El positivismo es el romanticismo de la ciencia. La tendencia propia del romanticismo a identificar lo finito con lo infinito, a considerar lo finito como revelación y realización progresiva de lo infinito, es transferida y realizada por el positivismo en el seno de la ciencia. Con el positivismo, la ciencia se exalta, se considera como única manifestación legítima de lo infinito y, por ello, se llena de significación religiosa, pretendiendo suplantar a las religiones tradicionales.
El positivismo es una parte integrante del movimiento romántico del siglo XIX. Que el positivismo sea incapaz de fundar los valores morales y religiosos y especialmente, el principio mismo del cual dependen, la libertad humana, es un punto de vista poémico que la reacción antipositivista, espiritualista e idealista de la segunda mitad del siglo XIX ha hecho prevalecer en la historiografía filosófica. Se puede tambien considerar justificado, en todo o en parte, este punto de vista. Pero existe el hecho de que, en sus fundadores y en sus seguidores, el positivismo se presenta como la exaltación romántica de la ciencia, como infinitización, como prentensión de servir como única religión auténtica y, por tanto, como el único fundamento posible de la vida humana individual y social.
El positivismo acompaña y provoca el nacimiento
y la afirmación de la organización técnico industrial
de la sociedad, fundada y condicionada por la ciencia. Expresa las esperanzas,
los ideales y la exaltación optimista, que han provocado y acompañado
esta fase de la sociedad moderna. El hombre ha creído en esta época
haber hhallado en la ciencia la garantía infalible de su propio
destino. Por esto ha rechazado, por inútil y supersticiosa, toda
alegación sobrenatural y ha puesto lo infinito en la ciencia, encerrando
en las formas de la misma la moral, la religión, la política,
la totalidad de su existencia.