HISTORIA
DE HUNGRÍA El
origen de los húngaros, que se remonta a varios milenios, aún no ha sido
esclarecido del todo por la ciencia, no obstante, según una tesis
generalmente aceptada, en las distintas épocas supuestamente había relaciones
estrechas entre los húngaros y los
pueblos finougrios, que habitaban
los alrededores de los montes Urales, y luego con los pueblos turcos de Asia Central. En
retrospectiva cronológica, la ciencia es capaz de suministrar datos hasta
llegar al territorio situado al suroeste de los Urales, hasta la "patria
primitiva húngara", situada a las orillas del Volga. Allá (en Bashkir)
los húngaros vivieron en la primera mitad del Ier milenio antes de
Cristo. Mil ańos después ya los encontramos en las estepas situadas entre
los ríos que desembocan en el mar Negro. Como consecuencia de una de las
muchas olas migratorias de las tribus asiáticas, partieron desde ahí rumbo a
occidente y, atravesando la cordillera de los Cárpatos, en 895-896 se
asentaron definitivamente en la Cuenca de los Cárpatos. El líder de la gran
empresa, que significó la conquista de la nueva patria, fue Árpád (?-910) a
quien los jefes de las siete tribus húngaras eligieron príncipe entre ellos. Los
descendientes de Árpád reconocieron en la nueva patria, que la condición de
su supervivencia era asimilar el modelo europeo de vida sedentaria. Esto
equivalía principalmente a la adopción
del cristianismo y a la estructuración
de la organización estatal. El bisnieto de Árpád, Géza († 997) dio los primeros pasos en esa dirección. Su hijo, el
rey Esteban I (997-1038),
posteriormente canonizado, siguió fielmente el concepto trazado por su padre,
y en la Cuenca de los Cárpatos organizó un fuerte estado cristiano de tipo
europeo occidental, que todavía en la vida del rey fue lo suficientemente
fuerte para oponerse a las tentativas hegemónicas del Imperio Romano
Germánico. La
época de los descendientes de (San) Esteban I, los reyes de la Casa de Árpád,
se caracterizaba por un desarrollo relativamente equilibrado, solamente
interrumpido por un ataque de las huestes tártaras-mongólicas en 1241, que
duró poco tiempo, tan sólo un ańo, pero causó enormes dańos, a raíz
de los cuales prácticamente hubo que reconstruir el país arrasado. A excepción
de este trágico suceso, la Hungría fundada por San Esteban se consideraba una
potencia centroeuropea importante, ya en los tiempos de los monarcas de la
casa de Árpád (extinguida en 1301), y luego -con fronteras prácticamente
inalteradas- bajo el reinado de los reyes de la casa de Anjou. Carlos I (Anjou) (1307-1342) logró
consolidar el país gracias a una buena política tributaria, a la reforma
monetaria y a la explotación más eficaz de las ricas minas húngaras. Con el
propósito de colaborar económica y políticamente, en 1335 invitó a los reyes
de Bohemia y Polonia, y en el llamado "encuentro
real de Visegrád", creó la primera alianza centroeuropea. Como
resultado de las guerras que libró su hijo, Luis (el Grande) (1342-1382), las fronteras meridionales del país
llegaban hasta Bulgaria, los nuevos principados rumanos (Moldavia y Valaquia)
prestaron juramento feudal y Venecia cedió Dalmacia a Hungría. La fundación de la primera universidad
húngara (Pécs, 1372) da testimonio del auge de la vida cultural de la época.
El rey
Luis murió sin sucesor varón. El pretendiente al trono que salió victorioso, Segismundo de Luxemburgo (1387-1437),
basándose principalmente en su prestigio internacional, logró poner fin a la
anarquía que se había desencadenado, a consecuencia de la lucha por el trono.
