El episodio de aquella mujer enferma del Evangelio (Marcos 5,25-34) nos da la pauta a seguir en nuestra reflexión.
Atrévete a tocar a Jesús, es el reto que allí se nos propone.
La mujer, temerosa, muy enferma, vive un momento muy difícil de su vida, las alternativas de curación se han agotado, ha buscado los medios más sofisticados para sanar.
Es la persona que ha puesto su seguridad en las cosas materiales (ha gastado su fortuna, dice el Evangelio) y los resultados han sido negativos.
Pero... ha oído hablar de Jesús.
ASprovecha la primera oportunidad para tener un contacto con Él. Sin embargo, la muchedumbre es enorme, un obstáculo grande para llegar al Señor. Poco a poco, lentamente se abre paso. Con mucha fe acude no a la última, sino a la única posibilidad de salvación. La mujer no exige un encuentro cara a cara, pues su fe va mucho más allá de cualquier exigencia del momento. Simplemente se conforma con tocar la orla de su manto, y confía que por ese medio quedará curada.
¡Lo logra y queda curada!
La vida del cristiano es así, una vida de fe, donde concatenando pequeños actos de fe en cada momento, se puede hacer de tu vida una existencia llena de fe.
Esto exige atreverse a tocar a Jesús; osa intentar un contacto estrecho con Él; donde hay que intentar vencer muchos obstáculos... el principal eres tú mismo.
Al caminar entre muchedumbres de personas hay un sinnúmero de cosas y atractivos que impiden que demos pasos hacia Dios.
La mujer se daba cuenta que se le escapaba la vida con aquella enfermedad de flujo de sangre.
Y nuestra vida se escapa y somos débiles cuando alejamos la gracia del Señor.
¿Has intentado muchas veces acercarte a Jesús?
Ciertamente lo has hecho, pero...
Hoy con renovado esfuerzo, comienza otra vez. Reconoce tu necesidad de Dios y de su gracia y...
Abrete paso para tocar al Señor.
¡Mucho ánimo porque Jesús está aquí ahora y contigo!