La
persistencia da resultado
Al igual que muchas mujeres jóvenes,
Joan Molinsky soñaba con hacer carrera en las tablas y actuar para grandes públicos.
Tenía el don de hacer reír a la gente, de modo que optó por la carrera de
comediante.
Sin embargo, sus padres se
mostraban escépticos, a pesar del éxito de su hija en varias revistas
musicales de poca monta y en concursos de talentos locales. Ansiosa por verla
actuar en un gran escenario, el doctor Molinsky hizo que a su hija la
contrataran en el club de la playa al que concurría la familia en New Rochelle,
Nueva York. El espectáculo era el último que daba el club ese verano y el
primer compromiso de Joan para amenizar una cena.
Joan Molinsky empezó su actuación con una canción
cómica, pero el lapso de atención del público duró sólo hasta que llegó el
carrito de los postres. En cuestión de segundos, los trescientas asistentes habían
retomado todas y cada una de las conversaciones que mantenían antes de que esa
linda chica de veintitantos años se presentara en escena.
Con el corazón destrozado,
ignorada, Joan prosiguió su número haciendo las cosas lo mejor posible. Tras
musitar un débil "Gracias" al terminar su última canción, se dirigió
hecha una tromba a la cocina, con los ojos llenos de lágrimas de vergüenza.
Sus padres también estaban avergonzados, no tanto por su hija como por ellos
mismos. Su hija había fracasado, reforzando su certeza de que Joan no tenía
futuro en el mundo del espectáculo.
Esa noche, el doctor Molinsky le
dijo a Joan que tendría que dejar de lado su sueño de ser comediante y buscar
una carrera más realista. Su hija le contestó con un cañonazo:
-¡No me importa lo que digas! No sabes nada ‑le
gritó Joan-. Tengo talento. Es mi vida. Es cuestión mía cómo la vivo.
La pelea tuvo como resultado que
Joan se fuera de la casa de sus padres y volviera a Nueva York. Alojada en una
Asociación Cristiana de jóvenes de la zona, consiguió trabajos temporarios
mientras perseguía sus sueños de actriz interviniendo en una variedad de
elencos y espectáculos. Su empeño la llevó por fin a algunos trabajos con la
prestigiosa compañía Second City y a un trabajo en California como guionista y
"chica carnada" de Cámara
Sorpresa.
A pesar de su papel cada vez mayor
en el programa, el presentador Allen Funt nunca podía recordar su nombre, y la
llamaba desde Jeri hasta Jeannie y Jackie.
Durante su época en Cámara sorpresa, Joan recibió un llamado de El Show de esta noche, al que se había presentado e insistido
durante más de un año para que la invitaran. Querían que apareciera con
Johnny Carson. Llamó a Cámara Sorpresa diciendo
que estaba enferma y se preparó para la ocasión de su vida.
Una vez en cámara, Joan y Carson
se conectaron de inmediato, trenzándose en justas verbales demasiado graciosas
para ser producto de un guión. Al final, Carson se enjugó lágrimas de risa de
los ojos y dijo en voz alta para sus millones de televidentes:
-Dios, qué graciosa eres. Vas a
ser una estrella.
Al día siguiente, le llegaron de
todo el país docenas de ofertas de trabajo, que pusieron a Joan en la lista A
de los comediantes. También renunció a Cámara Sorpresa ese día, con gran
pena de un furioso Funt, que había visto a su empleada "enferma" con
Carson la noche anterior.
Mientras mordisqueaba un pedazo de
zanahoria, dijo pensativo:
-Creo que estás cometiendo un
gran error, Jill.
Desde ese día, nadie volvió a
confundir de nuevo el nombre de Joan Rivers ni la subestimó.
Curtis McAllíster