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De vuelta a Viajeros
Dento de la fragua del Cerro Negro
Jaime Incer Barquero

Imagenes 1995(Steve Jordi)
El Cerro Negro tiene bien puesto su nombre: se trata de una piramide de rocas calcinadas y en su cono oscuro la herrumbe de siglos no ha impreso todavia su pátina, como en la cuspide parada del arcaico Telica o del erosionado Momotombo, al punro que la alfombra vegetal no ha tenido tiempo de escalar y recubrir sus ladras resabladizas y esteriles.

A partir de 1850, cuando aparecio el volcan, el Cerro Negro ha cubierto su cono con muchos piroclastos, oscuras bombas asperos lapillis, que no tuvieron tiempo para oxidarse, pues las erupciones subsiguintes revestian con un nuevo sudario de escorias al cono cinetico, que paulatinamente, por esta causa, continua irguindose sobre la Llanura del Pacifico. De seguir estas proyecciones magamaticas en forma tan repetida, el Cerro Negro llegara  a ser la mole mas imponente de la Cordillera de los Maribios en los siglos venideros. hace 127 años el volcan aparecio a ras de de la planicie de Lechecuagos; desde entonces se ha levantado unos trescientos metros, despues de una docena de erupciones, desde pocos dias, hasta varias semanas. La actividad no solo se ha manifestado en su forma explosiva, como se ha observódurante la proyeccion aerea de piroclastos ardientes -que lacanzaron los 20,000 pies de altura en febreo de 1971- sino tambien en correntadas de lava, que han brotado a partir de grietas o de crateres adventicios ubicados al pie del cono principal.

El 9 de agosto de 1970, durante un intervalo de calma, ascendi al volcan en compañia del geologo Jose Viramonte, de Ianfrater Whitehead, y de Franco Peñalba. Contemplando desde la base todo parecia facil, tanto como si pudieramos tocar la cuspide con solo levantar la mano. Media hora despues pareciamos cuatro hormigas tepando y resbalando sobre un monticulo de arena. Pero en este caso no habia arena sino pedruzcos escoriaceos, del tamaño de un puño cerra de esos que durante las erupciones simulan chizpas lanzadas por un fogon. Estaban depositados sobre una pendiente de unos 40 grados de inclinacion; y pronto se resbalaban, laderas abajo, bajo la presion de nuestras botas. En efecto, cada pado arriba nos llevaba un poco mas abajo, y en consecuencia, nos tomo dos horas alcanzar la cumbre.

Realizamos el ascenso por la pendiente oriental, por donde baja una colada de lava, hoy solida y fria,  pero con muchas aristas que pronto dieron cuenta del duro cuero de las botas. Superada la colada llegamos a un pequeño crater, a medio camino sobre la falda noreste, el cual se encontraba semisepultado por las rocas lanzadas en las pasadas erupciones. Desde ahi tuvimos la vision espectacular de la llanura de Maipaisillo, cuadriculada de plantillos de algodon y ajonjoli. el volcan ha derramado numerosas corrientes de lava sobre esta llanura que, como rios negros petrificados, han arransado con la vegetacion en su lento pero calcinante avance.

Distabamos unos ciento cincuenta metros de la cuspide, enfrentando una pendiente mas empinada y revestida de rocas mas grandes y bamboleantes. Trepamos trabajosamente con las cantimploras ya vacias, haciendo zigzags, hasta que al fin , casi reptando, alcanzamos la cresta.

Al pie como un amplio circo se abria el crater no muy profundo, con su fondo aterrado por los derrumbes de las paredes. Por todo el piso se viean grandes peñazcos se superficie granulosa y algunas grietas donde emanaban fumarolas de calientes gases que la sublimarse sobre las paraedes frias dejaban parches amarillos, morados o grises, de cloruros de hierros y gases cristalizados. Azufre no se encontro pero las costras de yeso encalaban en las paredes del crater.

Mientra los geologos, desafiando al inclemente sol cenital de agosto, analizaban las emulsiones fumarolicas, nosotros agotados por el cansancio y catigados por el sol impio, buscamos refugio en una especie de caverna, que descubrimos junto a la pared del sur. Repuestod de la fatiga, hicinos prospecciones, las que culminaron con el descubrimiento de una profunda grieta, revestida de critales de cloruro de alumnimio, que como aliento igneo, dejaba escapar un gas muy irritante.

Antes de iniciar el descenso grabe sobre las rocas calcinadas los nombres de Ariadna y Berenice, mis hijas gemelas, y recogi una muestra que guarde como pequeño trofeo.

El descenso fue tan azaroso como la subida. con pasos premeditados, apoyando el tacon sobre laiedras sueltas y con el cuerpo hacia atras, nos deslizabamos  tras el pequeño alud que nuestro peso provocaba continuamente. La pendiente estaba desolada, tan abiotica como la luna; no sobresalia un matojo o un tronco seco donde asirse en caso de un subito resbalos "gunido abajo". De vez en cuando aparecia un peñazco semienterrado que nos servia de apoyo mientras tomabamos aliento.

El unico signo de vida que descubrimos, el cual nos llamo curiosamente la atencion, fue un nido de paloma, acurrucaso entre las tambaleantes piedras. A pesar de lo inhospito del sitio se encontraba estrategicamente colocado, guardando dos huevos que el sol ardiente pronto empollaria. No creo que exista mamifero rapaz que intente escalar la resbaladiza pendiente para saquear el nido.

Al fin llegamos a la base del volcan, sucios, sudorosos, sedientos y casi harapientos, trompicando entre las filosas piedras y con vista temblorosa percibimos como un oasis el jeep que nos esperaba con agua y comida.

La erupcion posterior, en febreo de 1971, la mas violenta registrada, voltilizo todo o que descubrimos en aquel entonces dentro del crater del volcan, incluyendo mi pobre sombrero de palma que se quedo olvidado en ese portal del infierno.

Jaime Incer Barquero
Tomado de "Imagenes de Occidente", Banco Central de Nicaragua, 1971
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