La villa de Altea, situada a 10 Km de Benidorm, 50 de Alicante y a 120 de Valencia, capital de la Comunidad Valenciana a la que por historia pertenece Altea desde el siglo XIII, y la ciudad de Valencia donde se organizó la primera feria industrial de España, marcan un perímetro geográfico importantísimo para el futuro turístico, que acariciando los años sesenta, iban a convertir una villa de marineros y labradores en una tierra deseada por artistas y gente que escoge detenidamente la casa, el entorno y los vecinos con los que va a compartir el tiempo más preciado de su vida: el del descanso apacible, el de la creación o el de la serenidad contemplativa.
Son 32 Km cuadrados de término municipal, en forma de triángulo, que alcanzan desde las tranquila olas de Mediterráneo hasta los 800 m en su vértice norte. 7 km de playa, que abarcan desde la pequeñísima piedra, cantos rodados llegados desde las montañas, a través del Río Algar, que a fuerza de ser acariciados por las olas, convierten piedras de kilos en múltiples piedrecitas escogidas sabiamente para juegos y adornos perfectamente engarzados en plata, cueros anillos y lo que la imaginacion de los artesanos permite.
En toda esta superficie, en la actualidad la demanda turística, ha permitido diseñar una corriente urbanística, primando los chalets, las casas de campo, reconvertidas en típicas y comodísimas residencias perfectamente rodeadas de pinos en la zona montañosa o de cultivo en la huerta. Esta ordenación del espacio, fuera de los límites del casco urbano, viene marcada por la ejecución urbanística de Altea y de su centro histórico, no precisamente por su valor como Historia grande, sino a la conservación de la arquitectura típica y popular, que siendo espacios para vivir del trabajo, del campo o del mar, han configurado un pueblo de los retratados en todo el Mediterraneo.
A escasísimos metros de la playa, la base de la Iglesia Parroquial, guía y señal de todo el término municipal y de la bahía, ya alcanza los 60 m de altura, un auténtico balcón al mar. Bajo la cúpula de la iglesia alteana, se desparraman las blancas casas, pura arquitectura mediterránea, de dos pisos la máxima construcción, como un perfecto engarce de orfebrería, hasta alcanzar la misma orilla del mar. Un racimo de casas orando cada día hasta el mar y la salida del sol, alimento imprescindible para los quehaceres diarios de toda una vida milenaria. Esta forma de vivir, dentro de este marco que forma el campo de Altea y su imponente bahía, delimitada por el morro de Toix y la elevadísima cumbre de la Sierra del Albir, entre Altea y Benidorm, la perfecta simbiosis, cuyo altar natural, esparcida en toda su inmensidad y bandera de enganche de los artistas con Altea: la luz.
Altea es reconocible por: 2 clubes náuticos, el Altea y el Mascarat, 2 puertos deportivos, el Portet y Marymontaña. Y un puerto pesquero, de captura diaria, con subasta de pescado cada tarde, para consumo de Altea, y con capacidad para vender a Valencia y Madrid. Importantísima oferta es el Club de Golf Don Cayo, de 8 hoyos, con pequeños apartamentos y multitud de chalets en sus aledaños.
Por el norte, la Sierra de Bernia, a 800 y 1200 m de altitud, cierra los vientos del norte -fríos siempre- conformando a los valles de Altea un perfecto micro-clima, bendecido por todos. Este arco natural cierra a 12 Km, por el Noroeste, con otra sierra, la de Aitana, con 1500 m en su cima.
Todo el término de Altea, campo, bancales, incluso la mitad de los montes, está sembrado de hortaliza, verduras, palmeras, naranjos, limoneros, nísperos, algarrobos y almendros. Todo ello perfectamente regado con agua, de derechos ya centenarios e inamovibles.
El progreso por el contrario ha traído inevitables mejoras, un tren de pequeño recorrido y la autopista del Mediterráneo, que cruzan ambos el verde campo alteano.
En las alturas de las sierras, ya reverdecen los pinos, de clara influencia mediterránea. Esta sabiduría de escoger el turismo, de apostar por un medio de vida nuevo sin olvidar, la fuente de ingresos tradicional, ha condicionado el turismo alteano. Un turismo de residentes que, no de turismo temporal, que prácticamente ya viven todo el año. Multitud de artista plásticos, de creadores, de empresarios, de industriales, de gente ya pensando en su retirada profesional y que van construyendo su casa para instalarse cómodamente, configuran la economía alteana y sus servicios, complementando un comercio influyente y de calidad, no sólo para el turismo sino para toda la comarca.
José Angel Navarro "Barranquí"
Cronista Oficial de la Villa de Altea.