Momentos claves de la vida sexual.

 Lic. Laura Caldiz y Lic. Diana M. Resnicoff

El comienzo de la vida en pareja

 

Los primeros tiempos en las relaciones de pareja, suelen ser siempre recordados por la pasión de los encuentros sexuales. Una pareja que empieza a conocerse brinda todas las sorpresas del descubrimiento reciproco. La curiosidad no solo por el cuerpo sino también por la personalidad y las particularidades del otro, produce una fascinación única.

El enamoramiento es sin lugar  a dudas el mejor afrodisíaco, y en esos primeros encuentros es el responsable de teñir todo color de rosa. Por lo tanto, la primera etapa de una relación se caracteriza por una frecuente actividad sexual pero ésta experimenta una marcada disminución  durante el primer año o los dos primeros años de matrimonio. Mientras  que algunos sostienen que la pasión se apacigua hacia fines del  segundo año, otros sostienen que el entusiasmo que acompaña a un  nuevo romance dura unos dos o tres años o hasta que nace un bebé.  Un estudio realizado por los investigadores Shwartz y Blumstein descubrió que durante los dos primeros años de matrimonio la frecuencia sexual era de tres veces por semana o más para el 45% de los hombres y de las mujeres estudiados; sólo el 25% de las parejas se mantenía en ese nivel entre el segundo y el décimo año de matrimonio; también se demostró que el sexo es más frecuente para las parejas que viven sin casarse que para las que se casan.  

Según la Dra. Berta Anagnoste es posible que la boda misma sea de mal agüero para el sexo Ella ha visto a numerosas parejas que se complican tanto con los preparativos de su boda, con toda la tensión resultante, que relegan el sexo, que antes tenía prioridad. La magia llamada amor dura un par de años - dice - y de allí en adelante disminuye la actividad sexual””.  Pero ¿por qué disminuye tanto la actividad sexual durante las primeras etapas del matrimonio?

Las causas son diversas. “Se puede sospechar - dice el sociólogo William James- que la novedad que se pierde no es la de la sexualidad en sí sino la de la sexualidad con una pareja especifica”.

En el reino animal, entre los mamíferos inferiores, diversos experimentos demuestran que el apetito sexual de los monos y las ratas macho disminuye cuando hay actividad sexual con la misma pareja y se renueva cuando disponen de nuevas parejas. Tales hallazgos parecerían confirmar la teoría de que la novedad pasa y que el efecto luna de miel es parte de la naturaleza, al menos en los machos, ya que los experimentos pusieron solamente a prueba a mamíferos masculinos. 

Es posible que la alta frecuencia sexual al comienzo de las relaciones sea el estado anormal, causado no por la pasión sexual en sí sino por otros factores. Según el Dr. Harvey Caplan el sexo es al comienzo de una relación excitante por ser novedoso, incierto y generador de una cierta ansiedad y también porque una persona nueva representa una barrera que se debe superar: hay que conquistar a esa persona que excita, que se desea y que entusiasma.

Distintos especialistas coinciden en que si bien mucha ansiedad interfiere con la sexualidad, un poco parece excitar a las personas.  Por eso es tan común que se enamoren de otras parejas. El amante siempre es más excitante que el cónyuge y, parte de la razón, es la ansiedad.  Las parejas no están preparadas para el flujo y reflujo sexual que se produce durante todo el transcurso de una relación. La gente supone que el buen sexo implica una frecuencia constante, “siempre deseo sentir y que sea siempre estupendo”.

Pero una de las características del sexo a medida que avanza el matrimonio, es que existe menos preocupación por la cantidad y se atiende más a la calidad. El problema es que muchas parejas ven este cambio como si algo anduviera mal, cuando la disminución de la cantidad es parte de un proceso normal.

Según la Dra. Gayla Margolin de la Universidad de California del Sur, el proceso de disminución del interés resulta más difícil de aceptar para quienes han tenido varias relaciones y están acostumbrados a muchos picos sexuales iniciales. Por ende, estas personas no toleran una disminución de la intensidad. En realidad los aspectos sexuales de la relación se ven afectados por el resto de la vida en común de la pareja: crisis, tensiones, cansancio, preocupaciones, trabajo, dinero, enfermedades, depresión, falta de privacidad, y una cantidad de perturbaciones de distinta clase. Una de las cosas a las que debe acostumbrarse una pareja en el matrimonio es que habrá veces en que el interés e incluso la capacidad de respuesta sexual decaerán y habrá otras veces en que la pasión se vuelve a encender y a arder intensamente antes de apagarse una vez más. En un matrimonio normal y feliz el sexo es agradable pero no es espectacular.

