NO no noNo NO  NO nO No no NO No nO
no No nO NO No  NO nO Nono NONo
no NO nO No nO NO no NO nO No no NO

        Habíamos tomado el tren de Montgomery a Mobile (Alabama). Alrededor de las cuatro de la madrugada me desperté con un terrible sobresalto. Nos habíamos detenido. El tren había descarrilado.
 

           Repentinamente recordé mi arpa. Llegué al furgón de
  equipaje antes que los del seguro. El estuche se había hecho
  astillas, pero el arpa en sí no parecía dañada, lo cual era un
  milagro.
 
       Pero nadie te indemnizaba si te ocurría un milagro. Así que lancé el arpa desde el vagón sobre las vías. Ahora ya no había duda de que le había ocurrido algún desastre. Ella misma era un completo desastre.

        Mi madre Minnie salió de compras en busca de un abogado local que demandase a los ferrocarriles. Encontró uno. Éste examinó el arpa y el estuche y dijo que presentaría una demanda de indemnización por contingencia. Los ferrocarriles nos indemnizaron de inmediato. Después de darle su parte al abogado, nos correspondieron 200 $.
       Y así fue como me hice con un arpa nueva, mi primera arpa realmente buena, con pedales y todo. Resolví tratarla mejor que a
mi viejo modelo de cuarenta y cinco dólares.
  

        La tocaría en el hombro correcto desde el principio. Aprendería a afinarla bien (lo único que sabía sobre afinación de arpas era que yo lo estaba haciendo mal). Aprendería a usar los pedales y a tocarla en otras claves además de mi bemol. Y nunca la llevaría de paseo en un Ford Modelo T.

Nuevo intento