LA ESPAÑA DE LA PANDERETA
Por M.T.
Parece en principio esta una definición una tanto trasnochada o sencillamente insulsa en su significado, pero creedme cuando os digo que hoy más que nunca, está afianzándose de tal modo en la sociedad actual, que rescatarla del pasado no resulta ninguna estupidez. Mas bien, es pura necesidad conceptual. Cierto es que han pasado dos siglos desde que fue utilizada ya en la España Borbónica, y que duda cabe que desde entonces hasta ahora , las peculiaridades propias de nuestros ancestros han ido evolucionando social y económicamente, pero en esencia creo que es del todo extrapolable a la época actual. A veces es del todo necesario extirpar del pasado una idea para poder acentuar un problema reciente. Cuando a finales del siglo XVIII , la distinguida aristocracia áulica y cortesana, despreocupada y prácticamente apartada de los puestos de gobierno, empezó a imitar grotesca y burdamente los usos y costumbres del populacho, se produjo un hecho hasta ahora desconocido en la fenecida grandeza española. Estos aburridos nobles ( indignos portadores de su linaje ) se dedicaron a exagerar palabras, gestos, y todo tipo de pendencieras formas impropias de su alcurnia. Os podéis imaginar que panorama más desolador. Indudablemente, fueron muchas las causas que originaron esa transformación en el estamento noble, aparte de la consabida desidia, tales fueron las peligrosas e incipientes ideas de corte revolucionario provenientes de Francia, la ligereza de cos- tumbres religiosas ( olvidado ya todo puritanismo y ascetismo ridículo ) , la propia naturaleza campechana y caricaturesca de Carlos IV ( el cornudo ), la corriente arrolladora de ideas propagadas por ilustrados, la necesidad imperiosa de abandonar el tópico la deshonra legal del trabajo, y un largo etcétera. De todo lo dicho se desprende, que esos bichos de feria renegaron de su pasado ilustre, olvidaron la sangre vertida por sus antepasados; era el último y lógico paso hacia el derrumbe y ocaso de la antigua grandeza española. Atrás queda la preocupación por el honor, el genio y figura, la seguridad y orgullo de los dominantes, la lealtad al pasado y la reciedumbre tradicional. Y yo os pregunto, ávidos lectores ¿no encontráis ciertas concordancias de fondo y forma en las actitudes actuales y nada loables? . Aquí huele a apostasía, oigo el sonido de la pandereta; si siglos atrás se perdió la distinción de la nobleza, en si misma, hoy en día se pierde la fortaleza del intelecto. No debemos caer en ese error fatídico e irreparable, no es necesario que nos sumerjamos en la masa, que adoptemos sus usos, que nos perdamos en la figura de la forma adecuada. Hemos vuelto a la pandereta, se tiende hacia la potenciación de la fruslería. Y la masa sigue tan contenta al ver engrosadas sus filas. Problema pues, acuciante. Y cuando uno comprueba y contempla un problema de semejante índole, no puede actuar con la lenidad a la que nos tienen tan acostumbrados. Este es uno de los motivos que me obligan ha escribir, a criticar con dureza. Ya que espero no ser un simple covachuelista amedrentado y renegado por los demás, y por lo que nos rodea. El otro día estuve platicando con un amigo y camarada, y este me dijo que estaba cansado de oír siempre lo mismo, que faltaban nuevas ideas y apoyos, vamos que estaba ya todo muy usado, muy monotematizado... Quizá le parezca esta una alusión atípica, pero repitiéndolo de nuevo, creo que el problema es grave, y tanto más pasados unos años. Debemos huir de los tópicos, eso es cierto, pero jamás olvidar el pasado. Es más, necesitamos este para descifrar la indefectible realidad en la que nos encontramos. Ese es mi propósito egregio y puedo compartirlo con los que se merecen esa deferencia, "a los menos". Pues los mansos y apocados animales de establo no me merecen ni el respeto, ni la observación.