolas. Marisa ocupó
la que quedaba libre. Los demás nos colocamos detrás. Isabel,
desde su asiento, observó las imágenes cambiantes de la laboriosa
búsqueda del punto de ruptura que los ordenadores, por comparación
histórica, intentaban localizar. El sistema es relativamente simple,
sólo hay que empezar a buscar hacia atrás a partir del 7 de
agosto del 2012. Al principio los acontecimientos difieren mucho de la historia
conocida, pero poco a poco los cambios van convergiendo a cero y la historia
se aproxima a la real. En este caso, además, contábamos con
la ventaja de saber que el cambio se había producido en la
transición. Cada consola está conectada simultáneamente
a nuestras propias bases de datos, de la historia tal como fue, y a las bases
de datos del exterior, lo cual nos permite comparar los registros.
Todo el Cuartel General del CIT, dependiente a su vez del Grupo Español
de Inteligencia, está encerrado en un campo de éxtasis. Eso
significa que nosotros sólo notamos los cambios en la historia comparando
nuestros registros con los del exterior; para todos aquellos que estamos
dentro del recinto, el cambio que había alterado la vida en el mundo
exterior no se había producido y recordábamos la historia tal
y como había sucedido. La existencia del campo de éxtasis significa
que estamos virtualmente atrapados en el edificio. Podemos salir, sí,
pero no podemos hacer vida independiente. Si viviésemos fuera, sin
protección, la marea de la historia nos acabaría atrapando.
Acabaríamos viviendo una versión determinada del universo y
perderíamos nuestra efectividad como agentes. No, podemos espiar en
el mundo, en la realidad de allá fuera, pero no disfrutar realmente
de él.
Posiblemente, la teoría que permite el viaje en el tiempo es la más
extraña de toda la historia de la física; difícil de
entender, formulada en un número increíble de ecuaciones. Es
la base de una teoría de gran unificación que algún
día lo explicará todo pero que, por el momento, nos permite
viajar por el tiempo empleando cantidades razonables de energía. Se
la llama simplemente Teoría Temporal o TT. Por desgracia, algunos
de los efectos de la teoría son casi metafísicos. Cuando fue
formulada, cuando aquel joven físico la comprendió finalmente,
y la concibió pura y completa por primera vez, la teoría
cambió la misma naturaleza del universo y de la realidad. Antes del
7 de agosto del 2012 existía una sola línea temporal. La historia
era única, compartida por todos. En aquella tarde de agosto, justo
en el momento de ser formulada definitivamente, el tiempo se volvió
múltiple, las líneas temporales fueron divergiendo a medida
que los fenómenos cuánticos se iban produciendo en el universo.
Ahora existen infinitas historias, la gran mayoría casi idénticas,
indistinguibles, sólo nimios detalles las hacen distintas; otras son
muy diferentes. En muchas, billones de ellas, viven copias exactas de cada
ser humano sobre la Tierra.
Filósofos y físicos llevan veinte años intentado explicarlo
y no han llegado muy lejos. Está claro, sin embargo, que los primeros
físicos cuánticos tenían razón: el observador
afecta lo observado y la existencia de seres inteligentes en el cosmos altera
el funcionamiento del universo. ¿Cómo explicar si no esta
situación? 5 minutos antes de un día de agosto sólo
existía una historia y cinco minutos después existían
millones de ellas. Es más, esas líneas temporales son reales
y se pueden visitar con gran facilidad. La misma tecnología que permite
el viaje en el tiempo permite el viaje entre líneas temporales
alternativas.
En 1955 Hugh Everett formuló lo que él llamó la
interpretación de muchos mundos de la mecánica cuántica.
Según él, cada vez que se producía un fenómeno
a escala cuántica el universo se dividía en tantas versiones
como fuesen necesarias para dar cuenta de todos los resultados posibles.
En el caso más simple, dos posibilidades, en una rama el proceso se
había producido, en otra no. Visto desde ahora, uno podría
decir que Everett simultáneamente tenía razón y se
equivocaba. Antes del verano del 12 el universo, en el caso más simples
de solo dos opciones, aceptaba uno de esos fenómenos y desechaba el
otro, después de esa fecha el universo hace lo posible por ejecutarlos
todos y Everett sale vindicado. Después del 7 de agosto del 2012 el
universo se divide en tantos universos como sean necesarios para cubrir todas
las posibilidades.
El campo de éxtasis que rodea al Centro de Intervención Temporal,
que se basa en una extraña propiedad de algo que los físicos
llaman tiempo imaginario, nos permite, a los que estamos dentro, experimentar
un único pasado. Si alguien cambia la historia nosotros seguimos
recordando la historia tal y como fue, lo cual nos permite darnos cuenta
de cuando ésta ha sido manipulada. Por desgracia, el campo de
éxtasis fue una conclusión tardía de la teoría
y cuando se desarrolló era ya demasiado tarde. Aunque tampoco estoy
seguro de qué se hubiese podido hacer: ¿Rodear todo el universo
con un campo de éxtasis?
De lo que si estamos seguros es que esa teoría demuestra que estamos
solos en el universo. Al menos, que no hay ninguna civilización
extraterrestre a nuestro nivel de desarrollo. Si hubiese alguna
civilización más avanzada hubiesen descubierto antes la
teoría temporal y nosotros ahora notaríamos que el universo
comenzó en una fecha anterior a nuestro propio descubrimiento de la
teoría. Como eso no es así, la conclusión es que estamos
solos, o por lo menos, que somos los más avanzados de todo el universo.
No es tan sorprendente como parece, alguien tenía que ser el
primero.
-Lo tengo -dijo en voz alta José Luis para llamarnos la
atención.
Todos nos agolpamos alrededor de su consola. Los ordenadores habían
encontrado el punto del cambio. En su pantalla tenía la portada de
El País del 28 de febrero de 1977. En la versión que teníamos
en nuestra base de datos, la versión de la historia tal y como había
sucedido originalmente, los titulares eran los usuales de la época:
huelgas, manifestaciones, declaraciones del gobierno. En la versión
que traíamos del exterior sólo había un titular que
ocupaba todo el ancho de la primera página: Carrillo asesinado. El
periódico del día anterior era idéntico a nuestra
versión pero el del día siguiente tenía esa ominosa
noticia que había eclipsado a todas la demás.