Las Discrepancias

Muchas veces, al comienzo del matrimonio surge algún problema sexual. Lamentablemente es común que la pareja evite conversar sobre ello y tratar de resolverlo juntos. Dado que no plantean el problema directamente, terminan por llevar una vida sexual insatisfactoria que puede seguir siéndolo durante el resto del matrimonio. Si la inexperiencia no es un problema pueden aparecer otros. A veces, por ejemplo el marido comienza a impacientarse por su incapacidad de funcionar sexualmente de acuerdo con las exigencias que él imagina que tiene el matrimonio o bien se acrecienta una disfunción sexual que uno o ambos integrantes de la pareja ignoraban o esperaban que mejoraría con el matrimonio la eyaculación precoz persiste; la impotencia no desaparece; la esposa a pesar de lo que haga su marido rara vez alcanza el orgasmo.

Es posible que uno de los dos desee el sexo más frecuentemente que el otro, que uno quiera experimentar mas que el otro o que a uno puede gustarle hacer el amor por la noche y al otro por la mañana. Las investigaciones y lo observable en la clínica indican que existe una discrepancia sexual basada solamente en la condición femenina o masculina.

Los patrones sexuales por lo general, se fijan - a veces en piedra - entre el primero y segundo año de acuerdo con una variedad de temas: ¿quién inicia el acto sexual? ¿puede cualquiera de los dos decir que no si no está de ánimo o siempre accede a los deseos del otro? ¿usarán el sexo como recompensa o castigo por cuestiones no sexuales? ¿inhibirá el matrimonio la expresión de su sexualidad que previamente era libre?.  Otras preocupaciones sexuales del comienzo de la vida matrimonial tienen que ver con la reproducción.

La elección de un método anticonceptivo, el temor a un embarazo no deseado y la incapacidad de concebir pueden impedir la libre expresión de la sexualidad. Diversos estudios muestran que la frecuencia sexual aumenta o disminuye de acuerdo con el método anticonceptivo que utiliza la pareja Las cifras de frecuencia más altas se correlacionan con los métodos más seguros, tales como las píldoras anticonceptivas.

El compañerismo y la comunicación - tan presentes muchas veces durante el noviazgo - disminuyen significativamente y esto también incide negativamente en el sexo.  El matrimonio es la prueba más segura para ver si tenemos la capacidad de integrar el sexo y el amor. En este sentido Otto Kernberg clasifica a los seres humanos a lo largo de un continuo. En uno de los extremos está el individuo maduro, capaz de emprender relaciones emocionales profundas como para disfrutar plenamente el sexo, sin sentimientos de culpa con una pareja duradera.  Para esta persona el sexo y el amor siguen siendo agradables y divertidos después del matrimonio. En la segunda etapa del continuo ubica a la persona que es capaz de tener relaciones emocionales muy buenas pero pronto se inhibe sexualmente en el matrimonio porque tiene reglas de conciencia tan estrictas que le impiden disfrutar el sexo en forma plena.  La tercera clase de persona en el continuo puede ser sexualmente desinhibida pero es incapaz de relacionarse en forma prolongada y profunda dentro del matrimonio o fuera de él. Incapaces de conectar los aspectos de amor y odio de su propia identidad y de la de los demás, se consideran a sí mismos y a los demás totalmente buenos o totalmente malos. Si se casan comienzan por lo general a tener aventuras extramatrimoniales poco después del matrimonio.

