La vida del hombre es un camino donde éste se va encontrando con obstáculos por momentos y con paisajes hermosos que invitan al gozo y a la contemplación.
En este camino del hombre, hay esfuerzos y luchas donde se refleja el ansia de superar los obstáculos, pero también, los momentos dramáticos en que el hombre se desploma, y cae, mostrando su fragilidad. Donde la tentación puede ser tan dura que salga de sus labios aquella expresión que pronunció el profeta Elías, cuando cansado de caminar hacia la meta a la cual Dios lo impulsaba a llegar, en un arranque de debilidad e impotencia le dice a Dios: "Basta, ya" (1 Reyes 19,4-5).
No quería continuar...
Sus razones tenía, quizá muy justificadas humanamente hablando y por eso se daba por vencido.
La obsesión es sinónimo de misericordia, porque Dios sigue la ruta de nuestra vida paso a paso, la película de nuestra existencia en todos sus detalles, y allí donde la flaqueza surge y la caída es patente, está el Señor.
Allí es donde pueden resonar aquellas palabras del Señor: "No he venido a salvar a los justos sino a los pecadores". "Aunque sean tus pecados rojos como la escarlata, blanquearán como la nieve".
Esto viene, porque allí en la fatiga y en la vaciedad se oye la voz de Dios, que como al profeta Elías te dice: "Levántate y come" (1 Reyes 19,7), que es lo mismo que decir: ¡Animo! y nútrete del pan que da la vida (La Eucaristía) para seguir en la lucha de todos los días.
Acojamos la invitación del Salmo 33,9 y descubramos la obstinación de Dios cuando nos dice: "Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él".
Acojámonos a Él y continuemos en la lucha repitiendo las palabras de Bernard Shaw: "En este mundo triunfan aquellos que se levantan y buscan las circunstancias que desean y si no las encuentran, las hacen".
¡Que el Señor te bendiga y te guarde!