-Ésta es nueva, ¿no? -comentó Rudy.
Nadie le contestó, en realidad no buscaba que nadie le respondiera.
-Pobre hombre, sólo le faltaba esto. Ya le han hecho de todo -continuo
Rudy.
--Durante el entrenamiento nos enseñan muchas de las tretas utilizadas
para cambiar el pasado. Casi todas coinciden en el mismo esquema, simplemente
matar a algún personaje conocido. Casi siempre se trata de las mismas
personas: Hitler, Stalin, Kennedy... Pero Rudy tenía razón,
aún no habían probado a asesinar a Carrillo en esa entrevista,
era curioso teniendo en cuenta la cantidad de veces que el mandatario comunista
era manipulado en un sentido u otro.
-Será mejor mirar más a fondo. Volved de nuevo a vuestras consolas
y seguid buscando. Es demasiado evidente -dije.
Cada uno intentó encontrar datos que relacionasen a Carrillo con esa
fecha. Con los datos que daba el artículo del periódico, y
los de días posteriores que trataban la noticia, pronto tuvimos una
visión más o menos clara de lo sucedido. Aunque no encontramos
ningún otro punto de cambio que no fuera resultado del asesinato del
dirigente del PCE.
Empecé a cotejar datos. Para el día 27 de febrero el presidente
Suárez había concertado una entrevista en secreto con Carrillo.
En aquel momento el Partido Comunista no había sido todavía
legalizado, pasarían aún un par de meses, y entrevistarse con
el secretario general del PC era, para la España de la época,
citarse con el diablo en persona. Parece increíble, pero en aquel
momento el Partido Comunista tenía un gran peso moral en la sociedad
española y contar con los comunistas era imprescindible para consolidar
la democracia, pero actuar con demasiada rapidez podía traer graves
consecuencias. Suárez lo comprendía, pero sabía
también que si podía legalizar el Partido Comunista y celebrar
unas elecciones libres con todo el espectro político al completo
ganaría prestigio y fuerza. Por esa razón concertó aquella
entrevista supersecreta; sólo el Rey y un par de miembros del gobierno
estaban enterados. La reunión en sí no fue demasiado importante,
pero de haberse descubierto las todavía poderosas estructuras del
franquismo hubiesen forzado la caída de Suárez y retrasado
o impedido la llegada de la democracia.
-Es curioso... hace más de tres años que no asesinaban a Carrillo
-dijo Isabel con su suave voz que la caracteriza.
A la cinco de la tarde recogieron a Carrillo en su piso en Puente de Vallecas.
Fue llevado por una carretera discreta. Una persona, una mujer, lo llevó
al chalet Santa Ana, en la afueras de Madrid; un lugar tranquilo. En la historia
real, Suárez llegó unos minutos después y hablaron durante
horas de Política, con 'P' mayúscula. Lo que los terroristas
habían hecho fue muy simple. Se habían limitado a volar el
coche en que viajaba Carrillo justo antes de llegar a la casa. Con eso se
aseguraron dos cosas: que la entrevista fuese conocida por el búnker
y la cólera del Partido Comunista ante la muerte de su líder.
¿No eran miembros del gobiernos lo únicos que conocían
esa entrevista supersecreta? Las sospechas cayeron inmediatamente sobre el
ejecutivo y en particular sobre el propio Suárez, que era inocente.
Los sucesos caían a partir de ese momento en cascada. Busque los
últimos asesinatos de Carrillo. Sólo había dos: en ambos
había sido abatido a balazos, una vez en plena calle, cuando paseaba
horas antes de que el PCE fuera legalizado y otra cuando hizo su primera
aparición pública. Las consecuencias de ambos magnicidios eran,
en ambos casos, mucho menores que las actuales.
Esta vez, en vano, los poderes públicos pidieron calma. El búnker
exigió explicaciones inmediatas y la destitución fulminante
de Suárez, cosa que el Rey se vio obligado a hacer al cabo de tan
sólo dos días. Mientras tanto, el Partido Comunista se lanzaba
a la calle. El mes anterior, ante el asesinato de los abogados de la calle
Atocha, el PCE había dado un ejemplo de saber estar realizando
manifestaciones silenciosas, pero en aquel momento tenían a Carrillo
de guía y confiaban mínimamente en el proceso de
democratización. Ahora Carrillo ya no estaba y nadie confiaba en el
gobierno.
Los franquistas forzaron, en la terna presentada al Rey, la elección
de un presidente duro que ordenó cargar contra los manifestantes.
Por todo el país los civiles se enfrentaban con la policía.
Poco a poco, otras fuerzas democráticas se fueron uniendo a los actos
de protesta. El proceso de democratización se había perdido
definitivamente, pero lo peor estaba aún por llegar.
Una semana después se produce un golpe de estado. El Rey pierde todos
sus poderes efectivos y se declara el estado de excepción en todo
el país. Nadie lo respeta. Los choques continúan y pronto queda
claro que España está sumida en una nueva guerra civil; lo
que nadie quería, lo que todos hubiesen deseado evitar. Cataluña
y el País Vasco aprovechan la confusión para declararse
independientes, Marruecos ocupa Canarias invocando su soberanía, pero
al menos los canarios se libraron de lo peor de la guerra. Barcelona es sitiada
y arrasada por completo. Nadie sabe cuantos bandos luchan. En las grandes
capitales los francotiradores disparan contra todo lo que se mueve y la comunidad
internacional asiste estupefacta a una guerra civil en medio de Europa. Lo
que tenía que haber sido la ex-Yugoslavia en los noventa es España
en 1977: Asesinatos en masa, exterminios, violaciones, crímenes de
guerra...
Se emplean todo tipo de armas, bacteriológicas, químicas...