La sexualidad en la pareja con hijos

Dado que el sexo y otros aspectos del matrimonio están estrechamente vinculados resulta significativo que, de acuerdo con diversos estudios, la satisfacción conyugal por lo general disminuye desde el nacimiento del primer bebé hasta que el último hijo se marcha de la casa. Incluso los estudios revelan que las parejas sin hijos mantienen una relación sexual considerablemente más asidua que las que tienen hijos. Aparentemente el primer hijo produce el impacto más adverso en la vida sexual de los padres. Estudios estadísticos indican que las parejas que tienen un solo hijo tienen relaciones sexuales con mucha menos frecuencia que aquellas que tienen dos, tres o más hijos. Parece ser que lleva cierto tiempo acostumbrarse a la paternidad y combinarla de manera razonable con el sexo. Pero hay otras cosas, además de los hijos, que perjudican la vida  sexual de la pareja durante los primeros años de crianza y en otras etapas de la vida conyugal. Los integrantes de la pareja pasan también por crisis individuales periódicas que se suceden en intervalos aproximados de diez años, durante períodos de transición de una etapa de la vida a otra. A veces empieza a verse todo como una cuestión sexual: el cuestionamiento de los propios objetivos, el enojo hacia el cónyuge o hacia el estilo de vida, el deseo de cambiar las cosas. En lugar de examinar a fondo los problemas internos o los de la relación, uno o ambos integrantes de la pareja se concentran en el sexo.

Muchas parejas que  consultan, culpan al sexo de todos sus problemas, creyendo erróneamente que “si el sexo fuera mejor, todo lo demás mejoraría”. Es importante que las parejas reconozcan la naturaleza del desasosiego que los invade. Si entienden que se está produciendo una crisis común en el desarrollo adulto, esa comprensión puede evitar que se culpen mutuamente por la infelicidad y la inquietud que sienten. En efecto se puede considerar la crisis como una oportunidad para que la pareja renueve su comunicación que pudo haberse desgastado y, en consecuencia, su vínculo. Los tiempos de cuestionamientos y evaluaciones presentan oportunidades de crecimiento, tanto para la relación matrimonial como para los individuos que la componen. Resulta también crucial que, quienes tengan hijos pequeños, se hagan tiempo para su relación de pareja y para su sexualidad. Algún fin de semana lejos de los hijos, cerrar la puerta del dormitorio, hacerse tiempo para estar solos al fin del día para poder conversar son algunas de las acciones que ayudan a la pareja a preservar una sensación de atracción y romance que promueve el sexo aun cuando la paternidad parezca exigir toda su energía y su atención. Pero los años más difíciles para una pareja son aquéllos que atraviesan durante la adolescencia de sus hijos. En esta etapa no solo viven en una zona de combate con sus hijos adolescentes sino que al mismo tiempo se enfrentan de alguna manera a su propia decadencia y muchas veces el sexo es la víctima de las tensiones que abundan a esta altura de la vida. Las estadísticas revelan que alrededor de los cuarenta años, para la pareja promedio, el sexo ha disminuido considerablemente en comparación con los primeros tiempos de matrimonio. La frecuencia se reduce aproximadamente al 50% entre las edades de veinte y cuarenta años. Todos los datos actuales muestran que mientras que  el interés del hombre disminuye el de la mujer de mediana edad aumenta. Según el Dr. Lief “los hombres van perdiendo el interés sexual; las mujeres lo buscan mas”.

Para Helen Kaplan “las mujeres jóvenes tienen la menor frecuencia de orgasmos, pero las de 30 y 40 años pueden llegar al orgasmo con mayor facilidad”. En parte esta discrepancia tiene raíces biológicas: los datos indican que, en general, los hombres tienen su pico sexual alrededor de los 18 años, mientras que las mujeres lo tienen entre los 35 y 45 años. Las mujeres, una vez que alcanzan su pico sexual, son capaces de mantenerlo hasta la vejez, mientras que la capacidad del hombre disminuye en forma sostenida.

Algunas personas de mediana edad se sienten cada vez mas insatisfechas con cosas que siempre estuvieron mal: un cónyuge que no es lo suficientemente espontáneo o inventivo, la eyaculación precoz, la incapacidad de llegar al orgasmo, la impotencia, las relaciones sexuales poco frecuentes o el hecho de usar al sexo como recompensa o castigo. Todo eso puede, en esta coyuntura, provocar una crisis en el  matrimonio.