En 1410 Segismundo fue elegido emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico. Como emperador y como rey de Hungría, hizo mucho por restaurar
la paz de Europa, sin embargo, demostró ser impotente frente al inminente
peligro turco osmanlí, que determinó de manera cada vez más marcada la
historia húngara de los tres siglos posteriores. Las
tropas turcas osmanlíes que
atacaban desde los Balcanes, cruzaron el mar Mármara y pisaron por primera
vez suelo europeo en 1354. Al cabo de algunas décadas sometieron a los
pueblos de los Balcanes y avanzaron inconteniblemente hacia el corazón de
Europa. El legendario estratega, János
Hunyadi (1407-1456), mediante sus campańas victoriosas, postergó
durante un siglo la expansión ulterior del Imperio Otomano por Europa. Toda
Europa observaba tensa la suerte de su batalla librada en 1456 por
Nándorfehérvár (hoy Belgrado), y a raíz de la noticia de su victoria, por
todo el continente se celebraron festejos de tedéum. Su hijo
de talento sobresaliente, Matías
Hunyadi (Corvino), fue elegido rey por los estamentos de Hungría en 1458,
a la edad de quince ańos. Durante su reinado el país vivió su época de
mayor esplendor. Creó una fuerte monarquía centralizada, con sólidas rentas,
con un cuerpo de funcionarios bien formados, y con un ejército a sueldo
fuerte y confiable. El "Matías el justo" de los cuentos populares
mantenía una de las cortes renacentistas más lujosas de la Europa de su época
en el palacio de Buda y en la pintoresca Visegrád, junto al Danubio. Su
biblioteca (donde se guardaban los "Corvinas") era una de las
colecciones más importantes de la Europa de aquella época, y en su corte
trabajaban artistas y científicos. El objetivo de sus conquistas
territoriales (Moravia, Silesia y buena parte de Austria) era crear un fuerte
"imperio danubiano", capaz de oponer resistencia al Imperio
Otomano. Matías
murió sin heredero legítimo en 1490. Bajo el reinado de los monarcas blandos
que le siguieron, se quebrantó la solidez del país y disminuyó su papel internacional.
Las guerras internas de la anarquía feudal condujeron a una guerra campesina en 1514. El país se encontraba en un estado total de división y
desacuerdo, cuando el Imperio Otomano, en la cúspide de su poder, preparaba
una nueva campańa contra Europa, y sus tropas estaban en los confines
meridionales del país. El tan
temido acontecimiento, el ataque turco
ocurrió en 1526, en la batalla de
Mohács. El gigantesco ejército turco, de 70 mil a 80 mil soldados, estaba
bajo la dirección personal de Solimán I (el Magnífico). Frente a la
superioridad de fuerzas, al cabo de una hora y media, fue derrotada la
infantería húngara, pereciendo la flor y nata de la capa dirigente del país y
también Luis II (1506-1526), el rey de Hungría. Tras la
fracasada batalla de Mohács, durante 150 ańos el país quedó dividido en tres partes: la
zona central, en forma de cuńa, estuvo invadida por los turcos; las
provincias occidentales y septentrionales estuvieron dirigidas por los
Habsburgo que ocuparon el trono de Hungría; mientras que en la parte oriental
del país se formó el Principado de Transilvania. Se
libraban luchas casi constantes por liberar la parte central del país, invadida por los turcos. Esto, más el
sistema económico turco basado en la explotación y el hecho de que los turcos
se llevaron a la fuerza una considerable parte de la población húngara, como
esclavos, tuvo consecuencias trágicas para todo el país. En la Hungría del
rey Matías todavía vivían 4 millones de personas, lo mismo que en la
Inglaterra de aquellos tiempos. En los dos siglos siguientes la población de
Europa aumentó al doble, sin embargo en Hungría, a fines del siglo XVII
vivían ya solamente 3 millones de habitantes. Buscando
aliados contra los turcos, los aristócratas húngaros de la parte occidental y
septentrional del país eligieron al archiduque austríaco Fernando de Habsburgo I (1503-1564) sucesor del rey muerto en la
batalla de Mohács. Desde entonces, durante casi cuatrocientos ańos, la
dinastía Habsburgo ocupó el trono de Hungría. Los húngaros y los Habsburgo
necesitaban recíprocamente la ayuda del otro en la lucha contra los turcos.
