09 de Abril de 2005
Por Rodrigo M. Malmsten
Recomiendo leer esta nota del excelente periodista J.M Pasquini Duran, su
analisis sobre la pobreza actual mundial, la muerte del papa J.Pablo II, y
la economia mundial.
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09 de Abril de 2005
PANORAMA POLITICO
Pobres
Por J. M. Pasquini Durán>
>
Los tiempos que vivimos son indeciblemente difíciles e inquietos,
>escribió en el principio de su testamento el papa Juan Pablo II,
>protagonista de su tiempo hasta el final de su vida. Y más allá también: su
>funeral ya quedó anotado en la historia como la primera manifestación
>globalizada del siglo XXI, realizada mediante recíprocas y simultáneas
>influencias popular y mediática. Aunque el Papa polaco anotó una década
>después en el mismo testamento que el final de la guerra fría amenguaba
>las dificultades e inquietudes de los tiempos, debió atenuar esa
>expectativa personal ante la tremenda certidumbre de la pobreza: en el
>momento de su muerte más de 800 millones de personas pasan hambre y la
>malnutrición crónica agobia a casi 500 millones, según cifras de las
>Naciones Unidas. La concentración de la riqueza es tan grande, registran
>las mismas fuentes, que las 358 personas más ricas del planeta poseen una
>fortuna equivalente a los ingresos anuales sumados del 45 por ciento de las
más pobres.
>En su presentación ante un comité de la ONU, la Asamblea Permanente por los
>Derechos Humanos (APDH) recalcó: Las desigualdades económicas y sociales
>son cada vez más notorias y se experimenta un proceso paralelo de deterioro
>de las bases económicas de las clases medias que pasan a engrosar las filas
>de la pobreza. La Cepal certificó que debido a los índices de desigualdad
>la primera región del mundo es América latina, sede de la más grande
>concentración de católicos declarados en el planeta. En ese contexto
>general y con el mapa económico-social de la Argentina a la vista, el
>gobierno nacional sería irresponsable y suicida si no estuviera alarmado
>ante la posibilidad de un empujón inflacionario. Los aumentos de precios
>durante el último trimestre produjeron, en números redondos, trescientos
>mil nuevos pobres, pero aun estos datos son benévolos con sólo tomar en
>cuenta que el diez por ciento de la población vive en el borde de la línea
>de pobreza, a punto de caerse al mínimo traspié.
>La inflación no es un problema técnico de la economía o la mera
>consecuencia de la avidez de doscientas empresas que forman precios,
>aunque éstos y otros son factores convergentes, internos y externos,
>permanentes o de temporada, que tejen la madeja del problema. Para decirlo
>de una manera sencilla, es un defecto del sistema y por eso aparece en los
>países ricos como en los pobres, sobre todo en épocas de relativa bonanza,
>pero no es intratable. Igual que algunas enfermedades crónicas, hay
>tratamientos específicos que pueden mantenerla bajo control, siempre que se
>tenga en cuenta, lo mismo que en medicina, que la enfermedad puede ser
>única pero cada paciente es, a la vez, igual y diferente a los demás. Dicho
>de otro modo, al contrario de lo que piensan variados economistas que se
>repiten a sí mismos en cada ocasión, no existen las recetas ni las fórmulas
>válidas para cualquiera, no importa cuál sea la circunstancia. Tampoco se
>trata sólo de elegir entre los remedios de las finanzas o del mercado,
>porque contribuyen al problema, como a la resolución del mismo, diversos
>factores no económicos ni financieros, desde la fortaleza del poder
>político hasta las dosis de confianza y participación en la sociedad. No es
>lo mismo Perón de los años 50 persiguiendo el agio y la especulación que
>Alfonsín a fines de los 80 batiéndose contra la hiperinflación, aunque a
>más de un imaginativo se le haya dado en las últimas semanas por hacer
>comparaciones con la actualidad.
>Cuando la inflación se instala en los círculos de la producción y el
>comercio, de inmediato se disparan algunos debates que son clásicos, por
>ejemplo entre empresarios y sindicatos, para ver quién paga la factura de
>los remedios antiinflacionarios. En un año electoral como éste, se agrega
>el forcejeo entre los políticos que desean agasajar a las clientelas de
>votantes y los que están limitados por los márgenes de la gobernabilidad.
>En sus recientes discursos, el presidente Néstor Kirchner eligió la fórmula
>papal Totus Tuus ego sum (soy de todos, en traducción libre) y propone
>un país ideal en el que los empresarios tengan una rentabilidad razonable y
>los trabajadores, un salario digno. No está mal como horizonte para una
>sociedad capitalista, pero antes de alcanzarla habría que nivelar los
>platos de la balanza para superar ese record de desigualdad que anotaba la
>Cepal para América latina.