Mueren millones de personas y todavía más cuando una
explosión nuclear destruye Madrid por completo. Nadie sabe quién
ha detonado el artefacto ni de dónde ha salido, todos se acusan
mutuamente, pero eso es ya demasiado. Las Naciones Unidas ocupan España
e imponen una paz precaria. Después de cinco años de lucha,
el país está arruinado, destrozado, devastado, con perdidas
de casi un tercio de su población, con refugiados y supervivientes
que apenas tienen para comer. Ya no hay parlamento, ya no hay monarquía,
la familia real murió con Madrid, ya no hay nada por lo que valga
la pena luchar, pero la heridas tardarán en sanar. La reconstrucción
llevará años y nadie sabe cuanto durará. Aún
en 2032 resuenan sus ecos.
Debo reconocer que como plan terrorista era muy bueno, mejor que la
mayoría. Los he visto de casi todos los colores. En ocasiones prolongan
la vida de Franco y eso retrasa todo el proceso democrático e incluso
en algunas versiones la democracia llega con Franco aún vivo, que
sigue al mando del ejército. En otras ocasiones se evita la muerte
de Carrero Blanco que se convierte en Presidente del primer gobierno del
Rey y consigue detener la apertura. También algunos conspiran para
asesinar al Rey y traer la república. Y en ocasiones hay quien conspira
para que Juan Carlos no suceda a Franco y su lugar sea ocupado por otro candidato
al trono que continua la obra del dictador. Pero en lo que se refiere a efectos
por mínima causa, nada superaba este caso. ¿Quién podría
suponer que el asesinato de un sólo hombre en unas circunstancias
que luego la historia apenas reseñaría pudiese tener consecuencias
tan grandes?
Realizar un cambio en la historia después del 2012 no tendría
ni la más mínima consecuencia; algo así produciría
simplemente una nueva versión de la historia que coexistiría
con las ya existentes y con las que la mecánica cuántica produce
continuamente. Pero antes del 7 de agosto la TT prohíbe la existencia
de más de una historia simultáneamente. Por tanto, la historia
preexistente queda sustituida por la resultante del cambio. Muchas veces
me he preguntado por qué nos empeñamos en corregir la historia,
después de todo, ¿a quién la importa? La única
respuesta que he podido encontrar es simplemente que la historia tal como
fue, buena o mala, alegre o desdichada, es la nuestra y nadie tiene derecho
a manipularla según que oscuros intereses.
Pero bueno, una vez localizado el punto de bifurcación, es necesario
arreglarlo. Ese es el momento más delicado. Habitualmente los verdaderos
instigadores no suelen exponerse directamente y contratan el personal necesario
para llevar a cabo la acción, que a su vez subcontratan a otros de
poca monta allí donde quieren intervenir. Así que, por lo general,
nos encontramos con unos pobres diablos que apenas saben nada. Por otro lado
tenemos al personal altamente especializado en saltos temporales que es necesario
atrapar. A los primeros intentamos darles un susto para que no reincidan,
pero poca cosa más podemos hacer. Los segundos son muy difíciles
de sorprender. Ellos, como nosotros, tienen todo el tiempo del mundo a su
disposición, y nosotros no tenemos los equipos necesarios como para
invertirlos en costosas y largas investigaciones de campo así que,
cuando nos topamos con ellos, más por suerte que otra cosa, no solemos
tener muchos miramientos.
Tomamos el tubo y fuimos a la sala de la Transición. Ese período
es tan visitado que ocupa todo un ala del subterráneo principal.
Allí se guarda todo el vestuario y utensilios. También nuestras
armas, disimuladas como objetos habituales de ese momento histórico.
Utilizamos tanto esas ropas que las tenemos que renovar muy a menudo.
Nos cambiamos para la época y la estación. Salimos y nos metimos
en el tubo de nuevo. Pasamos nuevos controles de seguridad, aún más
estrictos, y llegamos a la bóveda subterránea donde se guarda
el portal.
Cuando uno la visita tan a menudo como nosotros, éste acaba perdiendo
todo su encanto, se transforma en un objeto más de la decoración
surrealista de la bóveda acorazada.
La estructura es una especie de cubo. Realmente es más alta que ancha
y no es sólida. Sólo están las líneas que forman
la estructura. Se le llama Portal Visser y está compuesto de masa
negativa. Cuando te acercas empiezas a notar una extraña repulsión,
porque en lugar de atraer la materia, la masa negativa la repele. Por tanto
es imposible tocarlo, pero eso no es necesario. La estructura tiene unos
cinco metros de lado y cabemos todos perfectamente.
Tal y como está, el portal es completamente inactivo. Para realizar
el viaje es necesario encontrar un agujero de gusano cuántico adecuado,
uno que, de forma natural, conecte nuestra época con el punto temporal
al que queremos viajar. Parece ser que, a escala lo suficientemente
pequeña, el espacio-tiempo no es plano sino una espuma donde se forman
continuamente estructuras anómalas. Algunas de esas estructuras son
túneles que conectan dos regiones separadas, por ejemplo, un punto
del 2032 con otro en el 1977. Esas estructuras se forman y destruyen tantas
veces que no es necesario esperar mucho para encontrar la adecuada. En ese
momento los técnicos la alimentan con energía para hacer que
crezca hasta un tamaño macroscópico, lo suficientemente grande
como para que podamos atravesarlo. Pero todavía no es seguro, para
que sea estable es preciso colgar sus bocas a los portales Visser, las
estructuras de masa negativa. Primero se acopla a la que tenemos en nuestro
lado, luego una similar, algo más pequeña, se envía
a través del túnel para que el otro extremo sea también
estable. En ese momento, si la longitud del agujero de gusano se ha elegido
lo suficientemente pequeña, se puede pasar de un lado a otro casi
instantáneamente. Uno simplemente ve la imagen del otro lado, da un
paso y ya está.
Antes del 2012 se sabía que algo así era posible, pero se
creía que las energías necesarias eran tan grandes que ningún
gobierno de la Tierra, ni siquiera todos ellos juntos hubiesen podido reunir
la energía imprescindible para abrir un portal. Además, los
portales debían ser enormes, unos cinco kilómetros de
diámetro, para garantizar un paso tranquilo y en ese caso estamos
hablando de varias veces la masa del Sol. La TT lo cambió todo. De
la noche a la mañana se podían usar cantidades mínimas
de energía para ampliar un túnel entre dos regiones del
espacio-tiempo o entre dos espacio-tiempo distintos.