Sin embargo, algunas parejas tratan de mejorar su vida sexual. Según Helen Kaplan solicitar terapia sexual a esta altura de la vida puede ser parte de un rejuvenecimiento para la pareja. “Quieren que el sexo sea mejor. Es parte de una actitud muy constructiva”. Pero si bien la creciente insatisfacción sexual puede llevar a las parejas a la terapia en mitad de la vida, también puede llevarlas a tener aventuras extramatrimoniales. A veces el descubrimiento de una aventura extramatrimonial saca a la luz problemas no sexuales y lleva a la pareja a terapia, donde recibe ayuda. Por otro lado, a menudo se piensa que en esta etapa del matrimonio la solución es el divorcio. 

Las parejas de mediana edad también tienen que enfrentarse al mito de la impotencia. Muchos hombres tienen un temor mortal de que la impotencia sea inevitable a esta altura de la vida y de que eso ponga fin a su vida sexual. Si el temor es lo bastante intenso, a menudo se cumple por sí solo. Un solo episodio de dificultad eréctil puede bastar para provocar tanta angustia y tanto pánico que la siguiente vez que se lo intenta, la tensión vuelve a asegurar la impotencia lo cual redobla el terror y este, a su vez, crea mas impotencia. y así sucesivamente. Además un hombre de mediana edad no tiene una necesidad tan urgente de eyacular como cuando era mas joven. En general, los hombres a menudo pueden ser mejores amantes a esta edad porque son mas capaces, emocional y físicamente, de disfrutar la intimidad y los matices emocionales del sexo con una pareja que les agrada mucho. A esta edad, es frecuente que el sexo se convierta en una expresión de sentimientos, más que el desahogo automático que era antes, y en consecuencia puede ser mas gratificante tanto para el hombre como para la mujer. Las mujeres, gracias a una mayor confianza, seguridad personal o a la pérdida de inhibiciones anteriores, a menudo pueden iniciar el acto sexual o expresar necesidades que antes no revelaban.

 La sexualidad cuando los hijos se van de la casa

Cuando los hijos crecen y se van del hogar comienza una nueva etapa para el matrimonio. Para muchas parejas, la partida de los hijos señala la época más feliz del matrimonio desde que naciera el primer hijo; diversos estudios indican que en esta época la sexualidad vuelve a tomar impulso. Para las parejas que son básicamente compatibles, el compañerismo y la valoración de la relación en sí que posiblemente se habían deteriorado cuando siempre había un hijo en medio, pueden mejorar. Los cónyuges tienen mas tiempo para conversar e intimar. Al no tener que responder más que por si mismos, pueden salir juntos cada vez que lo deseen sin preocuparse por las comidas de los hijos; una conversación intima o una velada agradable conducen al sexo y pueden hacerlo en cualquier momento sin preocuparse por que los escuchen.

Para algunas parejas que durante muchos años utilizaron a los hijos para ocultar la distancia que los separaba, se acaba la simulación. Al no poder ya concentrar todas sus conversaciones, sus interacciones y sus intereses en los hijos, los padres tienen que hacer frente al hecho de que ya no hay nada entre ellos como hombre y mujer. En lugar de la sensación de renovación que sobreviene a otras parejas en esta etapa del matrimonio, lo que muchas veces se produce es el divorcio.  Para los cónyuges que siempre supieron que no eran felices pero prefirieron seguir juntos sólo por los hijos, llega el momento de decidir: o se separan al marcharse el ultimo hijo - algo que hacen muchas parejas o realizan ciertos ajustes que permitan al matrimonio continuar. Pero muchos eligen no cambiar, que las cosas sigan como están, y ello por varios motivos: algunos individuos carecen de confianza en sí mismos y no creen poder lograrlo solos; otros temen cualquier clase de cambio: la inercia es mas cómoda que la acción y valoran lo conocido por encima de lo desconocido; a muchos los aterra la soledad. 