>En este país la inequidad es notoria, ya que el sector del trabajo, durante
>las casi tres décadas del papado que acaba de finalizar, perdió alrededor
>de la mitad de sus ingresos, mientras los más ricos se quedaron con dos
>tercios de la torta nacional. La expropiación, cabe recordar, se realizó
>mediante dos procedimientos. Fue primero el terrorismo de Estado que
>aniquiló físicamente a las comisiones sindicales de base y a las
>vanguardias obreras, y luego el neoliberalismo, que desmontó sin
>miramientos toda la legislación que protegía los derechos económicos y
>sociales del trabajador. Con razón este año en Ginebra la APDH apeló a las
>Naciones Unidas para restablecer el concepto válido: Los derechos
>económicos, sociales y culturales, junto a los derechos civiles y políticos
>conforman un cuerpo integral e indivisible [y] son exigibles y
>justiciables, para lo cual resulta necesaria la existencia de
>procedimientos judiciales aptos que abran el camino para juzgar y condenar
>a quienes los violan impunemente.
>En los debates acerca de cómo enfrentar la inflación, se mencionó a menudo
>el requisito de abolir el trabajo en negro como condición indispensable
>para fijar una política de ingresos sobre bases de justicia. Es indudable
>la razonabilidad de la demanda, pero es una percepción restringida cuando
>se presenta el trabajo en negro o informal como una mera consecuencia del
>desbarajuste económico del 2001/02, las limitaciones rentables de algunas
>pymes o la obligación legal de un monto indemnizatorio por despido. La
>cuota de hipocresía en ciertos argumentos consiste en desconocer que en
>ciertas etapas del desarrollo económico, la acumulación primitiva del
>capital requiere de una mano de obra semiesclava.
>Sólo a título de referencia y sin agotar el análisis, la actual prosperidad
>italiana también tuvo durante unas tres décadas posteriores a la II Guerra
>Mundial una importante porción de economía informal, y si alguien revisa la
>historiografía norteamericana surgida en los 80 encontrará abiertas
>reivindicaciones acerca de las virtudes del trabajo esclavo en el tendido
>de ferrocarriles y en otras áreas de la que hoy es la mayor economía de
>Occidente. La diferencia sustancial entre el desarrollo de estos casos y la
>decadencia argentina es que la ganancia exorbitante de la informalidad
>productiva fue devorada por la corrupción y las remesas al exterior de
>notables fortunas, a punto tal que fondos de argentinos fugados a países
>ricos o paraísos fiscales son estimados en alrededor de 150 mil millones de
>dólares, sin contar las ganancias exportadas por corporaciones
>multinacionales o por fondos especulativos. Hasta es difícil imaginar cómo
>sería la Argentina si esa altísima tasa de rentabilidad hubiera sido
>aplicada al desarrollo nacional.
>Cuando se dice que la megacorrupción es el principal factor de
>inestabilidad político-social en América latina, no se exagera ni un
>milímetro. Algo de esa experiencia ha sido asimilada, a fuerza de dolor y
>sacrificio, por capas de la ciudadanía que están dispuestas a ejercer un
>cierto derecho de veto contra el juez o el policía inescrupulosos, contra
>el gobernante inepto o aplicando, esto todavía de manera embrionaria, el
>boicot a los que aumentan los precios. Es imposible pensar el futuro
>inmediato sin tomar en cuenta este ejercicio popular, pero también en ese
>paisaje auspicioso se nota la ausencia de una corriente que unifique o
>coordine ese movimiento social activo y lo transforme en un torrente
>político para impulsar al gobierno y al Estado más allá de las fronteras de
>lo que está establecido, hacia horizontes que todavía son más intuición que
>certidumbre.
>En la despedida de Juan Pablo II llamó la atención de los observadores la
>presencia masiva de jóvenes, a los que el Papa por un lado exhortaba a
>luchar por la felicidad y por otro les prohibía el sexo seguro y postergaba
>a la mujer. Es imposible ignorar la influencia papal en las inclinaciones
>ideológicas de muchos católicos, tanto así que se asegura que hoy en día
>seis de cada diez miembros del rebaño norteamericano cambiaron el voto a
>favor del guerrerista Bush, pese a la proclamada vocación pacifista del
>teólogo conservador. De todo eso, ¿qué sedujo a los jóvenes, aparte de la
>influencia mediática? Una visión podría argüir que hay una creciente
>tendencia conservadora en las sociedades actuales como reacción a las
>crisis ideológicas y de identidad, pero también ojalá así sea esas
>muchedumbres juveniles sólo admiran la entrega a una causa, sin juzgar el
>contenido de la misma, como una dimensión ética o como una utopía, sentidos
>que a pesar de todo siguen formando parte de la dimensión humana. Aunque
>estos asuntos parecen lejanos a la cotidiana preocupación por los precios y
>tarifas que se inflan, tal vez este análisis debería recuperar esa
>dimensión ilusionada, de compromiso verdadero con el bien común, de
>solidaridad fraterna. ¿O el buey solo bien se lame?
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