Sin duda podemos reflexionar con profundidad en aquella oración que Cristo enseñó a sus discípulos: el Padre Nuestro.
Hoy te propongo una oración realizada en un momento del cursillo, no solamente para que la recites, sino para que te detengas donde puedas sacarle algún provecho:
Señor, en este momento tu presencia la experimentamos
porque hacemos las cosas en tu nombre.
Tu gracia se hace presente por la fuerza de la oración,
no porque la merezcamos, sino por pura misericordia tuya.
Allí estás en ese hermano en el que a poco su rostro se sorprende al irte descubriendo.
Su rostro se transfigura y el aspecto humano trasluce la divinidad de tu presencia.
El espacio interior de cada uno se va vaciando, dejando atrás al hombre viejo (pecado)
y dejando lugar a tu gracia que es fuerza divina que mueve y vitaliza.
Gracias, Jesús, porque nos haces partícipes hoy y siempre de tu vida divina,
y en estos momentos, de una manera especial, los efectos de esta vida tuya,
se traducen en una sonrisa franca, en una actitud fraternal,
en un propósito nuevo de luchar para crear cada uno una vida nueva.
María, acompáñanos en este esfuerzo por corresponderte con nuestro sí comprometido.
Jesús, vive en nosotros hoy. Vive en nosotros mañana para disipar posibles miedos.
Vive siempre en nosotros hasta el final de nuestra carrera en este mundo,
AMEN.
¿Puedes encontrar elementos en esta oración en los cuales te puedas insertar?
¿Qué experiencias has vivido similares a lo que esta oración expresa?
Hoy, como recuerdo de ese encuentro con Dios, una o muchas veces en tu vida trata de que esta oración haga eco en tu interior.
Ánimo, que el Señor espera siempre vivir en ti; vacíate de ti y déjate llenar de su gracia.
El Señor te guarde.