Los técnicos ya estaban preparando el salto. Arriba, en una sala de
control, estaba nuestro equipo de apoyo, por si necesitábamos
información adicional o por si había, a última hora,
nuevos cambios en el continuo.
-¿Todos listo? -preguntó Isabel. Como la más veterana
le tocaba ser la líder.
Todos comprobaron el material que llevaban. Nos habíamos vestido tantas
veces con esas ropas que ya no notábamos el aspecto extraño
que teníamos. Con algo de suerte no tendríamos que pasar
desapercibidos durante mucho tiempo; si todo salía bien, sería
simplemente viajar y salir. Todos parecían tener el material en orden.
Rudy fue el último en acabar. Se miraba la muñeca como si una
de las lecturas no le acabase de convencer. Finalmente la bajo y
asintió.
-Todo bien -dijo.
Bien, ya estaba. Ahora o nunca, como siempre. Marisa, la atrevida, fue la
primera en acercarse al portal. Se plantó junto en el borde. Debía
estar sintiendo toda la tensión. La masa negativa de la estructura
se combina con la masa, positiva, del túnel, por lo que todo el conjunto
podía tener una masa neta negativa, positiva o nula. Los técnicos
siempre aspiran a masa nula, pero se conforman con que la masa combinada
no sea demasiado grande en valor absoluto. Por tanto, en teoría, no
debería sentirse nada al acercarse, pero la realidad es que la masa
negativa está más cerca de tu cuerpo que el túnel en
sí y es normal sentir una ligera presión que te empuja hacia
fuera.
Marisa desapareció y fue seguida por Rudy. Yo me preparé para
entrar. Nunca me ha gustado atravesar el portal. Nuestros túneles
tienen normalmente menos de veinte centímetros de largo, por lo que
apenas se trata de dar un paso para atravesarlo. Aún así, son
lo suficientemente largos como para que se noten los efectos peculiares de
su geometría. Si miras ligeramente hacia la pared del túnel
veras tu imagen allí, repitiéndose infinitamente a todo lo
ancho y alto. Por supuesto, en el otro extremo ves el paisaje exterior, pero
eso simplemente lo hace más desconcertante.
Yo me volví hacia Isabel y la besé en la boca.
-Suerte -dije.
-Suerte -repitió ella. Me miró durante un momento, pero finalmente
apartó la vista y se acercó también al túnel.
Cada vez que atravieso el portal vuelven siempre los
viejos recuerdos de como fui reclutado para el CIT.
En la memoria se mezclan emociones que suelen ir parejas, nostalgia y un
mucho de inocencia, como cuando uno se pone a ver un rancio disco de
imágenes y películas. Todo tiene esa patina borrosa que hace
que los defectos se difuminen y creas que aquellos tiempos fueron mejores
de lo que en realidad fueron.
Después de clase yo solía reunirme con mis amigos en el parque
La Granja una vez por semana para charlar, entrenar y, eventualmente, pasar
una noche de juerga. Aquel día de primavera habían suspendido
mi clase de Perspectiva Histórica y llegué antes de lo normal,
algo que, por supuesto, estaba previsto.
Para pasar el rato me tumbé sobre la hierba, con mis pantalones cortos
y unas zapatillas rojas que luego Isabel que dijo que eran horribles. Hay
cosas que nunca cambian y parece que mi mal gusto por la ropa es algo bastante
extendido.
Ella se me acercó. Era Isabel claro, pero yo todavía no lo
sabía. Se sentó cerca de mí, lo suficiente como para
asegurarse de que notara su presencia, pero no tanto como para que yo pensara
que iba directamente a por mí. Se había puesto el vestido azul
pálido que le había regalado yo y que me gustaba mucho. El
pelo suelto y la cara sin apenas maquillaje, muy natural. Todo pensado, todo
estudiado ¿hay algo que no hayamos analizado? Traía un ejemplar
de Reseñas de Historia, una revista que yo leía habitualmente.
La miré fijamente, mientras ella se empeñaba en mantener los
ojos pegados a la página. De pronto, levantó la cara, me vio,
me sonrió y volvió a hundirla en el libro.
Me levanté y me acerqué a ella.
-¿Has leído el artículo de Martinson sobre Cartago? -le
pregunté-. ¿Ese de que realmente no existió y que la
construyeron los romanos para luego poder decir que la habían
destruido?
Se me quedó mirando, quieta, muda, segundos que se alargaban
infinitamente. Sus expresivos ojos sugerían más cosas de las
que yo necesitaba saber y más de las que ella quería mostrar.
Hubo algo de ella, algo indefinible que me sedujo en aquel instante, fue
como si un escalofrío recorriera todo el cuerpo. Supongo que en ese
momento ya estaba jugando conmigo.
-Esto, perdón por abordarte así -continué-, vi la revista
que estas leyendo y da la casualidad de que es mi especialidad. Me llamo
Mikel y doy cursos en la UniCentral de Logroño.
Basculé sobre mí mismo intentando no parecer demasiado
ridículo. Decidí sentarme a su lado.
-Hola -me dijo ella como dudando-. Me llamo Isabel. He leído el
artículo... -se interrumpió unos segundos mientras esbozaba
lo que podría ser el preludio de sonrisa-, la verdad es que me parece
una solemne memez.
Yo me quedé de una pieza, esperaba muchas respuestas pero no esa
precisamente. Ella seguía allí, mirándome, tranquila,
serena, esperando. Era evidentemente una provocación y tarde en darme
cuenta.
-No me hagas caso -me dijo mostrándome plenamente su sonrisa-, ayer
tuve un mal día, eso es todo. Ahora estoy intentando arreglar el
desaguisado.
Había perdido la iniciativa. La sensación que te embarga en
esos momentos es de impotencia, de estar fuera de juego. El problema es que
aún no sabía que desde el momento en que ella había
aparecido, estábamos jugando con cartas marcadas.