Un estudio realizado por John F Cuber y Peggy B Harroff muestra un gran número de matrimonios infelices, distantes y vacíos que sobreviven hasta la mediana edad. Estos investigadores los dividieron en tres categorías básicas. En primer lugar, está  la pareja habituada a los conflictos que pelea, critica y discute continuamente; convierten el conflicto y la tensión en un estilo de vida. Luego está la pareja debilitada cuyos integrantes, si bien pudieron estar profundamente enamorados durante los primeros años de su relación, se han distanciado por completo de modo que hacia los 40 años o más ya no comparten intereses ni actividades y han perdido todo el entusiasmo; lo característico es que hay muy poca tensión o conflicto abierto pero la interacción en la pareja se ha vuelto apática, sin vida. Sin embargo, no se reconoce ninguna amenaza seria para la continuidad del matrimonio pues la pareja está atrapada en la costumbre y en las expectativas de la sociedad que la rodea y que dicta que debe seguir unida. Una tercera categoría corresponde a las parejas que viven en lo que estos investigadores llamaron modalidad pasivo compatible. Si bien hay una falta básica de vivacidad e intimidad, la pareja a menudo considera que es un matrimonio próspero.  Se trata de parejas similares a las debilitadas pero se diferencian en que nunca hubo chispa, ni siquiera al comienzo. Marido y mujer son en general, serenos y sensatos, y toleran la idiosincrasia reciproca.  La convivencia no es mas que rutina; la interacción sexual es, en general, tan deslustrada como la relación y, por lo tanto es mínima. 

Las parejas que tienen matrimonios mas vitales por lo general han logrado, a pesar de los rigores de la crianza de los hijos pequeños y adolescentes mantener una relación estrecha y conservar intacto el entusiasmo mutuo. La sexualidad es parte integral de estos matrimonios y se ha mantenido viva aunque con cierta disminución de frecuencia, desde los primeros años. Es ésta la clase de parejas que pueden experimentar una renovación de la pasión una vez que los hijos se marchan del hogar. Según los investigadores, sólo entre el 5% y el 10% de las parejas, una vez que se van los hijos, tienen matrimonios tan vivos y unidos.

Según otro investigador, Swensen, existe otro tipo más de matrimonio, que según sus cálculos constituye el 20% al 25% de la población. Se trata de los hombres y mujeres que se distancian, si bien la relación conyugal ha seguido siendo primordial para ellos emocionalmente, durante los años de crianza de los hijos y desarrollaron intereses separados, a los cuales se dedicaron. Una pareja así podría “”ponerse al día”” mutuamente en forma intermitente - por ejemplo, algún fin de semana lejos de los hijos y durante las vacaciones aunque podrían pasar semanas, inclusive meses, sin conversaciones íntimas. Una vez que los hijos se van de casa, se renueva el contacto más estrecho y constante entre ellos.

Las parejas que siguen juntas, sea cual fuere su estado emocional, tienen que enfrentar la realidad de envejecer juntos. Dado que el envejecimiento es un proceso progresivo, durante esta etapa de la vida hay un mayor deterioro de la fuerza y el aspecto físicos, y tanto el hombre como la mujer tienen que aceptarlo. A esta altura, algunas parejas deciden que forman parte de la generación mayor y si piensan que el sexo no es apropiado para la vejez, renuncian a él. Nuevamente, si ha habido mucha incompatibilidad, conflictos por el sexo, mucha inhibición o falta de gratificación sexual, la edad se convertirá en una excusa para poner fin de una vez por todas a esa cuestión. Al igual que en los comienzos de la edad madura, en esta edad también es común el hecho de tener aventuras extramatrimoniales para negar el proceso de envejecimiento o para probar que uno sigue siendo deseable.  Hay muchas personas que afirman que el hecho de tener una aventura a esta edad las ha ayudado a conservar intacto un matrimonio incompatible o sin vida.

Otros recurren a estas aventuras para seguir adelante con un cónyuge que ya no se interesa por el sexo o con quien la actividad sexual es demasiado poco frecuente para sus necesidades.  Los cambios sexuales fisiológicos, que pueden haberse iniciado alrededor de los cuarenta años continúan o se intensifican al pasar los cincuenta. Los hombres pueden descubrir que tardan mas tiempo en lograr una erección y que necesitan que su pareja los estimule en forma más prolongada y directa.

también puede haber menos fluido seminal durante la eyaculación y  menor fuerza en la emisión. El período que se necesita para recuperar la erección, se prolonga en forma significativa en comparación con los años anteriores. Durante el coito puede haber menos necesidad de eyacular. Una mujer que no sepa que estos síntomas forman parte del proceso de envejecimiento puede malinterpretar lo que esta sucediendo.

