Por Hartwig Stein, enero/octubre 1996
Los alumnos deben de salir de las instituciones educativas no
sólo con un amplio conocimiento teórico, sino también
con habilidades, actitudes y valores que les permiten hacer un
uso virtuoso de sus conocimientos.
La intención de querer educar valores es válido.
Queremos causar procesos que tienen la finalidad de hacer de nuestro
mundo, nuestros países, lugares donde haya responsabilidad,
honestidad, justicia, libertad, igualdad etc. Diseñar procesos
con intención de provocar estos cambios en las actitudes
y valores de personas es bastante difícil. La pura intención
todavía no garantiza esos cambios y un camino equivocado
empeora la situación actual.
Estas reflexiones pueden ayudar a comprender los procesos de cambio.
El enfoque es el desarrollo de procedimientos que intentan mejorar
la actitud de los educandos frente a la vida.
Primera reflexión: La enseñanza actual de valores
La intención de querer educar valores nace de un deseo de pretender mejorar las condiciones de vida en este planeta. Tenemos conciencia de que están deterioradas. Pero, ¿quién causó estas condiciones? ¿Quién es responsable de que los seres humanos usaron sus conocimientos para destruir, defraudar, ganar a cualquier costo, etc.?
¿Cuáles valores enseñaron las mismas instituciones
educativas? Competencia y superación personal en lugar
de trabajo en equipo, fe en los logros de la ciencia en lugar
de una mente crítica, explotación de los recursos
naturales hasta que se agotan en lugar de respeto a la creación,
confianza en las autoridades en lugar de un control democrático,
etc., esa misma orientación causó la situación
en que vivimos ahora, no es honesto negar esta responsabilidad.
Entonces hoy no es el principio de la educación de valores,
hoy queremos transformar nuestro enfoque asumiendo nuestra negligencia
por las condiciones de vida en este planeta.
Segunda reflexión: Nuevos valores requieren nuevos modelos
educativos
Los actores principales de la educación de valores son
los maestros que ya están impartiendo su cátedra,
y no están especialmente preparados para esta tarea difícil.
¿Cuáles valores vamos a enseñar? ¿Honestidad,
respeto, justicia? ¿Quién los define? ¿Quién
puede decir con certeza de que se trata y cómo se mide?
Tal vez vamos a pensar que honestidad sea la falta de copia en
los exámenes y la educación de honestidad, la vigilancia
y el castigo de los delincuentes, que la responsabilidad sea la
entrega de tareas a tiempo y la enseñanza de la misma la
sanción de retrasos. La fantasía de educadores no
tiene límites cuando se trata de la invención de
mecanismos para controlar a sus alumnos, pero no hemos llegado
tan lejos en la creación de nuevos modelos educativos,
y esta educación de valores, verdaderamente será
un nuevo modelo.
Tercera reflexión: Un nuevo enfoque
La transmisión de valores en una relación vertical,
de un maestro con poder a un alumno sin poder no es posible. La
consecuencia sería un acto de obediencia, que el alumno
sigue una instrucción para actuar de alguna manera sin
desarrollar un propio criterio ético.
Iniciar un proceso de reflexión sobre los valores de otra
persona no es convencer, es conscientizar sobre "lo correcto
o lo incorrecto", reflexionando acerca de la realidad actual
y cercana.
El análisis de la realidad, en el que el maestro sólo
toma el papel de facilitador del proceso, sacando valores del
contexto real, generalizándolos, ejemplificándolos,
aplicándolos, amplía el criterio ético de
los alumnos hasta tener como efecto una actuación diferente,
más ética, en la realidad. No hay cambios en la
realidad si no se toma el riesgo de involucrarse plenamente en
la vida real.
La realidad cercana esta desvalorizada. El acto de concientización
tiende a suplir la falta de valores en esta realidad más
cercana, el primer análisis tendiente al mejoramiento de
esta realidad inmediata comienza con el examen de la situación
de nuestra misma institución educativa.
La práctica actual en general parece poco efectiva, cuando se transmiten estructuras predefinidas y palabras sin discutir críticamente su sentido y su aplicación en la vida cotidiana, que es lo más importante. Los dilemas éticos planteados en cursos correspondientes quedan lejos de la vida real. Se dedican a decisiones de vida o muerte para causar inquietudes en los participantes. Sustituyen la inquietud que nace en la reflexión de la vida real, por una cosa artificial; no causan efectos en la práctica.
No se capacita para emitir juicios de valor para después
actuar según esos juicios. Muchos maestros y alumnos hablan
de valores con el vocabulario aprendido en los cursos sin actuar
congruentemente en su realidad.
Un aprendizaje profundo lleva al cambio de la actitud frente a
la vida, nace de la libertad en el proceso educativo de emitir
juicios propios. La conscientización sobre la realidad
se entiende como un acto de liberación, capacitando al
individuo para asumir la responsabilidad de construir su propio
criterio ético.
CONTINUARA