-Aunque... podríamos discutir el tema -añadió sin darme
tiempo a pensar siquiera una respuesta-. Te advierto que no soy fácil
de convencer.
Su voz sonó, esta vez, mucho mejor. Luego supe porque, para ella fue
un impacto verme de nuevo, oírme de nuevo.
-Yo tampoco -dije yo, recuperando ligeramente el control.
Nos levantamos y echamos a andar. No sabía que a partir de aquel día
no volvería a ver a mis amigos.
Por supuesto no hablamos ni de Martinson, ni de Cartago, ni de nada parecido.
Ni falta que hacía. Charlamos de intrascendencias, del trabajo y de
los sueños. Isabel dejó que su verdadera misión se fuera
perdiendo en un limbo de gestos y de anécdotas. Deambulamos de aquí
para allá sin rumbo fijo, cenamos en algún lugar extraño,
pero tranquilo, finalmente acabamos en mi apartamento.
Fue a las cinco de la mañana, después de hacer el amor por
segunda vez, cuando me lo dijo. Me soltó el rollo habitual y completo.
¿Para qué disimular? Me acabaría enterando tarde o temprano.
Hace falta una gran capacidad de asimilación para entender lo que
te dicen y reconozco que no lo comprendí muy bien. ¿Qué
era aquello de viajes en el tiempo, cambios en la historia y universos paralelos?
Me dijo, además, que llevaba años enamorada de mí aunque,
según mi experiencia temporal, nos habíamos conocido esa misma
mañana. Con la tranquilidad que da la no comprensión y el shock
volví a dormirme.
Me desperté primero, me levanté y caminé hasta la ventana,
necesitaba pensar. Fuera, uno de aquellos días azules que vaticinaban
la llegada del calor, me cegaba con su luz.
Ella se movió por la cama, buscándome.
-¿En qué piensas? -me preguntó sin abrir los ojos. Ella
sabía que estaba allí. Sabía lo que estaba pensando,
sabía cuales eran mis dudas.
Yo había estado meditando. La terrible realidad de lo que me había
contado se había ido asentando en mi mente y una pregunta me rondaba
insistentemente el cerebro.
-¿Tengo alguna opción que no sea entrar en el CIT? -le
pregunté, creo que con voz algo triste.
-Por supuesto -me contestó-. Puedes quedarte aquí.
-¿Eso es lo que quieres?
Isabel no me mintió. Sabía que necesitaba que fuera sincera
o al menos que lo pareciera.
-No.
-¿Cuál es nuestro futuro?
Su respuesta fue una lapida a mis expectativas. Su tono en cambio lo
desmentía.
-No tenemos futuro -dijo ella.
No alcance a entender todas las implicaciones de su respuesta. Incluso ahora
descubro nuevas facetas a su corta pero intensa contestación.
Aquel día almorzamos juntos, paseamos, charlamos, procurando ser lo
más sinceros posibles. Yo lo fui, ella sólo necesitó
ser convincente. Por la tarde apareció el portal y lo crucé
por primera vez para llegar al CIT. Llegamos segundos después de que
Isabel partiese en mi busca. Pasé las formalidades del reclutamiento.
Fue confuso darse cuenta de que todo el mundo me conocía, que todos
se alegraban de verme de nuevo. Era como si siempre hubiera estado allí,
de alguna forma eso era cierto. Me saludaron los viejos camaradas y me llevaron
a las cabinas de instrucción aceleradas. Ese fue el día en
que mi vida comenzó de nuevo.
Estábamos cerca del lugar, era todavía
temprano, todo parecía en calma, hacía sol y buena temperatura
para ser un mes de febrero. En realidad, lo que esperábamos era que
apareciesen los incautos que traían la bomba. Habitualmente esa es
la mejor manera de actuar. En este caso era ciertamente el mejor proceder:
la reunión era tan secreta que no había ningún dispositivo
de seguridad. ¿Quién confiaría en una policía heredada
del franquismo?
Cada uno de nosotros tenía ya una misión asignada, así
que todos sabíamos lo que teníamos que hacer. Nos movimos hacia
el punto de acción.
-Creo que ya vienen -anunció Marisa que estaba vigilando la
carretera.
-Rudy, estáte atento a la aparición de algún Extra -dijo
Isabel y continuo-. Marisa córtales por detrás. Mikel, tu conmigo.
Utilizaremos aturdidores como defensa. Con eso será suficiente.
Siempre tememos que aparezca algún Extra, es decir algún
extraño del futuro. Alguien que venga a trastrocar los planes. Es
un poco estúpido, pero a veces funciona. Así que lo mejor es
no bajar la guardia.
El atentado con bomba lo tenemos tan estudiado que casi lo podemos solucionar
con los ojos cerrados. Se trata de cortarles el paso de forma natural, mientras
nos preparamos con los aturdidores. Normalmente no queremos matar a nadie
sino sólo impedir la acción. En caso de que apareciese algún
Extra, por supuesto, no tendríamos reparos en asegurarnos de su
muerte.
La furgoneta se acercaba, iban tranquilos. El lugar pensado para la
explosión aún quedaba a unos kilómetros. Eran tres,
jóvenes, seguramente enrolados en algún barrio madrileño
como Tresaguas o Horcasitas. Casi me dieron pena.
Cuando estuvieron casi a nuestra altura Isabel nos envió la señal
de inicio. Los movimientos parecieron un ballet. De alguna manera estaba
como volando por encima del lugar, desdoblado, supervisando la operación.
Me veía moverme, Isabel parándolos y yo aturdiendo al primero,
Isabel al segundo, yo al tercero. Interviniendo la bomba. Marisa por
detrás, observando, vigilando. Rudy un poco más allá
sin mirarnos, controlándolo todo a nuestro alrededor. Tiene un algo
especial que le hace sensitivo, un sexto sentido que le permite anticipar
el peligro.
Miré el artefacto, era una vulgar bomba, suficientemente potente como
para alcanzar su objetivo. Asombrosamente vulgar. Me la miré dos veces,
simple, rectifique, como la operación, y eso era algo que no me gustaba.
