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Nuevos tratamientos
ALZHEIMER
Una enfermedad en aumento


Entre un 5 y un 10% de la población mundial mayor de 65 años y un 25%
de las personas mayores de 80 años tienen algún tipo de demencia. La
más frecuente es la enfermedad de Alzheimer, que representa casi el
70% de las demencias que afectan a los ancianos.

Con el progresivo envejecimiento de la población, sobretodo en los
países desarrollados, la cifra actual de enfermos de Alzheimer puede
llegar a duplicarse en los comienzos del próximo siglo. En nuestro
país existe un gran número de personas que padece Enfermedad de
Alzheimer (EA).
Esto nos da idea de la magnitud del problema, que desborda el campo
meramente médico, para convertirse en un problema de grandes
dimensiones científicas, sociales y políticas, que nos afecta a
todos.

Demencia senil
Para la ciencia médica, la demencia no es sinónimo de locura, sino
que se trata de un proceso de disminución progresiva de las funciones
intelectuales de la persona, que pierde así sus facultades mentales:
razonamiento, memoria, personalidad e incluso sus emociones.
Es importante reconocer que la demencia es una condición patológica y
no simplemente parte del proceso normal de envejecimiento.




Al enfermo hay que proporcionarle
actividades y entretenimientos.
Dos tipos de Alzheimer
La enfermedad fue descrita por primera vez en 1907 por el médico
alemán Alois Alzheimer, de quien tomó el nombre. En un principio se
creyó que este tipo de demencia sólo afectaba a sujetos de edades
inferiores a los 65 años. Más tarde se observó que con la edad, no
sólo seguía apareciendo, sino que la prevalencia era todavía mayor.
En la actualidad se sabe que hay dos tipos de EA: una que es la más
frecuente y afecta a los ancianos; y otra que tiene un componente
hereditario y, por tanto, afecta a individuos de una misma familia,
que es la que suele presentarse antes de los 65 años.
Por lo poco que sabemos, parece afectar más a mujeres que a hombres.


De difícil pronóstico
El diagnóstico de la EA se hace particularmente difícil en los
inicios de la enfermedad ya que puede confundirse con otros tipos de
demencia. Uno de los síntomas claros es el aumento gradual de la
gravedad del paciente, en comparación con otros tipos de demencia, en
los que el estado del enfermo empeora de forma casi imperceptible.
El diagnóstico comprende varias fases claramente establecidas:
• Confirmar que los síntomas que muestra el paciente son signos de
demencia y no cambios normales relacionados con la edad.
• Excluir, mediante un reconocimiento físico y pruebas de
laboratorio, motivos específicos de los síntomas del paciente.
• Excluir otros trastornos psiquiátricos que pudieran ser la causa de
los síntomas, por ejemplo depresión.
Para evitar errores, los estudios clínicos se complementan con un
examen neurosicológico y sicométrico, un examen bioquímico, un
estudio de neuroimagen y electrofisiológico, que se completa con un
estudio cerebrovascular, neuroquímico, genético y neuropatológico.
Gran parte de estos exámenes tienen sus propios marcadores para
determinar la enfermedad de Alzheimer, pero sólo son fiables si se
complementan unos con otros.
El diagnóstico definitivo sólo puede realizarse mediante el análisis
posmortem en la autopsia.


La importancia del diagnóstico precoz
Muchos se preguntarán por qué tiene tanta importancia hacer un
diagnóstico precoz, si no existe posibilidad actual de curación. El
diagnóstico precoz es esencial porque permite al médico iniciar un
tratamiento cuando la enfermedad se encuentra todavía en fase leve.
Mediante un tratamiento adecuado, el paciente experimenta un
desarrollo más moderado de la enfermedad, de forma que retrase
susceptiblemente la aparición de los síntomas más severos de esta
dolencia.
Por ejemplo, una persona que no siga ningún tipo de tratamiento, en
un periodo de dos años precisaría la atención permanente de sus
familiares o incluso de un cuidador especializado. En cambio, de
haber seguido un tratamiento adecuado podría haber retrasado este
momento hasta transcurridos 6 años desde la aparición de los primeros
síntomas.
Una puerta abierta a la esperanza
Se necesitan medicamentos que actúen sobre la causa que provoca la
degeneración de las neuronas, aún hoy desconocida. Una de las razones
por la que los investigadores desconocen la forma de prevenirla es
que no se sabe de ningún animal que padezca esta enfermedad. No
obstante, la ciencia médica ya ha conseguido alguna pequeña victoria,
como es la localización de un gen asociado a esta terrible
enfermedad, lo que permitirá, además, conseguir un diagnóstico más
precoz.