Se debió a ello que, aunque el rey desarrollaba su política principalmente de
acuerdo con sus propios intereses dinásticos de gran potencia, respetaba la
constitución húngara y los seńores húngaros podían dirigir los asuntos
internos del país casi de manera independiente. Transilvania, la parte oriental
del país, no fue invadida por los turcos, pero sí debía pagarles tributos
considerables. Los príncipes de Transilvania podían gestionar sus asuntos
internos con relativa autonomía, mientras que en los asuntos exteriores, se
vieron obligados a guardar un equilibrio muy delicado entre las dos grandes
potencias, el Imperio Habsburgo y el Imperio Otomano. Los príncipes más
destacados de Transilvania, como István
Báthori, Gábor Bethlen y los Rákóczi, lucharon hasta el final
por la reunificación del país y por expulsar, primero a los turcos y luego
-paralelamente al fortalecimiento de su dominio- también a los Habsburgo. Mientras
que en Europa se libraban guerras de religión, Transilvania se consideraba la
isla de la tolerancia religiosa, donde en 1571, la asamblea nacional promulgó
una ley acerca del derecho al ejercicio libre de las religiones
católica, reformada (calvinista), evangélica (luterana) y unitaria. Los
húngaros lucharon durante 150 ańos para liberar su país. Sin embargo, el
Imperio Otomano aún representaba una fuerza tan grande, que solamente era
posible vencerlo por medio de la cooperación europea. Esto se hizo realidad
en 1686, cuando las tropas
internacionales de la llamada Santa
Alianza (el Papa, el Emperador Habsburgo, Polonia y Venecia), dirigidas
por el príncipe Eugenio de Saboya, expulsaron a los turcos de todo el
territorio de Hungría. El
emperador Habsburgo manejaba los territorios liberados del país como
provincias conquistadas, lo cual conllevó a la resistencia de los
aristócratas húngaros, provocando conspiraciones y sublevaciones. La más
sobresaliente de todas éstas fue la lucha
de independencia (1703-1711) encabezada por el príncipe Ferenc Rákóczi II (1676-1735), que a
pesar de haber sido aplastada, obligó a los monarcas Habsburgo a respetar,
como reyes de Hungría, los derechos tradicionales de los estamentos húngaros. En el
siglo posterior, de acuerdo con el modelo general de desarrollo europeo, el
país percibió las influencias intelectuales de la ilustración, lo mismo que las reformas centrales del absolutismo ilustrado (María Teresa /1740-1780/ y José II /1780-1790/), luego, a
fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, la época del despertar de la
conciencia nacional, de las reformas y de las revoluciones burguesas. La
lucha librada por las reformas que abriesen campo al desarrollo burgués
estuvo estrechamente ligada al combate sostenido por la independencia
nacional, lo que condujo a una revolución en Budapest, el 15 de marzo de 1848. Las dos
personalidades históricas más destacadas de la época eran el conde István Széchenyi (1791-1860) y Lajos Kossuth (1802-1894). Széchenyi consideraba posible el
progreso incluso dentro del marco del Imperio Habsburgo, e hizo especial
hincapié en el desarrollo económico y en la evolución. Obró a favor de dar
inicio al desarrollo burgués, no sólo mediante sus libros trascendentales, su
actividad organizativa y por medio de su labor de divulgación
desempeńada en los círculos de la aristocracia húngara, sino también
sacrificando buena parte de su patrimonio privado. Entre otros cosas, fue el
fundador de la Academia de Ciencias de Hungría (1825), promotor de la regulación
fluvial de los ríos Danubio y Tisza, de la creación de las condiciones de la
navegación a vapor y del transporte ferroviario. En comparación con él, Kossuth consideraba más importante la
independencia nacional y representaba principios políticos más radicales.