“Cuando se hace evidente cualquier alteración fisiológica en la respuesta sexual de su marido, la reacción inicial de la mujer puede ser cuestionar su propia sexualidad”, dicen Masters y Johnson. Estos además informan que algunas mujeres de edad pueden descubrir que tardan más en llegar al orgasmo que en el pasado y que, cuando lo logran, dura menos o no es tan intenso.

Al pasar los cincuenta años, el “fantasma de la impotencia” que desde los cuarenta está presente en la psiquis de los hombres, se vuelve mas amenazador especialmente si a veces el hombre no logra tener una erección. Muchas veces se inicia un ciclo contraproducente: se preocupa, lo cual asegura el fracaso; este, a su vez causa mayor preocupación y así sucesivamente. Con frecuencia se malinterpreta el proceso normal de retardo sexual que acompaña al envejecimiento. Los hombres piensan que es un presagio de que la impotencia esta muy cerca y el pánico se apodera de ellos. Si bien en realidad, un hombre de esta edad tiene años de satisfacción sexual por delante, a menudo cree erróneamente que su vida sexual está llegando a su fin. Cuando en consecuencia, empieza a controlar su rendimiento sexual el resultado puede ser la temida impotencia. La mayoría de los expertos están de acuerdo en que exceptuando las enfermedades o los efectos colaterales de algunos medicamentos, las razones psicológicas superan ampliamente a las físicas en los casos de impotencia crónica.  En esta etapa de la vida, algunas mujeres se avergüenzan de su cuerpo si este muestra los efectos del proceso de envejecimiento y por este motivo, empiezan a rehuir al sexo.

En efecto, los hombres que valoran mucho el aspecto físico pueden descubrir que el envejecimiento visible de sus esposas resulta adverso para su interés sexual. Muchos otros son capaces de hacer a un lado el aspecto juvenil y disfrutan con sus esposas, sexualmente y en otros aspectos a cualquier edad.

Si bien el síndrome del nido vacío es mucho menos común entre las mujeres de lo que una vez se creyó hay mujeres que se deprimen cuando los hijos se van de la casa. Se trata en general, de mujeres que basaron su identidad principalmente en su rol de madres. Al marcharse los hijos, se sienten inútiles y ya no saben bien quiénes son. En la actualidad, sin embargo, muchas son las mujeres que, una vez que sus hijos se van, inician una vida nueva y productiva; el sentimiento de renovación que a menudo tienen llega a veces a crear una marcada disparidad entre cónyuges si el marido está atravesando un proceso inverso. Algunos hombres por obligación o por decisión propia se jubilan a edad temprana, abandonando la clase activa al tiempo que sus esposas ingresan en ella. 

Diversos estudios demuestran que, para el matrimonio promedio, el sexo continua en disminución después de los cincuenta años, a pesar del breve impulso del interés al marcharse los hijos.  Alrededor de los 40 años, puede aumentar la masturbación, al menos en las mujeres. En todo caso, los miembros de la pareja empiezan a necesitar una mayor unión y expresividad. Algunos hombres se asemejen mas a sus esposas en lo emocional que cuando eran mas jóvenes. Al mismo tiempo, las mujeres a menudo empiezan a parecerse mas a los hombres a medida que aumenta su seguridad y se interesan mas en cosas fuera del hogar. Cada uno de los integrantes de la pareja sigue liberando partes de su personalidad que antes estaban suprimidas En el proceso, la pareja se encamina hacia lo que algunos expertos han denominado unisexualismo normal de la tercera edad. 

 La sexualidad de la gente grande

La sexualidad cambia a medida que envejecemos. Es algo que no puede negarse. Todo cambia al envejecer. Todos, hombres y mujeres, lamentan la perdida de la juventud y la consiguiente perdida de la firmeza de la piel, de la erección dura como una roca, de la abundante lubricación, de la energía sin limites y de la libido incontenible.  No obstante, la mayoría de los adultos sanos pueden llevar una vida activa y satisfactoria a los 60, 70 u 80 años, e incluso mas tarde.  Hacer el amor conlleva un gasto de energía similar al de subir las escaleras hasta un segundo piso, acción que la mayor parte de nosotros podemos realizar hasta una edad verdaderamente muy avanzada.

