El Estanciero y el caballo.

"Cuéntase que un estanciero, que luchaba con muchas dificultades. Tenia algunos caballos para ayudar en el trabajo de su estancia.

Un día, el capataz le trajo la noticia que uno de sus caballos había caído en un viejo pozo abandonado.
El agujero era muy hondo y seria difícil sacar al animal de ahí.


El estanciero evaluó la situación y certificó que el caballo estaba vivo.
Aun así, por la dificultad y el alto costo para retirarlo del fondo del pozo, decidió que no valía la pena invertir en el rescate.

Llamó al capataz y ordenó que sacrificase al animal enterrándolo allí mismo.

El capataz llamó a algunos empleados y los orientó para que tirasen tierra sobre el caballo hasta que lo cubrieran totalmente y el pozo no ofreciera más peligro a los otros animales.

Sin embargo, a medida que la tierra caía sobre su lomo, el caballo se sacudía y la tiraba en el piso, e iba pisando sobre ella.

Pronto los hombres percibieron que el animal no se dejaba enterrar, sino por lo contrario, esta subiendo a medida que la tierra caía, hasta que, finalmente, consiguió salir..."

Muchas veces nos sentimos como si estuviésemos en el fondo de un pozo y para peor, tenemos la impresión de que están intentando enterrarnos para siempre.

Es como si el mundo tirase sobre nosotros la tierra de la incomprensión, de la falta de oportunidad, de la desvalorización, del desprecio y de la indiferencia.

En esos momentos difíciles, es importante que recordemos la lección profunda de la historia del caballo y pongamos todo de nuestra parte para salir de la dificultad. 

Al final, si hemos llegado al fondo del pozo, solo nos restan dos opciones:

*    O nos servimos de él como punto de apoyo para el impulso que nos llevará a la salida,


*    O nos quedamos allí hasta que la muerte nos encuentre.

Si nos estamos sintiendo enterrar, lo importante es que sacudamos la tierra y la aprovechemos para subir.