Como excelente orador, le dio fuerza a la nación para librar la guerra de
independencia que siguió a la pacífica revolución de Pest, cuando el monarca
Habsburgo, traicionando los logros revolucionarios anteriormente sancionados,
inició el ataque militar contra Hungría. El monarca Habsburgo, Francisco José I (1830-1916), sólo
aliándose con el zar ruso pudo ahogar en sangre la heroica guerra de
independencia que duró un ańo. El 13 de agosto de 1849 las tropas
húngaras depusieron las armas en Világos. Tras el
aplastamiento de la guerra de independencia, siguió la época de la represión,
de la opresión burocrática, y luego dos decenios de letargo. A mediados de
los ańos 1860, a consecuencia de la situación política europea, la
dinastía Habsburgo ya tenía interés en arreglar sus relaciones con la Hungría
sometida, que se encerraba en una profunda resistencia pasiva. Por parte
húngara dirigió las negociaciones políticas la tercera gran figura del siglo
XIX, Ferenc Deák (1803-1876),
quien en 1867 logró el llamado „compromiso” entre Francisco José I y Hungría,
y con ello se mereció el calificativo de „el sabio de la patria”. Como
resultado del compromiso, el Imperio Habsburgo se convirtió en una
confederación dualista de Austria
y Hungría, la llamada Monarquía
Austro-Húngara. El rey sancionó los logros revolucionarios de Hungría de
1848, retornó a la constitucionalidad, el país cobró total soberanía en sus
asuntos del interior, se formó un gobierno húngaro independiente, y solamente
las carteras a cargo de los asuntos exteriores y los de guerra, así como de
las finanzas de los mismos, quedaron
bajo administración común con los austríacos La
historia del casi medio siglo siguiente trajo consigo un florecimiento económico y cultural nunca antes vistos, durante el
cual Hungría se convirtió en un país agroindustrial, que disponía de una
infraestructura moderna para la época y de una cultura burguesa floreciente. La primera guerra mundial puso fin a
estos "felices ańos de paz", y Hungría, como miembro de la
Monarquía, salió derrotada de la contienda. En otońo de 1918, en aquella
situación crítica, estalló una revolución burguesa, que proclamó la
república. Su presidente, el conde
Mihály Károlyi (1875-1955), quien simpatizaba con la Entente, no pudo
superar la crítica situación de política interna y tampoco fue capaz de
influir sobre la marcha de las negociaciones de paz de manera favorable para
el país. Por ello, en 1919 entregó el poder al comunista Béla Kun. La
República de los Consejos de Hungría de los comunistas, en sus apenas tres
meses de vida, deterioró aún más la situación del país, ya trágica de por sí.
Como consecuencia del tratado de paz
de Versailles (Trianon), de 1920, dictado por las potencias victoriosas
de la Entente, Hungría perdió dos
terceras partes de sus territorios antiguos y más de la mitad de su población. A raíz de
ello, dejó de existir el unificado sistema económico y cultural milenario del
país, al igual que su red de comunicaciones. Más de 3 millones de húngaros corrieron
la suerte de vivir en minoría en los ya crecidos Estados vecinos. La
élite política en el poder entre las dos guerras, encabezada por el
gobernador conservador Miklós Horthy
(1868-1957), en diez ańos pudo cumplir las tareas derivadas de la derrota
en la guerra y de la extraordinaria mutilación del país. Logró consolidar el
país, pero no fue capaz de modernizar la estructura social, ni de resolver
los asfixiantes problemas sociales. No pudo oponer resistencia a la expansión
cada vez más fuerte de la Alemania de Hitler y, a pesar de no ser fascista,
en la IIa guerra mundial
se puso al lado de Hitler, con la esperanza de que tras la revisión del
tratado de paz de Versailles (Trianon), pudiese recobrar algo de sus
territorios que le fueron arrebatados después de la primera guerra mundial.