Miré a Rudy en busca de una señal, pero permanecía
tranquilo, así que intente relajarme.
Apenas habían pasado unos segundos y todo había acabado.
Quedaba lo más sencillo, pero lo más engorroso, hay que apartar
a aquella gente de allí, hay que despejar el camino a Carrillo, la
bomba debe desaparecer y estos hombres olvidar el asunto. Nadie debe
enterarse.
Podemos quedarnos por allí para asegurarnos que no haya un equipo
de repuesto, otra bomba, pero es perder el tiempo. Carrillo nunca sabrá
que nos debe la vida, ni falta que hace. Es más sencillo volver y
comprobar que todo ha vuelto a su lugar original.
Subimos a la furgoneta e iniciamos el retorno a Madrid, la dejaremos abandonada
en Vallecas, es un buen lugar para que desaparezca sin dejar rastro. Les
inyectamos a los tres una solución que les hará olvidarse hasta
de su nombre. Tendrán que ir de nuevo a la escuela. La bomba, sus
armas y todos los documentos nos los llevamos de vuelta a nuestro propio
tiempo. Nadie sabrá quienes son, ni que les ha pasado.
Paramos en un lugar poco transitado. Hacemos que bajen y les empujamos un
poco para que empiecen a andar. En estos momentos son tres zombies. Arrancamos,
se pierden entre la gente, dentro de poco empezaran a llamar la
atención.
Dejamos la furgoneta en un descampado y buscamos un lugar discreto a esperar
al portal. Aún tardará unos minutos, hasta que encuentre un
túnel cuántico adecuado. Empiezo a relajarme.
Lo malo de viajar por el tiempo es que quedas completamente
desconectado de tu propio tiempo, no existe posibilidad de comunicarte con
él, quedas abandonado a tu propia suerte, sólo cuentas con
la ayuda de tu propio equipo.
Cuando vi el familiar paisaje de la bóveda, suspiré aliviado.
-Éxito completo -comunicó Isabel.
Desde arriba, Didac nos hacía señas.
-Poned el canal cuatro, creo que Didac quiere darnos malas noticias
-comenté.
-Hola a todos, me alegro de veros -dijo Didac saludando con la mano-. Creo
que hemos solucionado lo peor, pero sigue habiendo graves desviaciones en
el curso de los acontecimientos.
Marisa soltó un exabrupto.
-Reunión en cinco minutos en la sala de documentación -dijo
Isabel asumiendo con estoicismo el fracaso de la operación.
-¿Cual es la situación actual? -preguntó Isabel en cuanto
entró.
José Luis sin decir palabra señaló a los monitores.
El problema seguía siendo simple. La reunión había sido
difundida por radio cuando se estaba celebrando y Suárez había
quedado en evidencia. Su posición frente a los involucionistas se
había debilitado y estos habían aprovechado la situación
a fondo. No había guerra, todo parecía ir por el lugar correcto,
pero Suárez no había tenido más remedio que pactar con
los franquistas, la transición se había retrasado. Ahora, en
la línea temporal, aparecían claramente algunas grupos concretos
beneficiados. Creí entenderlo.
-Un interesante ejercicio de simulación -dije levantando la voz para
que todos me escucharan-. Crean una desviación que debemos resolver,
sospecho que nuestra llegada es la causa que buscaban para desencadenar un
nuevo efecto, justamente el que ellos querían de verdad. El primero
no era sino un cebo. Efectivo.
La capacidad de intervenir en el tiempo no es ilimitada. No puedes poner
parches encima de otros parches de forma continuada. Puede que todo nos estalle
en las manos algún día, a fuerza de arreglar la historia. Ya
empezamos a tener problemas con la gente desmemoriada.
Isabel y el resto del grupo me miraron. Todos habían captado la trampa
que nos habían tendido. Nosotros éramos la espoleta de la verdadera
manipulación histórica.
-No seas tan maquiavélico -intervino Rudy-. Ellos sabían que
íbamos intervenir, así que lo planearon todo. Nosotros sólo
les hemos corregido una situación anómala que da lugar a una
que les beneficia. Son sofisticados, pero los he visto peores.
-Hay que volver -sentenció Marisa.
Todos nos miramos. A ninguno le gusta volver al mismo lugar en el que estamos
ya, únicamente se trata de simple aprensión. Esta demostrado
que podemos convivir con nosotros mismos en el mismo lugar y hora, aún
así no sé de nadie que le apetezca hacerlo. Tampoco podíamos
pedir al equipo de apoyo que fuera, era nuestra misión y teníamos
que arreglarlo nosotros.
Isabel comunicó al control de operaciones los nuevos datos y
solicitó un nuevo envío. Mientras, el resto de nosotros, nos
dedicamos a buscar el nuevo punto de inflexión.
Lo localizamos, una emisora había recibido un chivatazo sobre algo
que iba a ocurrir en aquel lugar. Habían enviado un coche camuflado
y ninguno de nosotros se había percibido de ello. Ese es el problema
de la enorme cantidad de variantes que se pueden engarzar a las acciones,
sean las nuestras o las de ellos. Inteligente y simple. Nunca se cansan,
pero no se dan cuenta de que nosotros tampoco.
Nos preparamos de nuevo, no nos habíamos cambiado así que esta
vez todo fue más rápido. Entramos en el cubo y allí
estábamos de nuevo. Seguía siendo aquella ominosa tarde.
Estábamos a un kilómetro más abajo, a una distancia
equidistante de nuestra primera acción y el chalet donde se iban a
desarrollar las conversaciones.
El primer aviso provino como era habitual en estos casos de Rudy.
-¡Peligro!
Todos estábamos más relajados y tranquilos, aquello no tenía
porque ser ni peligroso ni complicado. Sólo que esta vez nada fue
así. Nos estaban esperando. Sabían que iríamos, y por
desgracia para nosotros, incluso habían acertado por donde
entraríamos en ese continuo. Ese es nuestro peor momento, pues siempre
hay unos momentos de desconcierto.
