Maturitas 29: 139-146, Ref.: 43, 1998
Autores: Ivarsson T, Spetz AC y Hammar M.Linköping, Suecia.
En las mujeres menopáusicas que realizan ejercicio en forma regular, los síntomas vasomotores de los sofocos son menos frecuentes y de menos intensidad que en las mujeres sedentarias
Según señalan los autores, diversos síntomas comienzan a observarse en el período perimenopáusico como consecuencia del deterioro de la función del ovario; entre ellos se cuentan los episodios de calor súbito (sofocos), los síntomas urológicos por la atrofia de la mucosa y el insomnio. Además, existen síntomas vasomotores relacionados con el aumento de la temperatura y la humedad de la piel, el incremento de la frecuencia cardíaca y la disminución de la temperatura corporal central. Es probable, sostienen, que los síntomas vasomotores estén vinculados con la alteración de algún sistema de neurotransmisión en el hipotálamo, como la ß-endorfina, la cual influye sobre la termorregulación y disminuye al caer los estrógenos.
En este estudio, los expertos investigaron si existe una asociación entre el ejercicio físico y la prevalencia de los sofocos. Para la investigación se contactó a 1353 mujeres de 55 a 56 años de la comunidad de Linköping, Suecia. Las participantes recibieron un cuestionario para evaluar características generales y ginecológicas, y se recabó información acerca del empleo de terapia hormonal y pastillas anticonceptivas, y de los síntomas vasomotores. Además, se registró el grado de actividad física (intensidad y tiempo) y el tipo de ejercicio de cada una, estableciéndose una puntuación de la actividad.
En total, 1120 mujeres (85%) respondieron el cuestionario; de ellas, 793 (71%) habían alcanzado la menopausia en forma natural y 169 (15%) habían sido sometidas a una intervención quirúrgica con resección de los ovarios. En promedio, informan los especialistas, las mujeres habían tenido 2 hijos (espectro, de 0 a 10), el índice de masa corporal promedio era de 24 kg/m2, y este parámetro no difería entre las mujeres con síntomas vasomotores y aquellas que no los padecían. Aproximadamente el 35% de las participantes recibían terapia de reemplazo estrogénico. En cuanto a la actividad física casi el 25% de las mujeres informaron dedicar al menos una hora semanal a la gimnasia; esta proporción aumentó al 33% cuando se analizó solamente a las mujeres bajo tratamiento hormonal (p < 0.01). Además, este subgrupo informó dedicar más horas semanales a la actividad física (p < 0.05), mientras que la proporción de mujeres que realizaban actividad física fue del 59.1% entre las que no recibían tratamiento hormonal y del 68% entre las que sí lo recibían. Entre las mujeres que alcanzaron la menopausia en forma espontánea, detallan, 127 (16%) no realizaban ninguna actividad física y 377 (48%) andaban en bicicleta en forma regular; cerca del 10% practicaba natación, el 25% realizaba gimnasia y el 3% corría. Entre otras actividades realizadas, las dos más frecuentes eran el golf y la jardinería. Respecto de los síntomas vasomotores, sólo se observaron sofocos de intensidad importante en el 5% de las mujeres incluidas en el grupo que dedicaba más de dos horas semanales a la actividad física; en contraposición, la proporción aumentó hasta el 14% al 16% entre aquellas participantes que realizaban menor actividad (p < 0.05). Cuando los expertos compararon a las 84 mujeres que realizaban más de dos horas semanales de ejercicio con las 256 que no realizaban ninguna actividad, el riesgo relativo de padecer sofocos de intensidad severa fue de 0.26 en favor de las primeras (menor riesgo).
Estas diferencias, aclaran, son independientes del hábito de fumar, ya que la prevalencia de esta conducta fue similar en ambos grupos. Durante los primeros años posteriores a la menopausia natural, entre el 60% y el 75% de las mujeres experimentan episodios de calor súbito. De acuerdo con los resultados de este estudio, la actividad física parece ofrecer beneficios en este sentido, pues las mujeres que dedican mayor tiempo al ejercicio tienen menor riesgo de padecer sofocos. La actividad física, explican los especialistas, produce un importante consumo de energía, lo que conduce a la liberación de ß-endorfina, tanto en el sistema nervioso central como en el sistema nervioso periférico. Actualmente existen dudas acerca de cuál es el tipo de ejercicio más adecuado y cuál la intensidad óptima para obtener los mayores efectos beneficiosos. En algunos estudios se comprobó que la actividad intensa y de corta duración produce la liberación de grandes cantidades de ß-endorfina. De todos modos, aquellos que practican deportes de resistencia, como el maratón, también tienen niveles séricos elevados de ß-endorfina. En opinión de los expertos, entonces, el punto crucial no es el tipo o la duración del entrenamiento sino la intensidad. La hipótesis de la participación de la ß-endorfina, señalan por otra parte, se ve respaldada en el hecho de que dicho compuesto afecta la termorregulación y que sus niveles disminuyen en el líquido cefalorraquídeo luego de la menopausia respecto de lo observado en las mujeres en edad fértil. En este estudio, indican los autores, se confirman los resultados de dos investigaciones previas en las que se informó que en presencia de actividad física regular la prevalencia de síntomas vasomotores es menor. De todos modos, aclaran, es posible que las mujeres acostumbradas al ejercicio vean como algo más normal los sofocos y la sudoración y que sea por esta razón que en sus informes los consideren de menor intensidad que las mujeres sedentarias. Aunque esta posible distorsión no se puede descartar, los autores argumentan que es probable que las diferencias se deban realmente a la actividad física.