La élite conservadora húngara, que desde el comienzo se oponía al nacismo,
buscó un acuerdo con las potencias de la Entente. Las intenciones de Hungría
de “abandonar” la guerra llegó a conocimiento de los servicios secretos
alemanes y, para evitarlo, el 19 de
marzo de 1944 Alemania invadió
militarmente el país. Los invasores ayudaron a que un gobierno títere,
extremista, nacionalsocialista húngaro subiera al poder. Luego, iniciaron la
deportación de los judíos húngaros y las persecuciones de la élite
progresista del país. Con el avance del Ejército Rojo, Hungría se transformó
en un campo de operaciones bélicas. La conferencia
de Yalta de 1945 clasificó el país, convertido en ruinas, como
perteneciente a la esfera de intereses soviéticos. Al
contrario de las esperanzas húngaras y de las promesas de las Potencias
Aliadas, el país liberado de los alemanes no pudo convertirse en un Estado
democrático independiente. Las tropas
soviéticas se quedaron en el país. La democracia pluripartidista
establecida después de la guerra desapareció paulatinamente por influencia
soviética y por la fuerza pusieron en el poder al Partido Comunista, cuyo
bando stalinista dirigido por Mátyás Rákosi (1892-1971) introdujo en el
ańo 1948 la dictadura de tipo soviético. Contra
la ilegalidad y el terror, el 23 de
octubre de 1956 estalló una revolución,
que la Unión Soviética sólo pudo derrotar, poniendo en acción sus fuerzas
militares, en lucha armada. Tras la cruenta represión, János Kádár -colocado en el poder por la Unión Soviética- y su
partido comunista reorganizado, con el fin de consolidar su situación, en los
ańos sesenta atenuó la opresión. A través de sus reformas económicas
incrementó el nivel de vida, gradualmente hizo posible que los ciudadanos
viajaran al extranjero y revitalizó sus relaciones económicas con el
Occidente. Todo esto diferenció hasta cierto punto a Hungría de los demás
países llamados socialistas de Europa del Este, lo que se refleja en la
expresión, de uso generalizado en aquellos tiempos y aplicada en sentido
positivo, de que Hungría era "la barraca más alegre". A
mediados de los ańos 1980 se hizo evidente a nivel mundial la crisis del
sistema económico llamado socialista. La fermentación social e intelectual fue
especialmente fuerte en Hungría, relativamente abierta hacia el Occidente.
Por ello, cuando en 1989 los acontecimientos ocurridos en la política mundial
permitieron que Hungría recobrase su independencia, la sociedad húngara llegó
preparada a las transformaciones y llevó a cabo por la vía pacífica el cambio de su sistema político. Los distintos grupos de la
sociedad, que venían luchando por los cambios y organizando manifestaciones
masivas, se convirtieron en partidos
políticos. El 23 de octubre de 1989 (aniversario de la revolución de
1956) se proclamó la República de Hungría, lo que expresó de manera simbólica
la esencia del cambio de sistema: que el país recuperó su soberanía, que
reemplazó la gestión económica centralmente planificada por la economía de
mercado y el régimen de la dictadura del estado-partido por la democracia
pluripartidista. Tras cuarenta ańos de sistema unipartidista del llamado
socialismo, en 1990 tuvieron lugar por
primera vez elecciones realmente libres. La Asamblea Nacional formada a
raíz de dichas elecciones, creó con su labor legislativa el sistema
institucional del Estado democrático de tipo occidental, sobre la base del
cual el país nuevamente funciona como un estado de derecho europeo
independiente. Entre los partidos políticos que están presentes en el
Parlamento hay consenso con respecto a los intereses económicos primordiales
y los principales objetivos de política exterior del país. El gobierno de los
partidos de centro-derecha, victoriosos en 1990, al igual que la coalición
socialista-liberal que gobernó entre 1994 y 1998 y luego la coalición cívica
de centro-derecha que la sustituyó después de las elecciones de mayo de 1998,
y que gobierna actualmente, consideraban y consideran todos como su tarea
principal la integración euroatlántica
de plenos derechos de Hungría lo antes posible, así como el desarrollo de sus
relaciones con los países vecinos,
prestando especial atención a la protección, según las normas europeas, de
los derechos de las numerosas minorías húngaras que viven en ellos. |