Nacido el 29 de agosto de 1632 en Wrington, Juan Locke vivió en su juventud el período turbulento de la historia inglesa en la que se registraron la primera revolución y la decapitación de Carlos I. Estudió en la universidad de Oxford, cuyo canciller Juan Owen era mantenedor de una política de tolerancia hacia las diferentes religiones; esta idea no dejó de ejercer influencia sobre el joven Locke. En 1658 consiguió el grado de maestro en artes y fue llamado a enseñar en la misma universidad de Oxford.
Lo que en primer lugar distingue a Locke de Descartes es su concepto de la razón. Para Descartes la razón es una fuerza única, infalible y omnipotente: única, porque es igual en todos los hombres y todos los poseen en la misma medida; infalible, porque no puede errar si sigue su método que es único en todos los campos de sus posibles; omnipotente, porque extrae de sí misma su material y sus principios fundamentales que le son “innatos”, o sea, constitutivos.
Si todo nuestro conocimiento resulta de ideas
y si las ideas proceden todas de la experiencia, el análisis de
nuestra capacidad cognoscitiva deberá, en primer lugar, ser una
clasificación, esto es, un inventario sistemático de todas
las ideas que la experiencia nos suministra.