La Santa Infidelidad
Lo que nuestra sociedad condena no es tanto la infidelidad cuanto el
amor mismo. Y esto es asi porque su funcionamiento descansa en la
familia la que reposa a su vez en la estabilidad matrimonial. Pero el
matrimonio es una forma juridica y economica con fines muy diversos a
los del amor. Y si bien representa su legitimacion muy lejos esta de
garantizar su legitimidad.
Lo fundante en esta institucion no es tanto el amor sino mas bien el
desesperado intento de asegurar su supuesta permanencia. Pero hay algo
mas descabelladamente paradojico que pedirles a dos jovenes amantes
sumergidos en el jubilo del arrebato amoroso que permanezcan en esta
actitud el resto de sus vidas?
Se trata entonces de gobernar Io ingobernable de poner orden alli
donde solo hay caos de aquietar aquello que es puro movimiento.
Convendran conmigo en que si hay algo re~ido con la pasion es
precisamente la estabilidad el orden o la mesura. Y si este disparate
todavia continua vigente digo si el matrimonio continua aun entronizado
es porque otras circunstancias concurren ahora a reafirmar su
prestigio. De hecho en los desangelados tiempos que corren la pareja es
cada vez mas una tibia y confortable trinchera que nos ampara de la
hostilidad exterior. Nos asociamos de a dos para mejor embestir los
ataques de un mundo despiadado que nos agobia con sus exigencias de
prosperidad, exito y consumo.
Y en esta asociacion terminamos por confundirnos en un abrazo
fraterno con nuestro conyuge. Pero si hay algo que el erotismo excluye
es la fraternidad. (Advierto al desprevenido lector que mi religion y
buenas costumbres no me permiten siquiera tomar en consideracion el
incesto.) Permitaseme decir que lo erotico se emparienta mas con la
beligerancia que con el acuerdo. En otro orden de cosas, cabe se~alar
tambien que la eleccion amorosa es casi siempre mas arbitraria que
prudente. Quiero decir que no necesariamente nos enamoramos de aquel
que debieramos segun la imagen que nuestro entorno nos devuelve de
nosotros mismos ( imagen de la que. inevitablemente, estamos presos).
No siempre coincide nuestra eleccion con la que nuestro contexto
social juzga como mas conveniente.
Pero cuantos de nosotros tienen la hidalguia de sobreponerse a este
mandato segun el cual las personas se corresponden por un ordenamiento
jerarquico mas propio de un catalogo de ventas que de los arduos e
insondables asuntos del corazon?
Permitaseme desconfiar se~ores de la veracidad de esas solemnes
decisiones que culminan en la iglesia o en el no menos y sacro recinto
del Registro Civil.
Lo cierto es que en muchos casos se arriba al matrimonio como a un
callado puerto de seguridad donde al tibio amparo del lecho nupcial,
supremo altar de la institucion (y quien dice altar habla de
sacrificio) se inmola mas de una vez el mas recondito de los deseos.
En nuestro mundo el amor es a menudo una experiencia casi
inaccesible. Todo se opone a el: leyes, religion, moral, economia .
Nadie hay mas improductivo, mas alejado del trabajo y de la acumulacion
de bienes que un sujeto enamorado. Y de todo ello resulta que el amor
es frecuentemente un exilio. Cuando amamos nos quedamos solos,
separados del mundo y su legalidad.
Ahora bien. desmitificada ya tan popular institucion, no adquiere
la infidelidad una nuevas e iridiscentes resonancias?
Para decirlo de una vez: vistas asi las cosas. no se les antoja a
ustedes la infidelidad una actitud heroica cuando no directamente
santa?
Porque se requiere mucha guapeza, mucho coraje. para abismarse en
las simas del deseo, para desertar la saludables huestes de lo
permanente y aventurarse en los inciertos territorios de la pasion.
Pero me pregunto yo muchachos de que sirve ser argentino si no se
acepta la incertidumbre? En todo caso fidelidad o infidelidad mediante
el amor no es un regalo antes bien es un voto y solo los valientes
pueden vivir en el mas de un instante
(Por Esther Goris actriz y guionista)
Pagin/12 Jueves 16 de Noviembre de 199?