Nos estaban disparando, pero no veíamos a nadie. Desde luego eran
Extras, no cabía duda por las armas que utilizaban. Rudy se había
apercibido, pero no con la suficiente rapidez. Todos intentamos cubrirnos
y desplegarnos. Lo importante era localizar la fuente de los disparos. Marisa
puso un señalizador en cuanto la encontró y todos pudimos empezar
a devolver el fuego.
Eran dos, y estaban situados en ángulo para cazarnos en fuego cruzado.
Rudy ya se estaba desplazando para pillarlos por detrás, mientras
que Marisa se movía a su izquierda. Yo disparaba como un loco para
cubrirlos, mientras que Isabel, la más atrevida, avanzaba derecha
a ellos cubriéndose como podía. Con suerte no quedaría
marcas de la incursión, todos estábamos disparando con pistolas
de plasma, no producen sonido y sólo afectan al campo de éxtasis
que nos rodea, eso es suficiente.
No tuve tiempo para reflexionar. Sentí un grito y una luz roja se
encendió en mi consola. No quise saber de quién era.
Acabábamos de tener una baja. Los tres restantes convergimos
fríamente hacia ellos, estábamos ya en la posición adecuada
y no les dimos ningún tipo de oportunidad, ellos sabían que
jamás la tendrían. Era como si se apagara una luz, sólo
que no te quedas a oscuras.
Nos quedamos tensos, serios. De repente todo se había vuelto tranquilo,
era el momento de preocuparse del resto del mundo y de nosotros. No necesite
mirar la consola para saber quien de nosotros se había ido. ¡Vaya
eufemismo! Sentí una punzada de dolor y permití que aflorara.
-Es Isabel -la voz de Marisa taladró mis oídos.
Me acerqué a su cuerpo. Tenía la cabeza destrozada. Cogí
su muñeca derecha y leí lo que su panel de control decía.
Indicaba un fallo masivo del cerebro. Nuestros nanosistemas pueden reparar
muchas de las heridas, pero ni toda la tecnología del siglo XXI
podría reconstruir un cerebro reventado.
-Hay trabajo que hacer -comentó Rudy que en estos casos también
suele ser el más práctico y frío del grupo.
Nos repartimos el trabajo. Esta vez fuimos más concienzudos, controlamos
que nadie se hubiera apercibido de la pequeña batalla. Preparamos
los cadáveres para llevárnoslos de vuelta al futuro.
Cuando acabamos, simplemente esperamos que llegaran los de la emisora. Rudy
y Marisa siguieron vigilantes por si aparecía algún Extra más
que intentará dar al traste con el plan.
El recuerdo de Isabel me golpeaba a intervalos regulares, como si se hubiera
instalado en mi corazón. Cada latido me daba vida, cada latido me
mataba.
Los de la emisora llegaron, muy discretos, con un coche sin identificación,
aparcaron a unos doscientos metros de la casa. No les di tiempo ni a bajar
del automóvil. Me dirigí a ellos. Les solté el rollo
que habíamos preparado, me hice el remolón y les vendí
la información que querían oír. Los envíe a Arganda,
la información era buena -les dije-, unos compañeros suyos
ya habían llegado y se habían ido cuando recibieron un nuevo
soplo; en el último momento la reunión de varias facciones
franquistas se había trasladado al antiguo instituto de Arganda del
Rey, en la carretera de Valencia. Tenían tiempo de llegar a ella,
pues debido al traslado se había retrasado un par de horas. Si se
daban prisa aún llegarían con tiempo suficiente.
Lo mejor era embrollar lugar, tiempo y personajes, además Arganda
había sido durante la primera década de la Transición
un feudo comunista, era perfecto para los franquistas. El coche volvió
a arrancar y enfiló carretera abajo. Ya no les volvimos a ver.
Estuvimos controlando todo a nuestro alrededor. Las horas parecían
losas que caían lentamente. Puntualmente Carrillo pasó cerca
de nosotros y se introdujo en la casa. Esta vez no hubo ningún movimiento
extraño. El dirigente del Partido Comunista ni siquiera nos vio al
pasar. Le habíamos salvado la vida, pero eso él, nunca lo
sabría.
Hicimos una última comprobación general y esperamos al portal
para regresar a nuestro tiempo. Dentro de la desgracia, fue un alivio comprobar,
cuando llegamos, que la historia volvía a ser la original, al menos
por el momento. En algún lugar habría alguien que estaba rumiando
algún nuevo cambio. Los técnicos se llevaron los cuerpos.
Como segundo en antigüedad me enfrenté al duro deber del papeleo.
Rudy y Marisa se ofrecieron a ayudarme, pero preferí hacerlo solo.
Los burócratas, aquellos que están seguros en sus oficinas,
quieren saberlo todo de todos. No dejan nada al azar.
Cuando acabé, frente a mi, en la pantalla de la consola, brillaban
las ordenes de la segunda operación.
Isabel me mintió. No le guardo rencor por ello.
Lo sabemos todo sobre nosotros, hay demasiadas posibilidades sobre el futuro.
En realidad hay tantos futuros, que simplemente deja de interesarte saber
algo de ellos. Por eso no me dijo la verdad y se lo agradezco, impone un
poco empezar a vislumbrar todas las implicaciones de pertenecer al GEI.
Antes de atravesar el portal, he consultado todos los ficheros disponibles
sobre Isabel. Así que ahora lo sé todo de ella. No de primera
mano. Era la primera vez que la recluto en esta vida, así que no dispongo
más que de una abundante información sobre sus alistamientos
anteriores, pero son informes fríos, sin alma, sin conciencia, sin
respeto por ella misma. Por eso he decidido ser mi propia memoria, creo que
más de una vez habré pensado en hacerlo, en escribir para dejarme
a mi mismo el relato de mis vivencias con Isabel, lo único que realmente
me importa. Esta claro que siempre voy a estar aquí, así que
será mejor tener unos buenos registros de mis propias emociones y
sentimientos, quizá en algún momento me canse y los borre,
pero será la decisión de otro Mikel, no la mía. Quizá
logre que Isabel colabore. Todos los Mikel que me sigan tendrán siempre
la oportunidad de acceder a todo esto que estoy escribiendo.