La sexualidad será  diferente, ni mejor ni peor. Los cambios en hombres y mujeres son de distinta índole: en la mujer - quizá por las imágenes de “”mujeres perfectas”” con que nos bombardea la publicidad -  parecen mas evidentes: la piel se afloja y pierde elasticidad, los  senos están mas caídos, a veces aparecen varices o acumulaciones  adiposas en distintas partes del cuerpo. Pero no pierden su capacidad  orgásmica. Si la lubricación es un problema, pueden utilizar un  lubricante y/o encontrar alivio con el reemplazo de estrógenos. Los  hombres, aunque su capacidad de respuesta se lentifica pueden seguir  teniendo y manteniendo erecciones que, aunque no tan potentes como  las de su juventud, son aun suficientes para lograr el placer mutuo.  ¿Qué ha cambiado? Lo que ha cambiado son nuestros ritmos y la  intensidad de los contactos amorosos. En los hombres después de los  60 años aproximadamente, además de un cierto aflojamiento general de  la piel y de los músculos, se produce una disminución relativa de su  capacidad erectiva. Ya no es tan fácil lograr una buena erección y  muchas veces esta no es tan completa como antes. En definitiva,  necesitan mas tiempo y una estimulación manual mas intensa y  prolongada por parte de la compañera. También puede suceder que la  erección no se mantenga constante por mucho rato, sino que se pierda  y vuelva a recuperarse varias veces durante una relación sexual. Por  otro lado los hombres maduros también tardan mas en eyacular: ya no  se precipitan hacia la tan ansiada meta sino que pueden darse y darle  a la compañera mas tiempo para disfrutar de la relación sin temer la  inminencia del orgasmo.

Son amantes mas refinados en definitiva y la leyenda que atribuye un mayor atractivo sexual a los hombres de edad madura tiene bases fisiológicas en que apoyarse. Los besos, las caricias, los toques y roces cobran una mayor importancia. Algo que adquiere especial importancia son los hábitos de vida y la actividad que se desarrolla.  Un anciano o anciana que ande en bicicleta, que haga largos paseos a pie, que mantenga algún tipo de actividad psíquica y física tendrá muchas mas ganas y posibilidades de hacer el amor que alguien envejecido prematuramente o enfermo. Nuestro peor enemigo, en esta etapa de la vida en especial, es la inactividad en todos los ordenes, y por supuesto en el sexual. ¿Y que pasa con nuestro deseo? Su intensidad y características cambian,  quizá al llegar a los 70 años ya no tenemos tantas ganas de tener relaciones sexuales como antes.  ¿Qué ha pasado? Muchas cosas y diferentes para cada uno. En general hay un ritmo mas lento en la relación sexual por razones fisiológicas.  El hombre necesita mas tiempo, a veces varios días para poder tener una nueva erección. La mujer ha descubierto que se cansa mas fácilmente, y que se siente satisfecha por mas tiempo luego de una relación sexual.

Pero también es cierto que la historia que tras de si tiene cada pareja, cada hombre y cada mujer influye de manera decisiva en las posibilidades, en el deseo y en la frecuencia de las relaciones sexuales. Quienes han tenido una vida sexual insatisfactoria es muy probable que llegado un cierto momento, cuando ya no es socialmente obligatorio que sigan siendo sexuales, “aprovechen la ocasión” y se retiren discretamente.

También sucede que muchas mujeres se separan o quedan viudas después de los 60. Por prejuicios, por temor o falta de oportunidad no les es posible formar una nueva pareja y no tienen mas remedio que dar por terminada su sexualidad. Otras veces tienen oportunidad de reiniciar su vida sexual a esa edad y pueden empezar a disfrutar de hacer el amor mucho mas que antes.