Consejos
para la familia
Los familiares que están a cargo de un enfermo de Alzheimer, debe
armarse de paciencia y dedicar un tiempo al descanso, ya que la larga
convivencia es una dura prueba. La Fundación Alzheimer aconseja:

•Mantenerse tranquilo y no enojarse, ya que se puede favorecer la
agresividad del enfermo. •Intentar que el paciente realice por sí
mismo cuantas actividades diarias pueda, aunque las realice mal.
•Evitar que realice actividades con riesgo. •No molestarlo o
presionarlo. Hablarle despacio, dándole tiempo para responder.
•Organizar las tareas diarias de forma rutinaria y sin variaciones;
colocar los objetos siempre en el mismo sitio. •Identificar al
enfermo mediante una placa o pulsera en la que aparezcan el nombre,
la dirección y el teléfono. •Eliminar obstáculos en sus recorridos
habituales por la casa y proteger los salientes con los que pudiera
lastimarse. •Si hay escaleras, colocar barreras de protección. •Nunca
dejarlo solo en balcones, junto a una alberca o en el coche.
•Esconder utensilios con los que pueda herirse, así como productos
tóxicos. •Controlar la llave del gas y extremar la seguridad en el
baño y en la cocina. •Evitar ruidos, música o ambientes que le
irriten. •Proporcionarle actividades. •Cubrir los espejos, para que
no se angustie ante una imagen que no reconoce. •Mantener bien
iluminada la casa, facilitando que reconozca el día de la noche,
haciendo entrar luz natural en el día y disminuyendo la luz
artificial por la noche.

El declive anunciado
La duración aproximada de la EA va de dos hasta diez años, aunque hay
algunos casos que superan los 15 años.
Inicialmente se aprecia en el enfermo una pérdida de la memoria y una
cierta dificultad en realizar tareas cotidianas, junto con algunos
cambios en su personalidad.
En una segunda fase, el paciente presenta una pérdida notable de la
memoria, desorientación en el tiempo y en el espacio y graves
dificultades para realizar las tareas más simples. Su lenguaje no es
fluido y va perdiendo autonomía.
En la fase avanzada, el enfermo no puede ya valerse por sí mismo, ha
dejado de hablar, no reconoce a familiares o amigos, sufre
incontinencias fisiológicas y no puede mantenerse en pie.
En la fase terminal, la incomunicación es total y el afectado se
encuentra en situación vegetativa. Frecuentemente se atraganta
comiendo, lo que es una de las causas más comunes de muerte en estos
enfermos.
La evolución de la EA debe ser controlada por el neurólogo,
psiquiatra, geriatra y médico de cabecera, que tendrán que prescribir
la medicación y la dosificación adecuada al historial clínico de cada
paciente.


Nuevos
tratamientos
Las estrategias de tratamiento que están más desarrolladas se basan
en los cambios neuroquímicos que se producen en esta enfermedad. Uno
de los hallazgos más constantes en los cerebros de los enfermos de
Alzheimer es la disminución de acetilcolina, una sustancia que sirve
para comunicar unas neuronas con otras. No se sabe si este descenso
produce la enfermedad o la enfermedad produce el descenso. De los
muchos tratamientos que están en fase de estudio en la actualidad, el
único que ha sido aceptado en muchos países es la tacrina, una
sustancia que disminuye la destrucción de la acetilcolina y, por
tanto, aumenta su concentración en el cerebro. Aunque la tacrina no
es curativa, si puede mejorar el estado general de los pacientes. Su
único inconveniente es su hepatoxicidad, por lo que no se puede
administrar a todos los enfermos. Es el único tratamiento que se ha
demostrado efectivo, aunque en nuestro país todavía no está
comercializado. La tacrina está aprobada en Estados Unidos, Francia,
Argentina y Brasil y se encuentra en proceso de aprobación en
Alemania y Suecia.
Para los países en los que aún no se emplea, las estrategias
terapéuticas son de dos tipos:
Paliativas: utilización de fármacos inespecíficos para potenciar el
metabolismo cerebral, mejorar el flujo cerebrovascular y activar
globalmente los sistemas de neurotransmisión central.


Sustitutivas: están orientadas a reponer aquellos neurotransmisores
alterados por la enfermedad. También suelen emplear sicofármacos
convencionales (antidepresivos), ansiolíticos, neurolépticos...) para
controlar los síntomas relacionados con el proceso degenerativo de la
EA, como ansiedad, depresión, trastornos del sueño...


Mosto y corazón.
Un estudio realizado en la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos)
reveló que el mosto o jugo de uva disminuye el riesgo de enfermedades
cardiovasculares. Ello es debido a que en su composición aparece el
ácido tánico, elemento que previene la formación de coágulos en las
arterias coronarias.
Fuera arrugas sin operar. Un nuevo método llamado Exoderm se ha
presentado recientemente en algunos países. Con él se consiguen los
efectos de un lifting sin pasar por el quirófano, sin sufrir
anestesia ni cicatrices. Se trata de un revolucionario peeling
químico que en una semana logra eliminar arrugas, manchas solares o
seniles y cicatrices.
Ozono contra la reuma. La aplicación de ozono en el campo de las
enfermedades reumatoides se considera como una nueva e importante vía
para su tratamiento. Este método permite, en muchos casos, disminuir
o eliminar los fármacos normalmente utilizados y que suelen tener
bastantes efectos secundarios.



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