Estoy caminando por los pasillos de la universidad donde Isabel cursa sus
estudios y voy a su encuentro. Antes de llegar aquí he tenido que
evaluar cuales eran mis sentimientos hacia Isabel en este momento. Intento
ser lo más ecuánime posible para que estos no interfieran en
la operación, que debería tener, ineludiblemente, éxito.
Es curioso como algunas veces Isabel se ha negado en rotundo a ser enrolada,
una vez me ocurrió a mí y creo saber porqué, aunque
es algo que no he dicho a nadie. He descubierto que las primeras horas son
cruciales en su comportamiento posterior conmigo, así que lo primero
que tenía que hacer era establecer que quería yo exactamente,
esta vez, de ella. Somos como pequeños dioses decidiendo sobre la
vida de los demás. Volviendo una y otra vez a tomar las mismas decisiones.
Hay que ir con cuidado, pues de lo que si estamos seguros es de que, en
algún momento, las cosas serán a la inversa y por tanto es
necesario trabajar y comportarse de forma honesta para que luego recibas
el mismo trato.
Según los registros, con Isabel he explorado ya algunas variaciones,
no sólo en cuanto a tipos de relación sino incluso de edad.
Tengo tres momentos concretos en los cuales estoy razonablemente seguro de
su comportamiento. En la primera es cuando tiene 23 años, es un poco
alocada pero su intuición y seguridad son brillantes, la segunda es
cuando tiene 26, es su mejor momento, acaba de salir de una relación
fallida, está desencantada de su trabajo y los hombres, ha decidido
refugiarse en el estudio, no ha perdido sus mejores cualidades. La tercera
es cuando tiene 32 años, a mi, personalmente, es cuando más
me gusta. Es mucho más seria, aposentada, y su carácter ha
perdido muchas de esas asperezas que me irritan cuando nos peleamos. Nunca
he ido más lejos, en la mayoría de las líneas temporales
a los 33 Isabel inicia una relación duradera y nunca me ha apetecido
explorar mucho más allá de ese punto.
Esta vez he escogido a la más dura de las tres Isabel que prefiero.
Ella tiene 26, me va a mirar con desconfianza, se ha cerrado sobre si misma
desde que su último compañero la decepcionó. Desde luego
no lograré nada hoy, es lo que prefiero, en estos momentos no me interesa
el sexo. Creo que sería incapaz de decirle cuanto la amo, incapaz
de explicarle en que tremendo lío temporal nos hemos metido. Isabel
no lograría entender porque me lamento, estando como está,
delante de mí. Me recordaría demasiado a aquella otra Isabel
tan familiar y cercana que me acaba de dar un beso y me ha deseado suerte
antes de entrar en el portal. Ambos tenemos que pasar por un período
de adaptación mutuo, bueno, esta vez sólo yo, para ella todo
será nuevo y por lo tanto atractivo.
Tengo por delante tres días para hablar con ella. Isabel va a faltar
a sus clases, ya he reservado mesa para mañana en el Gorría
Atemparak de Barcelona. Iremos al teatro y repetiremos Aída; según
los registros la he visto incontables veces, para ambos será la primera
vez. Pasearemos junto a la playa y, poco a poco, le iré soltando el
hilo de la enorme madeja que oculto. Quizá, al final, acabemos en
la cama, quizá no, eso es una de las pocas cosas que no me atrevo
a predecir.
Me estoy acercando, sólo debo girar un recodo y la tendré a
la vista. Me prometo tener cuidado de mi mismo, de ella, de los dos. No quiero
pasar por esto, se me hace duro.
Hay gente, mucha gente en los pasillos, están saliendo de las clases.
Por un momento dudo de que me sea posible verla. No tengo miedo, sé
que está allí, esperándome a que llegue y le diga que
lo siento.
Todos los registros, todas las grabaciones no me han preparado para su
deslumbrante aparición. Ella esta allí, en el lugar preciso
y a la hora adecuada. Tiene esa mirada risueña y alegre, sus ojos
brillantes son dos focos de luz. Sus labios dibujan una sonrisa que nunca
deja de ser una invitación. Me ha mirado desde lejos sin reconocerme,
no tiene porque, viene hablando con una compañera y así
seguirían si yo no me interpusiese en su camino. Ella todavía
no sabe quién soy, no ha desviado la mirada hasta que ha estado encima
de mi. Yo simplemente he tropezado con ella y los libros se le han caído.
No he podido sino sonreír ocultando la cara. Le estoy diciendo que
lo siento y ella escucha una simple disculpa, en realidad le estoy pidiendo
perdón por lo que le estoy haciendo, por arrancarla de su línea
temporal, por amarla, por llevarla lejos y quizá por matarla una y
otra vez, pero no puedo hacer otra cosa. ¿Qué mejor equipo que
aquel que ya está formado? Aquel de cuyos miembros se conoce todas
sus reacciones, y esta probada su valía y capacidad. ¿Quién
nos impide reclutar continuamente a los mismos agentes cuando hay millones
de copias casi idénticas de ellos en millones de mundos similares?
Hablo, pero no me escucho, sólo tengo oídos para ella. Recito
una canción aprendida hace demasiado tiempo.
Cierro los ojos, entiendo por fin lo que ella sintió cuando fue a
mi encuentro en el parque, busco tiempo desesperadamente para recuperarme,
dejo que me envuelva con su olor...
La situación tiene algo de poética. Isabel vuelve a estar
aquí, siempre ha estado, nunca se ha ido. Sólo debo entregarle
los recuerdos que ha perdido, para que sea de nuevo ella.
Cuesta darse cuenta, cuando por fin lo entiendes quieres olvidarlo, quisieras
no sospecharlo siquiera, pero llega este momento y te das de bruces con la
amarga realidad. Ahora sé que somos inmortales, no tenemos futuro,
pero que importa cuando disponemos de un presente perenne. Hay millones de
Isabel que me están aguardando. Todas ellas al alcance de mi mano.
Todas ellas esperando su propia fracción de eternidad.
Publicado en Visiones 1997 y
Cuentos de ciencia
ficción
© Pedro Jorge Romero y Ricard de la Casa 1997
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