Todos los seres humanos necesitamos de contacto corporal para poder vivir. Lo necesitamos desde bebes y hasta muy viejos. Necesitamos las caricias, el tocar y acariciar a otros. Podemos afirmar que para las mujeres la sexualidad sigue existiendo hasta que ellas quieran que exista. Ni la medicina ni las ciencias psicológicas sostienen que sea nocivo o imposible continuar una vida sexual activa durante toda la vida. El tabú, la prohibición implícita en el mensaje cultural que recibimos, es un resabio del pensamiento de que la sexualidad solo sirve para la reproducción y que deja de ser licita o aceptable cuando pierde su fin reproductivo. Nuestra primera tarea es, entonces, quitarle a este tema la idea de prohibición y de vergüenza.

Tengamos en cuenta, por otra parte, que esta sociedad tiende a marginar y a desproteger por completo a sus viejos. Y la posibilidad de pasar los últimos años de la vida con un relativo bienestar económico y afectivo, es privilegio de muy pocos. En general la falta de dinero, la falta de un efectivo apoyo social y muchas veces familiar, crea una situación de angustia muy grande que, de mas esta decirlo, no deja margen para la sexualidad.

Además, en cierta medida, las mujeres llevamos la peor parte. La imagen estereotipada de “la vieja” es la de una mujer gastada, amarga, triste y, por sobre todas las cosas, fea. Y a veces tenemos que emplear nuestros mejores esfuerzos para demostrar que no es así. Que podemos perfectamente ser de otra manera, muy distinta.

Por otra parte, es diferente envejecer sola, que con nuestro compañero, sobre todo si ese compañero ha sido el mismo durante los últimos cuarenta años.

Es importante estar bien informados. Saber que nuestros encuentros serán más largos y no por ello menos placenteros. Que las erecciones masculinas no serán tan urgentes ni tan fáciles de conseguir, pero que eso no impide que nuestros encuentros sexuales sean placenteros y gratificantes para ambos, si la angustia o el miedo a fallar no nos invaden. Es un buen momento para gozar plenamente de nuestra experiencia, para olvidarnos de viejas inhibiciones, para buscar nuevas maneras y ocasiones de contacto afectivo y corporal. Recordemos que la sexualidad no se limita a la relación genital, que existen muchos otros aspectos de la vida sexual a compartir que quizá todavía no hemos explorado. Hay muchas maneras diferentes de hacer el amor a través de experiencias compartidas: tocarse, acariciarse usando los labios o las manos. No todo contacto sexual tiene necesariamente que terminar en penetración.

        Tenemos que ser conscientes de los cambios que se operan en nuestro cuerpo, aceptándolos y aprendiendo a disfrutar de una nueva manera. Nuestra sexualidad no será la misma de antes, es cierto, pero es probable que sea óptima. Lo importante es seguir activas, defendiendo nuestro derecho a la vida y al placer.

 

“Sugerencias” para conservar la salud sexual en un matrimonio a largo plazo .

·       Tener un amor y alimentarlo.

·       Ser pacientes al escuchar hablar a nuestra pareja.

·       Expresarle a nuestra pareja claramente qué nos gusta hacer en la vida, sin reproches.

·       Poner por delante del “acusado” lo bueno del vínculo y de la pareja.

·       Hablar con frecuencia, desde el corazón, de temas que no tengan que ver con las desdichas personales.

·       Es vital para que el amor crezca, que nuestro compañero perciba el interés en satisfacer nuestras necesidades afectivas y sexuales.

·       La honradez, honestidad, y respeto alimentan el amor, el amor alimenta el buen sexo y el buen sexo alimenta el amor. Es un círculo.

 Hagamos un trato

Uno de los problemas importantes en la vida de casados es que ambos conyuges tengan ganas de hacer el amor al mismo tiempo y que ambos consigan lo que quieran, tanto romance como orgasmos. El sexo es negociable. Esperar que eso “suceda” puede tomarles toda la vida.  Resulta enriquecedor para la pareja hacer un  “intercambio de deseos” que puede abarcar todos los aspectos de la relación; desde la manera de iniciar el sexo hasta alguna variación especial con la que siempre fantasearon pero nunca se animaron a sugerir. Una vez que se ha expresado un deseo, enunciar los otros resulta más fácil. Por supuesto no se trata de negociar mientras hacen el amor pero las negociaciones resultan una buena manera de comenzar la accion sexual. Cuando las parejas se deciden a hacerlo la vida sexual les resulta divertida.

 flechaazul.gif (940 bytes)