Que bien se bserva todo desde acá; estamos perdidos en el sublímite del mundo, que nos hace ver todo mucho mas claro. Atención !!! Atención !!! Vuelo número tres a cualquier parte. Quien lo toma ...
Tomé el colectivo hacia mi casa como cualquier noche. Nada era diferente a la rutina de cualquier día. Cansado, con hambre, y un poco de frío; nada era diferente, a excepción de mi bolsillo, que ese día tenía mas plata que lo habitual.
Uno de setenta hasta Banfield, todos los asientos ocupados, el chofer inexpresivo, y de pronto la vi. Ahí, un poco mas atrás de la mitad de la fila de un asiento estaba Mariana, una compañera mía de la primaria.
Me quedé mirándola un rato, y noté su cara de rutina, sus ojos claros sin expresión, su boca que no sonreía. Las manos cruzadas sobre sus piernas, el pelo suelto detrás de su nuca. Noté que sus ojos estaban distantes, perdidos en el mundo; ya no irradiaban la alegría que en otros tiempos.
Luego me miré yo mismo y me volví a ver envuelto en mi rutina, en mi colectivo, en mi tristeza, en mi madurez, en el mundo tan diferente al que había compartido en otra vida con ella.
No me pude contener mas, y a pesar de estar seguro de que era la Mariana que yo conocía, le pregunté ... - Sos Mariana ? - Ella me miró sorprendido y me dijo que si. Pude notar en su rostro que no podía adivinar quien era yo.
- Soy Mariano, tu compañero de la primaria !
Y recién ahí aparecimos los verdaderos dueños de nuestros cuerpos. Ella sonrío, su pelo que estaba suelto se transformó en dos trencitas, sus ojos se iluminaron, las manos se liberaron, desapareció su cara de rutina, y volvió a irradiar la alegría de otros tiempos. Y yo me transformé en el gordito simpático de séptimo grado.
Por unos instantes estuvimos libres de los compromisos, del trabajo, del dinero, del sexo, del cansancio. Por unos mágicos instantes volvieron a aparecer todos nuestros compañeros de la primaria. Todos teníamos doce o trece años, y éramos solo nosotros, inocentes, tiernos, puros, sin complejos, sin prejuicios, libres de toda adultez.
Luego de no se cuanto tiempo ella tuvo que bajarse del colectivo. Pensar que se bajó en la parada anterior a la mía y estuvimos quince años sin vernos. Prometió que una tarde de estas va a pasar por mi casa. Yo le dije que mi puerta estaría siempre abierta para ella con el único requisito de que cuando entre tenga doce o trece años.-