Que bien se observa todo desde acá; Estamos perdidos en el sublímite del mundo. que nos hace ver todo mucho mas claro. Atención !!! Atención !!! Vuelo número ocho a cualquier parte. Quien lo toma ... Cuanta falta que le hace a nuestras horas un cambio. Cuanta falta le hace una revolución que nos permita sentirnos vivos, sentir que aún vale la pena mantenernos en pie. Todo pasa fría y calculadamente delante de nuestras narices sin siquiera poder decirle buenos días. El pobre en su pobreza; el rico en su riqueza. La mente oscilante entre la medicina o la abogacía; la computación o la ingeniería. Y la vida para cuando ? La dejaremos colgada en el placard hasta que el reloj de las siete nos lleve a la oficina ? Por eso te dije que sublevé mi mente para subvertir mi corazón. Cambié de raíz las cosas que me formaban para darme cuenta que muchas veces no hay nada mas seco que el agua. Y pude sentir que el aire que nos rodea está casi siempre turbio. Veo pasar cada mañana, siempre a la misma hora el mismo colectivo. Nunca se le pincha una rueda, nunca se le rompe el motor. Me lleva a donde tengo que ir y me baja siempre en la misma esquina. Hoy llegué a la parada diez minutos antes y tiré unos cuantos miguelitos. Cuando el colectivo llegó lo tomé y a las pocas cuadras se detuvo con una rueda pinchada. La gente se quejaba porque iba a llegar tarde al trabajo y puteaba contra el chofer y la empresa. Por unos instantes me pude sentir vivo. En la oficina tuve que dar una explicación de mi demora. El jefe escuchaba con su cara de nada la casualidad de que se le pinchara una rueda al colectivo. Se que no me creyó y hasta pensó en mi complot con la rueda pinchada, pero hacía demasiado tiempo que el jefe no me rendía explicación de sus actos, revolcado en orgías de penes y matracas, por lo que no me importó.- Cuando salía de la oficina estaba lloviendo. Todos habían ido preparados con su piloto y su paraguas, ya que el pronóstico había dicho que por la tarde llovería, por mas que a las siete de la mañana estaba despejado. Todos subieron secos a los autos y colectivos,. menos yo, que no soy de escuchar al pronóstico. Hacía frío, pero yo era el único que lo sentía. Cuando llegué a casa la luz estaba cortada y ya había parado de llover. Salí al patio, subí al árbol y me colgué de una rama. No habrá sido una revolución, pero me sentí realmente vivo.

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