Los divertidos
Julio Pérez, uno de los campeones uruguayos del 50,
me levantaba el ánimo cuando yo era niño. Lo llamaban Pataloca, porque se
desarmaba en el aire y los rivales se restregaban los ojos: no podían creer que
las piernas volaran por un lado y por el otro, lejos, el resto del cuerpo. Después
de eludir a unos cuantos con esas moñas burlonas, Julio Pérez volvía atrás,
a repetir diabluras. Los hinchas celebrábamos a este parrandero de las canchas,
y gracias a él desatábamos la risa y todo lo atado.
Algunos años después, tuve la suerte de ver al
brasileño Garrincha, que también disfrutaba haciendo chistes con las piernas y
a veces, cuando ya estaba cerquita de la culminación, daba marcha atrás por
demorar el goce.
El fútbol a sol y sombra
Eduardo Galeano