De la bebida cotidiana al
episodio de alcoholización.
Revista de Programa Cambio –
Córdoba
Septiembre 2007
Dr. Hugo A.
Míguez
Investigador de CONICET
www.oocities.org/hugomiguez
En la historia del Occidente el consumo de bebidas alcohólicas fue un acontecer
cultural que acompañó reuniones, ceremonias y festividades. Un acompañamiento
cambiante de acuerdo a los distintos grupos sociales que lo practicaron. Los
pueblos anglosajones fueron identificados, por algunos estudios, con las
bebidas fuertes o destilados a las que usaban de manera irregular para calmar
tensiones personales “ahogando penas” o “celebrando los éxitos”. El propósito
fuertemente farmacológico de su beber, para “remediar algo”, los habría
diferenciado de grupos como los pueblos mediterráneos que hacían del vino un
condimento placentero de la comida acotado por un ritual familiar que moderaba
su uso. En
Sin embargo, pasado el tiempo, la ingesta moderada y cotidiana retrocedió en
nuestro país. La bebida episódica y excesiva se presentó en los grupos de los
más jóvenes. La alcoholización actual se orientó a la búsqueda de los efectos
farmacológicos para alterar el estado de ánimo o el comportamiento. Las
reuniones juveniles de “pre-boliche” en las casas,
para tomar antes de ir a bailar, ilustraron una de las formas para alcanzar
estos efectos con una economía adolescente. Los sistemas de “delivery” de bebidas alcohólicas tomaron nota de estas
orientaciones del consumo juvenil y comercializaron “combos” o promociones
sobre cantidades claramente modelizadoras del “Binge drinking” o consumo masivo
y episódico de alcohol.
Este nuevo escenario introdujo otros problemas con el alcohol. En la modalidad
de la bebida cotidiana, los trastornos se expresaban en el organismo de un
individuo como resultado de una larga historia de abuso. La gastritis, la
cirrosis hepática o la polineuropatía eran el
problema. Hoy, lo son las lesiones por violencias y los accidentes que les
ocurren a personas mucho más jóvenes, como consecuencia del descontrol. Los
problemas de alcohol han pasado del consultorio del médico familiar a las salas
de emergencias hospitalarias.
Si bien el modelo mediterráneo de acompañamiento de la comida con el vino tenía
asimismo su costado farmacológico, mencionado a veces como una forma de
facilitación social, la ingestión episódica apuntó en cambio a la intoxicación
aguda, a la ebriedad. “Salten todos, pintó el descontrol” vende una difundida
canción popular.
La promoción comercial del exceso con la bebida en las poblaciones de jóvenes,
arrastra hoy con precauciones fundamentales. Bajo los efectos de un litro de
cerveza será muy difícil para una chica exigirle a un varón que se cuide (y la
cuide) cuando la apremia. Con una cantidad algo mayor, el varón habrá dejado en
su bolsillo lo que los programas de prevención le enseñaron con esfuerzo.
Lo cierto es que las imágenes publicitadas de grupos que alcanzan el éxito con
una bebida en la mano, concluyen horas después en una caravana de jóvenes
expuestos, a la verdad de la luz de la mañana, en las veredas de las discos, en
las plazas, en la calle. Enfrentados por el escándalo con los vecinos, y a
veces, entre sí. Cuando no, maltratados seriamente por la guardia privada de
los mismos lugares que los había convocado a beber y a descontrolarse.
Los rituales sociofamiliares, que enmarcaban la
relación cotidiana del vino con la comida, han casi desaparecido y, ahora, en
la bebida concentrada del fin de semana, predominan relaciones mucho más
ligadas con el aislamiento y con las experiencias de una soledad entre muchos.
El encuentro, paradójicamente, confirma el desencuentro.
Estos cambios no se resuelven en forma simple. Las sociedades con bebida
episódica desarrollaron históricamente medidas de control sobre la oferta para
limitar sus perjuicios. Sin embargo, en nuestra sociedad, estos intentos son
resistidos y llamados, curiosamente, “ley seca”. Aún, cuando de lo que se
trate, sea de impedir la venta de alcohol a los menores de edad o de evitar la
intoxicación juvenil.
La cultura de la alcoholización ha cambiado, ahora es necesario cambiar también
la respuesta de la prevención desde lo cultural y lo social.