"No abandones la ciudad hasta que llegue tu envío.STOP.Hay que pagar un dólar por semana de almacenaje.STOP.No te despistes.STOP."
Yo no sabía qué esperar. ¿Algo que yo podría utilizar en escena?. ¿Un nuevo disfraz?. ¿Un perro amaestrado?. ¿Un monociclo?.
Lo
que llegó fue una caja negra mostruosamente grande, con una forma
extrañísima. Dentro del enorme estuche había el instrumento
musical más grande que jamás vieran mis ojos: un arpa.
.
A las dos semanas de la llegada del arpa la incluimos en el espectáculo. Hasta entonces, cuando tocábamos chun-pum-pum para acompañar una canción, las mandolinas hacían el chun y Groucho ejecutaba el pum-pum con su guitarra. Ahora yo haría pum-pums con el arpa. El arpa pum-pumeaba y respondía con re-pum-pums como un eco durante toda nuestra actuación.
Descubrí que el precio
de mi arpa era de 45 $ (diez dólares de mi madre Minnie como
entrada y un dólar de mi dinero por semana). Esto me hizo tomarle
más respeto. Groucho también le tomó más
respeto. Ahora podía ahogar a Groucho -su voz, su guitarra
o su mandolina- cuando quisiera, con un simple roce de las cuerdas del
arpa.
.
Tras un año de busca y pincha, pellizca y pulsa, ensayo y error, toqué mi primer solo de arpa: "Annie Laurie". Recibí un gran aplauso y me exigieron un encore. El único encore que se me ocurrió fue repetir "Annie Laurie" da capo, con largos deslizamientos de fantasía sobre las cuerdas (yo aún no sabía que se llaman glissandos) entre las frases de la melodía.
La presencia del arpa ( el arpa por sí sola, sin el arpista) había aumentado nuestro promedio de ingresos mensuales en 5 $. Una vez más, Minnie había apostado y había acertado. Las posibilidades eran buenas, según la ley de Chico: plazos de 4 pavos al mes por 5 dólares al mes de rendimiento.
LITTLE ROCK (ARKANSAS):
Por primera vez toco sólidos
acordes, una línea melódica y deslizantes glissandos
en mi exclusivo y nuevo arreglo para arpa de sexteto de Lucía.
Recibo del público un respetuoso aplauso. Recibo de Groucho
miradas asesinas.
.
ST. JOSEPH (MISSOURI):
Iba camino al billar desde el teatro, cuando me detuve en seco ante el aparador de un almacén de baratillo. En medio del escaparate había un cuadro enmarcado de un ángel sentado en una nube y tocando un arpa. Lo que me hizo detenerme fue que el ángel del cuadro tenía el arpa apoyada contra su hombro derecho y no contra el izquierdo. Puesto que nadie me había dicho lo contrario, yo había estado tocando la mía sobre el hombro equivocado.
Esta fue mi primera lección
de arpa. Me puse el instrumento al otro lado, al lado derecho y
me sentí mucho más profesional.